El Martín Fierro de Brillantes. Los almuerzos de Mirtha Legrand y la Moda

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 Una mujer admirable”

 

 

Por Jorge B. Lobo Aragón.

 

Reflexión:

 

Puede parecer que  me dedico a la trivialidad en vez de dedicarme  únicamente a mi profesión de Abogado. Pero entiendo que desde que nuestro padre Adán buscó una hoja de parra para cubrirse, las modas han ido cambiando las vestimentas. Todos los pueblos han buscado vestidos por pudor, por defensa de la intemperie, por protegerse de las espinas, y cada uno los ha adecuado a su ambiente, a los materiales disponibles, a sus necesidades, a su carácter, a su particular sentido del gusto. Y han seguido cambiando. Así se originan las modas. Las más evidentes se relacionan con el vestido, pero también hay modas en las relaciones sociales, en el trato, en las formas de hablar, de pensar, de votar, de comportarse. Hoy está de moda que los políticos cambien de mujeres. Cuando una forma nueva es aceptada y bien vista, se dice que “está en boga” si es que tiene algún prestigio o apoyo moral.  Si su difusión no tiene más sostén que el capricho, entonces “está de moda”.  Si la moda se extiende y permanece hasta hacerse general, entonces se transforma en un uso, una costumbre. Antes las modas se inspiraban en los grados más altos de la sociedad, la nobleza, los jefes, los maestros, los gobernantes. Hasta que la difusión de la prensa puso al alcance de todos las costumbres y modalidades de la farándula, de los cómicos como se llamaba a los actores en general. Y el pueblo los tomó de paradigmas, como ejemplos imitables. ¿Que son muestras que carecen de elegancia? No. Tampoco importa: es muy difícil alcanzar la elegancia, y las maneras que exhibe el “mundo de la moda” por lo menos tiene una coquetería que es más fácil de imitar. Para eso, para mostrar lo que está de moda no sólo en vestidos sino en el trato social, en la cultura y en la política, sirvieron e interesaron los almuerzos que Mirtha Legrand. Almuerzos que comenzaron a transmitir por televisión el 4 de junio de 1968 y que mi abuela no dejaba de verla. El programa tuvo sus altibajos. En algunos períodos fue prohibido. Hubo quienes pensaron que lo trivial, lo baladí, lo fútil, ofendía a quienes cotidianamente deben encarar las duras realidades de este mundo. La alegre y despreocupada muestra de estar gozando los encantos de lo frívolo e intrascendente, como la ropa que se usa hoy o el adornito de la mesa, distrae la atención que debiera ocuparse de lo que es fundamental y serio para los individuos, para la sociedad. Pero el programa ha triunfado gracias a esas mismas características. La televisión tiene un público atraído por la diversión a veces liviana y fácil, pero el público tiene derecho a bajar un cambio como se dice vulgarmente y a   apreciar de vez en cuando el brillo de las burbujas del champán. Gusta además  porque  ha trascendido con el tiempo y aún conserva su alegría y compostura.  Es alegre e inteligente: ¿para qué más? Y al decir de Doña Rosa, en su género el programa de Mirtha fue lo mejor, al no caer en la chabacanería de algunas imitadoras.  Y que me dicen queridos lectoras y lectores. Me dedico a este género o sigo haciendo escritos en tribunales. Ud. tiene la última palabra. Si lo comparten que se cuiden Jorge Rial, Marcelo Polino y Ángel De Brito…

El Dr. Jorge B. Lobo Aragón

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