El Pájaro Volador y El Holandés Errante…

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lobo-aragon-2Por Jorge B. Lobo Aragón.

 

Mis lectores y editores saben ciertamente sobre mis facultades de bilocación y la enorme posibilidad que se me ha concedido para aparecer en lugares diferentes. A través de mis escritos vengo relatando casi semanalmente sobre este fenómeno que me ha dado la posibilidad de realizar mis “Sueño de pájaro” y volar el universo contemplando las estrellas. He podido apreciar y tocar el puente en la luna roja mi gran amiga. He revoloteado con los poetas y navegado en un globo hacia arriba y más allá. He conocido personalmente a mis camaradas Cristóbal Colon y Alvar Núñez Cabeza de vaca con quienes navegamos entre grandes mareas, tripulando sus carabelas. He escalado el Tíbet y llegado al Polo encontrándome en mi planeo con seres monstruosos. Me he contactado con Venus, cleopatra y San Jorge. Acercándome en el tiempo he conocido a José Hernández, Los blancos de Villegas y el Gran Bernabé. Me relacioné con el Tango a través de mi amigo Carlitos Gardel y Alfredo Le Pera. He podido intimar con el famoso cirujano Christiaan Barnard y grandes poetas como Machado, Gorki y Nuestro Jorge Luis Borges. Este fenómeno ha llevado a mi espíritu a que de un modo consciente y voluntario pueda alejarme de mi cuerpo carnal, apareciendo simultáneamente en extravagantes espacios con mi “cuerpo astral”.

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Y hoy de nuevo aparece mi tribulación etérea y me contacto con quien me dice ser “El noruego Daland” quien regresaba a su hogar en su barco cuando una tempestad lo arroja a una costa rocosa. De improviso percibo que aparece otro buque, negro y de velas ensangrentadas, y su piloto echa pie a tierra. Es… ¡el holandés! Me grita el Noruego. El holandés que según la leyenda ha sido condenado a errar por el océano hasta que encuentre una mujer para siempre fiel. Daland me susurra casi con miedo al oído, que el marino errante cada siete años tiene una tregua que le permite tratar con la gente. En su eterno vagabundeo ya no espera más paz que la muerte. Mi amigo compadecido le concede que vaya a su patria a conocer a su hija. Observo que Senta, la hija del Noruego, está cantando e hilando con las demás doncellas, y queda absorta ante la idea y presencia de un hombre pálido y tétrico. Sin escucharlo a su novio se ofrece a redimir al condenado. Cuando entra el holandés ella adivina quién es y le promete fidelidad eterna. Vislumbro que ya es de noche. En la costa los noruegos danzan; los holandeses mantienen un lúgubre silencio. El mar, misterioso, se agita en torno a su barco. Llega Senta, seguida del antiguo novio que le recuerda una vieja promesa.

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El holandés lo oye al muchacho, y para salvarla a ella de la condenación que sufriría faltando a su antiguo juramento, salta al buque y se dirige solo a su irreparable condena. Senta le grita su fidelidad, y desde lo alto de una peña se arroja al mar. El buque fantasma se hunde, y de entre las olas surgen Senta y el Holandés, transfigurados y salvados de la maldición. Final feliz. Desenlace que después de despertar de mí sueño sideral me entero que dio motivo a una ópera famosa, a la que se la llamó “El buque fantasma”. Con letra y música de Ricardo Wágner estrenada en 1843 y basada en la tradición de los pueblos marinos del norte, en los tiempos en que a don Cristóbal Colón ni se lo había oído nombrar. Final feliz en la escena teatral. Pero solamente el que escribe conoce si el holandés, se ha liberado de su maldición. He escuchado versiones que dicen y aseguran que el Holandés viajando a las Islas Orientales sufrió una tempestad frente a Nueva Esperanza, y lo retó a Dios desafiándolo a que lo hiciera naufragar. Dicen que no naufragó, pero quedó condenado a navegar eternamente. Solo yo soy testigo y puedo dar fe que el caso es verdadero.

Después de la primera guerra mundial mientras volaba dando una nueva vuelta al mundo pude divisarlo de nuevo. Pasando frente a la costa de Australia la noche del 14 de julio de 1881 divisé un extraño barco fosforescente rodeado de un halo rojizo. Pude casi tocarlo. ¿Qué fue del holandés? Ah, no sé. Los fantasmas tienen especial habilidad para desaparecer cuando mejor se los busca. Puede ser que en mi próximo escrito les cuente a mis lectores sobre mi conocido condenado a vagar para siempre por los océanos del mundo. Muchas veces he oteado al velero a una distancia prudencial, resplandeciendo con una luz fantasmal. Lo he saludado. Ha tratado de hacer llegar sus mensajes a través mío. Pero algo interior me indica que todavía no es prudente hacerme amigo. Sé que han tratado de hacer llegar sus mensajes a tierra. Así me indicaron personas muertas siglos atrás. Todavía no puedo dar sus mensajes. Seguramente la providencia me dirá cuando pueda develar sus misterios.

 

Dr. Jorge B. Lobo Aragón


PrisioneroEnArgentina.com

Diciembre 19, 2016


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