EL “PANDILLERO” ADOLFO ALSINA

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Desde el principio lo rodeó la violencia. Nacido en 1828, tenía seis años cuando acompañó a su padre, el caudillo unitario Valentín Alsina, en el exilio en Montevideo, donde residió hasta el derrocamiento de Rosas, vivió sucesos sangrientos como el asesinato de Florencio Varela, entrañable amigo de su padre y director del periódico antirrosista El Comercio del Plata. Por eso no extrañó que a su regreso, caído el dictador, su primera intervención política estuviera también, signada por la violencia; formó parte de una Logia complotada para asesinar a Urquiza. Proyecto que no llegó a concretarse.

Adolfo Alsina
Florencio Varela

Sin embargo, siguió oponiéndose al jefe entrerriano y cuando el partido triunfador en Caseros se dividió en “pandilleros” y “chupandinos” (partidarios del gobierno porteño y de la Confederación Argentina) adhirió a los primeros. Orador apasionado, cuenta Octavio Amadeo que “su voz huracada y sentenciosa, arrojaba como piedras sus apóstrofes de doctor y de soldado”. Político fogoso, en 1862 dividió su partido creando el Partido Autonomista. Frente a él se ubicaba Bartolomé Mitre con el Partido nacional.

En la filas del mitrismo – a sus partidarios se les llamó “Cocidos” – militaba “la mayor parte de la burguesía porteña, las familiar decentes y pudientes, los apellidos tradicionales” según palabras de Lucio V. López. Junto a Adolfo Alsina estaba la gente humilde  de las orillas y algunos grupos marginales: parroquianos de pulperías, aficionados a las riñas de gallos, cuchilleros. Fueron los “Crudos” entre los que,. También, se contó Leandro N. Alem, hijo de un hombre de Rosas a quién Valentín Alsina había condenado a la horca.

En 1866, Adolfo Alsina fue proclamado gobernador de la provincia de Buenos Aires. En su gabinete estaba Nicolás Avellaneda, un político tucumano que llegaría a la presidencia de la República. Durante su gobierno, la campaña se pobló de escuelas, nacieron pueblos y partidos, se apoyó el desarrollo de la industria de la carne y el Estado suscribió acciones de una sociedad creada, expresamente, para experimentar la elaboración de conservas.

Lucio V. López
Urquiza

  Una de las características de la gestión de Alsina fue su empeño en mantener un estrecho contacto con la gente del interior de la provincia. Costumbre que, frecuentemente, ocasionaba risueños episodios. Como lo sucedido con motivo de su visita a Azul, donde escuchó los reclamos de los comerciantes y notable del pueblo.

“Todos convenía en que los indios amigos, arruinaban la campaña con sus robos y cada uno emitió sus ideas más o menos prácticas – relata el Coronel Álvaro Barros – Unos proponían la expulsión; otros el aumento de la Fuerza Policial; en fin, alguno repitió lo que los mimos indios dicen siempre que se los acusa de ladrones “si los pulperos no nos comprasen los cueros, nosotros no robaríamos”

El 1868 la fórmula Sarmiento – Alsina triunfó en las elecciones de renovación presidencial, gracias al arrastre del caudillo autonomista. El binomio no tardó en entrar en conflicto y Sarmiento trató de descalificar a su Vicepresidente “es un compadrito porteño”, dijo. Después anunció que su misión se reduciría a tocar la campanilla en el Senado.

El desencuentro fue ampliamente aprovechado por la prensa opositora. Especialmente por “La Nación”, que se burló de la presunta ascendencia mora de Sarmiento llamándolo Al Ben Racin (por Albarracín), Alsina por su parte acabó siendo Ali-Sinah-Ben-Tilin, en clara alusión a la campanilla del senado.

Julio A. Roca
Bartolomé Mitre
Domingo F. Sarmiento

Pero si su actuación junto a Sarmiento no fue brillante, no sucedió lo mismo cuando, algunos años después, asumió el Ministerio de Guerra, bajo la presidencia de Avellaneda. Por ese entonces (1874) los malones indígenas eran una verdadera pesadilla para los ganaderos bonaerenses que nada podían hacer frente a las profundas incursiones de los Pampas. Para detenerlos, Alsina concibió una obra de enorme envergadura; la interminable zanja que fue bautizada con su nombre. Tenía 100 leguas (unos 500 Km.) de largo, 2,60 metros de ancho y 1,75 metros de profundidad y unía la localidad de Italó, al sur de Córdoba, con Bahía Blanca en la costa sur de Buenos Aires.

Pese a la oposición de muchos – entre ellos Julio A. Roca – la Zanja de Alsina (Foto de Tapa) fue construida en parte. Pero no estuvo sola. Se la acompañó con una formidable línea de fortines de frontera, con pueblos que crecieron a su amparo, con la extensión del Telégrafo hasta esos remotos confines.

Tanto era su preocupación por ganar la guerra contra el indio que, en 1877, poco antes de morir, envió un telegrama al Coronel Levalle desde su lecho de enfermo: “cumplirá mis instrucciones – decía – aún cuando el telégrafo le trasmita la noticia de mi muerte”.

Una muestra del afecto que había despertado entre sus partidarios fue el suicidio de su guardaespaldas después de su muerte. Sesenta mil personas integraron el cortejo que conducía sus restos a la Recoleta. El caudillo “Pandillero” empezaba a ser leyenda.

 

Patricio Anderson

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 27, 2021


 

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