La famosa y tan promocionada distribución real de la riqueza a menudo se ha comparado con un hipotético ideal o utopía, en lugar de la experiencia real en cualquier país, en cualquier momento de la historia.
Muchos occidentales una vez creyeron que los ingresos eran casi iguales en la antigua Unión Soviética, por ejemplo. Ahora sabemos que existían sustanciales privilegios para unos pocos elegidos, basado en el poder político en lugar de la contribución económica. Incluso al margen del soborno y la corrupción, el acceso especial a la atención de salud, educación, vivienda y tiendas especiales se concede a menudo a la jerarquía del Partido Comunista y la clase burocrática. En todos los casos, una porción de la población ha sido subvencionada. En ciertos casos la policía para atender los designios del dictador (Venezuela), el ejército (La Unión Soviética, la Venezuela de Chávez, la Cuba castrista) grupos paramilitares (La China de Mao) o sectores ciudadanos a cambio de un voto (La Argentina K)
A finales de los años 70, sólo un puñado de mandatarios de izquierda en occidente siguió defendiendo dictaduras como la Unión Soviética de Stalin, la China de Mao, la Cuba de Castro, o Corea del Norte, Kim Jong-il (Si, aquel que en un juego de golf podía hacer 18 hoyos con un solo golpe).
En los últimos años, el romanticismo anterior de la izquierda del comunismo a veces que ha sido recuperado con un disfraz, pero en realidad es un socialismo-populista que maquilla a ladrones. Este socialismo-comunismo suena mejor bajo esa denominación, pero no lo es. Otros han cambiado a idealizar una edad de oro del pasado. En los EE.UU., por ejemplo, se dice que la edad de oro de la equidad se produjo entre 1930 y 1973. Sin embargo, en Estados Unidos manda la eficiencia y quien no se prepara para competir, sufre.
El discurso populista siempre hace alusiones a la justicia social. Se emplea a menudo para sugerir que una mayor fracción de los beneficios de la economía (alimentos, vivienda, atención de salud, etc.) puede y debe ser distribuido por el gobierno en lugar de por los mercados. En teoría, se podrían entregar todos nuestros ingresos a los funcionarios elegidos democráticamente y dejarlos decidir quién obtiene qué. Sin embargo, la distribución sobre la base de criterios políticos, no es necesariamente el más conveniente. Sospeche usted donde terminara su sueldo si le entregara un sobre a José López -ex secretario de obras públicas del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, hoy entrenando para las próximas olimpíadas en lanzamiento de maletas-.
El mejor ejemplo de las distribuciones puede darse en Cuba, donde ciudadanos que ganan veinte dólares por mes distribuyen habitaciones en lujosos hoteles, sin tener oportunidad de reservar una para ellos. O un granjero especializado en cultivo de tabaco que debe distribuir el 90% de sus ingresos entre funcionarios del gobierno y hacer magia para distribuir las plantas en su campo para su nueva cosecha con mil dólares, 10% de lo que podría haber recaudado en un año.
Es decir, la distribución de la riqueza en países comunistas, o populistas, es en sentido inverso. El pueblo distribuye sangre, sudor y lágrimas (Y sus alcancías) para que los líderes los puedan seguir extorsionando.
Napoleón -el cerdo, no el militar francés- la tenía clara.
Por Fabian Kussman.
La famosa y tan promocionada distribución real de la riqueza a menudo se ha comparado con un hipotético ideal o utopía, en lugar de la experiencia real en cualquier país, en cualquier momento de la historia.
Muchos occidentales una vez creyeron que los ingresos eran casi iguales en la antigua Unión Soviética, por ejemplo. Ahora sabemos que existían sustanciales privilegios para unos pocos elegidos, basado en el poder político en lugar de la contribución económica. Incluso al margen del soborno y la corrupción, el acceso especial a la atención de salud, educación, vivienda y tiendas especiales se concede a menudo a la jerarquía del Partido Comunista y la clase burocrática. En todos los casos, una porción de la población ha sido subvencionada. En ciertos casos la policía para atender los designios del dictador (Venezuela), el ejército (La Unión Soviética, la Venezuela de Chávez, la Cuba castrista) grupos paramilitares (La China de Mao) o sectores ciudadanos a cambio de un voto (La Argentina K)
A finales de los años 70, sólo un puñado de mandatarios de izquierda en occidente siguió defendiendo dictaduras como la Unión Soviética de Stalin, la China de Mao, la Cuba de Castro, o Corea del Norte, Kim Jong-il (Si, aquel que en un juego de golf podía hacer 18 hoyos con un solo golpe).
En los últimos años, el romanticismo anterior de la izquierda del comunismo a veces que ha sido recuperado con un disfraz, pero en realidad es un socialismo-populista que maquilla a ladrones. Este socialismo-comunismo suena mejor bajo esa denominación, pero no lo es. Otros han cambiado a idealizar una edad de oro del pasado. En los EE.UU., por ejemplo, se dice que la edad de oro de la equidad se produjo entre 1930 y 1973. Sin embargo, en Estados Unidos manda la eficiencia y quien no se prepara para competir, sufre.
El discurso populista siempre hace alusiones a la justicia social. Se emplea a menudo para sugerir que una mayor fracción de los beneficios de la economía (alimentos, vivienda, atención de salud, etc.) puede y debe ser distribuido por el gobierno en lugar de por los mercados. En teoría, se podrían entregar todos nuestros ingresos a los funcionarios elegidos democráticamente y dejarlos decidir quién obtiene qué. Sin embargo, la distribución sobre la base de criterios políticos, no es necesariamente el más conveniente. Sospeche usted donde terminara su sueldo si le entregara un sobre a José López -ex secretario de obras públicas del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, hoy entrenando para las próximas olimpíadas en lanzamiento de maletas-.
El mejor ejemplo de las distribuciones puede darse en Cuba, donde ciudadanos que ganan veinte dólares por mes distribuyen habitaciones en lujosos hoteles, sin tener oportunidad de reservar una para ellos. O un granjero especializado en cultivo de tabaco que debe distribuir el 90% de sus ingresos entre funcionarios del gobierno y hacer magia para distribuir las plantas en su campo para su nueva cosecha con mil dólares, 10% de lo que podría haber recaudado en un año.
Es decir, la distribución de la riqueza en países comunistas, o populistas, es en sentido inverso. El pueblo distribuye sangre, sudor y lágrimas (Y sus alcancías) para que los líderes los puedan seguir extorsionando.
Napoleón -el cerdo, no el militar francés- la tenía clara.
Tags: Comunismo, Corrupción, Cristina Kirchner, Cuba, Fabian Kussman, Mao Tse-tung, Totalitarismo, Unión Soviética, VenezuelaRelated Posts
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