En los tranquilos suburbios de Colorado Springs, a mediados del siglo XX, la familia Galvin parecía encarnar el sueño americano. Donald y Mimi Galvin criaron a doce hijos —diez varones y dos mujeres— en una espaciosa casa cerca de la Academia de la Fuerza Aérea. Sus vidas parecían idílicas: los chicos eran atléticos, con talento musical y prometedores académicamente. Pero bajo la superficie, se desplegaba una realidad devastadora. Seis de los diez hijos serían diagnosticados con esquizofrenia, sumiendo a la familia en el caos, el secretismo y el trauma. Su historia, narrada en Hidden Valley Road de Robert Kolker, ha sido descrita como una de las sagas familiares más perturbadoras de la historia estadounidense2.
Los primeros indicios surgieron en la década de 1960, cuando el hijo mayor, Donald Jr., comenzó a mostrar un comportamiento errático. Se arrojó a una hoguera, torturó animales y se dejó llevar por delirios religiosos. Con el tiempo, cinco de sus hermanos —Jim, Brian, Joseph, Matthew y Peter— seguirían un camino similar, cada uno sucumbiendo a las garras de la esquizofrenia. El hogar de los Galvin se convirtió en un campo de batalla de psicosis, violencia y miedo. Los hermanos sufrieron agresiones, abusos y tormento psicológico. Un hijo asesinó a su novia antes de suicidarse; otro violó a su hermana. Las niñas, Margaret y Mary (posteriormente Lindsay), vivían en constante terror, a menudo encerrándose en la habitación de sus padres para escapar de los arrebatos de sus hermanos.
El sufrimiento de los Galvin se vio agravado por la incomprensión que se tenía en la época sobre las enfermedades mentales. En aquella época, la esquizofrenia se atribuía a menudo a una mala crianza, en particular a las “madres esquizofrenógenas”. Mimi, una dedicada ama de casa, fue objeto de un escrutinio injusto, mientras que Don padre se distanciaba emocionalmente de la turbulencia.
La familia intentó mantener una fachada de normalidad, incluso mientras su hogar se hundía en la disfunción. Los médicos recetaron potentes neurolépticos que atenuaron los síntomas, pero causaron graves efectos secundarios, como insuficiencia cardíaca. Dos de los hijos afectados murieron prematuramente por complicaciones relacionadas con su medicación.
A pesar del horror, la familia Galvin se convirtió en un referente para la investigación científica. En la década de 1980, aceptaron participar en estudios genéticos dirigidos por la Dra. Lynn DeLisi. Su ADN ayudó a establecer un vínculo entre la genética y la esquizofrenia, desafiando teorías obsoletas y allanando el camino para una comprensión más profunda. La disposición de los Galvin a compartir su historia ha contribuido desde entonces a avances en la investigación psiquiátrica y a la concienciación pública.
Hoy en día, solo dos de los seis hermanos afectados —Donald y Matthew— siguen vivos y viven en cuidados asistidos. Los hermanos supervivientes, especialmente Lindsay y Margaret, se han convertido en defensores de la reforma de la salud mental. Crearon el Fideicomiso Familiar Galvin para apoyar a sus hermanos y seguir denunciando el estigma que rodea a la esquizofrenia.
La historia de la familia Galvin no es solo una tragedia: es un testimonio de resiliencia, compasión y la perdurable complejidad de las relaciones humanas. Obliga a la sociedad a confrontar verdades incómodas sobre las enfermedades mentales, el trauma familiar y los límites de la ciencia médica.
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En los tranquilos suburbios de Colorado Springs, a mediados del siglo XX, la familia Galvin parecía encarnar el sueño americano. Donald y Mimi Galvin criaron a doce hijos —diez varones y dos mujeres— en una espaciosa casa cerca de la Academia de la Fuerza Aérea. Sus vidas parecían idílicas: los chicos eran atléticos, con talento musical y prometedores académicamente. Pero bajo la superficie, se desplegaba una realidad devastadora. Seis de los diez hijos serían diagnosticados con esquizofrenia, sumiendo a la familia en el caos, el secretismo y el trauma. Su historia, narrada en Hidden Valley Road de Robert Kolker, ha sido descrita como una de las sagas familiares más perturbadoras de la historia estadounidense2.
Los primeros indicios surgieron en la década de 1960, cuando el hijo mayor, Donald Jr., comenzó a mostrar un comportamiento errático. Se arrojó a una hoguera, torturó animales y se dejó llevar por delirios religiosos. Con el tiempo, cinco de sus hermanos —Jim, Brian, Joseph, Matthew y Peter— seguirían un camino similar, cada uno sucumbiendo a las garras de la esquizofrenia. El hogar de los Galvin se convirtió en un campo de batalla de psicosis, violencia y miedo. Los hermanos sufrieron agresiones, abusos y tormento psicológico. Un hijo asesinó a su novia antes de suicidarse; otro violó a su hermana. Las niñas, Margaret y Mary (posteriormente Lindsay), vivían en constante terror, a menudo encerrándose en la habitación de sus padres para escapar de los arrebatos de sus hermanos.
El sufrimiento de los Galvin se vio agravado por la incomprensión que se tenía en la época sobre las enfermedades mentales. En aquella época, la esquizofrenia se atribuía a menudo a una mala crianza, en particular a las “madres esquizofrenógenas”. Mimi, una dedicada ama de casa, fue objeto de un escrutinio injusto, mientras que Don padre se distanciaba emocionalmente de la turbulencia.
La familia intentó mantener una fachada de normalidad, incluso mientras su hogar se hundía en la disfunción. Los médicos recetaron potentes neurolépticos que atenuaron los síntomas, pero causaron graves efectos secundarios, como insuficiencia cardíaca. Dos de los hijos afectados murieron prematuramente por complicaciones relacionadas con su medicación.
A pesar del horror, la familia Galvin se convirtió en un referente para la investigación científica. En la década de 1980, aceptaron participar en estudios genéticos dirigidos por la Dra. Lynn DeLisi. Su ADN ayudó a establecer un vínculo entre la genética y la esquizofrenia, desafiando teorías obsoletas y allanando el camino para una comprensión más profunda. La disposición de los Galvin a compartir su historia ha contribuido desde entonces a avances en la investigación psiquiátrica y a la concienciación pública.
Hoy en día, solo dos de los seis hermanos afectados —Donald y Matthew— siguen vivos y viven en cuidados asistidos. Los hermanos supervivientes, especialmente Lindsay y Margaret, se han convertido en defensores de la reforma de la salud mental. Crearon el Fideicomiso Familiar Galvin para apoyar a sus hermanos y seguir denunciando el estigma que rodea a la esquizofrenia.
La historia de la familia Galvin no es solo una tragedia: es un testimonio de resiliencia, compasión y la perdurable complejidad de las relaciones humanas. Obliga a la sociedad a confrontar verdades incómodas sobre las enfermedades mentales, el trauma familiar y los límites de la ciencia médica.
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 31, 2025
Tags: Ciencia, PsicologíaRelated Posts
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