Dos ciervos que vivían en el campo conversaban siempre en un susurro, perse a que no había nadie cerca de ellos que pudiera oírlos. Turnándose, acercaban una oreja a los labios del otro para captar las palabras. Alguien que pasaba por allí les preguntó por qué hablaban en secreto, dado que se hallaban a solas y podían gritar sin peligro alguno.
Los ciervos explicaron:
–Solemos hablar de esta manera porque, en verdad, ninguno tiene nada que decirle al otro. Es un modo que encontramos para disimular nuestra ignorancia.
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Por Berechia ha-Nakdan
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