En las primeras horas del jueves 3 del corriente, a la edad de 76 años, falleció luego de varios días de internación, el Comisario Inspector (R) de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (R) HUGO GABUTTI. Lo hizo en paz y acompañado por su esposa, hijas y familiares más cercanos. Hombre de pocas palabras, era un verdadero caballero en todos los sentidos. Durante años y mientras la salud se lo permitió, semanalmente se hizo presente en las Prisiones Federales de Marcos Paz y Ezeiza, visitando a sus camaradas presos, por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad. Entre miles de miembros de la Institución, fue parte de un excepcional grupo que no llegaba a la decena, los que, sin estridencias ni fanfarrias, nunca abandonaron a los caídos, conocidos o no y que siempre dijeron presente llevando palabras de alientos a quienes a como diera lugar habíamos perdido la libertad. Lamentablemente, recién ahora, ya fallecido podemos resaltar públicamente sus virtudes como ser humano y sus acciones solidarias para con los prisioneros. Antes, el riesgo cierto de que sufriera represalias de parte de aquellos que, radicalizados, dicen luchar por “la memoria, la verdad y la justicia”. O que los miembros del poder judicial vilmente lo involucraran en alguna causa penal, nos obligaba a guardar silencio. A su familia y a él, nuestro tributo por ser como fue, seguramente el tiempo hará que nos volvamos a encontrar.
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LA MUERTE NO EXISTE
En las primeras horas del jueves 3 del corriente, a la edad de 76 años, falleció luego de varios días de internación, el Comisario Inspector (R) de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (R) HUGO GABUTTI. Lo hizo en paz y acompañado por su esposa, hijas y familiares más cercanos. Hombre de pocas palabras, era un verdadero caballero en todos los sentidos. Durante años y mientras la salud se lo permitió, semanalmente se hizo presente en las Prisiones Federales de Marcos Paz y Ezeiza, visitando a sus camaradas presos, por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad. Entre miles de miembros de la Institución, fue parte de un excepcional grupo que no llegaba a la decena, los que, sin estridencias ni fanfarrias, nunca abandonaron a los caídos, conocidos o no y que siempre dijeron presente llevando palabras de alientos a quienes a como diera lugar habíamos perdido la libertad. Lamentablemente, recién ahora, ya fallecido podemos resaltar públicamente sus virtudes como ser humano y sus acciones solidarias para con los prisioneros. Antes, el riesgo cierto de que sufriera represalias de parte de aquellos que, radicalizados, dicen luchar por “la memoria, la verdad y la justicia”. O que los miembros del poder judicial vilmente lo involucraran en alguna causa penal, nos obligaba a guardar silencio. A su familia y a él, nuestro tributo por ser como fue, seguramente el tiempo hará que nos volvamos a encontrar.
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Diciembre 6, 2020