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Cuando las potencias que derrotaron a Napoleón concedieron a Suiza la neutralidad perpetua en el Congreso de Viena en 1815, el acuerdo estipulaba que Suiza no participaría en conflictos ni proporcionaría mercenarios. A cambio de ello, no se librarían más guerras en su territorio.

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En el transcurso del siglo XX, el derecho de neutralidad, en su definición más estricta, dio paso paulatinamente a una política de neutralidad voluntaria: los Estados neutrales se comportan en política exterior de manera que otros países confíen en su neutralidad y sepan que se mantendrán al margen en caso de un conflicto.

Numerosos Estados europeos que antes eran neutrales, como Bélgica, Luxemburgo, Dinamarca o Noruega, son miembros de la OTAN, una alianza de defensa militar. Algo que estaba totalmente prohibido según el derecho tradicional de la neutralidad.

Tras el fin de la Guerra Fría y la adhesión a la Unión Europea (UE), Suecia se despidió de la neutralidad y desde entonces se declara un “país no alineado”. El Ministerio sueco de Asuntos Exteriores escribe: “Esta política sirve a nuestros intereses y contribuye a la seguridad y estabilidad en nuestra vecindad”. La adhesión a la OTAN ha dejado de ser un tema tabú para Suecia. El país construye la seguridad junto con otros, subraya el Ministerio de Exteriores, que define la solidaridad como el fundamento de la política de seguridad y defensa de Suecia.  

También Suiza se ha alejado del concepto tradicional de neutralidad para abrirse a la comunidad internacional: en 2002 el país alpino se adhirió a la ONU y desde entonces tiene que sumarse a las sanciones de Naciones Unidas.

Desde el punto de vista del derecho internacional, la imposición de sanciones no plantea ningún problema para la neutralidad suiza, dado que no se trata de adoptar una posición concreta en el marco de un conflicto armado.

Suiza parte del principio de que el derecho de neutralidad no se aplica a las misiones militares de la ONU, pues, a fin de cuentas, lo que pretende el Consejo de Seguridad es “restablecer la paz en el mundo”. Por esta razón, el hecho de que Suiza sea miembro de la ONU no plantea ningún problema. Sin embargo, el experto en derecho internacional de la Universidad de Innsbruck (Austria), Peter Hilpold, considera que “la neutralidad en el sentido clásico del término es difícilmente compatible con una adhesión a la ONU y aún menos con una adhesión a la Unión Europea”.

Suiza es candidata incluso a un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad. Según el Gobierno, esto es compatible con la neutralidad, porque la ONU no es una alianza militar y las medidas coercitivas del Consejo de Seguridad solo se refieren en contadas ocasiones a guerras entre Estados.

Según la experta en derecho internacional del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad en Berlín Elisabeth Hoffberger-Pippan, la población a veces no es consciente de que la adhesión a la UE o a la ONU puede ir acompañada de cierta dilución de la neutralidad.

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Neutralidad no es pacifismo

La última vez que los suizos pelearon una batalla militar fue hace 500 años, contra los franceses. (Los suizos perdieron). Hace doscientos años, Suiza fue reconocida como un estado neutral en el Tratado de París. Pero no fue hasta este día, 13 de febrero de 1920, que la Sociedad de Naciones reconoció formalmente su neutralidad. Desde entonces, a pesar de la combinación de los profanos de “neutralidad” con “pacifismo”, los suizos han mantenido ese estatus con fiereza, y ocasionalmente con fuerza. Se necesitó una dureza especial para ser un pequeño país neutral en medio de una guerra mundial, como en 1942, cuando Alemania ocupó Francia, lo que convirtió a Suiza en “una pequeña anomalía democrática aislada en las profundidades de la Europa totalitaria”.

Como un chihuahua que defiende su territorio contra un pit bull, Suiza solo se volvió más feroz ante una amenaza enorme. El periódico suizo Volksrecht gritó: “Es de suma importancia que no dejemos ninguna duda en la mente de nadie de que ni siquiera la situación más desesperada nos hará capitular voluntariamente, y antes de que se nos pueda mandar, tenemos que ser derrotados”.

Pero vencerlos habría sido una tarea abrumadora incluso para los nazis. “De hombre a hombre, Suiza probablemente tiene el segundo mejor ejército de Europa en la actualidad”, concluyó. “Su estado mayor, bajo el sagaz, diminuto y popular general Henri Guisan … ha construido en los Alpes un núcleo de defensa que un ejército tres veces mayor que el ejército suizo (600.000 hombres) podría necesitar valiosos meses para romper. El ejército suizo se puede movilizar en media hora ”. Así como neutralidad no significó no violencia, tampoco significó indiferencia, como lo demostró Suiza en 1956, cuando se pronunció contra la opresión soviética en Hungría. El estado neutral dio refugio a 10.000 refugiados húngaros y aprovechó el poder que tenía para penalizar a los rusos, al no dejarlos esquiar. La Asociación Suiza de Esquí notificó formalmente a la Federación Soviética de Deportes de Invierno que los atletas rusos no eran bienvenidos en las competiciones de esquí suizas. La concesión de asilo a los refugiados políticos ha sido durante mucho tiempo un sello distintivo de Suiza, y una de las formas en que Suiza influye en la política global a pesar de su neutralidad. Dio la bienvenida al joyero ruso Peter Carl Fabergé y al autor alemán Thomas Mann, junto con otras 300.000 personas solo durante la era nazi. Su reputación como refugio seguro para los perseguidos (salvo su lamentable historial con los refugiados judíos durante la Segunda Guerra Mundial) es tan conocida que en esta época el año pasado, un piloto etíope secuestró su propio vuelo con destino a Roma y aterrizó en Ginebra, donde solicitó asilo para escapar de la persecución en su país de origen. Si bien enfrenta hasta 20 años de prisión por el secuestro, los suizos han rechazado las demandas etíopes de su extradición. Los expertos dicen que probablemente se quedará en Suiza después de cumplir su condena porque, secuestrador o no, los suizos no le permitirán regresar a un país que abusa de los derechos humanos.

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Cuando se adhirió a la UE, Austria tuvo que adaptar la Constitución para poder aplicar las medidas de la Política Exterior y de Seguridad Común que eran incompatibles con el concepto tradicional de la neutralidad austríaca. “Durante la Segunda Guerra del Golfo, Austria permitió los sobrevuelos, porque el Consejo de Seguridad de la ONU había autorizado el uso de la fuerza”, explica la experta.

Además, es poco conocido que Austria y Suiza participan en la Asociación para la Paz de la OTAN. Algo que, en principio, es compatible con la neutralidad de Austria.

También en Suiza se observa que la percepción de la neutralidad y la aplicación real de la política de neutralidad difieren.

“Hay casos en los que Suiza claramente no ha sido neutral”, señala Stefanie Walter, profesora de relaciones internacionales y política económica en la Universidad de Zúrich. “Durante la Guerra Fría, por ejemplo, Suiza estaba implícitamente del lado de Occidente. Además, tiene una posición sobre los derechos humanos”.

Varias personalidades exigen que Suiza no permanezca callada ante violaciones de los derechos humanos.

Otros consideran que cuando se violan los derechos humanos Suiza solo puede mediar y promover la paz si no se ha posicionado previamente.

La embajadora de Suiza ante la ONU Pascale Baeriswyl reconoce que Suiza no siempre puede evitar tomar posición en cuestiones difíciles de política exterior.

Según Hilpold, los Estados neutrales del siglo XXI esperan un trato especial debido a su neutralidad. En otras palabras: “Asocian la neutralidad con una oferta de servicios para la comunidad internacional, como lo hace Suiza en el ámbito humanitario o con sus buenos oficios”.

También Stefanie Walter considera que uno de los puntos fuertes de los Estados neutrales es poder actuar como mediadores. Y en este aspecto Suiza desempeña un papel especial: “A diferencia de Irlanda, Austria y Suecia, Suiza ha decidido no ser miembro de la Unión Europea”. Es también una de las razones por las que Suiza es percibida como un país más neutral.

“El hecho de que Suiza no sea miembro de la UE otorga al país un papel absolutamente especial”, confirma Hilpold. Suiza ha moldeado la neutralidad en muchos aspectos en función de sus propias ideas y necesidades.

“La comunidad internacional ha aceptado tácitamente estas ideas y el correspondiente papel especial del país en el tablero internacional”.

Ahora Suiza se enfrenta a nuevos retos. Mientras los conflictos armados entre Estados han disminuido, las guerras cibernéticas van en aumento. La neutralidad suiza, en principio, se aplica también en el ciberespacio, pero aún quedan muchas preguntas sin respuesta.


PrisioneroEnArgentina.com

Abril 18, 2021


 

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