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  Por CLAUDIO VALERIO.

El filósofo Pascal dijo: «Cristo está en agonía, en el huerto de los olivos, hasta el fin del mundo. No hay que dejarle solo en todo este tiempo». Agoniza allí donde haya un ser humano que lucha con la tristeza, el pavor, la angustia, en una situación sin salida como Él aquel día. Oímos a diario tragedias que se consuman, a veces en nuestro propio barrio, en la puerta de enfrente, sin que nadie se percate de nada. ¡Cuántos lamentos, cuántos angustiados en el corazón de nuestra ciudad y de otras ciudades!… No dejemos solos a los que están dentro, aislados. En nuestra sociedad muchos son los que expían anticipadamente todo el ateísmo que existe en el mundo. No sólo el de los ateos declarados, sino también el de los ateos prácticos, aquellos que viven «como si Dios no existiera», relegándole al último lugar en la propia vida. Es “Nuestro” ateísmo; porque todos somos, unos más, otros menos, ateos. Somos indiferentes de Dios. Hoy, Dios también es un marginado de la vida de la mayoría de los hombres. Igualmente, aquí hay que decir que Dios está en todos los inocentes que sufren ante esta excepcional presente situación del coronavirus. Dios está con los enfermos graves; presente en las injusticias que se cometen con los pobres. En un campo de concentración nazi se colgó a un hombre. Un airado, señalando a la víctima le preguntó a un creyente que tenía al lado: “¿Dónde está tu Dios ahora?”. Recibiendo como respuesta: “¿No lo
ves? Está ahí, en la horca”… ¿Cuántos son hoy los que desafían el régimen o la opinión pública para acercarse a los condenados, a los excluidos, a los enfermos de Sida, y se empeñan en ayudar a alguno de ellos a superar y sobrellevar su cruz? ¿Y si hablamos de las que se llaman la “Psicología de las masas”?

Los seres humanos somos volubles, pasamos bruscamente del amor al odio. Esta inestabilidad se hace mucho más fuerte cuando los individuos entramos a formar parte de una multitud; allí nos masificamos, renunciamos a nuestra autonomía, nos dejamos manipular. ¿Cuantos de nosotros alguna vez hemos sido víctima del humor cambiante de las multitudes? Las multitudes que acogieron con sus cantos y gritos a algún que otro gobernante, hubo otro colectivo que observó con preocupación este fenómeno político.
Un día podremos reconocer a alguien, acogerlo como si fuera una estrella pop: las multitudes se agolparán, gritarán, se atropellarán; seguramente habría algunas personas desmayadas durante una buena oratoria a las multitudes. Pero con dolor constatamos que muchos de los que habían proclamado a esa persona como líder, gritaron como dementes: “¡Que se vaya, que se vaya!”
Cada cosa tiene su tiempo en la vida. Hoy es tiempo de encuentro con nosotros mismos y con nuestra familia… La “rumba” será para otro momento.

Desde la ciudad de Campana, Buenos Aires, envío un abrazo y
mi deseo que Dios te Bendiga y prospere en todo lo que emprendas;
y derrame sobre ti Salud, Paz, Amor y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
** Valerius **

 


PrisioneroEnArgentina.com

Noviembre 2, 2020


 

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