Los casos de dos mujeres canadienses que optaron por terminar con su vida mediante eutanasia, debido a deplorables condiciones de vida, abrieron en el país el debate sobre la ley canadiense de suicidio asistido.
La primera mujer, de 51 años, víctima de una sensibilidad severa a los productos químicos, que llevaba años pidiendo sin éxito una vivienda asequible, libre de humo de cigarrillo y limpiadores industriales, terminó solicitando la muerte asistida, que le fue aprobada y concedida en febrero de este año. “No es que no quisiera vivir”, dijo Rohini Peris, presidenta de la Asociación de Salud Ambiental de Québec, “ella no podía vivir de esa manera”, aseveró.
“El Gobierno me ve como basura prescindible, quejosa, inútil y un dolor de cabeza”, denunciaba su situación la mujer, conocida como Sophie, en un vídeo filmado por ella misma, ocho días antes de su muerte.
Otra mujer, de 31 años, conocida como Denise, que padece una patología parecida, también solicitó terminar con su vida, luego de no poder encontrar una vivienda adaptada a sus necesidades y luchar para sobrevivir con los pagos por discapacidad de 1.169 dólares que está muy por debajo de la línea de pobreza en la ciudad más cara de Canadá, Toronto.
Ambos casos desvelaron las facilidades que tienen las personas en Canadá para terminar con su vida por el solo hecho de no encontrar solución a su problema. Para los activistas, los casos han llegado a representar la falta de atención de Canadá a sus ciudadanos más vulnerables y plantearon preguntas sobre cómo se aplican las leyes de suicidio asistido.
¿Por qué Canadá le hace eutanasia a los pobres? La ley canadiense, en toda su majestuosidad, ha permitido que tanto los ricos como los pobres se suiciden si son demasiado pobres para seguir viviendo con dignidad.
Canadá tiene uno de los gastos de atención social más bajos de todos los países industrializados, los cuidados paliativos solo son accesibles para una minoría y los tiempos de espera en el sector de la salud pública pueden ser insoportables.
Por otra parte, los expertos médicos y legales advierten que los casos están siendo utilizados por opositores al suicidio asistido en un intento de hacer retroceder la ley, en lugar de buscar cómo el Gobierno puede mejorar la vida de las personas con discapacidades.
“La vivienda inadecuada no es uno de los criterios de elegibilidad para la asistencia médica a la muerte. Aunque las circunstancias de vida de alguien puedan contribuir a su sufrimiento, no constituyen la condición médica grave e irremediable, que debe existir”, afirmó Chantal Perrot, médica y proveedora de asistencia.
Si bien la vivienda podría haber ayudado, solo era una parte de una lucha más amplia contra la condición crónica, asegura Perrot. “El único tratamiento realmente para eso es evitar todos los desencadenantes. Eso es prácticamente imposible de hacer en la vida ordinaria. Así que un mejor alojamiento puede crear una burbuja temporal para una persona, pero no eso no se puede curar”, expresó la médica. “Hacemos este trabajo porque creemos en el derecho de las personas al suicidio asistido. No siempre es fácil hacerlo. Pero sabemos que los pacientes lo necesitan y lo valoran. Vivimos con el reto del trabajo, en parte porque es importante aliviar ese sufrimiento”, aseveró.
La eutanasia y el suicidio asisitido fueron permitidos en Canadá en 2016. Tres años después, se eliminó la exclusión previa de aquellos que padecen enfermedades crónicas no terminales. En 2021, se aprobó la exclusión a enfermos mentales a partir de marzo de 2023. Actualmente, se están considerando permitir la aplicación de eutanasia a menores de 18 años.
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Los casos de dos mujeres canadienses que optaron por terminar con su vida mediante eutanasia, debido a deplorables condiciones de vida, abrieron en el país el debate sobre la ley canadiense de suicidio asistido.
La primera mujer, de 51 años, víctima de una sensibilidad severa a los productos químicos, que llevaba años pidiendo sin éxito una vivienda asequible, libre de humo de cigarrillo y limpiadores industriales, terminó solicitando la muerte asistida, que le fue aprobada y concedida en febrero de este año. “No es que no quisiera vivir”, dijo Rohini Peris, presidenta de la Asociación de Salud Ambiental de Québec, “ella no podía vivir de esa manera”, aseveró.
“El Gobierno me ve como basura prescindible, quejosa, inútil y un dolor de cabeza”, denunciaba su situación la mujer, conocida como Sophie, en un vídeo filmado por ella misma, ocho días antes de su muerte.
Otra mujer, de 31 años, conocida como Denise, que padece una patología parecida, también solicitó terminar con su vida, luego de no poder encontrar una vivienda adaptada a sus necesidades y luchar para sobrevivir con los pagos por discapacidad de 1.169 dólares que está muy por debajo de la línea de pobreza en la ciudad más cara de Canadá, Toronto.
Ambos casos desvelaron las facilidades que tienen las personas en Canadá para terminar con su vida por el solo hecho de no encontrar solución a su problema. Para los activistas, los casos han llegado a representar la falta de atención de Canadá a sus ciudadanos más vulnerables y plantearon preguntas sobre cómo se aplican las leyes de suicidio asistido.
¿Por qué Canadá le hace eutanasia a los pobres? La ley canadiense, en toda su majestuosidad, ha permitido que tanto los ricos como los pobres se suiciden si son demasiado pobres para seguir viviendo con dignidad.
Canadá tiene uno de los gastos de atención social más bajos de todos los países industrializados, los cuidados paliativos solo son accesibles para una minoría y los tiempos de espera en el sector de la salud pública pueden ser insoportables.
Por otra parte, los expertos médicos y legales advierten que los casos están siendo utilizados por opositores al suicidio asistido en un intento de hacer retroceder la ley, en lugar de buscar cómo el Gobierno puede mejorar la vida de las personas con discapacidades.
“La vivienda inadecuada no es uno de los criterios de elegibilidad para la asistencia médica a la muerte. Aunque las circunstancias de vida de alguien puedan contribuir a su sufrimiento, no constituyen la condición médica grave e irremediable, que debe existir”, afirmó Chantal Perrot, médica y proveedora de asistencia.
Si bien la vivienda podría haber ayudado, solo era una parte de una lucha más amplia contra la condición crónica, asegura Perrot. “El único tratamiento realmente para eso es evitar todos los desencadenantes. Eso es prácticamente imposible de hacer en la vida ordinaria. Así que un mejor alojamiento puede crear una burbuja temporal para una persona, pero no eso no se puede curar”, expresó la médica. “Hacemos este trabajo porque creemos en el derecho de las personas al suicidio asistido. No siempre es fácil hacerlo. Pero sabemos que los pacientes lo necesitan y lo valoran. Vivimos con el reto del trabajo, en parte porque es importante aliviar ese sufrimiento”, aseveró.
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 15, 2022