Farmacias estadounidenses y alcohol medicinal durante la Prohibición

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  Por Mike Granger.

Cuando Estados Unidos promulgó la 18.ª Enmienda en 1920, marcando el comienzo de la era de la Prohibición, la fabricación, venta y transporte de bebidas alcohólicas se volvió ilegal en todo el país. Sin embargo, el alcohol no desapareció de la vida estadounidense. Una de las lagunas legales más notables de la Ley Volstead —la legislación que aplicaba la Prohibición— era la disposición que permitía la venta de alcohol con fines medicinales. Esta excepción generó un impulso inesperado para las farmacias estadounidenses, convirtiéndolas en actores clave de un comercio de alcohol casi legal.

Bajo la ley, los médicos con licencia podían recetar “whisky medicinal” a pacientes para diversas dolencias, desde ansiedad e indigestión hasta gripe e incluso el resfriado común. Las recetas eran surtidas por farmacéuticos, quienes dispensaban alcohol en cantidades limitadas, típicamente una pinta cada diez días por paciente. En la práctica, estos límites a menudo se sobrepasaban o se ignoraban, ya que la demanda superaba con creces cualquier necesidad médica real.

Las grandes cadenas de farmacias, entre ellas Walgreens, experimentaron un crecimiento explosivo durante la Prohibición. Walgreens se expandió de unas 20 tiendas en 1920 a más de 500 a finales de la década. Si bien la compañía atribuyó su éxito a innovaciones como el batido de malta, los historiadores señalan que el comercio de alcohol medicinal jugó un papel importante en su rápida expansión. Las farmacias se convirtieron en centros sociales, donde los clientes podían adquirir alcohol legalmente bajo la apariencia de tratamiento médico.

Para los médicos, el acuerdo también era lucrativo. Los médicos estaban autorizados a emitir un número limitado de recetas de whisky al mes, pero muchos las dispensaban con liberalidad, a veces a amigos o clientes que pagaban sin una enfermedad real. En algunos casos, la gente buscaba médicos comprensivos solo para conseguir una botella legal. El gobierno intentó frenar el abuso exigiendo recetarios oficiales y rastreando la distribución, pero la aplicación de la ley fue irregular y el sistema estaba plagado de corrupción.

Las bebidas alcohólicas que se vendían en las farmacias solían ser de alta calidad, procedentes de existencias anteriores a la Ley Seca o importadas con licencia gubernamental. Las etiquetas solían incluir instrucciones de “solo para uso medicinal”, pero los consumidores podían consumirlas libremente al salir de la tienda. Para muchos estadounidenses, el whisky medicinal no era solo un remedio, sino una forma legal de disfrutar del alcohol sin recurrir a bares clandestinos ni a los peligrosos licores caseros que circulaban en el mercado negro.

La laguna legal sobre el alcohol medicinal ilustra cómo la Ley Seca, si bien de amplio alcance, estaba plagada de inconsistencias. Los legisladores, conscientes de la larga historia del alcohol en la medicina, establecieron excepciones que eran fácilmente explotadas. Para cuando se derogó la Ley Seca en 1933 con la Enmienda 21, las farmacias habían consolidado su papel en este capítulo único de la historia estadounidense, y el escepticismo público hacia la prohibición del alcohol había aumentado.

En retrospectiva, las farmacias de la época de la Prohibición sirven como ejemplo de cómo las lagunas legales pueden socavar objetivos políticos de gran alcance. El comercio de alcohol medicinal desdibujó los límites entre la medicina y la recreación, erosionando los argumentos morales a favor de la Prohibición y contribuyendo a su eventual colapso.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Agosto 12, 2025


 

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