¿Por qué la Justicia federal funciona mal? ¿Qué factores demoran las causas de corrupción durante décadas o directamente las congelan? ¿Los jueces pueden hacer lo que quieran? “El sistema argentino divorció la ley de la justicia”, resume el fiscal federal Federico Delgado, cautor con la periodista Catalina De Elía de “La cara injusta de la justicia”, que acaba de ser editado por Paidós. “Empezamos a mirar al poder judicial desde las ciencias políticas”, aclara De Elía que, como Delgado, también es politóloga.
¿Cómo cambia la mirada cuando se inserta a jueces y fiscales dentro del universo de la política?
Delgado: En el diseño institucional presidencialista como el de Argentina, para compensar los posibles desbordes del Presidente y el Congreso hay un poder judicial que está para ser árbitro, y por eso tiene un montón de protecciones. A lo largo de la historia argentina, y por ahí más exacerbado en el último tiempo, el sistema judicial era y es parte del poder político. No funciona como un contrapoder.
¿Cómo probaron esa hipótesis?
De Elía: Nos preguntamos por qué la justicia funciona como funciona. Seleccionamos unos indicadores como para evaluar. El primero fue el de los tiempos judiciales. Nos preocupa por qué duran tanto las causas de corrupción, por qué no hay sentencias. Otro indicador es el de la burocracia judicial; cómo están formados los jueces y bajo qué paradigmas se aproximan a los casos. Otro es la palabra judicial; por qué utilizan un vocabulario cerrado y expulsivo en sus sentencias. El último indicador nos involucra a todos: la tolerancia que tiene la sociedad civil ante el mal funcionamiento de la justicia. Después analizamos fallos según estos indicadores.
¿Por qué funciona mal la justicia?
De Elía: Porque los jueces buscan ser “simpáticos” a los gobiernos.
Delgado: El proceso de designación de los jueces está muy politizado, muy influido por intereses particulares. Entonces los jueces y fiscales son leales a la ley que juraron pero también a la facción que los puso. Una de las principales metas de cualquier juez o fiscal es conservar su puesto. Y el pasaje para sobrevivir es la “simpatía” por acompañar los vientos de ese poder instituido. Eso a veces tiene que ver con tolerar la corrupción cuando está en el poder esa facción y cuando viene otra entregar las cabezas que hagan falta.
De Elía: El poder judicial es como la “bella durmiente”, que se levanta cuando un príncipe le da un beso. El príncipe puede ser el gobierno, o un empresario. La justicia federal acaricia a los poderosos y aplasta a los débiles.
¿Qué casos eligieron?
De Elía: Cinco. José López, Lázaro Báez, María Ovando (la mujer pobre de Misiones que estuvo presa porque su hija murió desnutrida y lo enterró en su casa), Belén (la chica que abortó y estuvo presa por asesinato) y un caso que no trascendió, de un chico que se robó un tablón de madera en la estación de Retiro para quemarlo y calentarse y lo metieron preso, peritaron el tablón y se movió todo el aparato judicial. Sin embargo, ahí el juez actuó súper rápido. Y es el mismo que actuó muy despacio y acumuló muchos expedientes en la causa Báez, Sebastián Casanello.
Se percibe que el juez puede apurar, demorar o hasta congelar los casos sin violar ninguna regla.
Delgado: En aras de evitar cualquier interferencia sobre el ánimo de los jueces, el diseño institucional les brinda muchas protecciones: no se les puede tocar el salario, no pagan algunos impuestos, no se los puede remover sin un juicio político. Y las leyes de procedimiento se hacen eco de esas protecciones: conservan la soberanía casi absoluta de los jueces a la hora de administrar los procesos. Esa facultad, y la ausencia de rendición de cuentas, consagran que si un tipo es desleal al sistema tenga casi la inmunidad de un rey. El aparato institucional también deforma las leyes. Por ejemplo, el Código establece plazos para algunas medidas. Tres días, cinco días. Pero nunca se cumplen, porque los jueces hacen una distinción: hay plazos “ordenatorios” y “perentorios”. El ordenatorio es como un indicador. Si no lo cumplís, no pasa nada. Esos pequeños mecanismos sutiles, que hacen al gobierno de un expediente, son los que permiten procesos de diez o quince años sin violar ninguna ley.
¿Entonces si sólo se remueven algunas personas no vamos a tener un mejor servicio de justicia?
De Elía: No. El problema trasciende a los gobiernos y a los jueces.
Pero los jueces también podrían usar esa soberanía para actuar de otra manera, ¿o no?
Ambos: Totalmente.
Delgado: Es que si vos querés mantenerte en el sistema y ascender, ser camarista o juez de la Corte, tenés que amoldarte a las prácticas que gobiernan ese universo. Y esas prácticas son ferozmente disciplinantes.
¿Cuál podría ser la ventana de salida para empezar a desandar el camino cuyos resultados describen ustedes?
Delgado: Primero; claramente es un problema colectivo. Segundo; es un proceso de echar luz pública sobre los tribunales. Y tercero; es un tema de transformación cultural. Discutir qué sistema de justicia queremos.
De Elía: Exacto. Es necesario que la gente tome conciencia que si la justicia federal funciona mal, la afecta en su vida cotidiana.
Delgado: Un problema grave es la indiferencia ciudadana hacia el sistema. Porque el sistema la aprovecha para alejarse.
¿Con qué mirada “entran” los jueces a los casos?
Delgado: Bajo una filosofía positivista, que separa la moral del derecho. Entonces pasa lo que se dice en las mesas familiares: las cosas pueden ser legales, pero no son justas. El sistema argentino divorció la ley de la justicia. Y así la verdad del sentido común es diferente a la verdad judicial.
¿Qué es la videocracia?
De Elía: Usamos ese término para explicar cómo la televisión a veces mueve más a los jueces que las pruebas. Veamos el caso Ovando: ella estuvo más de dos años presa, y cuando el programa de Lanata la encontró y contó su historia la liberaron en un mes. Y lo hicieron con tecnicismos, tampoco hubo medidas que repararan su daño. Por otro lado hubo videocracia en el caso de José López (con las imágenes de él con los bolsos en el monasterio) y en el caso de la ruta del dinero K, con el video de la Rosadita y los imputados contando plata. Tras esas pruebas irrefutables, a la justicia no le quedaba otra que empezar a mover el expediente.
Delgado: La videocracia refleja cómo un estímulo externo es lo que hace mover a la maquinaria judicial. Y que también tiene que ver con la “simpatía”, porque ahí el príncipe es otro, el público que ejerce presión social sobre los jueces tras haberse indignado o sensibilizado con las historias.
Si el cambio cultural es lo primero -y lo más complejo de producir- tampoco es suficiente: luego tiene que traducirse en cambios institucionales y en cambios de personas.
Delgado: Claro. Lo que tiene de bueno un momento crítico como este es que permite iniciar un proceso de transformación cultural, que tiene que ser individual, colectivo y sostenido en el tiempo. El desafío de la sociedad es que después eso sea receptado por la ley y se sedimente en las instituciones.
La “simpatía” de los magistrados por el poder político, ¿no es mutua? Los políticos también quieren quedar bien con los jueces que podrían investigarlos.
Delgado: Es cierto. Y eso ocurre porque no hemos sabido construir una institucionalidad fuerte. Es porosa a los intereses privados. Y eso genera esos “pactos de camaradería” entre jueces y políticos.
También ocurre entre los propios jueces: aunque haya denuncias fuertes, es casi imposible que se investiguen entre ellos.
Delgado: Ahí hay una parte de convicción personal. Pero además hay muchos incentivos en el sistema institucional que favorecen esos comportamientos. Es lo de siempre: está el camino de la ley, pero también la diagonal. Y es mucho más remunerativo tomar la diagonal.
Hablemos de los casos que analizaron
Delgado: Analizamos cómo estalló el caso con Fariña y Elaskar, losdispositivos institucionales de salvataje (la intervención del titular de la Procelac, Carlos Gonella, para desviar la investigación lejos de Báez y Cristina, por ejemplo), cómo los pocos avances que había aran gracias a sucesivas investigaciones de los medios (factores externos a la causa): es una aproximación al caso a través del delito y no del hecho. Explicamos qué es el lavado de dinero, el verso del delito precedente, y cómo éso funciona como una forma de recorte para no ir más allá o más arriba.
De Elía: Y todo vuelve a acelerarse cuando Telenoche muestra el video de La Rosadita. Casanello termina deteniendo a Báez porque se toma un avión. Y sólo con esto, y un cambio de gobierno, hay procesamientos en la causa.
Delgado: Otro mecanismo de impunidad es el de partir lo casos, como analizamos con López. Lo más grave de su caso es que López tenía la plata en la casa. El caso empezó en 2008. El juez Rafecas le encargó un informe a la Prefectura, para investigar en el territorio los bienes de López y poder contrastar eso con sus declaraciones. Algo sencillo. Para empezar, se hace el primer recorte, no importaba la manguera que alimentó el patrimonio. Se limita a la contratación. El 14 de junio de este año lo agarraron a López revoleando los bolsos, y aquel informe no había terminado. Es tragicómico. Pasan las mil y una tonterías que van retrasando todo. Lo concreto es que desde 2008 hasta 2016 la Prefectura no habia logrado terminar un informe sobre el patrimonio de López, su mujer, su suegra y sus hijos. Y el tipo tenía la plata en un tanque de agua del altillo en su casa de Tigre! Eso da para un seminario sobre cómo funciona la justicia argentina. Porque los jueces se aproximan de esa misma forma a todos los casos.
Hay como una pasión por el procedimiento que a veces sirve como excusa para no avanzar hacia el fondo de los temas.
Delgado: Sí, es orgásmico. Aunque estén a tres metros, separados por un pasillo, los jueces se comunican por notas, hasta para pedirse ver un expediente.
También es inexplicable para la gente cómo se pueden hacer cosas opuestas invocando a la misma ley.
Delgado: Eso ocurre porque la ley está divorciada de la justicia. Todo es legal, pero no se percibe como justo. Y si la sociedad no percibe lo legal como justo, automáticamente la justicia se transforma en parte del problema.
¿Sirve para algo la auditoría sobre los juzgados federales que ordenó el Consejo de la Magistratura?
Delgado:Todo lo que sea luz es bienvenido. A nosotros nadie nos mide productividad. Es lo mismo un fiscal que mandó mil causas a juicio oral en un año, que aquel que mandó cero.
También está la asignación y la falta de recurso como excusa para justificar la inacción judicial.
Delgado: El sistema medieval de hacer justicia e incorporar pruebas también tiene que ver con la temporalidad. La tecnología casi no existe en los Tribunales. En caso Time Warp, por ejemplo, buscamos toda la información por Internet, rapidísimo. Después la fuimos chequeando. Pero no hay un hábito en el sistema judicial de incorporar la tecnología. Seguimos citando por telegrama, por cédula, por oficio. Yesas prácticas también le dan ventaja a los delincuentes, sobre todo a los económicos. En la justicia argentina, la forma supera al contenido. La clave es la administración del proceso, los tiempos. No tanto cómo se aplica la ley. Y en el manejo de los tiempos el juez tiene un dominio absoluto. Incluso las cámaras de apelaciones pueden analizar la forma en que el juez aplicó el derecho, pero no cómo el juez gobernó el expediente. La ley sólo le permite a las instancias de revisión analizar el punto que está en disputa, pero no puede analizar el camino que recorrió. Por eso fue extraordinario lo que hizo la sala II de la Cámara en el caso Báez, cuestionando la forma y la orientación que Casanello le había dado a la causa. Y además nos dice a los jueces y fiscales “por favor charlen” entre ustedes. Despacito, algo está cambiando. Además de aplicar la ley, los jueces deben tener la responsabilidad de administrar los procesos. Y tener un costo si lo hacen mal. O un premio si lo hacen bien, claro.
Nota del diario Clarín. Aberraciones judiciales.
¿Por qué la Justicia federal funciona mal? ¿Qué factores demoran las causas de corrupción durante décadas o directamente las congelan? ¿Los jueces pueden hacer lo que quieran? “El sistema argentino divorció la ley de la justicia”, resume el fiscal federal Federico Delgado, cautor con la periodista Catalina De Elía de “La cara injusta de la justicia”, que acaba de ser editado por Paidós. “Empezamos a mirar al poder judicial desde las ciencias políticas”, aclara De Elía que, como Delgado, también es politóloga.
¿Cómo cambia la mirada cuando se inserta a jueces y fiscales dentro del universo de la política?
Delgado: En el diseño institucional presidencialista como el de Argentina, para compensar los posibles desbordes del Presidente y el Congreso hay un poder judicial que está para ser árbitro, y por eso tiene un montón de protecciones. A lo largo de la historia argentina, y por ahí más exacerbado en el último tiempo, el sistema judicial era y es parte del poder político. No funciona como un contrapoder.
¿Cómo probaron esa hipótesis?
De Elía: Nos preguntamos por qué la justicia funciona como funciona. Seleccionamos unos indicadores como para evaluar. El primero fue el de los tiempos judiciales. Nos preocupa por qué duran tanto las causas de corrupción, por qué no hay sentencias. Otro indicador es el de la burocracia judicial; cómo están formados los jueces y bajo qué paradigmas se aproximan a los casos. Otro es la palabra judicial; por qué utilizan un vocabulario cerrado y expulsivo en sus sentencias. El último indicador nos involucra a todos: la tolerancia que tiene la sociedad civil ante el mal funcionamiento de la justicia. Después analizamos fallos según estos indicadores.
¿Por qué funciona mal la justicia?
De Elía: Porque los jueces buscan ser “simpáticos” a los gobiernos.
Delgado: El proceso de designación de los jueces está muy politizado, muy influido por intereses particulares. Entonces los jueces y fiscales son leales a la ley que juraron pero también a la facción que los puso. Una de las principales metas de cualquier juez o fiscal es conservar su puesto. Y el pasaje para sobrevivir es la “simpatía” por acompañar los vientos de ese poder instituido. Eso a veces tiene que ver con tolerar la corrupción cuando está en el poder esa facción y cuando viene otra entregar las cabezas que hagan falta.
De Elía: El poder judicial es como la “bella durmiente”, que se levanta cuando un príncipe le da un beso. El príncipe puede ser el gobierno, o un empresario. La justicia federal acaricia a los poderosos y aplasta a los débiles.
¿Qué casos eligieron?
De Elía: Cinco. José López, Lázaro Báez, María Ovando (la mujer pobre de Misiones que estuvo presa porque su hija murió desnutrida y lo enterró en su casa), Belén (la chica que abortó y estuvo presa por asesinato) y un caso que no trascendió, de un chico que se robó un tablón de madera en la estación de Retiro para quemarlo y calentarse y lo metieron preso, peritaron el tablón y se movió todo el aparato judicial. Sin embargo, ahí el juez actuó súper rápido. Y es el mismo que actuó muy despacio y acumuló muchos expedientes en la causa Báez, Sebastián Casanello.
Se percibe que el juez puede apurar, demorar o hasta congelar los casos sin violar ninguna regla.
Delgado: En aras de evitar cualquier interferencia sobre el ánimo de los jueces, el diseño institucional les brinda muchas protecciones: no se les puede tocar el salario, no pagan algunos impuestos, no se los puede remover sin un juicio político. Y las leyes de procedimiento se hacen eco de esas protecciones: conservan la soberanía casi absoluta de los jueces a la hora de administrar los procesos. Esa facultad, y la ausencia de rendición de cuentas, consagran que si un tipo es desleal al sistema tenga casi la inmunidad de un rey. El aparato institucional también deforma las leyes. Por ejemplo, el Código establece plazos para algunas medidas. Tres días, cinco días. Pero nunca se cumplen, porque los jueces hacen una distinción: hay plazos “ordenatorios” y “perentorios”. El ordenatorio es como un indicador. Si no lo cumplís, no pasa nada. Esos pequeños mecanismos sutiles, que hacen al gobierno de un expediente, son los que permiten procesos de diez o quince años sin violar ninguna ley.
¿Entonces si sólo se remueven algunas personas no vamos a tener un mejor servicio de justicia?
De Elía: No. El problema trasciende a los gobiernos y a los jueces.
Pero los jueces también podrían usar esa soberanía para actuar de otra manera, ¿o no?
Ambos: Totalmente.
Delgado: Es que si vos querés mantenerte en el sistema y ascender, ser camarista o juez de la Corte, tenés que amoldarte a las prácticas que gobiernan ese universo. Y esas prácticas son ferozmente disciplinantes.
¿Cuál podría ser la ventana de salida para empezar a desandar el camino cuyos resultados describen ustedes?
Delgado: Primero; claramente es un problema colectivo. Segundo; es un proceso de echar luz pública sobre los tribunales. Y tercero; es un tema de transformación cultural. Discutir qué sistema de justicia queremos.
De Elía: Exacto. Es necesario que la gente tome conciencia que si la justicia federal funciona mal, la afecta en su vida cotidiana.
Delgado: Un problema grave es la indiferencia ciudadana hacia el sistema. Porque el sistema la aprovecha para alejarse.
¿Con qué mirada “entran” los jueces a los casos?
Delgado: Bajo una filosofía positivista, que separa la moral del derecho. Entonces pasa lo que se dice en las mesas familiares: las cosas pueden ser legales, pero no son justas. El sistema argentino divorció la ley de la justicia. Y así la verdad del sentido común es diferente a la verdad judicial.
¿Qué es la videocracia?
De Elía: Usamos ese término para explicar cómo la televisión a veces mueve más a los jueces que las pruebas. Veamos el caso Ovando: ella estuvo más de dos años presa, y cuando el programa de Lanata la encontró y contó su historia la liberaron en un mes. Y lo hicieron con tecnicismos, tampoco hubo medidas que repararan su daño. Por otro lado hubo videocracia en el caso de José López (con las imágenes de él con los bolsos en el monasterio) y en el caso de la ruta del dinero K, con el video de la Rosadita y los imputados contando plata. Tras esas pruebas irrefutables, a la justicia no le quedaba otra que empezar a mover el expediente.
Delgado: La videocracia refleja cómo un estímulo externo es lo que hace mover a la maquinaria judicial. Y que también tiene que ver con la “simpatía”, porque ahí el príncipe es otro, el público que ejerce presión social sobre los jueces tras haberse indignado o sensibilizado con las historias.
Si el cambio cultural es lo primero -y lo más complejo de producir- tampoco es suficiente: luego tiene que traducirse en cambios institucionales y en cambios de personas.
Delgado: Claro. Lo que tiene de bueno un momento crítico como este es que permite iniciar un proceso de transformación cultural, que tiene que ser individual, colectivo y sostenido en el tiempo. El desafío de la sociedad es que después eso sea receptado por la ley y se sedimente en las instituciones.
La “simpatía” de los magistrados por el poder político, ¿no es mutua? Los políticos también quieren quedar bien con los jueces que podrían investigarlos.
Delgado: Es cierto. Y eso ocurre porque no hemos sabido construir una institucionalidad fuerte. Es porosa a los intereses privados. Y eso genera esos “pactos de camaradería” entre jueces y políticos.
También ocurre entre los propios jueces: aunque haya denuncias fuertes, es casi imposible que se investiguen entre ellos.
Delgado: Ahí hay una parte de convicción personal. Pero además hay muchos incentivos en el sistema institucional que favorecen esos comportamientos. Es lo de siempre: está el camino de la ley, pero también la diagonal. Y es mucho más remunerativo tomar la diagonal.
Hablemos de los casos que analizaron
Delgado: Analizamos cómo estalló el caso con Fariña y Elaskar, losdispositivos institucionales de salvataje (la intervención del titular de la Procelac, Carlos Gonella, para desviar la investigación lejos de Báez y Cristina, por ejemplo), cómo los pocos avances que había aran gracias a sucesivas investigaciones de los medios (factores externos a la causa): es una aproximación al caso a través del delito y no del hecho. Explicamos qué es el lavado de dinero, el verso del delito precedente, y cómo éso funciona como una forma de recorte para no ir más allá o más arriba.
De Elía: Y todo vuelve a acelerarse cuando Telenoche muestra el video de La Rosadita. Casanello termina deteniendo a Báez porque se toma un avión. Y sólo con esto, y un cambio de gobierno, hay procesamientos en la causa.
Delgado: Otro mecanismo de impunidad es el de partir lo casos, como analizamos con López. Lo más grave de su caso es que López tenía la plata en la casa. El caso empezó en 2008. El juez Rafecas le encargó un informe a la Prefectura, para investigar en el territorio los bienes de López y poder contrastar eso con sus declaraciones. Algo sencillo. Para empezar, se hace el primer recorte, no importaba la manguera que alimentó el patrimonio. Se limita a la contratación. El 14 de junio de este año lo agarraron a López revoleando los bolsos, y aquel informe no había terminado. Es tragicómico. Pasan las mil y una tonterías que van retrasando todo. Lo concreto es que desde 2008 hasta 2016 la Prefectura no habia logrado terminar un informe sobre el patrimonio de López, su mujer, su suegra y sus hijos. Y el tipo tenía la plata en un tanque de agua del altillo en su casa de Tigre! Eso da para un seminario sobre cómo funciona la justicia argentina. Porque los jueces se aproximan de esa misma forma a todos los casos.
Hay como una pasión por el procedimiento que a veces sirve como excusa para no avanzar hacia el fondo de los temas.
Delgado: Sí, es orgásmico. Aunque estén a tres metros, separados por un pasillo, los jueces se comunican por notas, hasta para pedirse ver un expediente.
También es inexplicable para la gente cómo se pueden hacer cosas opuestas invocando a la misma ley.
Delgado: Eso ocurre porque la ley está divorciada de la justicia. Todo es legal, pero no se percibe como justo. Y si la sociedad no percibe lo legal como justo, automáticamente la justicia se transforma en parte del problema.
¿Sirve para algo la auditoría sobre los juzgados federales que ordenó el Consejo de la Magistratura?
Delgado: Todo lo que sea luz es bienvenido. A nosotros nadie nos mide productividad. Es lo mismo un fiscal que mandó mil causas a juicio oral en un año, que aquel que mandó cero.
También está la asignación y la falta de recurso como excusa para justificar la inacción judicial.
Delgado: El sistema medieval de hacer justicia e incorporar pruebas también tiene que ver con la temporalidad. La tecnología casi no existe en los Tribunales. En caso Time Warp, por ejemplo, buscamos toda la información por Internet, rapidísimo. Después la fuimos chequeando. Pero no hay un hábito en el sistema judicial de incorporar la tecnología. Seguimos citando por telegrama, por cédula, por oficio. Y esas prácticas también le dan ventaja a los delincuentes, sobre todo a los económicos. En la justicia argentina, la forma supera al contenido. La clave es la administración del proceso, los tiempos. No tanto cómo se aplica la ley. Y en el manejo de los tiempos el juez tiene un dominio absoluto. Incluso las cámaras de apelaciones pueden analizar la forma en que el juez aplicó el derecho, pero no cómo el juez gobernó el expediente. La ley sólo le permite a las instancias de revisión analizar el punto que está en disputa, pero no puede analizar el camino que recorrió. Por eso fue extraordinario lo que hizo la sala II de la Cámara en el caso Báez, cuestionando la forma y la orientación que Casanello le había dado a la causa. Y además nos dice a los jueces y fiscales “por favor charlen” entre ustedes. Despacito, algo está cambiando. Además de aplicar la ley, los jueces deben tener la responsabilidad de administrar los procesos. Y tener un costo si lo hacen mal. O un premio si lo hacen bien, claro.
Claudio Savoia
Diario Clarín
Noviembre 18, 2016
http://www.clarin.com/politica/Fiscal-Delgado-jueces-leales-faccion_0_1687631381.html
Tags: "Corporación judicial", Aberraciones judiciales, Catalina De Elía, Corrupción, Diario Clarín, Fiscal Federico Delgado, Jueces militantes, Sebastián CasanelloRelated Posts
Pena capital al expresidente del Banco de China por corrupción
♦ El expresidente del Banco de China, Liu Liange, [...]
La esposa de Pedro Sánchez y los “tratos de favor”
○ Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno de [...]
Ex Alcaldesa chilena debuta en plataforma para adultos
◘ Catherine Carolina Barriga Guerra, más conocida como Cathy [...]