En enero de 2019, Juan Guaidó, escogido presidente de la Asamblea Nacional, se autoproclamó presidente de Venezuela. En ese momento era un opositor al Gobierno de Nicolás Maduro, casi desconocido a nivel internacional, pero eso no le impidió recabar numerosos apoyos.
Hasta 58 países, entre ellos Estados Unidos y la Unión Europea, le reconocieron como el mandatario legítimo del país, después de unas elecciones presidenciales celebradas en 2018 que destacaron por su falta de transparencia y de garantías electorales. También contaba con el apoyo de toda la oposición, que veían en él una alternativa al chavismo que ha estado presente al frente de Venezuela las dos últimas décadas.
Pero su historia en estos cuatro años ha sido un permanente quiero y no puedo. Y si hubo algún momento en el que se vio con opciones de ocupar el Palacio de Miraflores, ahora esa posibilidad es una quimera. Porque prácticamente todos los que alguna vez le apoyaron para gobernar el país, ahora se han bajado del barco. Y él ha terminado marchándose de Venezuela rumbo a Estados Unidos, tras un fallido paso por Colombia.
Ya saben que normalmente las grandes potencias siempre apuestan a caballo ganador y, claramente, ese no es Juan Guaidó. Y además desde hace mucho tiempo. Ya en 2019 quedó claro que el poder de Nicolás Maduro estaba muy bien asentado.
Ni la grave crisis económica, con una inflación galopante, ni las presiones internacionales, ni las sanciones sobre el país, hicieron caer a un presidente que en todo momento estuvo respaldado por los militares, su gran bastión. También hay que sumar el importante apoyo que le prestaron Rusia y China en los momentos más complicados.
Venezuela se convirtió en un paria internacional, pero Maduro resistió, al tiempo que la alternativa, Guaidó, iba perdiendo brillo y popularidad. Los opositores al régimen respondieron con ilusión al desafío, pero rápidamente se sintieron engañados cuando vieron que no iba a ser ni fácil ni rápido desalojar a Maduro del poder.
Así fue pasando el tiempo. Y según iba avanzando el calendario, más se estabilizaba la posición del actual líder venezolano y menos alternativa parecía el aspirante. Año a año Guaidó iba renovando su puesto como líder de la Asamblea Nacional, principal órgano opositor, pero cada vez convencía menos y menos sonaba su voz a nivel global.
A principios de 2021, la Unión Europea dejó de reconocerle como presidente interino de Venezuela y los sucesos internacionales hicieron el resto. Primero, con la llegada de Biden a la Casa Blanca y después con la invasión de Ucrania por parte de Rusia. También con el giro a la izquierda de varios países de la región
El político demócrata ha suavizado sus relaciones con Venezuela y ha tenido una postura menos beligerante que Trump, mientras que las sanciones internacionales sobre Moscú han hecho que el petróleo venezolano sea visto como una buena alternativa. Es decir, Venezuela vuelve a asomarse tímidamente en el escenario internacional y Maduro sigue al frente, con la certeza de que lo peor ha pasado.
Esta evidente pérdida de influencia tanto a nivel nacional como internacional tuvo su momento álgido a finales de 2022, cuando la oposición venezolana decidió acabar con la presidencia interina de Guaidó y sustituirla por un comité. De esta forma, el autoproclamado presidente ya no tenía ni siquiera el apoyo de los suyos.
Casi al mismo tiempo, el Departamento de Estado estadounidense anunció que no reconocía la presidencia interina de Juan Guaidó. El ocaso de su liderazgo llegaba a su fin, aunque la realidad es que desde que en 2019 no logró desalojar a Maduro del poder ya estaba sentenciado.
Su último movimiento ha sido marcharse a Colombia, con el objetivo de asistir a la cumbre que tiene lugar este 25 de abril, pero al haber entrado ilegalmente en el país, las autoridades colombianas le han expulsado, señalando que no está invitado a ninguna reunión en el país.
La cancillería colombiana le condujo hasta el aeropuerto y verificó que se subía en un vuelo de una aerolínea comercial, en dirección a Miami, Estados Unidos.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, no quería que nada enturbiara una cumbre en la que más de 20 países buscan reactivar el diálogo entre Gobierno y oposición venezolana. Aunque ninguna de las dos partes va a participar en la reunión, ambas han dado su visto bueno, aunque Guaidó ha estado a punto de salirse del guion.
Y es que lo último que pretendía el Gobierno colombiano es que se produjera una crisis diplomática por la llegada del líder opositor caído. Al haber entrado de forma ilegal al país, ha tenido la excusa perfecta para esquivar un conflicto que podía suponerle un grave quebradero de cabeza.
La política da muchas vueltas y no se sabe si en el futuro Juan Guaidó puede jugar un papel relevante en el país. Lo que sí parece claro es que no va a sustituir a corto plazo a Nicolás Maduro al frente de Venezuela como líder de una oposición que, cada vez, muestra que está más desunida. Parece que hay chavismo para rato, mientras que Guaidó ya está en Estados Unidos.
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En enero de 2019, Juan Guaidó, escogido presidente de la Asamblea Nacional, se autoproclamó presidente de Venezuela. En ese momento era un opositor al Gobierno de Nicolás Maduro, casi desconocido a nivel internacional, pero eso no le impidió recabar numerosos apoyos.
Hasta 58 países, entre ellos Estados Unidos y la Unión Europea, le reconocieron como el mandatario legítimo del país, después de unas elecciones presidenciales celebradas en 2018 que destacaron por su falta de transparencia y de garantías electorales. También contaba con el apoyo de toda la oposición, que veían en él una alternativa al chavismo que ha estado presente al frente de Venezuela las dos últimas décadas.
Pero su historia en estos cuatro años ha sido un permanente quiero y no puedo. Y si hubo algún momento en el que se vio con opciones de ocupar el Palacio de Miraflores, ahora esa posibilidad es una quimera. Porque prácticamente todos los que alguna vez le apoyaron para gobernar el país, ahora se han bajado del barco. Y él ha terminado marchándose de Venezuela rumbo a Estados Unidos, tras un fallido paso por Colombia.
Ya saben que normalmente las grandes potencias siempre apuestan a caballo ganador y, claramente, ese no es Juan Guaidó. Y además desde hace mucho tiempo. Ya en 2019 quedó claro que el poder de Nicolás Maduro estaba muy bien asentado.
Ni la grave crisis económica, con una inflación galopante, ni las presiones internacionales, ni las sanciones sobre el país, hicieron caer a un presidente que en todo momento estuvo respaldado por los militares, su gran bastión. También hay que sumar el importante apoyo que le prestaron Rusia y China en los momentos más complicados.
Venezuela se convirtió en un paria internacional, pero Maduro resistió, al tiempo que la alternativa, Guaidó, iba perdiendo brillo y popularidad. Los opositores al régimen respondieron con ilusión al desafío, pero rápidamente se sintieron engañados cuando vieron que no iba a ser ni fácil ni rápido desalojar a Maduro del poder.
Así fue pasando el tiempo. Y según iba avanzando el calendario, más se estabilizaba la posición del actual líder venezolano y menos alternativa parecía el aspirante. Año a año Guaidó iba renovando su puesto como líder de la Asamblea Nacional, principal órgano opositor, pero cada vez convencía menos y menos sonaba su voz a nivel global.
A principios de 2021, la Unión Europea dejó de reconocerle como presidente interino de Venezuela y los sucesos internacionales hicieron el resto. Primero, con la llegada de Biden a la Casa Blanca y después con la invasión de Ucrania por parte de Rusia. También con el giro a la izquierda de varios países de la región
El político demócrata ha suavizado sus relaciones con Venezuela y ha tenido una postura menos beligerante que Trump, mientras que las sanciones internacionales sobre Moscú han hecho que el petróleo venezolano sea visto como una buena alternativa. Es decir, Venezuela vuelve a asomarse tímidamente en el escenario internacional y Maduro sigue al frente, con la certeza de que lo peor ha pasado.
Esta evidente pérdida de influencia tanto a nivel nacional como internacional tuvo su momento álgido a finales de 2022, cuando la oposición venezolana decidió acabar con la presidencia interina de Guaidó y sustituirla por un comité. De esta forma, el autoproclamado presidente ya no tenía ni siquiera el apoyo de los suyos.
Casi al mismo tiempo, el Departamento de Estado estadounidense anunció que no reconocía la presidencia interina de Juan Guaidó. El ocaso de su liderazgo llegaba a su fin, aunque la realidad es que desde que en 2019 no logró desalojar a Maduro del poder ya estaba sentenciado.
Su último movimiento ha sido marcharse a Colombia, con el objetivo de asistir a la cumbre que tiene lugar este 25 de abril, pero al haber entrado ilegalmente en el país, las autoridades colombianas le han expulsado, señalando que no está invitado a ninguna reunión en el país.
La cancillería colombiana le condujo hasta el aeropuerto y verificó que se subía en un vuelo de una aerolínea comercial, en dirección a Miami, Estados Unidos.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, no quería que nada enturbiara una cumbre en la que más de 20 países buscan reactivar el diálogo entre Gobierno y oposición venezolana. Aunque ninguna de las dos partes va a participar en la reunión, ambas han dado su visto bueno, aunque Guaidó ha estado a punto de salirse del guion.
Y es que lo último que pretendía el Gobierno colombiano es que se produjera una crisis diplomática por la llegada del líder opositor caído. Al haber entrado de forma ilegal al país, ha tenido la excusa perfecta para esquivar un conflicto que podía suponerle un grave quebradero de cabeza.
La política da muchas vueltas y no se sabe si en el futuro Juan Guaidó puede jugar un papel relevante en el país. Lo que sí parece claro es que no va a sustituir a corto plazo a Nicolás Maduro al frente de Venezuela como líder de una oposición que, cada vez, muestra que está más desunida. Parece que hay chavismo para rato, mientras que Guaidó ya está en Estados Unidos.
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 30, 2023