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Con la liberación de todos los detenidos por la violencia y los desmanes causados la semana  pasada frente al Congreso quedó expuesta la peligrosa inexistencia de Justicia en nuestro  país, demolida desde hace largos años. 

Lo ocurrido el miércoles pasado con la jueza Karina  Andrade, autora de tal liberación, no es un hecho aislado. Se ha repetido infinidad de veces.  Es el resultado esperable de una larga descomposición de la Justicia.  Esta descomposición es la consecuencia del garantismo zaffaronista, una escuela jurídica  con fuerte impronta ideológica que tiende a la abolición del sistema punitivo, pero también  es el resultado de la colonización del Poder Judicial producto del pacto de Kirchner con  Verbitsky,  un  acuerdo  que  afianzó  al  primero  en  el  poder  a  cambio  de  facilitar  el  juzgamiento de las Fuerzas Armadas por los años setenta y conceder el manejo de la política  de los derechos humanos. Y para eso se quebraron los principios más básicos del derecho:  el principio de legalidad, el de inocencia y el de irretroactividad de la ley; se declararon nulas leyes  a  través  del  Congreso  (“Obediencia  debida”  y  “Punto  final”)  y  se  afirmó  que  tales  crímenes no eran pasibles de amnistías o indultos, en contra de lo dispuesto por los tratados  internacionales incorporados a la Constitución. El veneno corrió pronto por toda la Justicia,  se irradió a todos los fueros.  El garanto‐abolicionismo y este gigantesco prevaricato, el más grande de la historia jurídica  de todo Occidente, explican esta brutal tragedia que es la actual ausencia de Justicia. Pero  la sociedad lo percibe. Por eso desconfía de los jueces.  Lo que sucedió la semana pasada durante la violenta manifestación frente al Congreso se  entiende a partir de este cuadro general. 

Con una urgencia digna de mejores causas, la jueza Andrade dejó en pocas horas en libertad  a  114  de  las  118  personas  aprehendidas,  sin  interesarse  por  averiguar  si  tenían  antecedentes  penales,  como  era  el  caso  de  muchos  de  ellos,  sin  tampoco  tomarles  indagatoria ni ordenar la identificación de los responsables a partir de las filmaciones. Los  otros cuatro detenidos recuperarían la libertad poco después, aun cuando uno de ellos fue  detenido con un arma tumbera en su mochila.   Pero la desidia no es atribuible solo a la jueza, sino también a los fiscales. No se vio a ningún  fiscal que saliera a promover causas, pese a la flagrancia de los hechos, ni tampoco se los  vio apelar o presentar denuncia alguna contra la jueza cuando se conoció su irresponsable  decisión.  Similar  negligencia  demostró  el  Consejo  de  la  Magistratura,  que  no  intervino  en  este  escándalo, y que está claro que no sirve para la  función para la cual supuestamente  fue  creado, que es revisar la conducta de los magistrados y removerlos si es el caso.  ¿Y qué  decir de los jueces  superiores de  todo el país? Si, a  través de la entidad que los  nuclea,  la  Junta  Federal  de  Cortes  y  Superiores  Tribunales  de  Justicia  de  las  Provincias  Argentinas, Jufejus, ellos cuestionaron, no a la jueza, sino al gobierno por hostigarla. Toda  la maquinaria judicial demostró estar ciega frente a un hecho evidente.  A la sociedad no le interesan las minucias políticas, sino que el sistema judicial funcione. Le  interesa que, ante una demostración de brutalidad y vandalismo demencial como el que se  vio, la Justicia solo mira para otro lado. Y todos hemos visto a través de las filmaciones con  qué  osadía  actuaron  los  revoltosos,  cómo  destruyeron  bienes,  arrojaron  piedras,  provocaron incendios y hasta patearon policías y sus motos. Es algo evidentísimo que fue  premeditado  y  que  no  tenía  nada  que  ver  con  el  reclamo  que  había  motivado  la  manifestación. Hasta un ex terrorista como Mario Firmenich convocaba a la marcha.  Por eso decimos que esta pústula que apareció con la marcha del miércoles pasado es la  última demostración de que la Justicia ha sido demolida.   ¿Qué ocurrirá con las próximas marchas si se elimina el principal  factor de disuasión del  delito  que es  la  posibilidad  de  ser  penado?  La  República,  sin justicia,  no  es  viable,  y el  proceso de su descomposición será inexorable.  Los detenidos fueron liberados con la excusa de la falta de pruebas. Es paradójico que hoy  mismo haya cientos de militares que son mantenidos en las cárceles sin pruebas, con juicios  fraudulentos y prisiones preventivas de hasta 17 años, por sólo haber estado en el lugar  equivocado,  y  aquí  se  pidan  pruebas  cuando  no  son  necesarias  porque  el  delito  era  flagrante. Por eso, en vísperas del 24 de marzo, no viene mal recordar, contra todo eslogan  ideológico, que justamente lo que no tenemos es memoria, verdad y, mucho menos, como  se ve, justicia. 

 

Alberto Solanet, presidente de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia.

 

Mario A. Cabanillas, presidente del Centro de Estudios Salta.

 

Guillermo Jesús Fanego, presidente de la Asociación de Abogados Latinoamericanos.

 

Tomás Jorge Fox, coordinador de la Unión de Promociones.

 

Grl (R) José Luis Figueroa, presidente del Foro de Generales Retirados.

 

Contraalmirante VGM (R) Carlos María Ramiro, presidente del Foro de Almirantes  Retirados.

 

Francisco Verna, presidente de la Unión del Personal Militar Asociación Civil.

 

Gustavo Breide Obeid, vicepresidente de la Asociación de Veteranos de la Guerra contra el  Terrorismo.

 

María Cecilia Pando, presidente de la Asociación Familiares y Amigos de Presos Políticos  de Argentina.

 

Andrés Fernández Cendoya, presidente la Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas  del Terrorismo en Argentina.

 

 

 

 

Envío: Dra Andrea Palomas Alarcón.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Marzo 21, 2025


 

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