Justicia y Violencia . La nueva cultura

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 Por JORGE LOBO ARAGÓN.

 

Opinión:

 

Es  imperioso e imprescindible  que los poderes del estado propicien el inexcusable análisis de la endémica violencia que se pone de manifiesto cada minuto como pan nuestro de cada día. En cada semáforo y esquina se siente una realidad de inseguridad. Tal vez  tienen entre sus principales origen la situación socio- económica de muchos desocupados cuyas fuerzas morales están debilitadas o directamente no existen. La violencia actual por otra parte supera el promedio de irracionalidad que caracterizaron estos hechos en épocas pasadas. Anteriormente se perpetraba   en casos psicopáticos puntuales o por reacción violenta del afectado. El robo como ejemplo, consistía simplemente en apoderarse de lo ajeno  sin más trámite. Hoy estas acciones están vinculadas estrechamente a la agresión  violenta sin motivo aparente  y la mayoría de las veces totalmente injustificadas, luego de consumado el hechoSe mata por matar; se ataca por dañar.  Feliz el que es asaltado sin agresión. Por otra parte los delincuentes  son cada vez más jóvenes. En la mayoría de los casos las drogas y el alcohol sirven de incentivo para cometer el delito. A nivel popular se ha tomado conciencia de no ofrecer resistencia al ladrón; no protestar; entregar todas las pertenencias; no mirarlo fijamente; tomando las prevenciones y cuidados que forma parte de la “nueva cultura”  en cuanto al trato que hay que dispensar al delincuente. Sin embargo a pesar de ello los hechos que se   suceden  son cada vez más  cruentos, feroces y sanguinarios. En los últimos años, los medios de comunicación han colmado páginas, parlantes y monitores, de sangre, lágrimas y horror: El estrés en que vivimos y los traumas que sufren las víctimas son indescriptibles. Es claro, la inseguridad atenta contra la integración social. La indefensión y frustración en cientos de miles de víctimas, tiene proporciones gigantescas. Las razones del desastre se resumen en la falta de sistematización de la función penal estatal. No podemos seguir viendo a la policía (fuerza pública), al Ministerio Público, la administración de justicia y las cárceles, como partes aisladas y desarticuladas de tan importante actividad del Estado. El creciente aumento de la impunidad a favor de los delincuentes y la inexistencia de una política criminal consistente, ha sido en los últimos años la respuesta estatal a la victimización de cientos de miles de argentinos. Los dirigentes se han interesado sólo en una de las partes del delito: el delincuente, pero se les sigue olvidando la víctima. Por otro lado, si bien es cierto que la administración de justicia no puede ser lenta, ni irresponsable, hay algo que llama mucho la atención y  es que  la justicia  tampoco puede ser anónima. Debemos rescatar los derechos de la víctima en el derecho penal. No es posible, que ante hechos sumamente graves, los condenados no cubran al menos los daños y perjuicios económicos causados y que disfruten de una serie de beneficios  totalmente inmerecidos.  Se debe actuar con enorme celeridad en estos tiempos aciagos.  Debemos humanizar la función penal del Estado, si queremos disminuir el riesgo de victimización y el  cansancio moral generado por la inseguridad pública y la violencia.  

 

DR. JORGE B. LOBO ARAGÓN

jorgeloboaragon@hotmail.com

jorgeloboaragon@gmail.com

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