Share

  Por Mara Souto.

Ni hija de un noble ni nacida en la riqueza, La Bella Otero era gallega (de Valga) y se llamaba Agustina del Carmen. Nacida en 1868, fue hija de madre soltera que vendía quincalla y alfarería por los pueblos. 

La familia era tan pobre que, cuando era niña, Otero se vio obligada a abandonar el hogar para trabajar como empleada doméstica para una familia adinerada en Santiago de Compostela. Trágicamente, fue violada a la edad de diez años mientras trabajaba para la familia y sufrió abuso y explotación durante gran parte del tiempo que estuvo allí. Destrozada por dentro y por fuera, tardó años en recuperarse físicamente y mentalmente pero siempre arrastró el pecado o la reputación de haberlo provocado ella.

Tras huir de su aldea y entrar en un compañía de baile, tuvo suerte de que un banquero la arrancara del maltratador Paco y la llevara a Marsella, donde empezó a triunfar como bailarina andaluza de origen gitano, mezclando todos los estilos en un batiburrillo de fandangos y danzas exóticas.

Después vendría su verdadero creador, el estadounidense Ernest Jungers, director artístico del Eden Musée de Nueva York, que le enseñó danza, idiomas y canto y le inventó una biografía con estilo que la convirtió en una estrella gracias a su fuerte sensualidad. Cuando la Bella Otero abandonó a Jungers, este se suicidó. Otero pronto se convirtió en una de las artistas más populares de Portugal y España, tanto por su apariencia como por su increíble talento como bailarina.

“Las mujeres tenemos una misión en la vida: ser bellas. Cuando uno envejece, debe aprender a romper espejos. Espero morir muy suavemente”.
La Bella Otero

Mientras estuvo allí, Otero creó el personaje “La Bella Otero”, a quien interpretó como una misteriosa gitana de Andalucía, en el sur de España. Además de la gran belleza de Otero, también era conocida por ser muy ingeniosa, curiosa e inteligente, lo que la convirtió en una figura popular entre la alta sociedad francesa. Su misteriosa belleza y encantadora personalidad encarnaban los máximos estándares de la Belle Epoque, un período de prosperidad económica, paz, descubrimiento, progreso y arte en Francia que floreció desde la década de 1870 hasta la Primera Guerra Mundial.

Símbolo de su poder es que fue capaz de reunir en la misma mesa, en el Café París, para su 30 cumpleaños, al príncipe Nicolás de Montenegro, al príncipe Alberto de Mónaco, al gran duque Nicolás de Rusia, al príncipe de Gales y futuro rey Eduardo VII y al ya rey Leopoldo II de Bélgica. Faltaban en su lista de amantes admiradores el emperador Guillermo II de Alemania y el rey Alfonso XIII de España. Llena de joyas y de vicios, se refugió en Niza, donde poco a poco fue perdiendo todo hasta que murió en total pobreza a los 96 años.


PrisioneroEnArgentina.com

Noviembre 26, 2023


Tags: , ,

0 0 votes
Article Rating
Subscribe
Notify of
guest
3 Comments
Newest
Oldest Most Voted
Inline Feedbacks
View all comments
3
0
Would love your thoughts, please comment.x
()
x