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  Por Vida Bolt.

Estaba sola en casa y tomando una ducha larga, relajante y placentera (Esas en las cuales una se da los gustos solo cuando la casa está deshabitada.  Después de la ducha fui a mi habitación para secarme y vestirme. En ese procediemiento me econtraba cuando, de repente, la puerta de mi habitación se abre del todo y hay un bombero con su equipo. Tomé la toalla, la envolví alrededor de mi cuerpo y dije que saldría en un segundo.

Me puse unos pantalones cortos de mi esposo y una remera de baseball, salí al pasillo donde estaba el bombero y vi a otro al pie de las escaleras. El primero, aquel que me vió sin ropas, pese a ser un muchachito negro, estaba pálido. Trató de disculparse, pero, tratando de olvidar ese momento, pregunté qué estaba pasando y dijeron que nuestra compañía de alarmas los llamó porque uno de nuestros detectores de humo se activó y cuando llamaron a la casa para corroborar esto, si era un incendio real, nadie contestó.

Les dije que me estaba duchando y no escuché el detector de humo, ni el teléfono.

Ese fue el día en que aprendí que si suficiente vapor de la ducha llega a un detector de humo, podría activarlo. El detector de humo de mi habitación estaba a un pie de la puerta de mi baño. Me había olvidado de encender el ventilador que succiona el vapor.

Me pregunté qué habría pasado si la puerta del garaje hubiera estado cerrada y la puerta principal también estuviera cerrada y asegurada, ¿la habrían derribado para entrar? No les dije a mi familia cuando llegaron a casa, pero les comenté sobre el succionador de vapor y el efecto sobre alarmas (Esgrimí que lo había leído en una revista).

Una semana más tarde, recibimos el informe mensual de la compañía de alarma que detalla el incidente desde el momento en que recibieron la alarma hasta el momento en que llamaron a la casa y luego cuando notificaron al departamento de bomberos. Mi esposo quería saber exactamente qué estaba haciendo y qué causó todo esto y cuando le expliqué que simplemente me había duchado sin escuchar sonido alguno, se rió y dijo: “Bueno, ya sabes. De ahora en más trata de no asustar a los pobres bomberos”.

Me pregunto cuánto se habrían reído si hubieran regresado a casa y hubieran visto que la puerta principal había sido pateada o destrozada y luego hubieran recibido una factura del departamento de bomberos por una falsa alarma. No creo que Oscar, mi marido, hubiera bromeado.

Pero aprendí una gran lección. De aquí en más, llevo una muda de ropa al baño, y allí me visto.

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Diciembre 24, 2023

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