LA HISTORIA DE LA DINASTÍA CATRIEL – PARTE 2

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Juan Catriel IV “El Joven” el nuevo cacique heredero de la Jefatura Catrielera

 

Hereda la jefatura Catrielera, su hijo Juan Catriel IV “El Joven”. Su otro hijo Juan Manuel, se dedicó a la ganadería. Si bien la familia Catriel estaba encaminada a convertirse en productora agropecuaria, también alguno de sus miembros tenía que tomar la posta dejada por Juan “el viejo” o dedicarse a la “política”. Juan Catriel IV, Oficial de la Tribu con el título de Cacique Principal. Conoció la amistad de Rosas y lo acompañó en la Campaña al Desierto de 1833 y estuvo en la Batalla de Caseros, con el Coronel Pedro Rosas y Belgrano, dejando el campo de batalla junto al General Pacheco después de la derrota; vuelve a los toldos de Azul, siendo reconciliado con Urquiza a través del Coronel Hilario Lagos.

Juan Manuel Catriel “El Joven” tuvo tres esposas, pero se conoce el nombre de una de ellas Juana Sosa; según parece, tuvo tres hijos varones, en este orden: Juan José, 1830– 1910; Marcelino, 1831–1916; y Cipriano, 1836–1874 y Marcelina, de la cual poco y nada se sabe. Menos ésta, todos se verían envueltos en el suceso a relatar más adelante, si bien con distintos protagonismos. En esos años, las tribus catrieleras, abandonaron sus emplazamientos y se afincaron con familias y haciendas, en campos cerca al Arroyo Nievas, entre Tapalqué y Azul, rondando unas 2.000 leguas cuadradas de fértiles tierras (unas 46.620 Has.), posiblemente, las mejores de la frontera sur de la provincia. Estas tierras fueron asignadas en los tiempos de Rosas, a unos 25 Km. De Azul, entre Azul y el Cantón de Tapalqué (viejo). Mantuvieron siempre la propiedad que se les asignó y el grueso de la tribu, no se movieron de allí. El sucesor no sólo heredó los privilegios de su padre, sino que aprovechó la situación por demás favorable para las negociaciones, la caída de Rosas y la secesión de Buenos Aires.

Con la caída de Rosas, termina un período de relaciones pacíficas con los indios; las nuevas autoridades están dispuestas a cambiar la política con la indiada. Juan Catriel, ante esta nueva realidad, se deshace de su ropa cristiana y recupera su etnia. Anoticiado de la deserción de los jefes rosistas de los fortines y el descontrol del gobierno, por el enfrentamiento con la Confederación, los catrieleros están obligados a cobrarse sus raciones que no llegan a las tolderías. Acá, Catriel, esta entre dos fuegos; por un lado, su gente, a la cual no puede descuidar so pena de quedar como un traidor a su raza y por otro, la amistad de tantos años con el blanco. Esto hace que deba moverse entre dos situaciones en su accionar, con pedidos de permiso al Coronel Paunero para que permita a su gente salir a bolear para mitigar el hambre y el arreo de animales. Catriel posee hacienda que fue juntando por diferentes “caminos” pero al cortarse el suministro de aprovisionamiento trimestral del gobierno, no va a compartirlo con su indiada; en todo caso, lo hará con sus capitanejos y segundos, que son los que movilizan la gente. De aquellas aguas, estos lodos, también había “Punteros” que “arriaban” a la gente.

Derrotado y disuelto el ejército de Rosas en los campos de Caseros, desquiciado por este acontecimiento el sistema imperante de diecisiete años de dictadura, la desorganización más completa se produjo en el ámbito político y en la administración pública de la provincia de Buenos Aires” dice Mariano A. Pelliza en su “Historia de la Organización Nacional”. Durante la noche del 3 de febrero y la madrugada del 4, la confusión primero y en terror después, imperaron en la Ciudad de Buenos Aires y otros importantes centros poblados.

Las autoridades – prácticamente todas – habían cesado en sus cargos. Algunos funcionarios habían sido muertos, otros detenidos y muchos se ocultaron hasta saber el rumbo de los acontecimientos. Los soldados derrotados, sin jefes que los controlaran, comenzaron a llegar a la Capital y bien pronto se dedicaron el pillaje. Hubo saqueos de comercios, domicilios, venganzas e incluso, crímenes.

En 1855, el gobierno decreta el traslado del Cantón de Tapalqué a tierras de Catriel. Las tribus de Catriel y Cachul acampaban a pocas leguas de Azul e hicieron notar su presencia, pero llegaron más lejos, se unieron a Calfucurá. Los malones arrasan las tierras vecinas a Azul, con enormes botines en ganado y cautivas. Después de cuatro décadas de amistad con el blanco, la dinastía catrielera, mantiene intacto su status indígena para unirse a las parcialidades rebeldes. El gobierno porteño se niega a darles ración y este es un problema para la economía de Catriel y su gente. Entonces se alzan en rebeldía y son reunidos en la verdadera Confederación de Tribus por Calfucurá.

Mitre es encomendado por el gobierno para resolver este contexto particular, tras sufrir algunas derrotas, logra entablar acuerdos con Juan Catriel y establecer nuevas alianzas. El Estado se obligaba a pasarles trimestralmente a Catriel y Cachul, los siguientes artículos:

1200   libras de yerba

600     libras de azúcar

500     varas de tabaco

600     cuadernillos de papel

2000   libras de harina

200     frascos de aguardiente

800     frascos de vino

72       botellas de vino Burdeos

2          carretadas de maíz

200     yeguas

 

Pero lo más importante, estaba en el Art. 6º, donde consta que se le concede el título de General y Cacique Superior de las Tribus del Sud y el uso de Charreteras de Coronel, incluido Uniforme Militar y Sueldo, a don Juan Catriel IV.

Los sueldos destinados al Azul en 1860 y dentro de ellos los de algunos indios, eran los siguientes:

Un Cacique Mayor            1500

Un ídem segundo                         1000

Un secretario del cacique          500

Cuatro Caciques a

550 pesos. c/u                                           2200

Nueve capitanejos a

440 pesos. c/u                                           3960

Un lenguaraz                                  300

Otro ídem                                        200

Tres sargentos a  140 pesos c/u          420

Un cabo                                           120

Cincuenta y tres soldados a

100 ps. c/u                                       5300

 

Registro Estadístico de Buenos Aires, año 1860, Tomo I, Imprenta Argentina de El Nacional, 1861. Pág. 138

Como referencia sobre los sueldos, todos de la misma fuente, el Comandante Militar de la Guarnición Patagones, cobraba pesos 2.420 y un Sargento Mayor pesos 1.190; un Capitán, apenas pesos 880.

Era muy evidente que la sociedad blanca no aceptaba que parte de su dinero, fuese para pagar sueldos de indios y que tampoco el ejército perpetuara esta situación. El Gobierno porteño, acosado por el ejército de la Confederación, realiza la arriesgada jugada de acercar los indios amigos para, al final, incorporarlos institucionalmente.

El Estado de Buenos Aires, desligado de las provincias pobres, contaba con recursos para hacerlo y Catriel, con la capacidad para aprovechar la situación.

Calfucurá, por otro lado, entiende que sacará más provecho, pactando con Urquiza.

En la frontera sur, hicieron del cacique Catriel, una especie de personaje; investido con las insignias de General de la Nación. Habiéndose convertido en General, ya sus ideas comenzaron a ser progresistas; en lugar de embriagarse con aguardiente, ahora lo hacía con cerveza (Pero dicen que realmente era Ginebra). Mandó a construir una vivienda de tres locales o habitaciones, con paredes de ladrillos de adobe, que aún se conserva una parte, en la localidad de Azul, en las calles Colón y Corrientes, en ochava; edificio que hace años, los azuleños esperan que se declare Patrimonio Histórico; piso de tierra apisonada y techo de chapas de cinc, la cual, comparada con los toldos de la indiada de su tribu, era un palacio.

Alfredo Ebelot, en su Monografía sobre los Catriel, lo describe en estos términos: “Desde el fondo de esta mansión temida (refiere a la casa de Catriel) lo dirigía todo en la tribu, con precisión facilitada por el miedo que inspiraban sus procedimientos de justicia expeditiva. Por lo demás, si bien prohibió el robo en grande y a mano armada, dejaba amplio margen para el merodeo nocturno, que en detalle servía al mismo fin. Si alguien se presentaba ante el cacique y se quejaba de una bien probada fechoría de un hombre suyo, sorprendido por casualidad en flagrante delito, el quejoso recibía invariablemente la misma respuesta: – Hermano ¿por qué no lo mataste como a un perro?”

Juan Catriel, al igual que su padre (Juan “el viejo”) era bien recibido en Buenos Aires. Parecía que nadie recordaba o asociaba que Catriel había formado parte de la Confederación de Calfucurá y habían avanzado con los malones sobre varias poblaciones, hacía cuatro años.

Cuando viaja en 1859, es acompañado por el Coronel Ignacio Rivas y su visita es noticia en periódicos como El Nacional. Su estadía duró dos meses y el gasto sumaba unos 20.000 pesos. Lo que llamó la atención, es la calidad y variedad de los productos exigidos que la comitiva consumió en ese período. El Cacique y su guardia personal y los Capitanejos se alojaron en el Fonda Italiana, a los que se sumaron salidas y veladas artísticas, coche de alquiler de por medio.

Dos años después, Juan Catriel, Cachul y Calfucurá, volverán a Buenos Aires con motivo de finalizar la secesión. Una parte de los indígenas fue alojada en el Cuartel de Extramuros, teniendo como anfitrión al Comandante García, que era el encargado de proveerlos de todo lo necesario, incluida la leña para los fogones. La otra parte de la comitiva, el Cacique, la Guardia y Capitanejos, se alojaron en el Albergo di Génova o Fonda Italiana, ubicada en la calle San Martín 112. Dos años más tarde, este albergue, fue el lugar elegido para hospedar las comisiones enviadas por los Caciques Juan Catriel, Juan Manuel Cachul y Juan Calfucurá, presididas por el hijo de este último, Millacurá. En esta estadía culminaron las negociaciones con acuerdos de paz entre el Gobierno de Bartolomé Mitre y Calfucurá a mediados de 1861.

Es de destacar como anécdota curiosa e ilustrativa, de que la frontera o línea de frontera, era virtual, imaginaria; cuando se ven en los archivos los recibos presentados como “gastos” vemos por ejemplo: agua para baño; jabón y aceite de olor; limonada gaseosa; vinos franceses y cervezas inglesas. El 12 de febrero de 1861, la visita de Catriel y 23 acompañantes a Morón, es realizada en el flamante ferrocarril que lo unía con la Estación de El Parque y fue coronada con un almuerzo en el Restaurante de Comida Francesa del Hotel La Amistad. Los platos que degustaron, vuelven a dar sorpresas con los “indios”: pavo, palomas y paté de faisán; acompañados de aumélete (sic) (por omelet) al rhum y ensaladas; todo bien “regado” con cerveza inglesa, vino champagne y jerez; duraznos, peras y ananás de postre; de sobremesa: café, coñac y cigarros habanos.

Hay numerosas citas y testimonios que atestiguan la atracción que despertaban estas presencias indígenas entre los cristianos. En el Teatro de la Victoria, la gente no podía dejar de observar a Catriel; en una carrera de caballos, se vio obligado a montar y dar una vuelta a la pista, bajo los aplausos de la concurrencia. Ésta aceptaba a Catriel, semisalvaje, pero en territorio blanco; esta situación hizo intuir al cacique que podía sacar réditos económicos y políticos.

La muerte de Juan Catriel debió producirse en Nievas (partido de Olavarría) a fines de 1866 o principios de 1867. Donde fue sepultado y de su funeral, no se ha encontrado, todavía, la documentación. La guerra con Paraguay concentraba toda la atención del periodismo. Sobre la muerte del famoso cacique, Ebelot señala que murió “lleno de gloria, de cerveza y de años”, sin dar fecha ni otros detalles. Pero, como aclaré anteriormente hay historiadores que no respaldan este detalle, era Ginebra y no Cerveza, lo que bebía.

Ahora, comenzaba otra historia, no menos apasionante y rica en situaciones de conflictos, tanto políticos, militares y familiares, la designación de Cipriano Catriel, Catriel V, como Cacique General de las Tribus Catrieleras y la de su hermano Juan José.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Agosto 2, 2021


 

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