LA HISTORIA DE LA DINASTÍA CATRIEL – PARTE 6, FINAL

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JUAN JOSÉ CATRIEL – EL FINAL DE LA DINASTÍA Y LA TRIBU CATRIELERA

Año 1875, la población y el progreso empuja los cambios. A Juan José Catriel, le esta quedando grande su rol de cacique Catrielero, le es muy difícil mantenerse entre su riqueza y la pobreza de su gente. Es un hacendado, pero nunca y eso lo sabe, será recibido por sus pares en la Sociedad Rural, tampoco mantener sus bienes sin sus lanzas, pero no está dispuesto a compartirlas.

Este año es decisivo, con el aumento de la inmigración una ley de colonización próxima a ser realidad. Con la crisis del ovino, se retoma la ganadería bovina como empresa principal y con la llegada del alambrado y los primeros cultivos, avanza la civilización sobre el centro sur bonaerense. En aquel escenario, el ministro Alsina, trata de equiparar a los indios amigos en condición de Guardias Nacionales Móviles y sujetos a disciplina militar en el Ejército Nacional de formación reciente. Para hacerlo realidad, los desaloja de los campos que ocuparon, muchos, legalmente y titulados, por cincuenta años. Alsina cita a Juan José Catriel a parlamentar, anticipando que no habrá pago de raciones atrasadas ni concesiones extraordinarias bajo ningún concepto.

Los Catrieleros, en todos sus estamentos de conducción, comienzan a comprobar lo que siempre sospecharon, la empresa iniciada por Catriel “El Viejo” en 1820, no es viable y esto es una realidad. El blanco soluciona sus problemas y estaba dispuesto a terminar con ellos con todos los medios de que dispone. Juan José Catriel, tan desesperado como desesperanzado, se une en malón a las divisiones de Namuncurá, Baigorrita y Pincén; las escenas de malones, saqueos, incendios, robos y muertes vuelven a recrearse como en los años 1855 – 56.

Juan José no puede salvar sus bienes Y esto agrega confusión a su vida; no puede salvar sus bienes sin su gente. No tiene estancia donde pastar su ganado, tampoco donde mantenerse alejado de la política y negocios turbios que el blanco le ofrece. Pero encima de todo, esta su responsabilidad ancestral. Es su gente la que espera una respuesta para actuar y las alternativas son limitadas. Sabe que Alsina o quien le suceda, le arrebatará sus bienes y será expulsado de cualquier sitio de producción donde se radique. Sólo le resta enfrentar al blanco, sabiendo que las indiadas que resisten, están debilitadas. La Zanja es todo un símbolo y un desafío, sea ésta efectiva o no; el gobierno esta decidido a finiquitar el problema de que ningún animal, tome el camino de las rastrilladas. Argentina ha ingresado al comercio internacional y la nación necesita orden para incorporar progreso y los indios, dan muestras claras de desorden de tierra y trabajo.

En 1875, Juan José Catriel trata de trasladar su gente y salvar sus riquezas. El historiador Ebelot relata la invasión que lo tomó por sorpresa en el Fortín Aldecoa (General Lamadrid) y da un dato interesante en cuanto a la dimensión ganadera de Juan José: “A eso de las diez, una nube de polvo nos anunció que la invasión llegaba. Pronto se distinguió el mugido de los vacunos, y cosa más inquietante, el balido de las ovejas. Catriel venía arriando sus propias ovejas y todas las que encontró en el camino. Serían unas treinta mil…Durante cuatro horas vimos sucederse las selvas de lanzas y las inmensas tropas de vacas y de caballos. Había por lo menos, 150.000 cabezas de ganado”

Finalmente se instalaron el Treycó (Guatraché – La Pampa) a dos días de marcha desde Puan (Bs. As.). En noviembre de 1877, los jefes de la Guarnición al mando de Alsina, en la línea de fortines, avanzan sobre las tolderías, pero Catriel estaba en otro sitio.

Sobre al asalto final del ejército a la tribu de Catriel, Ebelot recuerda: “Esto es, poco más o menos, cuanto vislumbré de la lucha, si aquello puede llamarse lucha. Pocos indios pensaron en defenderse. Estaban aturdidos. Habían prestado sus últimos caballos buenos a los cazadores que habían salido de boleada. Algunos ganaron a pie el bosque. Hubo que hacer una batida para prenderlos. Las mujeres se dejaban tomar, sollozando estruendosamente, aunque en el fondo no les desagradaba la aventura; las más francas confesaron después, toda esa gente estaba muriendo de hambre”.

Después de cabalgar de toldo en toldo, el Comandante García, tocó a reunión en el sitio elegido para cuartel general; se ubicaba en un valle estrecho, próximo a un chorro de agua que ofrecía la única frescura a las tierras arenosas, con algarrobos que sombreaban sus laderas. Era agua salobre y la hierba escasa. Esto era lo mejor que ofrecía Treycó; elegir esta guarida, nos ilustra de la pobreza de animales que poseían los indios, ya que rebaños numerosos, no tendrían posibilidad de sobrevida. De caballos, no eran ni trescientas cabezas. Vacunos, se descubrieron solamente tres vacas lecheras y un toro, cuando se acercaba la hora del almuerzo.

Se vio aproximar desde todas partes, columnas de prisioneros, espectáculo siempre triste cuando predominan mujeres y niños. Lo que hacía este cuadro más lamentable, es la miseria que acompañaba a esa gente. En largas filas, semidesnudos. Se sacrificaron algunas yeguas para alimentar esta inmensa cantidad de gente; las devoraban casi crudas. Luego vimos que habían llegado al extremo de comerse los cueros de vaca de los toldos. De los más de trescientos prisioneros arracimados a la sombra de los algarrobos, los hombres en estado de portar armas, serían setenta.

LOS CATRIELEROS COMO TRIBU GUERRERA, HABÍA DEJADO DE EXISTIR.

 

Durante los días siguientes llegaron algunos indios para entregarse, sabedores que todo había terminado. En los toldos dejamos un anciano y una anciana, con víveres, siendo los encargados de anunciar a los sobrevivientes que, de entregarse, se respetarían su vida y tendrían alimentos. Varios días después supe en Patagones, que el Cacique Catriel había acampado cerca de un puesto cristiano del Río Colorado, por lo menos a cien leguas de Puan (unos 500 Km.). Había solicitado alimentos. Para suministrárselos, hubo que hacer un censo de la tribu. Todo comprendido no sumaban sino quinientas ochenta y cinco almas, lo que significaba ni noventa lanzas y era la décima parte de sus fuerzas de dos años atrás, cuando por tener que distribuirles tierras tuve en las manos un testimonio exacto de la cantidad de miembros que componían la tribu.

El 18 de mayo de 1876, las fuerzas del Coronel Levalle y Maldonado, en el paraje Laguna Paraguil o Paso del Sauce, situada entre Laprida y Lamadrid, enfrentan a las de Namuncurá, Pincén y Catriel, quien con 3.000 lanzas habían caído sobre Juárez, Tres Arroyos y Necochea, arrasándolas, derrotándolos definitivamente; Juan José Catriel, huye. Poco después, se presentó en el Fuerte Argentino, ubicado a unos 15 Km. De Tornquist, partido del mismo nombre,  rindiéndose.

LA DINASTÍA CATRIEL, TAMBIÉN LLEGA A SU FIN.

Tiempo después, los hermanos Catriel fueron embarcados con sus familias en el vapor Santa Rosa rumbo a la isla Martín García, quedando allí sujetos a una espantosa epidemia de viruela y a toda clase de privaciones. Los dos hermanos fueron bautizados en Buenos Aires el 11 de agosto de 1879, en la iglesia del Pilar, junto con otros indígenas enganchados en el ejército. Murió de cáncer en el hospital de Olavarría, el 16 de noviembre de 1910.

Triste final de una dinastía que había reinado en la pampa, en tiempos de cambios sociales y vaivenes políticos. Mantuvieron, Juan el viejo, Juan el joven y Cipriano Catriel, una conducta decorosa respecto a los cristianos blancos, colaborando en mantener la paz y bloqueando las continuas invasiones indígenas foráneas que asolaron nuestras poblaciones, su gente y haciendas. Pertenecieron al Ejército Argentino de esos años, dando muestras de coraje, civismo y pertenencia a su tierra y su gente. Lucieron con orgullo el Uniforme Militar, al cual compensaron con creces en batallas en las que participaron, sin pedir ni ser reconocidos en los informes de combate, solamente la historia no escrita los rescató y puso en contexto su participación, a través de los testimonios dados por oficiales que combatieron a su lado y luego plasmados en escritura por diversos historiadores e investigadores. La pobreza de las acciones políticas para con hombres y mujeres de valía en horas difíciles de la Nación, es el símbolo que nos acompaña hasta el presente. Nada más podemos agregar. Este humilde aporte, es solamente para poner en evidencia, que los hombres que circunstancialmente dirigen los destinos del país, olvidan el pasado y sus tradiciones y tratan que las generaciones futuras, desconozcan los hechos y sus hacedores, con aciertos y errores, pero acometieron empresas con vistas al futuro. Numerosos aportes de escritores son de los que me nutrí para realizar esta pequeña historia, es larga la lista, algunos fueron citados y los que no, igual tienen mi agradecimiento por la labor de rescate historiográfico realizado y hago mención de alguno de ellos: Gustavo Gabriel Levene; Juan Guillermo Durán; Rodolfo Casamiquela; Alberto Sarramone; Meinrado Hux; José Arenas; Bartolomé Ronco; Guillermo Cuadrado Hernández; Florencio Del Mármol; Claudio Aquerreta; Juan Guillermo Durán; Abelardo Levaggi; Guillermo Palombo; Marcelino Irianni; Omar López Mato. Verdaderamente, sin sus contribuciones, la historia profunda de nuestro terruño, quedaría sin conocerse y menos aún, perduraría en lenguaje escrito.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Agosto 8, 2021


 

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