Necesidad de una estrategia nacional y políticas de Estado consecuentes.
El Boletín NOTIVIDA del día de la fecha recoge estadísticas oficiales que dan cuenta que en Argentina hay cada vez menos niños, en virtud de que la Tasa Global de Fecundidad (TGF) ha descendido significativamente en los últimos 10 años.
En efecto, si el promedio de hijos por mujer para mantener una población estable, teniendo en cuenta una mortalidad constante y ausencia de migración, es de 2,1, por debajo de dicho número la región o país se va despoblando. En el caso de Argentina, el promedio de hijos por mujer a nivel país, de 2014 a 2023, descendió un 43%, registrando en 2023 una TGF de 1,33. Es decir, eran necesarias 3 familias argentinas para reunir 4 niños.
Aún más alarmante es la foto de nuestra Patagonia, región donde más se han achicado las familias, en efecto, la caída del número de hijos de 2014 a 2023 en Tierra del Fuego fue del 61%, en Santa Cruz 56%, en Chubut 49%, en esta última provincia de igual forma que en la ciudad de Buenos Aires la TGF es 1,1.
Certeramente afirma Mónica del Río que la caída de la natalidad no se revierte sin un plan integral de promoción de la Familia, contrariamente, las políticas públicas en la Argentina de la última década tuvieron como objetivo la reducción de su población, y lo han logrado eficientemente. Desde el 2020, afirma, todas las provincias se ubicaron por debajo del nivel de reemplazo poblacional (2,1) y desde entonces la caída no hace más que profundizarse.
La defensa de la vida.
En su Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (1981), el entonces Papa Juan Pablo II expresaba elocuentemente: “¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia!”
Juan Pablo II
Al comentar la situación de la familia en el mundo actual, en esa Exhortación Apostólica, San Juan Pablo II destacó las luces y sombras que se ciernen sobre ella y destacó como signo preocupante, entro otros, la mentalidad anticoncepcional y la experiencia de cierta angustia e incertidumbre sobre el futuro, situación que priva a los esposos de la generosidad y valentía necesarias para la procreación. “La vida en muchas ocasiones no se ve ya como una bendición, sino como un peligro del que hay que defenderse” (FC, 6).
En su Encíclica Caritas in Veritate (2009), sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad, Benedicto XVI destaca que el respeto a la vida es un aspecto cada vez más relevante del auténtico desarrollo humano, obligando ello a ampliar el concepto de pobreza y de subdesarrollo a los problemas vinculados con la acogida a la vida, en particular en aquellos ámbitos donde ésta se ve impedida de diversas formas.
En efecto, afirmaba el Papa, “la apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo, sin embargo, (…) En los países económicamente más desarrollados, las legislaciones contrarias a la vida están muy extendidas y han condicionado ya las costumbres y la praxis, contribuyendo a difundir una mentalidad antinatalista, que muchas veces se trata de transmitir también a otros estados como si fuera un progreso cultural. Algunas organizaciones no gubernamentales, además, difunden el aborto, promoviendo a veces en los países pobres la adopción de la práctica de la esterilización, incluso en mujeres a quienes no se pide su consentimiento. Por añadidura, existe la sospecha fundada de que, en ocasiones, las ayudas al desarrollo se condicionan a determinadas políticas sanitarias que implican de hecho la imposición de un fuerte control de la natalidad” (CV, 28)
Consecuencia de esta mentalidad antinatalista, producto de un proceso de cambio en los valores sociales, en donde el matrimonio es menos frecuente y toman cada vez mayor relieve las separaciones, los divorcios y la existencia de familias monoparentales, la pirámide social está sufriendo mutaciones importantes camino hacia el envejecimiento poblacional, con todas las connotaciones sociales y económicas que ello acarrea.
A su vez, la ausencia de políticas orgánicas que promuevan la familia, la maternidad, la vida y la protección de la infancia, para que –como dice Benedicto XVI- el hijo no se vea como un problema, trae inexorablemente consecuencias no favorables al desarrollo humano, en tanto se soslaya la importancia fundamental de la célula básica de toda sociedad humana y la tutela de sus derechos.
La crisis demográfica mundial.
Benedicto XVI
Pero no se trata sólo de Argentina. La crisis demográfica actual representada por menores índices de natalidad (más de 60 países están por debajo del índice de reposición generacional, dos hijos), hará que, por primera vez en la historia de la humanidad, para el año 2050 habrá más personas mayores de 60 años que menores de 15 años. Ello trae aparejadas graves connotaciones sociales y económicas, una de ellas es que los mayores de 65 años no ahorran sino que consumen todos sus ingresos, y menor ahorro significa menor inversión, menores impuestos y menores aportes y contribuciones sociales. La pregunta es ¿quién podrá mantener a los abuelos y mayores de 65 años en una economía con escasos recursos para ello, por la falta de población económicamente activa?
Certeramente afirmaba Benedicto XVI que no es correcto considerar el aumento de población como causa del subdesarrollo, por el contrario, la apertura a la vida es una riqueza social y económica. En efecto: “Grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema crucial para las sociedades de mayor bienestar. La disminución de nacimientos, a veces por debajo del llamado índice de reemplazo generacional, pone en crisis a los sistemas de asistencia social, aumenta los costes, merma la reserva del ahorro y, consiguientemente, los recursos financieros necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores cualificados y disminuye la reserva de cerebros a los que recurrir para las necesidades de la nación” (CV, 44)
Políticas de Estado de Familia.
A diferencia de las políticas sociales que van dirigidas a situaciones especiales en subsidio de determinadas familias, las políticas de Estado de Familia apuntan a la familia como célula básica de la sociedad, independientemente de su situación social o económica. En tal sentido volvemos a Benedicto XVI: “(…) los estados están llamados a establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad” (CV, 44)
Existen varias razones (Conen, 2010) que sustentan estas políticas de Estado, a saber:
1) razones jurídicas: art. 14-bis de la Constitución Nacional, la ley establecerá la protección integral de la familia;
2) razones sociológicas: las causas de la violencia, de la delincuencia juvenil, de las adicciones, de la deserción escolar, entre otras, radican en el deterioro de la familia;
3) razones económicas: las familias bien constituidas dinamizan la economía, mayor propensión al ahorro, la inversión y la creatividad;
4) razones demográficas: en orden a asegurar el recambio generacional;
5) razones culturales: poder educar en valores a través de la familia, primera educadora.
Y estas políticas de Estado de Familia cumplen funciones sociales estratégicas, por cuanto aseguran el recambio generacional, la mejor crianza, la educación de las futuras generaciones y la posibilidad de lograr un hábitat ecológico adecuado para la vida humana, donde el hombre es valorado incondicionalmente por lo que es.
Reflexiones finales.
Por lo expuesto, debemos subrayar en primer lugar la importancia de promover la apertura a la vida y de preservar la salud espiritual y material de la familia, y por otro lado, la responsabilidad que le cabe al Estado y a las organizaciones sociales en esta materia, por cuanto sólo a partir de la defensa del derecho a la vida, a partir de la promoción de la verdadera familia, de su integridad y centralidad, podrá remontarse el vacío moral y la ausencia de valores trascendentes que caracterizan a la sociedad actual. Solo así se podrá alcanzar la meta del desarrollo humano integral y, a la vez, promover eficazmente a los sectores más vulnerables y necesitados de la sociedad.
Por otra parte, y en lo que refiere al ámbito local, si para la gran mayoría de los argentinos el valor de la vida y de la familia, fundada ésta en el matrimonio de varón y mujer, representan, todavía hoy, valores fundantes de su propia identidad, entonces la sociedad y el Estado no pueden ser neutrales en dicha materia, ser neutral es no ser justos, por cuanto no se puede tratar de igual forma a los ciudadanos comprometidos con el derecho a la vida y a la familia como a las minorías (colectivos sociales) que atentan contra ellas y proponen como alternativa otras formas contrarias a la naturaleza y a la dignidad de la persona. Dicha neutralidad discrimina en contra de la mayoría de los argentinos.
Pio XI
Y si la mayoría de los argentinos está a favor de la vida y de la familia, del único y verdadero modelo de familia, menos aún debieran existir leyes que atenten contra ellas, por tanto, debieran ser abolidas. Habría que decir y reiterar incansablemente ante toda la dirigencia social y política, que tiene bajo su responsabilidad la gestión del Bien Común de la sociedad argentina, que si el futuro de la humanidad se fragua en la familia el futuro de Argentina también.
Porque mientras se siga permitiendo un ámbito público que hostiga y ridiculiza principios y valores tan caros a nuestra identidad nacional, mientras se siga legislando en contra de la vida y de la familia promoviendo modelos extraños a la naturaleza y a la dignidad de la persona, mientras no existan políticas de Estado que alienten y promuevan el matrimonio, la maternidad y la familia bien constituida, entonces el futuro de Argentina está seriamente comprometido, por cuanto a este ritmo decreciente de recambio generacional a largo plazo el país quedará sin familias, con un vasto territorio que necesita, precisamente, población y desarrollo.
Certeramente decía el Papa Pío XI: “(…) como comprueba la Historia, la salud de la república y la felicidad de los ciudadanos no puede quedar resguardada y segura si vacila el mismo fundamento en que se basa, que es la rectitud del orden moral, y si está cegada por los vicios de los ciudadanos la fuente donde tiene su origen la sociedad, es decir, el matrimonio y la familia.”
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Necesidad de una estrategia nacional y políticas de Estado consecuentes.
El Boletín NOTIVIDA del día de la fecha recoge estadísticas oficiales que dan cuenta que en Argentina hay cada vez menos niños, en virtud de que la Tasa Global de Fecundidad (TGF) ha descendido significativamente en los últimos 10 años.
En efecto, si el promedio de hijos por mujer para mantener una población estable, teniendo en cuenta una mortalidad constante y ausencia de migración, es de 2,1, por debajo de dicho número la región o país se va despoblando. En el caso de Argentina, el promedio de hijos por mujer a nivel país, de 2014 a 2023, descendió un 43%, registrando en 2023 una TGF de 1,33. Es decir, eran necesarias 3 familias argentinas para reunir 4 niños.
Aún más alarmante es la foto de nuestra Patagonia, región donde más se han achicado las familias, en efecto, la caída del número de hijos de 2014 a 2023 en Tierra del Fuego fue del 61%, en Santa Cruz 56%, en Chubut 49%, en esta última provincia de igual forma que en la ciudad de Buenos Aires la TGF es 1,1.
Certeramente afirma Mónica del Río que la caída de la natalidad no se revierte sin un plan integral de promoción de la Familia, contrariamente, las políticas públicas en la Argentina de la última década tuvieron como objetivo la reducción de su población, y lo han logrado eficientemente. Desde el 2020, afirma, todas las provincias se ubicaron por debajo del nivel de reemplazo poblacional (2,1) y desde entonces la caída no hace más que profundizarse.
La defensa de la vida.
En su Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (1981), el entonces Papa Juan Pablo II expresaba elocuentemente: “¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia!”
Al comentar la situación de la familia en el mundo actual, en esa Exhortación Apostólica, San Juan Pablo II destacó las luces y sombras que se ciernen sobre ella y destacó como signo preocupante, entro otros, la mentalidad anticoncepcional y la experiencia de cierta angustia e incertidumbre sobre el futuro, situación que priva a los esposos de la generosidad y valentía necesarias para la procreación. “La vida en muchas ocasiones no se ve ya como una bendición, sino como un peligro del que hay que defenderse” (FC, 6).
En su Encíclica Caritas in Veritate (2009), sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad, Benedicto XVI destaca que el respeto a la vida es un aspecto cada vez más relevante del auténtico desarrollo humano, obligando ello a ampliar el concepto de pobreza y de subdesarrollo a los problemas vinculados con la acogida a la vida, en particular en aquellos ámbitos donde ésta se ve impedida de diversas formas.
En efecto, afirmaba el Papa, “la apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo, sin embargo, (…) En los países económicamente más desarrollados, las legislaciones contrarias a la vida están muy extendidas y han condicionado ya las costumbres y la praxis, contribuyendo a difundir una mentalidad antinatalista, que muchas veces se trata de transmitir también a otros estados como si fuera un progreso cultural. Algunas organizaciones no gubernamentales, además, difunden el aborto, promoviendo a veces en los países pobres la adopción de la práctica de la esterilización, incluso en mujeres a quienes no se pide su consentimiento. Por añadidura, existe la sospecha fundada de que, en ocasiones, las ayudas al desarrollo se condicionan a determinadas políticas sanitarias que implican de hecho la imposición de un fuerte control de la natalidad” (CV, 28)
Consecuencia de esta mentalidad antinatalista, producto de un proceso de cambio en los valores sociales, en donde el matrimonio es menos frecuente y toman cada vez mayor relieve las separaciones, los divorcios y la existencia de familias monoparentales, la pirámide social está sufriendo mutaciones importantes camino hacia el envejecimiento poblacional, con todas las connotaciones sociales y económicas que ello acarrea.
A su vez, la ausencia de políticas orgánicas que promuevan la familia, la maternidad, la vida y la protección de la infancia, para que –como dice Benedicto XVI- el hijo no se vea como un problema, trae inexorablemente consecuencias no favorables al desarrollo humano, en tanto se soslaya la importancia fundamental de la célula básica de toda sociedad humana y la tutela de sus derechos.
La crisis demográfica mundial.
Pero no se trata sólo de Argentina. La crisis demográfica actual representada por menores índices de natalidad (más de 60 países están por debajo del índice de reposición generacional, dos hijos), hará que, por primera vez en la historia de la humanidad, para el año 2050 habrá más personas mayores de 60 años que menores de 15 años. Ello trae aparejadas graves connotaciones sociales y económicas, una de ellas es que los mayores de 65 años no ahorran sino que consumen todos sus ingresos, y menor ahorro significa menor inversión, menores impuestos y menores aportes y contribuciones sociales. La pregunta es ¿quién podrá mantener a los abuelos y mayores de 65 años en una economía con escasos recursos para ello, por la falta de población económicamente activa?
Certeramente afirmaba Benedicto XVI que no es correcto considerar el aumento de población como causa del subdesarrollo, por el contrario, la apertura a la vida es una riqueza social y económica. En efecto: “Grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema crucial para las sociedades de mayor bienestar. La disminución de nacimientos, a veces por debajo del llamado índice de reemplazo generacional, pone en crisis a los sistemas de asistencia social, aumenta los costes, merma la reserva del ahorro y, consiguientemente, los recursos financieros necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores cualificados y disminuye la reserva de cerebros a los que recurrir para las necesidades de la nación” (CV, 44)
Políticas de Estado de Familia.
A diferencia de las políticas sociales que van dirigidas a situaciones especiales en subsidio de determinadas familias, las políticas de Estado de Familia apuntan a la familia como célula básica de la sociedad, independientemente de su situación social o económica. En tal sentido volvemos a Benedicto XVI: “(…) los estados están llamados a establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad” (CV, 44)
1) razones jurídicas: art. 14-bis de la Constitución Nacional, la ley establecerá la protección integral de la familia;
2) razones sociológicas: las causas de la violencia, de la delincuencia juvenil, de las adicciones, de la deserción escolar, entre otras, radican en el deterioro de la familia;
3) razones económicas: las familias bien constituidas dinamizan la economía, mayor propensión al ahorro, la inversión y la creatividad;
4) razones demográficas: en orden a asegurar el recambio generacional;
5) razones culturales: poder educar en valores a través de la familia, primera educadora.
Y estas políticas de Estado de Familia cumplen funciones sociales estratégicas, por cuanto aseguran el recambio generacional, la mejor crianza, la educación de las futuras generaciones y la posibilidad de lograr un hábitat ecológico adecuado para la vida humana, donde el hombre es valorado incondicionalmente por lo que es.
Reflexiones finales.
Por lo expuesto, debemos subrayar en primer lugar la importancia de promover la apertura a la vida y de preservar la salud espiritual y material de la familia, y por otro lado, la responsabilidad que le cabe al Estado y a las organizaciones sociales en esta materia, por cuanto sólo a partir de la defensa del derecho a la vida, a partir de la promoción de la verdadera familia, de su integridad y centralidad, podrá remontarse el vacío moral y la ausencia de valores trascendentes que caracterizan a la sociedad actual. Solo así se podrá alcanzar la meta del desarrollo humano integral y, a la vez, promover eficazmente a los sectores más vulnerables y necesitados de la sociedad.
Por otra parte, y en lo que refiere al ámbito local, si para la gran mayoría de los argentinos el valor de la vida y de la familia, fundada ésta en el matrimonio de varón y mujer, representan, todavía hoy, valores fundantes de su propia identidad, entonces la sociedad y el Estado no pueden ser neutrales en dicha materia, ser neutral es no ser justos, por cuanto no se puede tratar de igual forma a los ciudadanos comprometidos con el derecho a la vida y a la familia como a las minorías (colectivos sociales) que atentan contra ellas y proponen como alternativa otras formas contrarias a la naturaleza y a la dignidad de la persona. Dicha neutralidad discrimina en contra de la mayoría de los argentinos.
Y si la mayoría de los argentinos está a favor de la vida y de la familia, del único y verdadero modelo de familia, menos aún debieran existir leyes que atenten contra ellas, por tanto, debieran ser abolidas. Habría que decir y reiterar incansablemente ante toda la dirigencia social y política, que tiene bajo su responsabilidad la gestión del Bien Común de la sociedad argentina, que si el futuro de la humanidad se fragua en la familia el futuro de Argentina también.
Porque mientras se siga permitiendo un ámbito público que hostiga y ridiculiza principios y valores tan caros a nuestra identidad nacional, mientras se siga legislando en contra de la vida y de la familia promoviendo modelos extraños a la naturaleza y a la dignidad de la persona, mientras no existan políticas de Estado que alienten y promuevan el matrimonio, la maternidad y la familia bien constituida, entonces el futuro de Argentina está seriamente comprometido, por cuanto a este ritmo decreciente de recambio generacional a largo plazo el país quedará sin familias, con un vasto territorio que necesita, precisamente, población y desarrollo.
Certeramente decía el Papa Pío XI: “(…) como comprueba la Historia, la salud de la república y la felicidad de los ciudadanos no puede quedar resguardada y segura si vacila el mismo fundamento en que se basa, que es la rectitud del orden moral, y si está cegada por los vicios de los ciudadanos la fuente donde tiene su origen la sociedad, es decir, el matrimonio y la familia.”
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 14, 2025
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