Oficialmente llamada Ilha Furtada, era conocida por casi todos como Ilha dos Gatos: Isla de los Gatos.Se rumoreaba que era peligroso visitarlo. Los gatos habían crecido a un tamaño incinmensurable y se habían vuelto salvajes, decía la gente. Atacarían a los forasteros. Un reportero brasileño, escribiendo sobre la isla “misteriosa”, afirmó que más de mil gatos “salvajes” vagaban por su jungla. Otros dijeron más. El número parecía aumentar con cada relato.
Un veterinario municipal en las zonas cercanas, navegaba en un bote a motor por aguas translúcidas para verlo por sí mismo. Antes de esta expedición respaldada por la ciudad, nunca había pisado la isla, pero sabía lo suficiente como para comprender que había un problema. Un rumor era cierto. Durante el año pasado, cuando la pandemia de coronavirus devastó Brasil, la cantidad de gatos en la isla creció sustancialmente. Se habían formado dos colonias distintas. Los gatos se contaban por centenar.
Estas son las mascotas que dejó la pandemia. La crisis del coronavirus ha dejado a millones de dueños de mascotas muertos o empobrecidos, incapaces de atender a sus animales. En países ricos como Estados Unidos, los refugios y las redes personales han absorbido gran parte del aumento. Pero en todo el mundo en desarrollo, donde los sistemas de refugio son menos robustos y los animales callejeros son comunes, un número creciente de animales simplemente han sido abandonados.
El desafío es particularmente agudo en Brasil, donde el coronavirus ha matado a más de 700.000 personas, ha provocado una crisis de vivienda y ha causado hambre generalizada.
Los administradores de refugios de mascotas en el país dicen que se han sentido abrumados. Eso incluye el refugio más cercano a la Isla de los Gatos. Algunos días la gente llega con un carro lleno de gatos. Tantos que no pueden aceptarlos a todos.
Cuando se les niega la posibilidad, los dueños amenazan: “Si no los aceptan, se irán a la Isla de los Gatos”.
La isla se convirtió en parte de la cultura local, una última parada para los gatos no deseados, que aprendieron a sobrevivir de la caza y la comida que dejaban los visitantes, o perecieron.
La ciudad quería que la gente dejara de alimentar a los gatos, diciendo que fomentaba un mayor abandono. Pero los amantes de los animales llamaron a eso bárbaro. Los gatos morirían sin ese cuidado. No hay nada en la isla, dicen. Sin comida. No hay agua. Solo gatos.
Nadie puede decir con certeza cómo llegaron los gatos por primera vez. Las autoridades dicen que una familia trató de ganarse la vida allí hace décadas, pero pronto se rindió, dejando atrás un par de gatos que comenzaron a multiplicarse. Los barqueros dicen que un restaurante cerró y los dueños abandonaron a sus gatos al salir. Un veterinario dice que un anciano le confesó que él fue la primera persona en llevar gatos allí. Pero cuando fue contactado para hacer comentarios, lo negó con vehemencia. Las preguntas sin respuesta se han incorporado a la tradición local. Pocos habían querido visitar Ilha Furtada, una pequeña isla entre muchas, desprovista de playas y cubierta de arañas.
Pero Ilha dos Gatos fue otra historia. Se convirtió en una parada para algunos turistas en su vuelta a la isla. Algunos irían en motos de agua a la isla solo para echar un vistazo. Muchos llegaron a creer que los gatos de la isla lo pasaban mejor que los gatos de la ciudad, que tenían que arañar y arañar una existencia en las calles.
En 2012, una mujer mstró un video de la isla. No era el paraíso de los gatos. Era la Isla del Diablo para gats. No había ni siquiera una fuente de agua dulce por ahí.
Organizaciones y una pareja de jubilados dejaban comida y agua para los gatos. Otros establecieron pequeños refugios. Los pescadores dejaban parte de sus capturas.
Pero cuando llegó la pandemia, el delicado equilibrio se deshizo. Los gatos crecieron rápidamente en número. La gente, encerrada dentro, dejó de dejar comida y agua.
Los informes de canibalismo de gatos comenzaron a circular. Lo que había comenzado como una rareza local, incluso una atracción turística, se había convertido en una vergüenza pública y un problema ecológico.
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Oficialmente llamada Ilha Furtada, era conocida por casi todos como Ilha dos Gatos: Isla de los Gatos. Se rumoreaba que era peligroso visitarlo. Los gatos habían crecido a un tamaño incinmensurable y se habían vuelto salvajes, decía la gente. Atacarían a los forasteros. Un reportero brasileño, escribiendo sobre la isla “misteriosa”, afirmó que más de mil gatos “salvajes” vagaban por su jungla. Otros dijeron más. El número parecía aumentar con cada relato.
Estas son las mascotas que dejó la pandemia. La crisis del coronavirus ha dejado a millones de dueños de mascotas muertos o empobrecidos, incapaces de atender a sus animales. En países ricos como Estados Unidos, los refugios y las redes personales han absorbido gran parte del aumento. Pero en todo el mundo en desarrollo, donde los sistemas de refugio son menos robustos y los animales callejeros son comunes, un número creciente de animales simplemente han sido abandonados.
El desafío es particularmente agudo en Brasil, donde el coronavirus ha matado a más de 700.000 personas, ha provocado una crisis de vivienda y ha causado hambre generalizada.
Los administradores de refugios de mascotas en el país dicen que se han sentido abrumados. Eso incluye el refugio más cercano a la Isla de los Gatos. Algunos días la gente llega con un carro lleno de gatos. Tantos que no pueden aceptarlos a todos.
La isla se convirtió en parte de la cultura local, una última parada para los gatos no deseados, que aprendieron a sobrevivir de la caza y la comida que dejaban los visitantes, o perecieron.
La ciudad quería que la gente dejara de alimentar a los gatos, diciendo que fomentaba un mayor abandono. Pero los amantes de los animales llamaron a eso bárbaro. Los gatos morirían sin ese cuidado. No hay nada en la isla, dicen. Sin comida. No hay agua. Solo gatos.
Nadie puede decir con certeza cómo llegaron los gatos por primera vez. Las autoridades dicen que una familia trató de ganarse la vida allí hace décadas, pero pronto se rindió, dejando atrás un par de gatos que comenzaron a multiplicarse. Los barqueros dicen que un restaurante cerró y los dueños abandonaron a sus gatos al salir. Un veterinario dice que un anciano le confesó que él fue la primera persona en llevar gatos allí. Pero cuando fue contactado para hacer comentarios, lo negó con vehemencia. Las preguntas sin respuesta se han incorporado a la tradición local. Pocos habían querido visitar Ilha Furtada, una pequeña isla entre muchas, desprovista de playas y cubierta de arañas.
Pero Ilha dos Gatos fue otra historia. Se convirtió en una parada para algunos turistas en su vuelta a la isla. Algunos irían en motos de agua a la isla
solo para echar un vistazo. Muchos llegaron a creer que los gatos de la isla lo pasaban mejor que los gatos de la ciudad, que tenían que arañar y arañar una existencia en las calles.
En 2012, una mujer mstró un video de la isla. No era el paraíso de los gatos. Era la Isla del Diablo para gats. No había ni siquiera una fuente de agua dulce por ahí.
Organizaciones y una pareja de jubilados dejaban comida y agua para los gatos. Otros establecieron pequeños refugios. Los pescadores dejaban parte de sus capturas.
Pero cuando llegó la pandemia, el delicado equilibrio se deshizo. Los gatos crecieron rápidamente en número. La gente, encerrada dentro, dejó de dejar comida y agua.
Los informes de canibalismo de gatos comenzaron a circular. Lo que había comenzado como una rareza local, incluso una atracción turística, se había convertido en una vergüenza pública y un problema ecológico.
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 8, 2022