Seguramente nunca hemos vivido en nuestro País un período tan lastimoso como el pasado con Cristina Fernández de Kirchner en cuanto a la corrupción. Digo corrupción en general, refiriéndome al peculado, la coima, el soborno, el cohecho, la mentira como acostumbrada norma. Las dádivas interesadas y pervertidoras. Una corrupción generalizada en ciertos sectores, pero que resaltaba y se hacía más notable y dolorosa en los ámbitos de la administración pública, de los gobernantes y, peor aún, de la justicia. Quizás lo que hacía más más afligente era el estado de infección del cuerpo social, o sea la actitud complaciente con que en algunos ambientes se la consideraba. Se dice que corrupciones hubo siempre como si eso fuera suficiente justificativo y motivo convincente para que nos allanemos a tolerarlas. Es claro que sí: desde que Adán comenzó a pecar los hombres le hemos heredado su naturaleza pecadora; pero que seamos proclives a cometer faltas no significa que debamos ser condescendientes con quienes dan o han dado el mal ejemplo, se roban los dineros que la comunidad necesita, se enriquecen administrando los favores que el Estado otorga indebidamente, niegan la justicia por favorecer a privilegiados. En una década a la que por las públicas inmoralidades se la ha calificado de infame, un legislador sorprendido en un cohecho, de vergüenza se suicidó. Había infamia, pero subsistía la vergüenza. Podría pensarse que ahora, para peor, la vergüenza ha desaparecido, y que por lo tanto parte de la sociedad – desvinculada de la moral, del bien, de la verdad – se desbarrancara hacia miasmas putrefactos. Tal vez sea una tendencia ligada a la modernidad, y que por lo tanto aparece como irresistible o inevitable. Pero no debemos desesperar existen en nuestro país muchos fiscales que cumplen acabadamente su función de representantes de la vindicta publica y han demostrado ser imparciales en su cargo dentro de un Poder judicial en el que deben actuar con autonomía funcional sin ninguna dependencia con los demás poderes del estado. Debemos de alguna manera desterrar la lentitud de la justicia y procurar que las investigaciones se eleven y lleguen a juicio oral. Es que ante tanta impunidad la sociedad argentina reacciona. La gente -inquieta- se agita, se mueve, clama por justicia, exige justicia, conmina a los poderes públicos reclamando justicia. Y, a pesar de todos los obstáculos, algo de luz se va haciendo. Una luz que muestra panoramas tenebrosos, pero que es imprescindible examinar para demandar sanciones a los culpables. Se van descubriendo aspectos de la delincuencia que hasta hace años atrás nos hubieran parecido inaccesibles, pues habríamos pensado que un enorme poder oculto conseguiría mantenerlos bajo su manto de oprobio. El pueblo indignado, con el apoyo de un lúcido periodismo – o el indignado periodismo, con el apoyo de un pueblo esclarecido, lo mismo da – va consiguiendo que las investigaciones avancen. En esto nos debe servir de ejemplo el el fiscal Deltan Dallagnol, coordinador de la “fuerza de tareas” de la operación Lava Jato en el Ministerio Público Federal en Curitiba Brasil. Dallagnol, encabeza el grupo de jóvenes fiscales, que reveló el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil. Este novel funcionario formado en la universidad del estado de Paraná que hizo una maestría en Harvard fue quien investigo la vasta red de corrupción descubierta enPetrobras, que involucra a poderosos empresarios y políticos y a desencadenado la posterior destitución de la presidenta Dilma Rousseff y el fin de 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). Un caso que representa una victoria épica contra la enraizada cultura de impunidad. Lo que hay que buscar afirma el joven Fiscal es reformar los sistemas de justicia y de política que generan y permiten la corrupción. Una simple investigación sobre desvíos de dinero en una red de estaciones de servicio y lavaderos de auto (“lava jato” significa lavado a chorro) al toparse con un esquema de sobornos en Petrobras, reveló el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil y que también involucra a nuestro país con algunas de las constructoras involucradas en el esquema de ilícitos, como Odebrecht, que actúa en la Argentina. Es que combatir la corrupción, expone el Fiscal sea quien sea que la practique; es contribuir a la disminución de desvíos de dinero público que debería ser direccionado a educación, salud, saneamiento básico e inversiones productivas y de infraestructura. El objetivo es construir ciudadanía, sobre todo en las personas de baja renta para que entiendan que el dinero desviado por la corrupción afecta la atención que da el Estado a sus necesidades. No somos salvadores de la patria, revela el experto fiscal, pero tenemos muy en claro cuál puede ser la mejor contribución que le podemos dar al país”. Cada día que pasa, los enemigos aumentan, pero la sociedad es el escudo que nos protege de los ataques. La operación va a continuar igual o más que ahora gracias al respaldo también de políticos honestos, que no están corrompidos y son nuestros aliados. Por eso es importante que nos reafirmemos como una investigación imparcial que tiene como único enemigo la corrupción, sea quien sea quien esté en el poder.- Se propone intensificar la cooperación internacional, incluso con la Argentina y sus autoridades y avanzar en la reciprocidad. Cooperación en donde se encuentra involucrado desde hace décadas mi gran amigo Francisco Benard, abogado y periodista quien junto al que estima que con la ayuda de los mejores puede surgir un resultado beneficioso para la sociedad argentina. Nos está mostrando que a la corrupción hay que atacarla en sus madrigueras; que se puede reaccionar contra los males imperantes; que mientras queden magistrados probos no todo está perdido; que vale la pena golpear las puertas con vigor e insistencia; que hay que perseverar en la lucha por el bien, pues la maltrecha moral pública puede ser restaurada si la sociedad reacciona con la energía que las circunstancias reclaman. Es hora de los argentinos hagamos sentir la repulsión que en esta hora nos en contra de las inmunidades de los corruptos.
Por JORGE B. LOBO ARAGÓN.
Seguramente nunca hemos vivido en nuestro País un período tan lastimoso como el pasado con Cristina Fernández de Kirchner en cuanto a la corrupción. Digo corrupción en general, refiriéndome al peculado, la coima, el soborno, el cohecho, la mentira como acostumbrada norma. Las dádivas interesadas y pervertidoras. Una corrupción generalizada en ciertos sectores, pero que resaltaba y se hacía más notable y dolorosa en los ámbitos de la administración pública, de los gobernantes y, peor aún, de la justicia. Quizás lo que hacía más más afligente era el estado de infección del cuerpo social, o sea la actitud complaciente con que en algunos ambientes se la consideraba. Se dice que corrupciones hubo siempre como si eso fuera suficiente justificativo y motivo convincente para que nos allanemos a tolerarlas. Es claro que sí: desde que Adán comenzó a pecar los hombres le hemos heredado su naturaleza pecadora; pero que seamos proclives a cometer faltas no significa que debamos ser condescendientes con quienes dan o han dado el mal ejemplo, se roban los dineros que la comunidad necesita, se enriquecen administrando los favores que el Estado otorga indebidamente, niegan la justicia por favorecer a privilegiados. En una década a la que por las públicas inmoralidades se la ha calificado de infame, un legislador sorprendido en un cohecho, de vergüenza se suicidó. Había infamia, pero subsistía la vergüenza. Podría pensarse que ahora, para peor, la vergüenza ha desaparecido, y que por lo tanto parte de la sociedad – desvinculada de la moral, del bien, de la verdad – se desbarrancara hacia miasmas putrefactos. Tal vez sea una tendencia ligada a la modernidad, y que por lo tanto aparece como irresistible o inevitable. Pero no debemos desesperar existen en nuestro país muchos fiscales que cumplen acabadamente su función de representantes de la vindicta publica y han demostrado ser imparciales en su cargo dentro de un Poder judicial en el que deben actuar con autonomía funcional sin ninguna dependencia con los demás poderes del estado. Debemos de alguna manera desterrar la lentitud de la justicia y procurar que las investigaciones se eleven y lleguen a juicio oral. Es que ante tanta impunidad la sociedad argentina reacciona. La gente -inquieta- se agita, se mueve, clama por justicia, exige justicia, conmina a los poderes públicos reclamando justicia. Y, a pesar de todos los obstáculos, algo de luz se va haciendo. Una luz que muestra panoramas tenebrosos, pero que es imprescindible examinar para demandar sanciones a los culpables. Se van descubriendo aspectos de la delincuencia que hasta hace años atrás nos hubieran parecido inaccesibles, pues habríamos pensado que un enorme poder oculto conseguiría mantenerlos bajo su manto de oprobio. El pueblo indignado, con el apoyo de un lúcido periodismo – o el indignado periodismo, con el apoyo de un pueblo esclarecido, lo mismo da – va consiguiendo que las investigaciones avancen. En esto nos debe servir de ejemplo el el fiscal Deltan Dallagnol, coordinador de la “fuerza de tareas” de la operación Lava Jato en el Ministerio Público Federal en Curitiba Brasil. Dallagnol, encabeza el grupo de jóvenes fiscales, que reveló el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil. Este novel funcionario formado en la universidad del estado de Paraná que hizo una maestría en Harvard fue quien investigo la vasta red de corrupción descubierta enPetrobras, que involucra a poderosos empresarios y políticos y a desencadenado la posterior destitución de la presidenta Dilma Rousseff y el fin de 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). Un caso que representa una victoria épica contra la enraizada cultura de impunidad. Lo que hay que buscar afirma el joven Fiscal es reformar los sistemas de justicia y de política que generan y permiten la corrupción. Una simple investigación sobre desvíos de dinero en una red de estaciones de servicio y lavaderos de auto (“lava jato” significa lavado a chorro) al toparse con un esquema de sobornos en Petrobras, reveló el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil y que también involucra a nuestro país con algunas de las constructoras involucradas en el esquema de ilícitos, como Odebrecht, que actúa en la Argentina. Es que combatir la corrupción, expone el Fiscal sea quien sea que la practique; es contribuir a la disminución de desvíos de dinero público que debería ser direccionado a educación, salud, saneamiento básico e inversiones productivas y de infraestructura. El objetivo es construir ciudadanía, sobre todo en las personas de baja renta para que entiendan que el dinero desviado por la corrupción afecta la atención que da el Estado a sus necesidades. No somos salvadores de la patria, revela el experto fiscal, pero tenemos muy en claro cuál puede ser la mejor contribución que le podemos dar al país”. Cada día que pasa, los enemigos aumentan, pero la sociedad es el escudo que nos protege de los ataques. La operación va a continuar igual o más que ahora gracias al respaldo también de políticos honestos, que no están corrompidos y son nuestros aliados. Por eso es importante que nos reafirmemos como una investigación imparcial que tiene como único enemigo la corrupción, sea quien sea quien esté en el poder.- Se propone intensificar la cooperación internacional, incluso con la Argentina y sus autoridades y avanzar en la reciprocidad. Cooperación en donde se encuentra involucrado desde hace décadas mi gran amigo Francisco Benard, abogado y periodista quien junto al que estima que con la ayuda de los mejores puede surgir un resultado beneficioso para la sociedad argentina. Nos está mostrando que a la corrupción hay que atacarla en sus madrigueras; que se puede reaccionar contra los males imperantes; que mientras queden magistrados probos no todo está perdido; que vale la pena golpear las puertas con vigor e insistencia; que hay que perseverar en la lucha por el bien, pues la maltrecha moral pública puede ser restaurada si la sociedad reacciona con la energía que las circunstancias reclaman. Es hora de los argentinos hagamos sentir la repulsión que en esta hora nos en contra de las inmunidades de los corruptos.
Dr. Jorge B. Lobo Aragón
San Miguel de Tucumán
República Argentina
Jorgeloboaragon@gmail.com
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