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Por Jorge B. Lobo Aragón.


Mientras nos deleitábamos observando el eclipse de Luna desde nuestro Tafí del valle, degustando el famoso queso tafinisto propio de la zona. Desde la quebradita recordábamos en una reunión de varios – mientras las estrellas y constelaciones parecían estar al alcance de nuestras manos-, la relación de esta asombrosa luna y el amor. El cielo se prestaba fachendoso cubriéndonos bajo millones de esmeraldas luminosas que titilaban sin cesar. Uno se acordó de fenómenos que en antiguas civilizaciones daba lugar a miedos y dioses por el recuerdo de sangre en la luna esplendorosa. Algunos recordaban que la Biblia enseñaba que “el astro algún día se teñirá de sangre” presagiando un gran evento que cambiaría la historia. Otros que miraban sin pestañear gritaban exuberantes y a su vez nostálgicos que solamente era un fenómeno astronómico insólito y majestuoso que no lo podríamos ver sino desde la eternidad. Uno despreocupándose de la versión apocalíptica y maneando su cabeza” dijo ser un aficionado a los platillos voladores y aseveraba con confianza científica que el eclipse está vinculado con el fenómeno OVNI, afirmando que seres extraterrestres están pendientes de nosotros, dispuestos a ayudarnos y que la influencia alienígena será una revelación de muchos misterios. Un aficionado al Tarot aprovechaba la ocasión para interpretar el fenómeno como clave espiritual y simbólica con renovación hacia un nuevo mundo.

El sacerdote amigo que se encontraba en el grupo enseñaba las palabras proféticas de la Biblia enseñando que los números, las formas, los colores, los animales tienen cada uno su significado teológico. Que cualquier señal debe ser mirada desde la fe, y no como un programa de futuros acontecimientos históricos, políticos o astronómicos. Que el Apocalipsis seguirá siendo para siempre un escrito extraordinario y mágico que anuncia la salvación de Cristo de una forma asombrosamente bella y sugerente. Esa noche enseñaba el curita era una inmensa liturgia. Una gran Misa cósmica. Sin embargo en el jeroglífico de la conversación bajo el silencio de la noche un acriollado en el lugar, consustanciado con sus esencias y partícipe de sus tradiciones nos decía que sus antepasados siempre recordaban a la luna como la constante y fiel amiga de la tierra. Amiga consecuente, invariable, perseverante y ejemplo de amor eterno. Otro de la rueda que miraba suspendido y transportado se entusiasmó con este concepto, agregaba que la Luna cualquiera sea su color es la eterna enamorada de nuestro planeta como lo muestra manteniéndose siempre en su entorno y mostrándole invariablemente la misma cara. Era una noche que asombraba por los multicolores y asombrosos arcoíris de luminarias y cometas que nos hablaban y envolvían de amor. Esa noche inolvidable en el valle, nos ponía nuevamente en contacto con ranciedades que nos sumergen en misterios insondables de nuestra historia milenaria que no eran ajenos al fenómeno que nos extasiaba. La luna roja Del Valle le cantaba al agua, al viento y a los pétalos del amancay. Nos mostraba con su hechizo que nuestro Tafí no es del pasado ni del futuro sino que es perenne, que es eterno y que se mantiene vivo. Que es también una muestra de amor de la naturaleza que nos concedió el Supremo. Una obra de amor y eclipse de luna.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Julio 22, 2017


 

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