NIÑA DE AYOHUMA – CAPITANA DEL EJÉRCITO DEL NORTE – SARGENTO MAYOR DE CABALLERÍA
Se hacía llamar “La Capitana” y solía mostrar las cicatrices de los brazos y relatar que las había recibido en la Guerra de la Independencia, consiguiendo sólo que quienes la oían pensaran que estaba loca o senil. No conforme con su suerte, el 23 de octubre de 1826, inicia la gestión a través de Manuel Rico, para el cobro de una retribución, quien firma en su nombre y agregando como documentación respaldatoria de su solicitud, una Certificación de Servicios firmada por el Coronel Hipólito Videla: se da origen a el expediente, con la carta que se transcribe, a efectos se le abonasen 6.000 pesos para “acabar su vida cansada” en compensación de sus servicios a la patria y por la pérdida de su esposo e hijos. (El sueldo máximo en el país, era el del gobernador, de 7992 pesos anuales).
Dice la misiva: “Doña María Remedios del Valle, Capitana del Ejército, a V.S. debidamente expone. Que desde el primer grito de la Revolución tiene el honor de haber sostenido la justa causa de la Independencia, de una de aquellas maneras que suelen servir de admiración a la Historia de los Pueblos. Si Señor Inspector, aunque aparezca envanecida presuntuosamente la que represento, ella no exagera a la Patria sus servicios, sino a que se refiere con su acostumbrado natural carácter lo que ha padecido por contribuir al logro de la independencia de su patrio suelo que felizmente disfruta. Si los primeros opresores del suelo americano aún miran con terror respetuoso los nombres de Caupolicán y Galvarino, los disputadores de nuestros derechos por someternos al estrecho círculo de esclavitud en que nos sumergieron sus padres, quizás recordarán el nombre de la Capitana Patriota, María de los Remedios, para admirar su firmeza de alma, su amor propio y su obstinación en la salvación y libertad americana; aquellos al hacerlo aún se irritarán de mi constancia y me aplicarán nuevos suplicios, pero no inventarán el del olvido para hacerme expirar de hambre como lo ha hecho conmigo el Pueblo, por quien tanto he padecido. Y ¿quién lo hace? Con quién por alimentar a los jefes, oficiales y tropa que se hallaban prisioneros por los realistas, por conservarlos, aliviarlos y aún proporcionarles la fuga a muchos, fue sentenciada por los caudillos enemigos Pezuela, Ramírez y Tacón, a ser azotada públicamente por nueve días; con quién, por conducir correspondencia e influir a tomar las armas contra los opresores americanos, y batiéndose con ellos, ha estado siete veces en capilla, con quién por su arrojo, denuedo y resolución con las armas en la mano, y sin ellas, ha recibido seis heridas de bala, todas graves; con quién ha perdido en campaña, disputando la salvación de la Patria, su hijo propio, otro adoptivo y su esposo!!!, con quién mientras fue útil logró verse enrolada en el Estado Mayor del Ejército Auxiliar del Perú como Capitana, con sueldo, según se daba a los demás asistentes y demás consideraciones debida a su empleo. Ya no es útil y ha quedado abandonada, sin subsistencia, sin salud, sin amparo y mendigando. La que represento ha hecho toda la campaña del Alto Perú; ella tiene un derecho a la gratitud argentina, y es ahora que lo reclama por su infelicidad. María Remedios del Valle, servía en los hospitales y animaba en las líneas, aún en el acto de la lucha y por esa causa recibió las heridas que menciona”.
Dicha solicitud esta firmada por Manuel Rico, a ruego de la suplicante.
Si algún lector inadvertido piensa que esta petición tuvo una resolución favorable, lamento desilusionarlo, nada de eso pasó. Después de una larga gestión, algo normal en nuestro país con las burocracias estatales, el 24 de marzo de 1827, el Ministro de Guerra, General Francisco Fernández de la Cruz, decretó “quela peticionante se dirigiese al Congreso por no estar en las facultades del Gobierno el conceder gracia alguna que importe erogación del Erario”. Bueno, acá debemos hacer un alto en la historia de Remedios y trazar una pequeña semblanza de este “ministro de guerra” ¿No está en el cargo, entre otras obligaciones, para velar por los miembros de las Fuerzas Armadas? Pues parece que este “general” no. Nada bueno dice su “hoja de ruta” en el ejército, además de conspiraciones y de querer usar el Ejército del Norte para las luchas civiles; fue arrestado; sale en libertad, no se lo degrada. Regresa a Buenos Aires a mediados de 1821. Fue nombrado Ministro de Guerra de Martín Rodríguez; siguió en el ministerio durante el gobierno de Las Heras, luego Ministro de Relaciones Exteriores del presidente Rivadavia. Apoyó la revolución contra el Gobernador Manuel Dorrego, integrando el consejo consultivo de Lavalle; luego huyó a Montevideo tras la derrota unitaria. Como vemos, su reticencia para con quienes, como él, que también integró el Ejército del Norte siendo segundo de San Martín y Belgrano, que lucharon por las libertades y la independencia de su país, le representaban poco y nada a su interés de velar por los derechos de una vida digna, una vez concluidas las batallas en que habían participado. En esto de darles la espalda a sus camaradas, estando en lugares de privilegio, no es nada nuevo en la historia argentina, pasada y presente.
Corría el año 1827 y una mañana, el General Viamonte, cruzando la Plaza de la Recova, que dividía las plazas de la Victoria y del Fuerte, (Hoy Plaza de Mayo) observa una anciana, que con una vieja chaqueta militar, faldón remendado, descalza, envuelto su cuerpo en un manto de bayetón, callada, casi hosca, pidiendo una limosna para comer; se acerca para depositarle unas monedas y al observarla detenidamente, reconoce el rostro de quien fuera su subordinada en el Ejército del Norte y en varias de las batallas que protagonizó como Soldado de la Patria, junto a ella “Era la Capitana, la Madre de la Patria”. “Ella relata que había golpeado varias veces la puerta de su casa y la habían espantado por pordiosera”. Comienza, sin suerte a gestionar como diputado, una pensión de guerra para La Capitana. María Remedios del Valle, se dirigió más tarde a la Legislatura, cuya Comisión de Peticiones se expidió el 1 de octubre de 1827, aconsejando este proyecto de decreto: “Por ahora y desde esta fecha, la suplicante gozará del sueldo de Capitán de Infantería y devuélvase el expediente para que ocurriendo al P. E. tenga esta resolución su debido cumplimiento”
Otra vez, el mismo lector desprevenido pensará que acá estuvo en gran parte solucionado el problema acuciante que padecía La Capitana, María Remedios, nuevamente, lamento desilusionarlo; el expediente de mención estuvo “estancado, cajoneado” como mejor quede en el léxico administrativo. La Presidencia de la Junta decidió que tenían temas más importantes que atender. Se luchaba aún la guerra del Brasil y Buenos Aires, permanecía bloqueado por segundo año consecutivo, por las fuerzas navales del Imperio Brasileño. CONTINUARÁ…
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NIÑA DE AYOHUMA – CAPITANA DEL EJÉRCITO DEL NORTE – SARGENTO MAYOR DE CABALLERÍA
Se hacía llamar “La Capitana” y solía mostrar las cicatrices de los brazos y relatar que las había recibido en la Guerra de la Independencia, consiguiendo sólo que quienes la oían pensaran que estaba loca o senil. No conforme con su suerte, el 23 de octubre de 1826, inicia la gestión a través de Manuel Rico, para el cobro de una retribución, quien firma en su nombre y agregando como documentación respaldatoria de su solicitud, una Certificación de Servicios firmada por el Coronel Hipólito Videla: se da origen a el expediente, con la carta que se transcribe, a efectos se le abonasen 6.000 pesos para “acabar su vida cansada” en compensación de sus servicios a la patria y por la pérdida de su esposo e hijos. (El sueldo máximo en el país, era el del gobernador, de 7992 pesos anuales).
Dice la misiva: “Doña María Remedios del Valle, Capitana del Ejército, a V.S. debidamente expone. Que desde el primer grito de la Revolución tiene el honor de haber sostenido la justa causa de la Independencia, de una de aquellas maneras que suelen servir de admiración a la Historia de los Pueblos. Si Señor Inspector, aunque aparezca envanecida presuntuosamente la que represento, ella no exagera a la Patria sus servicios, sino a que se refiere con su acostumbrado natural carácter lo que ha padecido por contribuir al logro de la independencia de su patrio suelo que felizmente disfruta. Si los primeros opresores del suelo americano aún miran con terror respetuoso los nombres de Caupolicán y Galvarino, los disputadores de nuestros derechos por someternos al estrecho círculo de esclavitud en que nos sumergieron sus padres, quizás recordarán el nombre de la Capitana Patriota, María de los Remedios, para admirar su firmeza de alma, su amor propio y su obstinación en la salvación y libertad americana; aquellos al hacerlo aún se irritarán de mi constancia y me aplicarán nuevos suplicios, pero no inventarán el del olvido para hacerme expirar de hambre como lo ha hecho conmigo el Pueblo, por quien tanto he padecido. Y ¿quién lo hace? Con quién por alimentar a los jefes, oficiales y tropa que se hallaban prisioneros por los realistas, por conservarlos, aliviarlos y aún proporcionarles la fuga a muchos, fue sentenciada por los caudillos enemigos Pezuela, Ramírez y Tacón, a ser azotada públicamente por nueve días; con quién, por conducir correspondencia e influir a tomar las armas contra los opresores americanos, y batiéndose con ellos, ha estado siete veces en capilla, con quién por su arrojo, denuedo y resolución con las armas en la mano, y sin ellas, ha recibido seis heridas de bala, todas graves; con quién ha perdido en campaña, disputando la salvación de la Patria, su hijo propio, otro adoptivo y su esposo!!!, con quién mientras fue útil logró verse enrolada en el Estado Mayor del Ejército Auxiliar del Perú como Capitana, con sueldo, según se daba a los demás asistentes y demás consideraciones debida a su empleo. Ya no es útil y ha quedado abandonada, sin subsistencia, sin salud, sin amparo y mendigando. La que represento ha hecho toda la campaña del Alto Perú; ella tiene un derecho a la gratitud argentina, y es ahora que lo reclama por su infelicidad. María Remedios del Valle, servía en los hospitales y animaba en las líneas, aún en el acto de la lucha y por esa causa recibió las heridas que menciona”.
Dicha solicitud esta firmada por Manuel Rico, a ruego de la suplicante.
Si algún lector inadvertido piensa que esta petición tuvo una resolución favorable, lamento desilusionarlo, nada de eso pasó. Después de una larga gestión, algo normal en nuestro país con las burocracias estatales, el 24 de marzo de 1827, el Ministro de Guerra, General Francisco Fernández de la Cruz, decretó “que la peticionante se dirigiese al Congreso por no estar en las facultades del Gobierno el conceder gracia alguna que importe erogación del Erario”. Bueno, acá debemos hacer un alto en la historia de Remedios y trazar una pequeña semblanza de este “ministro de guerra” ¿No está en el cargo, entre otras obligaciones, para velar por los miembros de las Fuerzas Armadas? Pues parece que este “general” no. Nada bueno dice su “hoja de ruta” en el ejército, además de conspiraciones y de querer usar el Ejército del Norte para las luchas civiles; fue arrestado; sale en libertad, no se lo degrada. Regresa a Buenos Aires a mediados de 1821. Fue nombrado Ministro de Guerra de Martín Rodríguez; siguió en el ministerio durante el gobierno de Las Heras, luego Ministro de Relaciones Exteriores del presidente Rivadavia. Apoyó la revolución contra el Gobernador Manuel Dorrego, integrando el consejo consultivo de Lavalle; luego huyó a Montevideo tras la derrota unitaria. Como vemos, su reticencia para con quienes, como él, que también integró el Ejército del Norte siendo segundo de San Martín y Belgrano, que lucharon por las libertades y la independencia de su país, le representaban poco y nada a su interés de velar por los derechos de una vida digna, una vez concluidas las batallas en que habían participado. En esto de darles la espalda a sus camaradas, estando en lugares de privilegio, no es nada nuevo en la historia argentina, pasada y presente.
Corría el año 1827 y una mañana, el General Viamonte, cruzando la Plaza de la Recova, que dividía las plazas de la Victoria y del Fuerte, (Hoy Plaza de Mayo) observa una anciana, que con una vieja chaqueta militar, faldón remendado, descalza, envuelto su cuerpo en un manto de bayetón, callada, casi hosca, pidiendo una limosna para comer; se acerca para depositarle unas monedas y al observarla detenidamente, reconoce el rostro de quien fuera su subordinada en el Ejército del Norte y en varias de las batallas que protagonizó como Soldado de la Patria, junto a ella “Era la Capitana, la Madre de la Patria”. “Ella relata que había golpeado varias veces la puerta de su casa y la habían espantado por pordiosera”. Comienza, sin suerte a gestionar como diputado, una pensión de guerra para La Capitana. María Remedios del Valle, se dirigió más tarde a la Legislatura, cuya Comisión de Peticiones se expidió el 1 de octubre de 1827, aconsejando este proyecto de decreto: “Por ahora y desde esta fecha, la suplicante gozará del sueldo de Capitán de Infantería y devuélvase el expediente para que ocurriendo al P. E. tenga esta resolución su debido cumplimiento”
Otra vez, el mismo lector desprevenido pensará que acá estuvo en gran parte solucionado el problema acuciante que padecía La Capitana, María Remedios, nuevamente, lamento desilusionarlo; el expediente de mención estuvo “estancado, cajoneado” como mejor quede en el léxico administrativo. La Presidencia de la Junta decidió que tenían temas más importantes que atender. Se luchaba aún la guerra del Brasil y Buenos Aires, permanecía bloqueado por segundo año consecutivo, por las fuerzas navales del Imperio Brasileño. CONTINUARÁ…
Patricio Anderson
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 7, 2021