LA SECTA DEL ODIO

Hijos que acusan a sus padres en los casos de lesa humanidad
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Por Fabian Kussman.

 

 

Cuando se escucha la palabra “sectas”, tal vez lo primero que nos llega a la mente es la imagen de un grupo de zombis alabando al Elegido. En mi caso, el primer escenario en mis pensamientos es ese elegido beneficiado. El cerebro humano es muy frágil o muy poderoso. En oportunidades nos lleva a creer cosas absurdas. Arthur Conan Doyle (Si, el creador de Sherlock Holmes) creía en las hadas. En ocasiones fuerza a plegarse a terribles causas con el poder del convencimiento, tal como lo hizo Albert Speer, el arquitecto de Hitler. Speer fue envuelto por el discurso del austríaco y luego se dejó llevar a los extremos engolosinado por la pizca de poder que había adquirido.

Y en tiempos actuales, llegamos a uno de los mejores productos inventados por el poderoso cerebro de Néstor C. Kirchner: La secta del odio, como elemento de lucha. El cambio de la historia introduciendo a grupos terroristas como héroes y víctimas. Moldeando opiniones, cambiando hechos, instigando reacciones, convirtiendo a violentos fanáticos en jóvenes maravillosos, instalando en la sociedad la bandera de treinta mil desaparecidos, una bandera que ni el presidente Macri ha podido arriar, con juicios estalinistas que han enviado sin pruebas y sin justa defensa a la cárcel y al cementerio a ex uniformados (jueces, civiles y mujeres). Hasta arribar a nuestros días y encontrar la siguiente metodología en la lucha por el poder: Los soldados eternos. Estos que no están en el campo de batalla y no caerán bajo el fuego adversario. Son aquellos que, con la misma proclama del terrorismo, exponen sus historias individuales con el mismo tono. Son estos los hijos que acusan a sus padres de genocidas, otro excelente logro de la dictadura K, brillante a la hora de deformar el significado de las palabras.

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Hitler
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Kirchner
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Silletta
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Sheremer
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Muchos observamos a los conductores del programa emitido por telefe asentir con sus cabezas -sin cuestionamiento alguno- a los invitados que derrochaban denuncias contra sus progenitores, tal vez ignorando el mensaje oculto: Sus historias en común tenían un discurso en común. El odio hacia sus padres y el legado de odio que intentan dejar en su descendencia.

Alfredo Silleta es un investigador de sectas y cultos, a los cuales -en su mayoría- describe como muy peligrosos. Allí se impone amor al líder y odio a sus propias familias con situaciones en las cuales, los propios padres entregan a sus hijos menores para ser los amantes del supremo guía espiritual. Su par norteamericano sería el doctor Michael Shermer, quien en su libro Porqué Gente cree en Cosas Extrañas habla de Proyección, el proceso de atribuir a otra persona -como si fuera su propia idea, su propio pensamiento- algo que nosotros concebimos. Y cuan susceptible a esto nuestra mente es. ¿Qué ocurre con estos hijos (Que transfieren a sus propios hijos este odio) cuando hablan? Vociferan de genocidas como si fuera esta palabra un término que ellos mismos acuñaron. Genocidas y culpables. No importa si hubo o no juicio. No importa si estos se desarrollaron conforme a derecho o no. La presunción de inocencia, en estas mentes capturadas, no existe.

Suerte para mí, nunca he tenido que interrogar a mi padre con respecto a su conducta y a sus acciones. Simplemente porque no lo he necesitado. Los fiscales que armaron la causa (Y muy mal fabricada) y los jueces intervinientes se han encargado de sepultar cualquier tipo de dudas que hasta un fanático pueda tener. Es tal vez, lo único que puedo agradecerles a estos funcionarios.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Noviembre 17, 2017


 

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