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  Por Prof. Mgtr. María Elena Cisneros Rueda.

El primer jueves del mes de marzo de 1981, mi esposo José López Rega me dijo alegremente una mañana durante el desayuno, que  yo le servía en la cama:

“Gordi, vamos a Lausanne a almorzar a la Trattoría, porque hoy hay minestrone y tengo ganas de tomarme un par de platos-“

Nos gustaba la Trattoría porque era un lugar alegre, bullicioso y bullanguero debido a que todos los trabajadores, españoles, italianos, yugoslavos y checos se reunían allí para sus comidas. No era un lugar de turismo o de alto nivel, pero nos encantaba porque de alguna manera nos sentíamos “en casa” y los jueves siempre servían humeante “minestrone” con grandes trozos de pan con ajo, una botella  de vino italiano en mesas redondas cubiertas de manteles a cuadros rojos y blancos. El postre eran grandes porciones de budín o tiramisú con crema y salsa de caramelo todo casero traído desde la cercana Italia. Cuando estábamos en el cafecito  final mi esposo me dijo muy contento:

“Gordi ,dentro de unos días vas a cumplir 30 años y yo me estoy haciendo viejo, entonces, quiero que vayamos a un lugar especial y voy a comprarte un regalo especial”.

Mis ojos brillaron de emoción y dije: ”¡Ay Amor, el libro de la Sinfonía Fantástica de Berlioz!”. Mi marido dio un respingo y dijo un poco cohibido: “Eh! Beh! No, realmente, es otra cosa”. Yo respondí entonces sorprendida : ”Te aseguro que ni el director de la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos lo tiene!”..“Bueno…este, no es ese libro, es otra cosa”, respondió el sorbiendo su café.

Entonces, yo más emocionada todavía dije: ”¡Ya sé!, la integral de Chopin por Nikita Magaloff, mi maestro amado”, mi marido movió la cabeza y dijo “Nop”. Yo casi salté en el asiento y dije: ”Entonces la integral de Beethoven por Alfred Brendel!”…”Nop”…”Ya sé! los discos de Claudio Arrau! Como lo adoro”, porque habíamos tenido la oportunidad de conocerlo en Montreux y él me había dado algunos consejos sobre la interpretación de mis obras…mi marido me miró con sus picaros ojos verdes que tanto amaba mirar bien de cerca para nunca olvidarlos y me dijo: ”Mejor vamos directamente y vas a ver lo que es y estoy seguro te va a encantar”.

Salimos a la fría siesta de la ciudad, caminamos por las callecitas conocidas, subimos una cuesta  y llegamos delante de una joyería muy conocida. Mi marido dijo triunfal: ”Llegamos” Yo quedé muda y luego agaché la cabeza con mi grueso gorro de lana y dije: ”¡Ay No amor! Joyas, no, además son caras y para qué? Cuándo voy a usar, ¿dónde? Me siento incómoda con joyas” …

Mi marido me tomó por los hombros con sus dos manos y me dijo: “Amorcito, yo voy a irme del mundo mucho antes y quiero dejarte algo de valor para que en un momento de necesidad puedas vender, eso es todo”.“Y…de dónde sacas el dinero para eso eh? De lo poco que hay para una grave emergencia? Cada centavo tenemos que cuidar porque vas a necesitar, para lo que venga y no quiero que gastes en banalidades, por favor, no quiero”. El me acarició la cara con ternura  me pidió que al menos viera lo que era. Acepté y entramos. Para mi sorpresa, se acercó el joyero presuroso: “Monsieur Lopéz” ( con el acento en la e). Yo pregunté por lo bajo, en qué momento había estado antes ahí, porque yo estaba 24/7 con él y me dijo: “Aquel día que te fuiste a la casa de música a buscar hojas de pentagrama y la Elegía de Rachmaninof que tenías que interpretar para los viejitos”. Yo me acerqué a su oído y dije despacito: ”Y entonces me jodiste”, el río pilluelo: “jijijijiji te jodi!”.

El joyero nos hizo poner dos sillas bellamente forradas y trajo una caja roja diciendo: ”Voilá Madame, esto escogió el caballero para usted” En verdad era una preciosa parure de esmeraldas y diamantes que contenía collar, aretes, pulsera, cadena y una solitaria esmeralda que refulgía a la luz de la sala. Solo por amabilidad, acepté probarme todo el juego ante las miradas admirativas del joyero que quería vender. Yo pregunté : ”¿Son buenos estos diamantes o solo entornan a las piedras?” El joyero dio un paso atrás valorando su mercadería. Yo respondí tranquila: ”Monsieur, en Amsterdam tuve la oportunidad de escoger un anillo cuyo diamante valía 180 mil dólares, por eso le pregunto”– Ahí fue mi marido quien dio el respingo y acercándose a mi oído me preguntó: : ”Eh ¿Cuándo estuviste en Amsterdam?”, yo acerqué mi cabeza a la suya  y lo besé en la punta de la nariz y le dije: ”En enero del 75”,. “-Y… yo dónde estaba?” preguntó. Le respondí: ”- y por allá en el sur tratando  con el viejo cejijunto (Massera) con aires de conquistador que soñaba con ser presidente y te hacía la vida imposible”. Él dijo entonces: ”Ah! Es cierto, ahí estaba, qué tiempos tremendos fueron esos” y de alguna manera su cara se ensombreció. El joyero creyó que estábamos discutiendo y propuso servirnos café. Yo salté sobre la oportunidad y quitándome con parsimonia toda la joyería le dije que en efecto nos iríamos a la Casa de Té de la esquina y volveríamos luego, pero yo sabía que no volvería nunca más. Al salir mi esposo me dijo que había pasado vergüenza,  entonces  le pregunté si en verdad quería regalarme algo que yo quisiera y que fuera único. Su respuesta fue afirmativa. Entonces le propuse caminar unas calles más e ir a un negocio cercano donde había algo con lo que yo soñaba, pero advertí que tenía su precio (aunque seguramente mucho menos que las piedras verdes, pensé). Eso lo alegró, me abrazó y caminamos llegando ante una vitrina donde campeaba en rojo el nombre “Singer”.

Él me miró sorprendido y me dijo: ”-¿Una máquina de coser?” ¿”Soy Evita acaso?” Le pedí entrar y luego decidir. Entramos y el vendedor nos ofreció enseguida todo tipo de máquinas de coser a lo que yo respondí: -“Venimos por la Singer 2000”, ahí mi esposo quedó estático y dijo: ”Faltan 20 años para el 2000 ¿cómo es que habría una máquina ahora para el 2000?” Le expliqué que sí la había, y era una verdadera “joya”,  el vendedor asintió encantado. Fuimos al fondo de la tienda y allí estaba la famosa Singer 2000 sobre un mantel dorado mostrando toda su belleza. Mi esposo me preguntó, dónde supe que había tal máquina y le dije: ”-En el Burda”-, el sorprendido dijo: -“¿En el qué?-” le expliqué que era la revista de modas que yo solía comprar en Paraná y ahí había visto esta preciosura. Me explicaron todo lo que hacía, que era impensable para esa época. Al colocar el pedal, se enchufaba al mismo tiempo porque era portátil y eléctrica. Yo suspiré encantada y mirando a mi marido le dije:-“Ésta joya quiero”-

Todo lo imaginable yo confeccioné con mi Singer 2000: cortinas, manteles, individuales, sábanas, servilletas, pantalones, faldas, blusas, bordados de todo tipo, zurcidos, hilvanados, ella lo hacía todo.

Cuando mi esposo estuvo preso  en Argentina y los abogados me conseguían permiso para visitarlo, porque para la ley y para su familia yo “no era nadie”   ( pero para pagar abogados y todo el resto sí existía), entonces le preparaba primorosos mantelitos y toallas y fundas para que sintiera que estábamos siempre juntos. Cuando entregué la casa de Villeneuve porque ya no podía pagar el alquiler, la Singer fue conmigo. Me acompañó hasta Ginebra cuando estuve en la Universidad. Vino conmigo a Paraguay, estuvo en lugar de honor en la primera casa que alquilé y luego en el departamento al que mamá y yo nos mudamos y luego a la casa cerca del Colegio francés. En la última casa que habitamos la guardaba celosamente en el closet y la sacaba para preparar ropa de cama para mamá durante su larga enfermedad. Al alquilar este chalecito en San Lorenzo ya no tengo suficiente lugar, por tanto hace casi tres años que está guardada en la estantería rústica de segunda mano que compré para colocar mis libros. Estoy pensando llevarla a un servicio completo en cuanto cobre el aguinaldo porque como me embargaron el sueldo por mala pagadora, ahora mismo  no puedo hacerlo.

El otro día la saqué y la limpié para las fotos. Al guardarla, miré hacia el retablo de fotos de mi amado esposo ausente y le dije:

_” ¿Te das cuenta amor? Sigue siendo más valiosa que tus piedras verdes, y aquí está conmigo, mi hermosa Singer 2000”

 

MARÍA ELENA CISNEROS RUEDA, nacida el 16 de marzo de 1951, en la Provincia de Entre Ríos, Argentina, es: profesora superior de danzas clásicas, profesora superior de danzas españolas, maestra normal nacional, profesora superior de piano, profesora superior de teoría y solfeo, dactilógrafa, licenciada en Ciencias de la Educación, en la  Universidad de Ginebra, Suiza, profesora superior de idioma francés, habla además español inglés, italiano, portugués y hebreo bíblico. Ha compuesto más de 150 obras musicales y escrito: “Cuaderno de Iniciación Musical”, y 15 libros de partituras entre los que se encuentran: “La educación musical de los pequeñitos”, “El señor de la Isla” (obtuvo premio de la ciudad de Meyrin. Suiza), “Rulos y Bigotes”, “La evolución de la musicoterapia a través del tiempo”. En deportes ha practicado: natación, tenis, equitación, golf y cetrería. Entre otros, ha recibido premios como: “Ciudad de Meyrin” (Suiza) en Literatura. “Gian Batista Viotti” (Italia) en música, y “ Rosa Mística”, (Curitiba. Brasil) en piano. Se ha desempeñado como profesora de Parvularios y  Técnica especializada en Dirección y Supervisión de Escuelas de la Universidad Católica Argentina. Es creadora del “Atelier de Creation Musical”, en Ginebra. Suiza y   creadora del “Centro Pedagógico Musical”, en la Escuela de Música de Paraguay. Posee un Masteradocen de Musicoterapia y es doctorante en la Universidad de Cambridge (Reino Unido de Gran Bretaña).  Un Masterado en Educación Musical en el Instituto de Ribaupuerre Lausanne de  Suiza. Y un Masterado en “Educación y Didáctica Universitaria” en la Universidad Americana de Paraguay. En ese país, donde reside ha sido profesora en: El Ateneo Paraguayo, Colegio de San José, Colegio Teresiano, Colegio San Nicolás de Bari, Panamericana International School, Colegio Francés, Universidad Evangélica, y Universidad Nacional. Actualmente es Profesora investigadora en el Centro de Investigación de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte. Universidad Nacional de Asunción y da clases de piano en la casa que alquila en “Rincón San Lorenzo” un humilde barrio de Asunción. Siendo proteccionista convive con 12 perros y 20 gatos, rescatados. Así espera que el tiempo transcurra y finalmente la lleve a reunirse nuevamente con el amor de su vida, JOSÉ LÓPEZ REGA, quien, en junio de 1989, le dijera por última vez: “Hasta que la muerte nos vuelva a unir”.

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Octubre 15, 2021


 

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