Desde el año 2004, cuando empezaron a abrirse los juicios denominados de lesa humanidad, se vienen escuchando infinidad de mensajes que dan la solución a este tema. Lo cierto es que estamos en el 2023, pasaron casi veinte años y cada vez son más los juicios y más los presos.
Apenas el Congreso Nacional declaró la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que fuera la puerta de apertura de los juicios, muy pocos realmente tuvieron la sensatez de ver lo que vendría. La mayoría optó por pensar y hasta sostener vehementemente que era imposible que los juicios se abrieran, pues legalmente no había forma. El entonces gobierno kirchnerista encontró la forma y los juicios se abrieron.
Apenas cayeron los primeros detenidos, los mismos que decían que nada pasaría, con aire de sabelotodo exponían que sólo irían presos los jefes y los casos más emblemáticos. Ello fue así solo al principio, tan solo al comienzo, hoy están presos los subtenientes, los sargentos, los cabos y hasta los agentes de policía.
Ya, con gran cantidad de militares y policías presos, se comenzó a decir que en el 2010 con motivo del Bicentenario, el entonces gobierno kirchnerista estaba preparando una amnistía para “los de lesa”, como una forma de perpetuarse en el poder. Ridícula idea que muchos creyeron. Obviamente, la amnistía nunca llegó.
Tiempo después se digo que el entonces Jefe del Ejército, amigo de la madre putativa de todos los argentinos, preparaba una sorpresa para los detenidos. Hasta circulaban supuestos reuniones con brindis y todo que auguraba la “buena nueva”, de fuentes más que seguras. La sorpresa nunca llegó, bueno en rigor de verdad quizás sí, el ahora ex Jefe del Ejército salió absuelto en el juicio que le hicieron en exactamente las mismas condiciones funcionales y probatorias que otros camaradas que salieron condenados. Hasta la Sala de Casación, que se cansó de revocar absoluciones, a él se la confirmo.
Más cercano en el tiempo, en el 2015, muchos se prepararon para los festejos dado que había triunfado en las elecciones presidenciales el candidato de la oposición que hablaba del “curro de los derechos humanos”. La ilusión se desvaneció rápidamente como llegó. No solo mantuvo la misma estructura de abogados querellantes en la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación, sino que su gobierno salió velozmente a repudiar y hasta sancionar una ley en segundos contra la decisión de la Corte Suprema de otorgar el “2×1” a un militar condenado.
La quimera de un final para estos juicios se mantiene intacta en muchos aún, que ahora la ven en un candidato u otro de la oposición, que prometen lo que sea para ganar unos votos más. Lo cierto es que no podemos seguir esperando que algún político se apiade de los militares, policías y civiles presos para terminar con las aberraciones jurídicas que se cometen en estos juicios desde hace casi veinte años.
Nadie va a pelear una contienda por nosotros, si nosotros no lo hacemos primero. ¿Quien se hará cargo de un tema que no solo no es agenda política sino que a los propios interesados parece no importarles? Basta ver una marcha para advertir que son los mismos “diez locos” de siempre o las sillas vacías de los Tribunales Orales sin camaradas que acompañen a los que van a ser irremediablemente condenados.
No podemos seguir sumergidos en nuestra propia “eterna” inactividad de años, la cual hemos escondido durante estas dos décadas tras la fantasía de una solución mágica que acabe con esta persecución de odio y venganza. Ello, nos ha reducido a un minúsculo grupo marginal de la sociedad, blandiendo tibiamente un tema que a la sociedad no le importa.
Ya basta de estériles reuniones privadas donde se desarrollan faustosas ideas, la mayoría impracticables; retransmitir “al oído” supuestas “informaciones confidenciales A1” y hasta rebuznar por la suerte de los compañeros de armas por las redes sociales; ello solo sirve para calmar la conciencia. Hay que jugársela y salir a la palestra.
Aclaramos, no estamos diciendo que no haya camaradas que no se la juegan. Los hay, como la Unión de Promociones (UP), la Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas del Terrorismo en Argentina (AFAVITA), la Asociación de Veteranos de la Guerra Contra el Terrorismo (AVGCT) o la Comisión de Homenaje a Policías y Ciudadanos Muertos por la Violencia, entre otras; las mismas Promociones o camaradas que, en solitario, se exponen corajudamente en público, como los que escriben libros o hasta esta misma página que denuncian las terribles arbitrariedades y mentiras del relato impuesto o también en solitario ayudan generosamente a los detenidos. Pero tristemente son los menos. La gran mayoría ha optado por hacer exactamente “nada”, convirtiéndose, como siempre decimos, tan solo en “Rambos del Teclado” (WhatsApp). Los civiles parecen tener más agallas que muchos uniformes, quienes si se exponen valientemente como la Asociación Abogados por la Justicia y la Concordia, la Asociación de Abogados Defensores de los Derechos Humanos de Latinoamérica o el Centro de Estudios Legales sobre Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv). Ni hablar de los abogados defensores que se la juegan a diario, sufriendo persecuciones, agresiones, humillaciones y hasta infundadas denuncias en los Tribunales de Ética de los Colegiados de Abogados que ponen en riesgo su fuente laboral.
Entre nosotros, demasiadas organizaciones y muy poca gente. Parece que en vez de unirnos y aunar esfuerzos, cada uno quiere tener la suya propia.
Volviendo al punto. Nuestros presos no tienen más tiempo. Se mueren en un penal o se marchitan en sus domicilios. Que más tiene que pasar para que reaccionen y abandonen su zona de confort. Quizás ya no haya punto de inflexión que los haga reaccionar, pues se han pasado todos los posibles y nadie se mosqueó. Las causas se multiplican día a día con nuevos y más imputados, intentándose ahora por todos los medios revocar las domiciliarias ya concedidas.
¿Hay solución para los juicios de lesa? Por supuesto que la hay y claramente dentro del estado de derecho. Son arduas y trabajosas pero posibles. Excedería mucho esta columna exponer las mismas. La cuestión es que sino visibilizamos la problemática, si no demostramos que somos muchos los que queremos terminar con la ilegalidad, que nuestros presos no están solos que todos estamos con ellos –con demostraciones claras y contundentes-, si no damos la cara para explicarle a la sociedad lo que realmente está pasando y el gran negocio de estos juicios contando la verdad de los sucedido en los años 70 sin cortapisas; tan solo será un mero propósito que morirá en eso, una efímera aspiración.
Quizás estemos predicando en el desierto y el Lunes todo siga igual, pero como digo Gandhi: “Mañana tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados. Pero no podremos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a pelear”.
◘
Por Dr. Gonzalo Miño.
Desde el año 2004, cuando empezaron a abrirse los juicios denominados de lesa humanidad, se vienen escuchando infinidad de mensajes que dan la solución a este tema. Lo cierto es que estamos en el 2023, pasaron casi veinte años y cada vez son más los juicios y más los presos.
Apenas el Congreso Nacional declaró la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que fuera la puerta de apertura de los juicios, muy pocos realmente tuvieron la sensatez de ver lo que vendría. La mayoría optó por pensar y hasta sostener vehementemente que era imposible que los juicios se abrieran, pues legalmente no había forma. El entonces gobierno kirchnerista encontró la forma y los juicios se abrieron.
Apenas cayeron los primeros detenidos, los mismos que decían que nada pasaría, con aire de sabelotodo exponían que sólo irían presos los jefes y los casos más emblemáticos. Ello fue así solo al principio, tan solo al comienzo, hoy están presos los subtenientes, los sargentos, los cabos y hasta los agentes de policía.
Ya, con gran cantidad de militares y policías presos, se comenzó a decir que en el 2010 con motivo del Bicentenario, el entonces gobierno kirchnerista estaba preparando una amnistía para “los de lesa”, como una forma de perpetuarse en el poder. Ridícula idea que muchos creyeron. Obviamente, la amnistía nunca llegó.
Tiempo después se digo que el entonces Jefe del Ejército, amigo de la madre putativa de todos los argentinos, preparaba una sorpresa para los detenidos. Hasta circulaban supuestos reuniones con brindis y todo que auguraba la “buena nueva”, de fuentes más que seguras. La sorpresa nunca llegó, bueno en rigor de verdad quizás sí, el ahora ex Jefe del Ejército salió absuelto en el juicio que le hicieron en exactamente las mismas condiciones funcionales y probatorias que otros camaradas que salieron condenados. Hasta la Sala de Casación, que se cansó de revocar absoluciones, a él se la confirmo.
Más cercano en el tiempo, en el 2015, muchos se prepararon para los festejos dado que había triunfado en las elecciones presidenciales el candidato de la oposición que hablaba del “curro de los derechos humanos”. La ilusión se desvaneció rápidamente como llegó. No solo mantuvo la misma estructura de abogados querellantes en la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación, sino que su gobierno salió velozmente a repudiar y hasta sancionar una ley en segundos contra la decisión de la Corte Suprema de otorgar el “2×1” a un militar condenado.
La quimera de un final para estos juicios se mantiene intacta en muchos aún, que ahora la ven en un candidato u otro de la oposición, que prometen lo que sea para ganar unos votos más. Lo cierto es que no podemos seguir esperando que algún político se apiade de los militares, policías y civiles presos para terminar con las aberraciones jurídicas que se cometen en estos juicios desde hace casi veinte años.
Nadie va a pelear una contienda por nosotros, si nosotros no lo hacemos primero. ¿Quien se hará cargo de un tema que no solo no es agenda política sino que a los propios interesados parece no importarles? Basta ver una marcha para advertir que son los mismos “diez locos” de siempre o las sillas vacías de los Tribunales Orales sin camaradas que acompañen a los que van a ser irremediablemente condenados.
No podemos seguir sumergidos en nuestra propia “eterna” inactividad de años, la cual hemos escondido durante estas dos décadas tras la fantasía de una solución mágica que acabe con esta persecución de odio y venganza. Ello, nos ha reducido a un minúsculo grupo marginal de la sociedad, blandiendo tibiamente un tema que a la sociedad no le importa.
Ya basta de estériles reuniones privadas donde se desarrollan faustosas ideas, la mayoría impracticables; retransmitir “al oído” supuestas “informaciones confidenciales A1” y hasta rebuznar por la suerte de los compañeros de armas por las redes sociales; ello solo sirve para calmar la conciencia. Hay que jugársela y salir a la palestra.
Aclaramos, no estamos diciendo que no haya camaradas que no se la juegan. Los hay, como la Unión de Promociones (UP), la Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas del Terrorismo en Argentina (AFAVITA), la Asociación de Veteranos de la Guerra Contra el Terrorismo (AVGCT) o la Comisión de Homenaje a Policías y Ciudadanos Muertos por la Violencia, entre otras; las mismas Promociones o camaradas que, en solitario, se exponen corajudamente en público, como los que escriben libros o hasta esta misma página que denuncian las terribles arbitrariedades y mentiras del relato impuesto o también en solitario ayudan generosamente a los detenidos. Pero tristemente son los menos. La gran mayoría ha optado por hacer exactamente “nada”, convirtiéndose, como siempre decimos, tan solo en “Rambos del Teclado” (WhatsApp). Los civiles parecen tener más agallas que muchos uniformes, quienes si se exponen valientemente como la Asociación Abogados por la Justicia y la Concordia, la Asociación de Abogados Defensores de los Derechos Humanos de Latinoamérica o el Centro de Estudios Legales sobre Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv). Ni hablar de los abogados defensores que se la juegan a diario, sufriendo persecuciones, agresiones, humillaciones y hasta infundadas denuncias en los Tribunales de Ética de los Colegiados de Abogados que ponen en riesgo su fuente laboral.
Entre nosotros, demasiadas organizaciones y muy poca gente. Parece que en vez de unirnos y aunar esfuerzos, cada uno quiere tener la suya propia.
Volviendo al punto. Nuestros presos no tienen más tiempo. Se mueren en un penal o se marchitan en sus domicilios. Que más tiene que pasar para que reaccionen y abandonen su zona de confort. Quizás ya no haya punto de inflexión que los haga reaccionar, pues se han pasado todos los posibles y nadie se mosqueó. Las causas se multiplican día a día con nuevos y más imputados, intentándose ahora por todos los medios revocar las domiciliarias ya concedidas.
¿Hay solución para los juicios de lesa? Por supuesto que la hay y claramente dentro del estado de derecho. Son arduas y trabajosas pero posibles. Excedería mucho esta columna exponer las mismas. La cuestión es que sino visibilizamos la problemática, si no demostramos que somos muchos los que queremos terminar con la ilegalidad, que nuestros presos no están solos que todos estamos con ellos –con demostraciones claras y contundentes-, si no damos la cara para explicarle a la sociedad lo que realmente está pasando y el gran negocio de estos juicios contando la verdad de los sucedido en los años 70 sin cortapisas; tan solo será un mero propósito que morirá en eso, una efímera aspiración.
Quizás estemos predicando en el desierto y el Lunes todo siga igual, pero como digo Gandhi: “Mañana tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados. Pero no podremos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a pelear”.
[ezcol_1half] [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]PrisioneroEnArgentina.com
Julio 10, 2023