Las Vegas, la Disneylandia de los adultos, amaneció del terror con un puñado de historias que inspiran. Los supervivientes aún no han procesado lo que pasó ante sus ojos. Las imágenes y el sonido capturados por teléfonos celulares por los asistentes al concierto semejan los ruidos, los olores, las sensaciones de alguien parado en el medio de una zona de guerra. Una escenografía que -seguramente- será difícil de olvidar.
Para otros hay historias que agrandan sus corazones. Mientras los agentes del orden buscan los motivos que llevó a Stephen Paddock a cometer tan horrible acto, una joven mujer busca a su héroe anónimo personal. Aquel que la vio en el piso retorciéndose de dolor debido a una herida sangrante en tu tobillo que -según sus propias palabras- aparentaba la erupción de un volcán y que, sin dudar, la recogió en sus brazos, se montó a un taxi y la trasladó a un hospital, dejándola allí en buenas manos, para quizás retornar al lugar de la tragedia y continuar ofreciendo su ayuda. La joven ha agradecido públicamente a su salvador desconocido.
Dos adolescentes vieron como un hombre de unos treinta años recibía un proyectil en su rostro y otro en el hombro. Pese a esto, el dañado solo se preocupó por escudarlas con su cuerpo, resguardándolas de posibles impactos. Todo esto, sucediendo en el medio de un gran caos y el dinámico accionar policial que tardó menos de cuatro minutos en llegar a la habitación desde donde el agresor vomitaba disparos.
Mientras los que observamos desde lejos solo podemos saborear el amargo gusto de la maldad hecha persona, otros experimentan la solidaridad de la comunidad de esta ciudad de Nevada y -sobre todo- la de sus visitantes. Profesionales de la medicina abandonaron sus instantes de ocio para correr a sus puestos de trabajo para asistir a las víctimas del atentado, hombres de azul tratando de evitar más convulsión y sosegar el pánico, bomberos atentos a cualquier nueva emergencia y el hombre común -hombre en sentido de especie- arremangó sus brazos y puso sus pies en tierra caliente. Una mujer residente en Ohio -pese al ruego de su esposo para que abandonara el boulevard- volvió sobre sus pasos, porque no podía abandonarlo en su cruzada de socorrer heridos y proteger indefensos.
Se dice que el verdadero carácter del hombre o la mujer aparece en situaciones extremas. Las Vegas finalmente probó esta hipótesis.
Las Vegas, la Disneylandia de los adultos, amaneció del terror con un puñado de historias que inspiran. Los supervivientes aún no han procesado lo que pasó ante sus ojos. Las imágenes y el sonido capturados por teléfonos celulares por los asistentes al concierto semejan los ruidos, los olores, las sensaciones de alguien parado en el medio de una zona de guerra. Una escenografía que -seguramente- será difícil de olvidar.
Para otros hay historias que agrandan sus corazones. Mientras los agentes del orden buscan los motivos que llevó a Stephen Paddock a cometer tan horrible acto, una joven mujer busca a su héroe anónimo personal. Aquel que la vio en el piso retorciéndose de dolor debido a una herida sangrante en tu tobillo que -según sus propias palabras- aparentaba la erupción de un volcán y que, sin dudar, la recogió en sus brazos, se montó a un taxi y la trasladó a un hospital, dejándola allí en buenas manos, para quizás retornar al lugar de la tragedia y continuar ofreciendo su ayuda. La joven ha agradecido públicamente a su salvador desconocido.
Dos adolescentes vieron como un hombre de unos treinta años recibía un proyectil en su rostro y otro en el hombro. Pese a esto, el dañado solo se preocupó por escudarlas con su cuerpo, resguardándolas de posibles impactos. Todo esto, sucediendo en el medio de un gran caos y el dinámico accionar policial que tardó menos de cuatro minutos en llegar a la habitación desde donde el agresor vomitaba disparos.
Mientras los que observamos desde lejos solo podemos saborear el amargo gusto de la maldad hecha persona, otros experimentan la solidaridad de la comunidad de esta ciudad de Nevada y -sobre todo- la de sus visitantes. Profesionales de la medicina abandonaron sus instantes de ocio para correr a sus puestos de trabajo para asistir a las víctimas del atentado, hombres de azul tratando de evitar más convulsión y sosegar el pánico, bomberos atentos a cualquier nueva emergencia y el hombre común -hombre en sentido de especie- arremangó sus brazos y puso sus pies en tierra caliente. Una mujer residente en Ohio -pese al ruego de su esposo para que abandonara el boulevard- volvió sobre sus pasos, porque no podía abandonarlo en su cruzada de socorrer heridos y proteger indefensos.
Se dice que el verdadero carácter del hombre o la mujer aparece en situaciones extremas. Las Vegas finalmente probó esta hipótesis.
Fabian Kussman
Orange County, Fl.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 3, 2017
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