“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.
Groucho Marx
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COREA DEL NORTE Y LOS LIMONES TUCUMANOS
Por ALBERTO ASSEFF*
El presidente Trump, en las vísperas de recibir a nuestro primer mandatario, dijo que “Macri me hablará de los limones y yo le pediré ayuda por Corea del Norte”. A primera vista se trató de una frase fanfarrona, desdeñosa. Algo así como que mientras la Argentina está preocupada por un asunto doméstico menor, su país está inmerso en una cuestión mayúscula de índole global. Es más que posible que el norteamericano – que conoce cómo influir y hasta torcer la voluntad de la contraparte, pues la vida empresarial exige ese atributo, esas mañas – haya querido condicionar psicológicamente al presidente Macri. En buen romance, apichonarlo desde el vamos.
Sin embargo, más prolijamente analizada, esa frase es una falacia. Es descabellada. Los limones de Tucumán son tan importantes para la Argentina como los de California para los Estados Unidos. Lo corrobora que el mismísimo Salón Oval – escritorio presidencial norteamericano – se haya ocupado haciéndose eco del fortísimo lobby de los productores californianos y, a contramano de las proclamaciones de la virtudes del libre comercio – eje vertebral de la estrategia comercial de EEUU hasta la llegada de Trump -, haya literalmente prohibido las importaciones de ese cítrico argentino hace ya 17 años. Ellos también se ocupan de los limones a pesar de ser la primera potencia mundial. Quizás, quepa señalar que son los primeros precisamente porque atienden la cuestión de los limones y también los de Corea, sin dejarse atrapar por falsos dilemas, algo que a nosotros funestamente nos deleita.
Puesta en contexto la frase, la Argentina no fue a Washington para tratar “temas menores”, sino fundamentales. Por lo menos, eso es de suponer. Los limones argentinos – somos el primer productor planetario – dan trabajo – sólo en Tucumán – a 50 mil personas. Es una exportación que supera los 300 millones de dólares y si fomentáramos una estrategia para agregarle valor industrial a ese fruto primario – concentrados, jugos – podríamos aumentar el volumen dinerario de esa producción. Además, se abordó – sin resultado positivo – la exportación de biodiésel, otro punto fuerte de nuestra actividad económica, fuente también de empleo para muchos de los nuestros.
La Argentina también puede ocuparse de Corea del Norte y de cómo coadyuvar a la paz mundial. Somos integrantes del G 20 – que reúne a las primeras economías del planeta (¿Se imaginan que fuerza tendríamos si no nos saquease la corrupción y debilitase el despilfarro? Si con corrupción y derroche somos uno de los primeros veinte, ¿Qué rango tendríamos sin esas dos lacras….?). Desde ese sitial y desde el rol que tenemos en el Mercosur y en América Latina podríamos colaborar con la paz en el mundo, asentada sobre una mayor justicia social. Obviamente, no la justicia social populista – la que distribuye abundante pan durante un tiempo previo a la desolación de hambre y penurias que deja como resultado postrero.
Nuestro país y la América meridional a la que pertenecemos estamos llamados a desempeñar un creciente y esperanzador papel con trascendencia mundial. Nos favorecen múltiples factores, desde enormes recursos humanos – jóvenes, preparados, vitales – hasta inmensas riquezas potenciales, incluyendo caudalosas aguas dulces (un bien con tendencia a escasear).
En esas condiciones propicias, la Argentina y nuestra América tienden a incidir ascendentemente en este mundo tan mutante como conflictuado y litigioso. Por eso sostengo que podríamos contribuir hasta para apaciguar la amenazante situación de Corea, con la que nos liga una muy activa comunidad que convive con nosotros y que nos construye un puente que transitándolo doble mano podría ser la base para incrementar el comercio y así enriquecernos mutuamente.
¡Claro que hay aspectos desfavorables! El primero es precisamente el que intentó aprovechar Trump: nuestra autoinferiorización. El segundo es cómo y cuánto permitimos que nos saqueen los de adentro y de rebote los de afuera y cómo admitimos la dilapidación de nuestros recursos, desde cerebros con conocimiento hasta materiales. Es cuantioso lo que perdemos día a día y ya sabemos que un Estado y un país no son barriles sin fondo.
Respecto de ese amilamiento nacional, debo advertir que lejos de revertirse pareciera que los impactantes hechos cotidianos lo nutren. La desconfianza que suscitan nuestras instituciones – al grado de que, por caso, la policía y la fiscalía patentizan cada dos por tres su inepcia para preservar las pruebas en una escena criminal – es corrosiva de la autoconfianza, elemento esencial si una Nación quiere poner rumbo sostenido hacia su destino.
Hace bien el gobierno en recalcar – casi como un neorrelato – en que “volvemos al mundo”, pero las autoridades actuales hacen mal en incurrir en tanta adolescencia de estímulos para volver al sueño argentino de ser la tierra prometedora, con un formidable hado que nos acompaña en nuestro camino ¿Qué capital vendrá si las incertidumbres argentinas fuerzan a que el capital nuestro se vaya? En ese juego de contracorrientes estamos predestinados a ser derrotados. Por eso, la primera confianza a generar es la interna. La otra, la foránea, viene por añadidura.
Sí, nos ocupamos de los limones al igual que ellos, los superpoderosos, se ocupan de los suyos. Sí, nos preocupamos por la paz mundial, con flagrante disparidad con ellos que muchas veces parecen interesados en la beligerancia, vaya a saberse si por ser fuente de jugosos negocios.
No somos pequeños por ser los primeros productores mundiales del cítrico que nos llama la atención en esta nota. Todo lo contrario. Somos adolescentes, sí, si nos apichonamos en lugar de afrontar los desafíos que se nos presentan. El país tiene potencialidades a raudales. Depende de nuestra voluntad colectiva y de una estrategia lúcida de parte de quienes conducen que salgamos del atajo histórico en el que estamos metidos desde hace añares.
*Dip.del Mercosur. Presidente nacional del partido UNIR
LA CORRESPONDENCIA DEL TELÉFONO DESCOMPUESTO
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eMAIL DEL DIPUTADO ASSEFF
EL PROYECTO (?)
MI eMAIL SIN RESPUESTA
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LAS ZONAS ERRÓNEAS DEL DIPUTADO ASSEFF
Algo que he notado y marca diferencias entre la vida del argentino y del norteamericano de Estados Unidos es el poder de información que tenemos. Mientras podemos tocar y opinar de casi todo, el par del norte es un especialista. Es decir, nosotros sabemos de todo y el americano que fabrica tuercas, por citar un ejemplo, conoce al dedillo cuantos gramos pesa la unidad, de que material está hecho, cuantas vueltas tiene la rosca, que herramienta es la correcta, y así hasta el hartazgo. ¿Mi hipótesis? Mientras nosotros sobrevolamos diarios y revistas sin analizar el contenido, el otro lee el manual y carga su aplicación en el teléfono para rápidamente tenerle de material de consulta.
Mi único contacto con el diputado Alberto Asseff fue a través de cartas certificadas (Dos de casi dos mil enviadas a funcionarios argentinos). Mi posición intentaba informar sobre las aberraciones jurídicas que debían soportar los prisioneros ilegales o presos políticos en Argentina. Mayormente, ex uniformados que hubieron o no actuado contra el terrorismo en los 70s. La contestación de uno de los asistentes del doctor Asseff si se hizo esperar, pero un buen día llegó. Claro, yo le hablaba -respetuosamente- de “Corea del Norte” y él me contestaba -sin arrogancia- sobre “limones”. Mi aproximación al dirigente, como ya lo expliqué, obedecía a circunstancias legales mientras que su respuesta tenía que ver con el estado lamentable de las cárceles argentinas. Patatas, batatas.
Pero todo es muy claro ahora para mí. Cuando leo su artículo, si bien interesante, descubro que el diputado tiene problemas de interpretación que van más allá de frutas y verduras. Asseff menciona -con certeza- que somos el país más importante en producción de limones en el planeta, pero no somos el único (México, India, Irán, España, Italia, Brasil, Turquía, Egipto, por citar a los más notables), lo que brinda un gran abanico de posibilidades en el libre mercado. Es importante, sí, para nosotros. Argentina está en el G20, menciona Asseff y acota “pese a la corrupción reinante”. Pero no nos olvidemos que -exceptuando a Alemania, Canadá y el Reino Unido- ninguno de ellos integra la lista de los 20 países más cristalinos del globo terráqueo. Aun así, los estados mencionados no están totalmente libres de corrupción. ¿Se imagina usted si lo estuvieran?
El diputado Asseff sostiene que Argentina puede asistir a la paz mundial -señalando el conflicto con Corea del Norte, cuando no podemos calmar la tormenta de guerra que divide a los argentinos. Pero son citas citables del Libro Gordo del Político Argentino. Para ilustrar con más colorido esta afirmación debo robarle a Alberto Asseff, una de sus máximas: “Nuestro país y la América meridional a la que pertenecemos estamos llamados a desempeñar un creciente y esperanzador papel con trascendencia mundial. Nos favorecen múltiples factores, desde enormes recursos humanos – jóvenes, preparados, vitales – hasta inmensas riquezas potenciales, incluyendo caudalosas aguas dulces (un bien con tendencia a escasear).” Sin dudas, recursos humanos, jóvenes, preparados, vitales, no se encuentran en cantidad y calidad en otros países. Basta, también con pregonar que somos la salvación del mundo. Birmania, la India y hasta Venezuela tienen grandes reservas de agua dulce. (Sin jugar la carta de Estados Unidos, Canadá, Rusia o Brasil. Perdón. Se me escapó)
Winston Churchill -disculpen, pero cuando no tengo ideas claras de como transmitir mi opinión, desempolvo mentes lúcidas-, repetía que “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que el predijo”. Cada vez más preciso y en neón cuando se trata de un argentino. Alberto Asseff, debo admitirlo, fue uno de los pocos que votó en contra de las indemnizaciones a los ex guerrilleros. Pero, su noble acción no consiguió muchos adeptos para su partido. La recompensa ante esta, para el diputado, hubiera sido una especie de lealtad a lo que él considera valentía y para mí, otro sujeto más que quiere ser aplaudido por hacer lo correcto. “para que mi voz resuene con más fuerza en defensa de la Justicia y DDHH de los militares presos, sus familiares debieron darme apoyo como ciudadanos afilándose a nuestro partido Unir. Aunque parezca nimio ese apoyo da fortaleza política a mi posición casi solitaria Pero no lo hicieron. Prácticamente me dejaron solo. La vida exige reciprocidad no sólo por ética sino también por un sentido pragmático insoslayable”. ¡Qué línea extraña divide la ética de este representante del pueblo! Hay que perpetuarlo en cargos, para que desarrolle algo que -precisamente por ética- debería continuar sin reparos.
Para finalizar, y para subrayar mi opinión sobre las interpretaciones de “nuestros Políticos”, reproduzco aquí un segmento del diálogo en la Oficina Oval, que menciona a los limones de Macri y la “ayuda” solicitada por Trump con respecto a Corea del Norte.
Oficina Oval
11:32 A.M. EDT
PRESIDENTE TRUMP: Primera vez en la Oficina Oval para el Presidente y la Sra. Macri. Y es un gran y gran honor tenerlos aquí. Ha sido mi amigo durante muchos años. Nos conocemos por mucho tiempo, antes de la política. ¿Y quién pensaría que esto iba a suceder –
PRESIDENTE MACRI: Nadie.
PRESIDENTE TRUMP: Para los dos. Pero él es una gran persona, maravillosa, y será un gran presidente de la Argentina, no tengo absolutamente ninguna duda. Absolutamente ninguna duda.
PERIODISMO: Sr. Trump, ¿qué quiere lograr con nuestro país, con Argentina?
PRESIDENTE TRUMP: Sólo vamos a ser grandes amigos, mejor que nunca. Y estamos en un comienzo maravilloso, porque conozco a Mauricio desde hace tantos años, y conozco el tipo de persona que es. Es una gran persona y es un gran líder. Él hará un trabajo fantástico para Argentina. Y me siento muy cómodo apoyándolo, porque necesitan ciertas cosas de los Estados Unidos. Me siento muy cómodo apoyándolo porque sé lo que respaldo. Estoy apoyando a un hombre que ama a su gente y ama a su país.
PERIODISMO: Si es un buen presidente, señor Presidente, ¿va a dejar que los limones, los limones argentinos, en su país? Ellos son muy buenos. La gente le amará si los dejas entrar.
PRESIDENTE TRUMP: Conozco todos sobre los limones. Y créanlo o no, el negocio del limón es un negocio grande, muy grande.
PERIODISMO: ¡Sólo diga que sí! (Risa.)
PRESIDENTE TRUMP: Pero vamos a hacer una consideración muy seria. Una de las razones por las que está aquí es acerca de limones – (risas) – y le hablaré de Corea del Norte, y me hablará de limones (risas). Creo que estaremos muy bien predispuestos. Vamos a hablar.
PERIODISMO: ¿Qué piensas de Venezuela, señor Presidente Trump?
PRESIDENTE TRUMP: Venezuela es un desastre. Venezuela es un desastre.
PERIODISMO: Señor Presidente, en la renegociación del TLCAN, dígame cómo ha tomado la decisión…
PRESIDENTE TRUMP: Bueno, yo iba a terminar el NAFTA a partir de dos o tres días desde ahora. El Presidente de México, con quien tengo una muy, muy buena relación, me llamó, y también el Primer Ministro de Canadá, con quien tengo una muy buena relación. Y me gustan mucho estos dos caballeros. Me llamaron y dijeron que, en vez de terminar con el TLCAN, ¿podrías renegociar? Me gustan mucho. Respeto mucho a sus países. La relación es muy especial. Y yo dije: Yo sostendré la terminación; Vamos a ver si podemos hacer un trato justo. Porque el NAFTA ha sido un trato horrible para los Estados Unidos. Ha sido muy bueno para Canadá, ha sido muy bueno para México, pero ha sido horrible para los Estados Unidos.
Y si usted revisa mi campaña – cualquiera de mis discursos – dije, o bien renegociaré o terminaré. Así que me pidieron que renegociara – lo haré. Y creo que vamos a tener éxito en la renegociación, lo que, francamente, sería bueno porque sería más simple. Pero tenemos que hacer un trato justo para los Estados Unidos. Ellos entienden eso. Y así decidí en lugar de terminar con el TLCAN, lo cual sería un choque bastante grande para el sistema, lo renegociaremos.
Ahora, si no puedo hacer un trato justo, si no puedo hacer un trato justo para los Estados Unidos, lo que significa un trato justo para nuestros trabajadores y nuestras empresas, voy a poner fin al TLCAN. Pero vamos a dar a la renegociación un buen golpe fuerte.
muchas gracias, a todos. Muchas gracias.
PERIODISMO: ¿Qué pasa con Venezuela, señor Presidente? Sr. Presidente, sobre Venezuela, ¿cuál es su posición?
PRESIDENTE TRUMP: Estoy muy triste por Venezuela. Estoy muy triste al ver lo que pasó en Venezuela. Venezuela es una situación muy triste.
“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.
Groucho Marx
COREA DEL NORTE Y LOS LIMONES TUCUMANOS
Por ALBERTO ASSEFF*
El presidente Trump, en las vísperas de recibir a nuestro primer mandatario, dijo que “Macri me hablará de los limones y yo le pediré ayuda por Corea del Norte”. A primera vista se trató de una frase fanfarrona, desdeñosa. Algo así como que mientras la Argentina está preocupada por un asunto doméstico menor, su país está inmerso en una cuestión mayúscula de índole global. Es más que posible que el norteamericano – que conoce cómo influir y hasta torcer la voluntad de la contraparte, pues la vida empresarial exige ese atributo, esas mañas – haya querido condicionar psicológicamente al presidente Macri. En buen romance, apichonarlo desde el vamos.
Sin embargo, más prolijamente analizada, esa frase es una falacia. Es descabellada. Los limones de Tucumán son tan importantes para la Argentina como los de California para los Estados Unidos. Lo corrobora que el mismísimo Salón Oval – escritorio presidencial norteamericano – se haya ocupado haciéndose eco del fortísimo lobby de los productores californianos y, a contramano de las proclamaciones de la virtudes del libre comercio – eje vertebral de la estrategia comercial de EEUU hasta la llegada de Trump -, haya literalmente prohibido las importaciones de ese cítrico argentino hace ya 17 años. Ellos también se ocupan de los limones a pesar de ser la primera potencia mundial. Quizás, quepa señalar que son los primeros precisamente porque atienden la cuestión de los limones y también los de Corea, sin dejarse atrapar por falsos dilemas, algo que a nosotros funestamente nos deleita.
Puesta en contexto la frase, la Argentina no fue a Washington para tratar “temas menores”, sino fundamentales. Por lo menos, eso es de suponer. Los limones argentinos – somos el primer productor planetario – dan trabajo – sólo en Tucumán – a 50 mil personas. Es una exportación que supera los 300 millones de dólares y si fomentáramos una estrategia para agregarle valor industrial a ese fruto primario – concentrados, jugos – podríamos aumentar el volumen dinerario de esa producción. Además, se abordó – sin resultado positivo – la exportación de biodiésel, otro punto fuerte de nuestra actividad económica, fuente también de empleo para muchos de los nuestros.
La Argentina también puede ocuparse de Corea del Norte y de cómo coadyuvar a la paz mundial. Somos integrantes del G 20 – que reúne a las primeras economías del planeta (¿Se imaginan que fuerza tendríamos si no nos saquease la corrupción y debilitase el despilfarro? Si con corrupción y derroche somos uno de los primeros veinte, ¿Qué rango tendríamos sin esas dos lacras….?). Desde ese sitial y desde el rol que tenemos en el Mercosur y en América Latina podríamos colaborar con la paz en el mundo, asentada sobre una mayor justicia social. Obviamente, no la justicia social populista – la que distribuye abundante pan durante un tiempo previo a la desolación de hambre y penurias que deja como resultado postrero.
Nuestro país y la América meridional a la que pertenecemos estamos llamados a desempeñar un creciente y esperanzador papel con trascendencia mundial. Nos favorecen múltiples factores, desde enormes recursos humanos – jóvenes, preparados, vitales – hasta inmensas riquezas potenciales, incluyendo caudalosas aguas dulces (un bien con tendencia a escasear).
En esas condiciones propicias, la Argentina y nuestra América tienden a incidir ascendentemente en este mundo tan mutante como conflictuado y litigioso. Por eso sostengo que podríamos contribuir hasta para apaciguar la amenazante situación de Corea, con la que nos liga una muy activa comunidad que convive con nosotros y que nos construye un puente que transitándolo doble mano podría ser la base para incrementar el comercio y así enriquecernos mutuamente.
¡Claro que hay aspectos desfavorables! El primero es precisamente el que intentó aprovechar Trump: nuestra autoinferiorización. El segundo es cómo y cuánto permitimos que nos saqueen los de adentro y de rebote los de afuera y cómo admitimos la dilapidación de nuestros recursos, desde cerebros con conocimiento hasta materiales. Es cuantioso lo que perdemos día a día y ya sabemos que un Estado y un país no son barriles sin fondo.
Respecto de ese amilamiento nacional, debo advertir que lejos de revertirse pareciera que los impactantes hechos cotidianos lo nutren. La desconfianza que suscitan nuestras instituciones – al grado de que, por caso, la policía y la fiscalía patentizan cada dos por tres su inepcia para preservar las pruebas en una escena criminal – es corrosiva de la autoconfianza, elemento esencial si una Nación quiere poner rumbo sostenido hacia su destino.
Hace bien el gobierno en recalcar – casi como un neorrelato – en que “volvemos al mundo”, pero las autoridades actuales hacen mal en incurrir en tanta adolescencia de estímulos para volver al sueño argentino de ser la tierra prometedora, con un formidable hado que nos acompaña en nuestro camino ¿Qué capital vendrá si las incertidumbres argentinas fuerzan a que el capital nuestro se vaya? En ese juego de contracorrientes estamos predestinados a ser derrotados. Por eso, la primera confianza a generar es la interna. La otra, la foránea, viene por añadidura.
Sí, nos ocupamos de los limones al igual que ellos, los superpoderosos, se ocupan de los suyos. Sí, nos preocupamos por la paz mundial, con flagrante disparidad con ellos que muchas veces parecen interesados en la beligerancia, vaya a saberse si por ser fuente de jugosos negocios.
No somos pequeños por ser los primeros productores mundiales del cítrico que nos llama la atención en esta nota. Todo lo contrario. Somos adolescentes, sí, si nos apichonamos en lugar de afrontar los desafíos que se nos presentan. El país tiene potencialidades a raudales. Depende de nuestra voluntad colectiva y de una estrategia lúcida de parte de quienes conducen que salgamos del atajo histórico en el que estamos metidos desde hace añares.
*Dip.del Mercosur. Presidente nacional del partido UNIR
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EL PROYECTO (?)
MI eMAIL SIN RESPUESTA
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LAS ZONAS ERRÓNEAS DEL DIPUTADO ASSEFF
Algo que he notado y marca diferencias entre la vida del argentino y del norteamericano de Estados Unidos es el poder de información que tenemos. Mientras podemos tocar y opinar de casi todo, el par del norte es un especialista. Es decir, nosotros sabemos de todo y el americano que fabrica tuercas, por citar un ejemplo, conoce al dedillo cuantos gramos pesa la unidad, de que material está hecho, cuantas vueltas tiene la rosca, que herramienta es la correcta, y así hasta el hartazgo. ¿Mi hipótesis? Mientras nosotros sobrevolamos diarios y revistas sin analizar el contenido, el otro lee el manual y carga su aplicación en el teléfono para rápidamente tenerle de material de consulta.
Mi único contacto con el diputado Alberto Asseff fue a través de cartas certificadas (Dos de casi dos mil enviadas a funcionarios argentinos). Mi posición intentaba informar sobre las aberraciones jurídicas que debían soportar los prisioneros ilegales o presos políticos en Argentina. Mayormente, ex uniformados que hubieron o no actuado contra el terrorismo en los 70s. La contestación de uno de los asistentes del doctor Asseff si se hizo esperar, pero un buen día llegó. Claro, yo le hablaba -respetuosamente- de “Corea del Norte” y él me contestaba -sin arrogancia- sobre “limones”. Mi aproximación al dirigente, como ya lo expliqué, obedecía a circunstancias legales mientras que su respuesta tenía que ver con el estado lamentable de las cárceles argentinas. Patatas, batatas.
Pero todo es muy claro ahora para mí. Cuando leo su artículo, si bien interesante, descubro que el diputado tiene problemas de interpretación que van más allá de frutas y verduras. Asseff menciona -con certeza- que somos el país más importante en producción de limones en el planeta, pero no somos el único (México, India, Irán, España, Italia, Brasil, Turquía, Egipto, por citar a los más notables), lo que brinda un gran abanico de posibilidades en el libre mercado. Es importante, sí, para nosotros. Argentina está en el G20, menciona Asseff y acota “pese a la corrupción reinante”. Pero no nos olvidemos que -exceptuando a Alemania, Canadá y el Reino Unido- ninguno de ellos integra la lista de los 20 países más cristalinos del globo terráqueo. Aun así, los estados mencionados no están totalmente libres de corrupción. ¿Se imagina usted si lo estuvieran?
El diputado Asseff sostiene que Argentina puede asistir a la paz mundial -señalando el conflicto con Corea del Norte, cuando no podemos calmar la tormenta de guerra que divide a los argentinos. Pero son citas citables del Libro Gordo del Político Argentino. Para ilustrar con más colorido esta afirmación debo robarle a Alberto Asseff, una de sus máximas: “Nuestro país y la América meridional a la que pertenecemos estamos llamados a desempeñar un creciente y esperanzador papel con trascendencia mundial. Nos favorecen múltiples factores, desde enormes recursos humanos – jóvenes, preparados, vitales – hasta inmensas riquezas potenciales, incluyendo caudalosas aguas dulces (un bien con tendencia a escasear).” Sin dudas, recursos humanos, jóvenes, preparados, vitales, no se encuentran en cantidad y calidad en otros países. Basta, también con pregonar que somos la salvación del mundo. Birmania, la India y hasta Venezuela tienen grandes reservas de agua dulce. (Sin jugar la carta de Estados Unidos, Canadá, Rusia o Brasil. Perdón. Se me escapó)
Winston Churchill -disculpen, pero cuando no tengo ideas claras de como transmitir mi opinión, desempolvo mentes lúcidas-, repetía que “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que el predijo”. Cada vez más preciso y en neón cuando se trata de un argentino. Alberto Asseff, debo admitirlo, fue uno de los pocos que votó en contra de las indemnizaciones a los ex guerrilleros. Pero, su noble acción no consiguió muchos adeptos para su partido. La recompensa ante esta, para el diputado, hubiera sido una especie de lealtad a lo que él considera valentía y para mí, otro sujeto más que quiere ser aplaudido por hacer lo correcto. “para que mi voz resuene con más fuerza en defensa de la Justicia y DDHH de los militares presos, sus familiares debieron darme apoyo como ciudadanos afilándose a nuestro partido Unir. Aunque parezca nimio ese apoyo da fortaleza política a mi posición casi solitaria Pero no lo hicieron. Prácticamente me dejaron solo. La vida exige reciprocidad no sólo por ética sino también por un sentido pragmático insoslayable”. ¡Qué línea extraña divide la ética de este representante del pueblo! Hay que perpetuarlo en cargos, para que desarrolle algo que -precisamente por ética- debería continuar sin reparos.
Para finalizar, y para subrayar mi opinión sobre las interpretaciones de “nuestros Políticos”, reproduzco aquí un segmento del diálogo en la Oficina Oval, que menciona a los limones de Macri y la “ayuda” solicitada por Trump con respecto a Corea del Norte.
Fabian Kussman
@FabianKussman
email@PrisioneroEnArgentina.com
www.PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 1. 2017
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