Un argentino, jugador de handball que residía en Hungría, decidió volver a nuestro país, ante el temor de que se extiende la guerra Ucrania-Rusia y se cierren las fronteras, dado que en ese país se declaró el “estado de alarma” y de paso poder ver a su hija que hacía ocho meses que no veía.
Lógicamente ante la intranquilidad por la situación que vive actualmente Europa, decidió junto a su mujer emprender el regreso al “hogar”, trayéndose consigo a su pequeño perrito “Coco” de un año y medio de edad; pero al pisar suelo argentino, en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, se encontró con que las autoridades argentinas decidieron detener a su perro, porque argumentaron que “Coco” tenía la vacuna antirrábica vencida hacía ocho días y por ello no podía ingresar al país.
La familia de “Coco” vivía cerca de la frontera entre Hungría y Ucrania, donde incluso llego a recibir refugiados en su vivienda y ante el serio pavor de que la guerra se extienda a esa región, tomó la decisión de volver a Argentina, trayéndose, como era lógico, al pequeño “Coco” para que lo vea su hija, que también en parte es dueña, dado que era su cumpleaños.
Vanas fueron las explicaciones del pobre jugador de handball sobre la urgencia del viaje que le impidió cumplir con las obligaciones sanitarias de nuestro país. Desde la autoridad de control manifestaron intransigentemente que: “debían deportar a “Coco” a Hungría o en su caso sacrificarlo”.
Espantado por la suerte que podría correr “Coco”, al que su dueño define como parte de su familia, decidió quedarse en el Aeropuerto a “pelear” por él, llegando incluso a pernoctar en una bolsa de dormir en el hall del mismo, dado que “Coco” fue separado de él, encerrado en una pequeña jaula, sin saber nada de su situación por espacio de treinta y seis horas.
Las autoridades locales, las mismas que convalidaron la eterna cuarentena que vivió nuestro país que solo trajo hambre y miseria, la que también avaló el escándalo de los “vacunatorios vip” donde los amigos del poder se vacunaron antes que nuestro ancianos en el momento de que las vacunas llegaban a cuentagotas; se mantenían inflexibles en su postura; “no puede entrar al país, lo deportamos o lo sacrificamos”.
Incluso el dueño de “Coco” ofreció hacerse cargo de la vacunación a su costa, hacerlo revisar por un veterinario y hasta que quede “aislado” en su casa, todo lo que el sentido común decía, pero las autoridades sanitarias repetían como un mantra: “debemos cumplir con la ley”.
Sobre el particular, recordemos que cuando el Presidente de la Nación y su mujer realizaban concurridas fiestas y reuniones sociales en medio de las estrictas restricciones de circulación que había dispuesto el mismo, violando obscenamente sus propias disposiciones, o sea la ley, ello fue considerado una pequeña falta y no un delito; por lo que las explicaciones dadas al dueño del pequeño “Coco” sonaron claramente a una irónica burla.
Volviendo a “Coco” y su dueño, ante la incertidumbre que vivían, que con el correr de las horas se fue transformando en desesperación, a través de la redes sociales comenzó a pedir ayuda a veterinarios y organizaciones defensoras de animales. Ninguno de ellos lo escuchó. Parece que para estas organizaciones -en este caso- no hubo mal trato animal y el pequeño “Coco” no es sujeto de derechos como si lo fueron los casos del perro “Chocolate” o la orangutana “Sandra”. Mejor dicho, entienden que hay maltrato animal cuando el Estado que lo que lo comete tiene tinte de derecha, en cambio cuando tiene ascendencia nacional y popular NO.
Seguramente se deben haber copiado de las organizaciones de derechos humanos que dicen que acá hubo terrorismo de Estado durante el gobierno militar y no pasada nada en Venezuela con gobierno bolivariano o en Cuba con un gobierno dictatorial de izquierda.
Lo cierto es que, como siempre pasa, fue la gente lo que volvió viral el tema y se convirtió en tendencia en las redes sociales. Lo que hizo que los medios de comunicación de todo el país se ocuparan del caso. Hasta se creó una petición de “Liberen a Coco”, que llegó a juntar miles de firmas en pocas horas.
Gracias a la gente, y cuando la situación ya amenazaba en convertirse de ridícula a grotesca, la autoridad sanitaria, como se dice vulgarmente reculó y busco un acuerdo con el dueño de “Coco”. Se le aplicaran las vacunas correspondientes pero quedará en cuarentena, en otras palabras detenido en el Aeropuerto por un lapso de veintiún días.
Descomprimida la situación y ya sabiendo que el pequeño “Coco” estaba bien, se supo que tenia pasaporte europeo canino, que de donde provenía (Hungría) está erradicada la rabia, por lo que ese lapso que está con la vacuna vencida, diez o quince días, no es impedimento alguno para su ingreso, en su caso el dueño tenía cinco días para colocarle la vacuna.
También se pudo haber aceptado el pago de una multa, pues si le aceptó al Presidente de la Nación y su mujer que violaron gravemente la ley, porque no a “Coco” que por las circunstancias de su apresurado viaje, constituye un patente caso de exculpación por fuerza mayor.
Claramente, por la imbecilidad e hijaputez de las autoridades sanitaras de este país, que ya vivimos no tiene límite, se sometió al pequeño “Coco” y a su familia a un sufrimiento innecesario que se solucionaba con una vacuna, una revisión médica veterinaria y en su caso una cuarentena en la casa donde residirá.
Maxime cuando ello proviene de funcionarios y de un gobierno que defiende a cuanta minoría hay dando vuelta, otorgándoles derechos y beneficios a diestra y siniestra, menos, al pobre “Coco”.
No cabe otra conclusión más que resulta es injustificada, por antojadiza y arbitraria la cuarentena-detención dispuesta a “Coco”, por lo que desde aquí gritamos con fuerza: “liberen a Coco y déjense de joder”.
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Un argentino, jugador de handball que residía en Hungría, decidió volver a nuestro país, ante el temor de que se extiende la guerra Ucrania-Rusia y se cierren las fronteras, dado que en ese país se declaró el “estado de alarma” y de paso poder ver a su hija que hacía ocho meses que no veía.
Lógicamente ante la intranquilidad por la situación que vive actualmente Europa, decidió junto a su mujer emprender el regreso al “hogar”,
trayéndose consigo a su pequeño perrito “Coco” de un año y medio de edad; pero al pisar suelo argentino, en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, se encontró con que las autoridades argentinas decidieron detener a su perro, porque argumentaron que “Coco” tenía la vacuna antirrábica vencida hacía ocho días y por ello no podía ingresar al país.
La familia de “Coco” vivía cerca de la frontera entre Hungría y Ucrania, donde incluso llego a recibir refugiados en su vivienda y ante el serio pavor de que la guerra se extienda a esa región, tomó la decisión de volver a Argentina, trayéndose, como era lógico, al pequeño “Coco” para que lo vea su hija, que también en parte es dueña, dado que era su cumpleaños.
Vanas fueron las explicaciones del pobre jugador de handball sobre la urgencia del viaje que le impidió cumplir con las obligaciones sanitarias de nuestro país. Desde la autoridad de control manifestaron intransigentemente que: “debían deportar a “Coco” a Hungría o en su caso sacrificarlo”.
Espantado por la suerte que podría correr “Coco”, al que su dueño define como parte de su familia, decidió quedarse en el Aeropuerto a “pelear” por él, llegando incluso a pernoctar en una bolsa de dormir en el hall del mismo, dado que “Coco” fue separado de él, encerrado en una pequeña jaula, sin saber nada de su situación por espacio de treinta y seis horas.
Las autoridades locales, las mismas que convalidaron la eterna cuarentena que vivió nuestro país que solo trajo hambre y miseria, la que también avaló el escándalo de los “vacunatorios vip” donde los amigos del poder se vacunaron antes que nuestro ancianos en el momento de que las vacunas llegaban a cuentagotas; se mantenían inflexibles en su postura; “no puede entrar al país, lo deportamos o lo sacrificamos”.
Incluso el dueño de “Coco” ofreció hacerse cargo de la vacunación a su costa, hacerlo revisar por un veterinario y hasta que quede “aislado” en
su casa, todo lo que el sentido común decía, pero las autoridades sanitarias repetían como un mantra: “debemos cumplir con la ley”.
Sobre el particular, recordemos que cuando el Presidente de la Nación y su mujer realizaban concurridas fiestas y reuniones sociales en medio de las estrictas restricciones de circulación que había dispuesto el mismo, violando obscenamente sus propias disposiciones, o sea la ley, ello fue considerado una pequeña falta y no un delito; por lo que las explicaciones dadas al dueño del pequeño “Coco” sonaron claramente a una irónica burla.
Volviendo a “Coco” y su dueño, ante la incertidumbre que vivían, que con el correr de las horas se fue transformando en desesperación, a través de la redes sociales comenzó a pedir ayuda a veterinarios y organizaciones defensoras de animales. Ninguno de ellos lo escuchó. Parece que para estas organizaciones -en este caso- no hubo mal trato animal y el pequeño “Coco” no es sujeto de derechos como si lo fueron los casos del perro “Chocolate” o la orangutana “Sandra”. Mejor dicho, entienden que hay maltrato animal cuando el Estado que lo que lo comete tiene tinte de derecha, en cambio cuando tiene ascendencia nacional y popular NO.
Seguramente se deben haber copiado de las organizaciones de derechos humanos que dicen que acá hubo terrorismo de Estado durante el gobierno militar y no pasada nada en Venezuela con gobierno bolivariano o en Cuba con un gobierno dictatorial de izquierda.
Lo cierto es que, como siempre pasa, fue la gente lo que volvió viral el tema y se convirtió en tendencia en las redes sociales. Lo que hizo que los medios de comunicación de todo el país se ocuparan del caso. Hasta se creó una petición de “Liberen a Coco”, que llegó a juntar miles de firmas en pocas horas.
Gracias a la gente, y cuando la situación ya amenazaba en convertirse de ridícula a grotesca, la autoridad sanitaria, como se dice vulgarmente reculó y busco un acuerdo con el dueño de “Coco”. Se le aplicaran las vacunas correspondientes pero quedará en cuarentena, en otras palabras detenido en el Aeropuerto por un lapso de veintiún días.
Descomprimida la situación y ya sabiendo que el pequeño “Coco” estaba bien, se supo que tenia pasaporte europeo canino, que de donde provenía (Hungría) está erradicada la rabia, por lo que ese lapso que está con la vacuna vencida, diez o quince días, no es impedimento alguno para su ingreso, en su caso el dueño tenía cinco días para colocarle la vacuna.
También se pudo haber aceptado el pago de una multa, pues si le aceptó al Presidente de la Nación y su mujer que violaron gravemente la ley, porque no a “Coco” que por las circunstancias de su apresurado viaje, constituye un patente caso de exculpación por fuerza mayor.
Claramente, por la imbecilidad e hijaputez de las autoridades sanitaras de este país, que ya vivimos no tiene límite, se sometió al pequeño “Coco” y a su familia a un sufrimiento innecesario que se solucionaba con una vacuna, una revisión médica veterinaria y en su caso una cuarentena en la casa donde residirá.
Maxime cuando ello proviene de funcionarios y de un gobierno que defiende a cuanta minoría hay dando vuelta, otorgándoles derechos y beneficios a diestra y siniestra, menos, al pobre “Coco”.
No cabe otra conclusión más que resulta es injustificada, por antojadiza y arbitraria la cuarentena-detención dispuesta a “Coco”, por lo que desde aquí gritamos con fuerza: “liberen a Coco y déjense de joder”.
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 30, 2022