He leído las narraciones que el My. (RE) Hidalgo Garzón relata sobre las tropelías sufridas a manos de anónimos seres humanos, devenidos en bestias furibundas; cobardes, que como tales, se muestran capaces de asumir conductas bestiales, que las alejan hasta de la posibilidad de ser llamados animales.
Los actos de guerra, requieren por lo menos el enfrentamiento armado de dos grupos humanos, que son concientes que en nombre de algo superior a ellos, deben luchar a muerte para que otros puedan disfrutar de algo superior, algo que podemos llamar causa o causas que hacen a la Patria, o a una idea superior a ésta.
Y hay que aceptar que, en la guerra, se realizan actos violentos donde la valentía, la temeridad (que no es lo mismo que la primera), se manifiestan en medio de muchas actitudes cobardes y temerosas de otros, puestos en la obligación de ser combatientes a pesar que como Mafalda, en su interior gritan: ¡Paren el mundo que me quiero bajar!
Gracias a Dios, la Humanidad, responsable de fomentar y desarrollar las ideas bélicas, desde el siglo XX, hace esfuerzos concretos para contener las bestialidades y aberraciones que genera la guerra.
Desde las Convenciones de Ginebra, se ha tratado de dar forma concreta a la contención de muchas atrocidades que emergían salvajemente de la situación de violencia convertida en lucha a muerte y que liberaba el odio que lo transforma en salvaje crueldad.
No se ha logrado mucho. Incluso con el reciente Estatuto de Roma, se observa que siguen existiendo campos de combate, donde gracias a “expertos abogados” logran convertir en epopeyas las más ayectas e inmundas acciones y gracias al periodismo, silenciar la existencia de las mismas o minimizarlas dando justificativos ficticios para disimularlas.
Hasta aquí, estoy hablando de la guerra. Soy conciente que seguramente la mejor solución es que desaparezca de la superficie de la Tierra. Pero esto, como decía Juan Tenorio, “que largo que lo fiais”.
Y hasta ahora, me parece que es notable, que lo que mas ayudó a humanizar a la guerra, ha sido la educación impartida en las escuelas militares, donde siempre se ha enfatizado la formación de militares respetuosos del ser humano, que ven en el “enemigo”, humanos, decididos a combatir a muerte, por una causa, pero que ven al otro, como otro ser humano que puede tener hasta mayores virtudes que él, y que se enfrentan por una misión que es superior a ellos.
Esto hace que el militar dispuesto a matar al enemigo, detiene su espada, cuando lo ve caído frente a él. En ese momento, dejó de ser el enemigo para ser un humano como él, que en su desgracia, requiere toda la atención. Y el campo de concentración no es un lugar de castigo, sino de retención de un combatiente, que de este modo no puede intervenir en la lucha.
Por supuesto, que siempre ocurren acciones salvajes e inhumanas en todas las guerras. Aún en las actuales. Pero esto se manifiesta hoy mas que ayer. Hoy somos concientes de estas atrocidades, y como debe ser, no se las excusa. Y gracias a Dios, aun siendo imperfectas existen convenciones y tratados que penalizan estas barbaridades.
A mi juicio, es necesario observar, que como he dicho, los conjuntos humanos que se enfrentan, no están constituidos solo por valientes. Hay muchos que no pueden superar el límite del temor y no pueden llegar a la valentía. Son los cobardes.
Porque debe quedar claro. Todos tienen miedo salvo los temerarios. Pero el valiente es quien lo supera y lo transforma en valentía.
El problema es que los cobardes en la guerra, son humanos con poder para matar. Y son los mas duros y crueles cuando las condiciones le son favorables. Dios libre de caer en manos de un cobarde con poder. Pero para eso, los ejércitos en sus reglamentos, disponen sanciones. Y esto limita en mucho los efectos negativos de los cobardes.
Igual los hay. Y en los militares, se produce un rechazo hacia ellos. Así como se produce un efecto que estimula a su lucha, el ver los cobardes del otro bando.
Pero los cobardes existen en todos lados, sea en la paz o en la guerra.
Quizás en la paz, pasan mas desapercibidos. Pero un cobarde con poder tiene un ego que lo lleva a tratar de dañar a prójimos que ellos entienden que los perjudican. Y esto es mas favorable, porque la paz, puede asegurarle impunidad.
Los scraches a adultos mayores que ya están sometidos a la Justicia, sin que exista ninguna razón para pensar que esta se encuentra sometida al poder militar, demuestra que los cobardes devenidos en “scrachadores” vislumbran que los pueden dañar impunemente, y aun así “se protegen” para ocultar sus identidades y realizar las mas groseras demostraciones, buscando (como terroristas que son) que el miedo de los vecinos les sirva para completar su faena.
Estas actividades no son actos de guerra. En la guerra no podrían hacerlo. ¿Ud. vió un escrache entre 1965 y 1983?
Escribe el My (RE) Carlos Españadero.
He leído las narraciones que el My. (RE) Hidalgo Garzón relata sobre las tropelías sufridas a manos de anónimos seres humanos, devenidos en bestias furibundas; cobardes, que como tales, se muestran capaces de asumir conductas bestiales, que las alejan hasta de la posibilidad de ser llamados animales.
Los actos de guerra, requieren por lo menos el enfrentamiento armado de dos grupos humanos, que son concientes que en nombre de algo superior a ellos, deben luchar a muerte para que otros puedan disfrutar de algo superior, algo que podemos llamar causa o causas que hacen a la Patria, o a una idea superior a ésta.
Y hay que aceptar que, en la guerra, se realizan actos violentos donde la valentía, la temeridad (que no es lo mismo que la primera), se manifiestan en medio de muchas actitudes cobardes y temerosas de otros, puestos en la obligación de ser combatientes a pesar que como Mafalda, en su interior gritan: ¡Paren el mundo que me quiero bajar!
Gracias a Dios, la Humanidad, responsable de fomentar y desarrollar las ideas bélicas, desde el siglo XX, hace esfuerzos concretos para contener las bestialidades y aberraciones que genera la guerra.
Desde las Convenciones de Ginebra, se ha tratado de dar forma concreta a la contención de muchas atrocidades que emergían salvajemente de la situación de violencia convertida en lucha a muerte y que liberaba el odio que lo transforma en salvaje crueldad.
No se ha logrado mucho. Incluso con el reciente Estatuto de Roma, se observa que siguen existiendo campos de combate, donde gracias a “expertos abogados” logran convertir en epopeyas las más ayectas e inmundas acciones y gracias al periodismo, silenciar la existencia de las mismas o minimizarlas dando justificativos ficticios para disimularlas.
Hasta aquí, estoy hablando de la guerra. Soy conciente que seguramente la mejor solución es que desaparezca de la superficie de la Tierra. Pero esto, como decía Juan Tenorio, “que largo que lo fiais”.
Y hasta ahora, me parece que es notable, que lo que mas ayudó a humanizar a la guerra, ha sido la educación impartida en las escuelas militares, donde siempre se ha enfatizado la formación de militares respetuosos del ser humano, que ven en el “enemigo”, humanos, decididos a combatir a muerte, por una causa, pero que ven al otro, como otro ser humano que puede tener hasta mayores virtudes que él, y que se enfrentan por una misión que es superior a ellos.
Esto hace que el militar dispuesto a matar al enemigo, detiene su espada, cuando lo ve caído frente a él. En ese momento, dejó de ser el enemigo para ser un humano como él, que en su desgracia, requiere toda la atención. Y el campo de concentración no es un lugar de castigo, sino de retención de un combatiente, que de este modo no puede intervenir en la lucha.
Por supuesto, que siempre ocurren acciones salvajes e inhumanas en todas las guerras. Aún en las actuales. Pero esto se manifiesta hoy mas que ayer. Hoy somos concientes de estas atrocidades, y como debe ser, no se las excusa. Y gracias a Dios, aun siendo imperfectas existen convenciones y tratados que penalizan estas barbaridades.
A mi juicio, es necesario observar, que como he dicho, los conjuntos humanos que se enfrentan, no están constituidos solo por valientes. Hay muchos que no pueden superar el límite del temor y no pueden llegar a la valentía. Son los cobardes.
Porque debe quedar claro. Todos tienen miedo salvo los temerarios. Pero el valiente es quien lo supera y lo transforma en valentía.
El problema es que los cobardes en la guerra, son humanos con poder para matar. Y son los mas duros y crueles cuando las condiciones le son favorables. Dios libre de caer en manos de un cobarde con poder. Pero para eso, los ejércitos en sus reglamentos, disponen sanciones. Y esto limita en mucho los efectos negativos de los cobardes.
Igual los hay. Y en los militares, se produce un rechazo hacia ellos. Así como se produce un efecto que estimula a su lucha, el ver los cobardes del otro bando.
Pero los cobardes existen en todos lados, sea en la paz o en la guerra.
Quizás en la paz, pasan mas desapercibidos. Pero un cobarde con poder tiene un ego que lo lleva a tratar de dañar a prójimos que ellos entienden que los perjudican. Y esto es mas favorable, porque la paz, puede asegurarle impunidad.
Los scraches a adultos mayores que ya están sometidos a la Justicia, sin que exista ninguna razón para pensar que esta se encuentra sometida al poder militar, demuestra que los cobardes devenidos en “scrachadores” vislumbran que los pueden dañar impunemente, y aun así “se protegen” para ocultar sus identidades y realizar las mas groseras demostraciones, buscando (como terroristas que son) que el miedo de los vecinos les sirva para completar su faena.
Estas actividades no son actos de guerra. En la guerra no podrían hacerlo. ¿Ud. vió un escrache entre 1965 y 1983?
PrisioneroEnArgentina.com
Marzo 4, 2018
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