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  Por José Luis Milia. 

A modo de prólogo es menester aclarar algunas cosas: primero, la gente común que hoy se duele por la guerra en Ucrania, no es hipócrita ni, menos aún, miente a sabiendas. Lo segundo, que es imposible absolver- desde el punto de vista humano, el geopolítico es otra cosa- a Vladimir Putin y tercero, que a los medios les gusta usar, y lo hacen con éxito, su maniqueísmo como base de una hipocresía conceptual. 

A partir de medias verdades, nos han hecho creer que Ucrania es un pobre país a merced de un psicópata cuando- más allá de los desórdenes psiquiátricos de Putin- la realidad es que Ucrania es un peón en un juego de ajedrez donde el único que sabe cómo jugarlo es el zar Vladimir, porque los “lideres” occidentales son o improvisados o cobardes. 

A caballo de repetidas y lloriqueantes menciones, fotos y videos de muertos, desplazados, hospitales bombardeados, jardines de infantes destruidos, etc., hechos perversos comunes a cualquier guerra, nos han vendido la idea que Europa, y el mundo, eran, desde hace más de veinte años, idílicos jardines al que la ambición del zar- esa que trabaja cuando el músculo duerme- destruyó como a un jarrón de porcelana china. 

Lamento pincharles el globo. Los conflictos armados en el siglo XXI- ocurridos generalmente en Asia y África- son tantos que hasta es difícil contarlos, y son tan sanguinarios o más que el video de un tanque aplastando un auto en una avenida de Mariupol o un missil impactando en el piso 21 de un edificio de departamentos en Kiev. Aunque no sean muchas las fotos o videos que de esos lugares veamos. 

Debemos, al menos por honestidad personal, decirnos la verdad. La realidad es que estos conflictos cuasi ignorados del África profunda o de Asia, no nos preocupaban porque, geográficamente, no ponían en peligro- de manera real o potencial- ni al Hermitage de San Petersburgo, ni al Louvre, ni a la Capilla Sixtina, ni nos impedían hacer un tour por la Toscana, navegar el Danubio desde Passau hasta Bucarest o tirarnos al sol en alguna playa de Ibiza. Pero, ahora, en el este de Europa el escenario es otro, y es aquí donde vemos el relato, que, en toda su miserable pequeñez, nos cuentan los escribas del mester de hipocresía al servicio de los dueños del mundo. 

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Solo unos pocos datos nos permiten ver que la vida humana tiene poco valor en este mundo civilizado y que, por comodidad o poca valentía miramos esas muertes de soslayo. Ya no hablamos de los muertos que año a año el aborto provee para llegar a dimensiones de genocidio, ¿pero hay algo más infame que la muerte de un nonato indefenso?, creo que no, pero como es políticamente incorrecto estar en contra del aborto, nuestros “lideres” cierran la boca. No obstante, es bueno tener conocimientos de esas guerras que ignoramos. Por ejemplo, la segunda guerra civil sudanesa terminó en 2005; aproximadamente 1,9 millones de civiles fueron asesinados en el sur cristiano y más de cuatro millones fueron desplazados de sus casas. 

El 23 de febrero de 2003, dio comienzo el conflicto de Darfur que rápidamente derivó en un genocidio feroz. Es creíble la cifra de 400.000 víctimas dada por la ONG Coalición para la Justicia Internacional. Se cree que más de dos millones de personas se han visto desplazadas de sus hogares a causa del conflicto. 

La guerra civil Siria- obra maestra de Obama y su cuento de la primavera árabe- lleva 10 años, 11 meses y 25 días. Al 31/12/2019 habían muerto 380.000 personas de las cuales 107.000 eran civiles entre los que se contaban 20.000 niños y 13.000 mujeres.  Las causas de muerte fueron los combates y el hambre, pero también la persecución religiosa, ya que los cristianos sirios eran el blanco de los gubernamentales que los acusaban de ser espías de Israel y de los rebeldes que habían dejado en manos de Isis la limpieza religiosa de Siria. Los desplazados de sus hogares totalizan, hoy, 5,3 millones de personas. Para ellos no hay fronteras amigas ni comida caliente en el recibimiento, su futuro es vegetar mal que mal en campamentos inmundos mientras los burócratas de la ACNUR nos piden limosnas con el cuento de los refugiados. 

Podríamos seguir llenando hojas con guerras y matanzas que han sucedido a partir del inicio de este siglo, a las que poca atención les hemos prestado. No creo que nos duelan más los muertos de hoy por ser europeos que los sirios, libios, sudaneses et als, asesinados o desplazados, lo que pasa es que a quienes manejan los hilos de estos trágicos sainetes, es probable que estos últimos, poco le hayan importado como para contarnos sus vidas. 

En verdad, con John Donne nadie aprendió nada. Al fin y al cabo, la respuesta de él a su pregunta: ¿por quién doblan las campanas? – “any mans death diminishes me, because I am involved in Mankinde…”- fue casi contemporánea de la tortura y muerte por descuartizamiento, de los jesuitas Alexander Bryant y Edmund Campion, en la civilizada Inglaterra.   

El Recadito, 7 de marzo de 2022

JOSE LUIS MILIA

Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Marzo 9, 2022


 

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