A casi 70 kilómetros al oeste de Cracovia se encuentra Auschwitz-Birkenau, el mayor campo de concentración que los nazis construyeron durante la Segunda Guerra Mundial para llevar a cabo la Solución Final, el exterminio sistemático de una raza: la de los judíos. Ahí, donde perdieron la vida cerca de un millón y medio de hombres, mujeres y niños, se encuentra “México”, una sección que oficialmente se llamaba BIII, que los mismos nazis crearon y donde hoy en día solo quedan vestigios de lo que fue.

A 75 años de la liberación del campo de concentración en Auschwitz-Birkenau, no se sabe a ciencia cierta por qué decidieron adoptar ese nombre para la sección BIII.

Sin embargo, uno de los sobrevivientes —Hermann Langbein— compartió en su libro “Seres humanos de Auschwitz” que la sección había sido llamada así porque era una de las áreas más sucias y lúgubres, lo que le valió el nombre de ‘México’, un país que era visto así en aquel entonces para los nazis.

“La ausencia de las condiciones higiénicas más elementales y la falta de agua provocó una tasa de mortalidad especialmente alta, incluso para los estándares de Auschwitz. En la jerga del campo, la nueva sección se llamó ‘México’…”

A diferencia de “Canadá”, la sección donde se encontraban los depósitos de almacenamiento y que fue llamado así porque los polacos consideraban que ese país era un lugar de muchas riquezas.

Este tercer segmento dentro de Birkenau estaba destinado a 60 mil prisioneros y era una sección mixta; es decir, compartían las barracas lo mismo hombres que mujeres y niños.

Fue a mediados del año 1943 cuando se comenzó a construir Meksyk (México), un proyecto que contemplaba 188 barracas, y de las cuales solo se concluyeron 32, pues en enero de 1944 se suspendieron las obras. Otras 35 quedaron inconclusas.

Según la página oficial de Auschwitz Memorial, está sección no contaba con cocinas, baños o letrinas, y muchos de las los cuarteles no tenían literas. Por lo que, a quienes designaban en esta área, carecían de lo mínimo indispensable para poder asearse, comer, hacer sus necesidades y dormir ‘decentemente’. Por ello, los prisioneros y prisioneras de este lugar lucían inferiores que los otros en Auschwitz-Birkenau, pues sus ropas estaban en peores condiciones, muchas de las prendas estaban rasgadas a tal grado que algunos se veían casi desnudos.

Anoréxicos, muertos de hambre, desaliñados y con trapos que solo lograban cubrir en lo mínimo a estos humanos, así es como los nazis veían a México y a su gente en aquel entonces. Por lo tanto a esta sección —que reflejaba la imagen del país americano para ellos— lo llamaron así.

Otra de las teorías asegura que esta sección la llamaron así porque los hombres y mujeres que eran transferidos a Auschwitz desde otros campos llegaban con ropa diferente. Es decir, los nuevos prisiones usaban uniformes de color blanco, rojo, café, azul, beige… esto dependía de qué campo de concentración habían sido transferidos. Este colorido desfile de prisioneros evocaba a México, lo que le valió que esa sección fuera llamada así…

Esto fue cuando los nazis intentaron —sin tener éxito— eliminar toda prueba de las atrocidades que aquí habían cometido.

Los turistas que hoy visitan Auschwitz-Birkenau solo podrán ver en esa sección decenas de columnas de ladrillos rojos, algunas chimeneas que apenas se mantienen de pie y un extenso campo abierto que te deja ver aquel ‘México’, esa sección donde cientos de hombres, mujeres y niños murieron, no sin antes vivir la peor de sus pesadillas. Ese ‘México’ del que hoy solo quedan ruinas.