En el curso de su campaña electoral -antes de los ataques de Hamás que dejaron unos 1.200 muertos y 240 rehenes- el candidato Javier Milei había anunciado que, de ganar, sus dos principales aliados serían Estados Unidos e Israel.
“Estoy cumpliendo mi promesa de que el primer país que visitaría sería Israel y obviamente vengo a apoyar a Israel contra los terroristas de Hamás”, le dijo Milei al canciller Israel Katz, apenas arribó al aeropuerto Internacional Ben Gurión.
El mandatario sudamericano le confirmó a Katz otra promesa que hizo durante su campaña: “Mi plan es mudar la embajada a Jerusalén occidental”, le aseguró.
Israel considera a Jerusalén como su capital indivisible, mientras que los palestinos reclaman la parte oriental de esa ciudad como la capital de un futuro Estado. Por ese motivo pocos países tienen sus sedes diplomáticas ahí, aunque Donald Trump movió la embajada de EE.UU. a Jerusalén en 2018.
Durante su visita, el mandatario argentino también reiteró que buscará declarar a Hamás como una organización “terrorista”.
El viaje de Milei fue un respaldo bienvenido por el gobierno israelí, que está bajo creciente presión por los más de 25.000 muertos que ha provocado su incursión militar en Gaza, según fuentes locales.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien se reunió como Milei este miércoles, lo llamó “un gran amigo del Estado judío” y le dijo que su gobierno está “encantado” con la decisión del presidente argentino de mover la embajada a Jerusalén.
Pero ¿por qué quiere Milei profundizar los vínculos con Israel? Y ¿qué puede ganar o perder Argentina con esta alianza?
Se estima que Argentina tiene la comunidad judía más grande de América Latina y una de las mayores fuera de Israel.
El país sudamericano fue uno de los primeros en reconocer la creación de ese país, en 1948. Pero fue recién Carlos Menem, en 1991, el primer presidente en visitarlo.
El exmandatario -muy admirado por Milei- incluso llegó a considerar que ese viaje histórico fue uno de los motivos por los que Buenos Aires fue elegida, no una sino dos veces durante su mandato, como blanco de ataques terroristas con coches bomba.
El primero fue contra la embajada israelí en 1992. Fallecieron 22 personas. El segundo, contra el principal centro de la comunidad judía, la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en 1994, que dejó 85 muertos.
Ambos fueron atribuidos al grupo islámico libanés Hezbolá, con apoyo de Irán (aunque ninguno de los casos llegó a juicio).
“Sabemos que el mayor desafío para la paz en nuestra zona, pero también en la suya, es Irán. Y apreciamos la cooperación que estamos manteniendo con ustedes en seguridad y diplomacia”, dijo Netanyahu, tras el encuentro con su par sudamericano.
Lo cierto es que ningún líder argentino le ha dado tanta prioridad a Israel como Javier Milei.
El propio mandatario ha admitido que tiene un vínculo especial con el país por motivos espirituales: aunque se crió como católico, practica el judaísmo, fe que hoy ocupa un lugar primordial en su vida.
Sin embargo, su elección de viajar a Israel -un país en guerra- como primer destino -tras un breve paso por Davos en enero- va mucho más allá de lo personal, coinciden muchos observadores: Profesar su apoyo a Israel.
La postura va a contramano de otros países latinoamericanos, como México, Chile y Bolivia, que han pedido que se investigue si Israel está cometiendo un genocidio en Gaza.
Trump -otro acérrimo defensor de Israel- es el favorito, según las encuestas, para ganar los próximos comicios presidenciales de noviembre próximo en EE.UU.
Con su viaje el presidente Milei va a estar en la prensa estadounidense y europea. Se ha convertido en una de las figuras internacionales de mayor resonancia en el momento actual.
La jugada de Milei de colocarse en el centro mismo de la crisis internacional más importante de este momento, singularizándose del resto de América Latina, es estratégicamente muy riesgosa. Pero podría rendir sus frutos. Esta política del presidente Milei no se olvidará en Israel nunca más.
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En el curso de su campaña electoral -antes de los ataques de Hamás que dejaron unos 1.200 muertos y 240 rehenes- el candidato Javier Milei había anunciado que, de ganar, sus dos principales aliados serían Estados Unidos e Israel.
“Estoy cumpliendo mi promesa de que el primer país que visitaría sería Israel y obviamente vengo a apoyar a Israel contra los terroristas de Hamás”, le dijo Milei al canciller Israel Katz, apenas arribó al aeropuerto Internacional Ben Gurión.
El mandatario sudamericano le confirmó a Katz otra promesa que hizo durante su campaña: “Mi plan es mudar la embajada a Jerusalén occidental”, le aseguró.
Israel considera a Jerusalén como su capital indivisible, mientras que los palestinos reclaman la parte oriental de esa ciudad como la capital de un futuro Estado. Por ese motivo pocos países tienen sus sedes diplomáticas ahí, aunque Donald Trump movió la embajada de EE.UU. a Jerusalén en 2018.
Durante su visita, el mandatario argentino también reiteró que buscará declarar a Hamás como una organización “terrorista”.
El viaje de Milei fue un respaldo bienvenido por el gobierno israelí, que está bajo creciente presión por los más de 25.000 muertos que ha provocado su incursión militar en Gaza, según fuentes locales.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien se reunió como Milei este miércoles, lo llamó “un gran amigo del Estado judío” y le dijo que su gobierno está “encantado” con la decisión del presidente argentino de mover la embajada a Jerusalén.
Pero ¿por qué quiere Milei profundizar los vínculos con Israel? Y ¿qué puede ganar o perder Argentina con esta alianza?
Se estima que Argentina tiene la comunidad judía más grande de América Latina y una de las mayores fuera de Israel.
El país sudamericano fue uno de los primeros en reconocer la creación de ese país, en 1948. Pero fue recién Carlos Menem, en 1991, el primer presidente en visitarlo.
El exmandatario -muy admirado por Milei- incluso llegó a considerar que ese viaje histórico fue uno de los motivos por los que Buenos Aires fue elegida, no una sino dos veces durante su mandato, como blanco de ataques terroristas con coches bomba.
El primero fue contra la embajada israelí en 1992. Fallecieron 22 personas. El segundo, contra el principal centro de la comunidad judía, la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en 1994, que dejó 85 muertos.
Ambos fueron atribuidos al grupo islámico libanés Hezbolá, con apoyo de Irán (aunque ninguno de los casos llegó a juicio).
“Sabemos que el mayor desafío para la paz en nuestra zona, pero también en la suya, es Irán. Y apreciamos la cooperación que estamos manteniendo con ustedes en seguridad y diplomacia”, dijo Netanyahu, tras el encuentro con su par sudamericano.
Lo cierto es que ningún líder argentino le ha dado tanta prioridad a Israel como Javier Milei.
El propio mandatario ha admitido que tiene un vínculo especial con el país por motivos espirituales: aunque se crió como católico, practica el judaísmo, fe que hoy ocupa un lugar primordial en su vida.
Sin embargo, su elección de viajar a Israel -un país en guerra- como primer destino -tras un breve paso por Davos en enero- va mucho más allá de lo personal, coinciden muchos observadores: Profesar su apoyo a Israel.
La postura va a contramano de otros países latinoamericanos, como México, Chile y Bolivia, que han pedido que se investigue si Israel está cometiendo un genocidio en Gaza.
Trump -otro acérrimo defensor de Israel- es el favorito, según las encuestas, para ganar los próximos comicios presidenciales de noviembre próximo en EE.UU.
Con su viaje el presidente Milei va a estar en la prensa estadounidense y europea. Se ha convertido en una de las figuras internacionales de mayor resonancia en el momento actual.
La jugada de Milei de colocarse en el centro mismo de la crisis internacional más importante de este momento, singularizándose del resto de América Latina, es estratégicamente muy riesgosa. Pero podría rendir sus frutos. Esta política del presidente Milei no se olvidará en Israel nunca más.
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 12, 2024
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