Estas líneas si bien trata el tema HUELGA DE HAMBRE, nada tiene que ver con el AYUNO que los prisioneros llevarán a cabo los días 8 y 9 del corriente mes, y al que también me referiré. Son 2 cosas completamente diferentes y quizás aunque cueste creerlo, es más difícil llevar adelante lo último o sea el AYUNO. Seguramente el tema radica en la mente. Si yo digo, voy a comer dentro de 48 horas, tendré una expectativa sobre las que faltan para cumplirse las mismas, con lo cual sentiré fuertes reflejos de apetito, como cuando uno mira el reloj para saber cuánto falta para la cena, y el tiempo parece detenerse. Yo hice 2 huelgas, una de CINCO DÍAS, que levanté engañado por la palabra de la Jueza FILIPUZZI y su secretario el doctor MASSARI del juzgado Federal uno de Bahía Blanca, y otra que inicié a la semana y duró TREINTA Y UN DÍAS. En las 2 arranqué con la convicción de MORIR EN LIBERTAD, a través de la misma muerte. Ahora veo que suena raro, pero así lo sentí y me parecía y parece, coherente.
LOS DOLORES DEL HAMBRE
Antes de la primera, la gran duda era sobre los dolores del hambre que pensaba seguramente me aquejarían a partir de las primeras horas. En los 10 primeros días seguí alojado en el Pabellón 19, donde mediodía y noche, el lugar es invadido por ricos aromas proveniente de los 3 expertos prisioneros que cocinan para ellos y algún otro camarada. Debo decir que nunca sentí apetito ni absolutamente nada que me molestara, ni la más mínima tentación al verlos comer a ellos. Lo mío era solo agua y en el mejor de los casos saborizada. Me recomendaron tomar mate, lo que hice por primera vez. Pese a que me resultaba sumamente desagradable al gusto, luego por un par de horas recuperaba increíblemente la energía. Si bien me produjo gran agitación el día 9 llegué a participar en la limpieza del pabellón.
EL MENTIROSO HOSPITAL PENITENCIARIO
Luego vino el traslado al Hospital Penitenciario donde me quitaron todo, reloj, radio, reproductor de DVD y otros elementos de distracción. Si bien ETCHECOLATZ, PATI y otros prisioneros me ofrecieron los suyos no los acepté, dedicándome a la lectura de viejos libros que tiene la pequeña biblioteca que sus ocupantes armaron en el lugar. Si mal no recuerdo sobre el día 20, comencé a sentir el piso permanentemente inclinado. A quien hace huelga de hambre no se le da silla de ruedas, por lo que llegaba al teléfono apoyándome en la pared, y volvía a la cama. También comenzaron los sueños, frecuentes, agradables y con escenas de la juventud, los que me hacían despertar siempre optimista. Estar en la cama no me molestaba. Ya la temperatura corporal oscilaba entre los 34 y 35 grados, y todo lo debía ejecutar lentamente, como bañarme a la mañana, hacer la cama, o lavar la ropa. Cuando volví a comer, pese a las promesas de las autoridades, no hubo menú acorde a ello. Cuatro días después al intentar volver a utilizar el baño creí durante 3 o más horas que me moriría del dolor.
LOS SEMIDIOSES DE LA VERDAD Y LA JUSTICIA
Salí adelante, probé pastas caseras invitado por PATI y con 16 kilos menos regresé al territorio amigable del hogar. Luego de un tratamiento que debí hacer para recuperar proteínas, hoy puedo pasar 12 o 24 horas sin comer sin inconveniente alguno. Es evidente que llegar a morir de inanición no es nada doloroso como se pueda llegar a creer, por lo menos hasta el día 31. También sé que adquirí un nuevo conocimiento, sobre lo que a futuro yo pueda llegar a hacer con mi mente y mi cuerpo, más allá de lo que pretendan o quieran los falaces “semidioses de la verdad y la justicia”.
A los prisioneros adultos mayores que ayunarán los días 8 y 9 mis mejores deseos. Permanentemente observen y cuiden a aquellos que no deberían hacerlo, por su ya deteriorada salud. De cualquier forma, siempre será mejor morir de pie que vivir de rodillas ante los cobardes hipócritas que hoy nos mantienen cautivos.
“Los cobardes son los que se cobijan bajo las normas”.
Por Claudio Kussman.
Estas líneas si bien trata el tema HUELGA DE HAMBRE, nada tiene que ver con el AYUNO que los prisioneros llevarán a cabo los días 8 y 9 del corriente mes, y al que también me referiré. Son 2 cosas completamente diferentes y quizás aunque cueste creerlo, es más difícil llevar adelante lo último o sea el AYUNO. Seguramente el tema radica en la mente. Si yo digo, voy a comer dentro de 48 horas, tendré una expectativa sobre las que faltan para cumplirse las mismas, con lo cual sentiré fuertes reflejos de apetito, como cuando uno mira el reloj para saber cuánto falta para la cena, y el tiempo parece detenerse. Yo hice 2 huelgas, una de CINCO DÍAS, que levanté engañado por la palabra de la Jueza FILIPUZZI y su secretario el doctor MASSARI del juzgado Federal uno de Bahía Blanca, y otra que inicié a la semana y duró TREINTA Y UN DÍAS. En las 2 arranqué con la convicción de MORIR EN LIBERTAD, a través de la misma muerte. Ahora veo que suena raro, pero así lo sentí y me parecía y parece, coherente.
LOS DOLORES DEL HAMBRE
Antes de la primera, la gran duda era sobre los dolores del hambre que pensaba seguramente me aquejarían a partir de las primeras horas. En los 10 primeros días seguí alojado en el Pabellón 19, donde mediodía y noche, el lugar es invadido por ricos aromas proveniente de los 3 expertos prisioneros que cocinan para ellos y algún otro camarada. Debo decir que nunca sentí apetito ni absolutamente nada que me molestara, ni la más mínima tentación al verlos comer a ellos. Lo mío era solo agua y en el mejor de los casos saborizada. Me recomendaron tomar mate, lo que hice por primera vez. Pese a que me resultaba sumamente desagradable al gusto, luego por un par de horas recuperaba increíblemente la energía. Si bien me produjo gran agitación el día 9 llegué a participar en la limpieza del pabellón.
EL MENTIROSO HOSPITAL PENITENCIARIO
Luego vino el traslado al Hospital Penitenciario donde me quitaron todo, reloj, radio, reproductor de DVD y otros elementos de distracción. Si bien ETCHECOLATZ, PATI y otros prisioneros me ofrecieron los suyos no los acepté, dedicándome a la lectura de viejos libros que tiene la pequeña biblioteca que sus ocupantes armaron en el lugar. Si mal no recuerdo sobre el día 20, comencé a sentir el piso permanentemente inclinado. A quien hace huelga de hambre no se le da silla de ruedas, por lo que llegaba al teléfono apoyándome en la pared, y volvía a la cama. También comenzaron los sueños, frecuentes, agradables y con escenas de la juventud, los que me hacían despertar siempre optimista. Estar en la cama no me molestaba. Ya la temperatura corporal oscilaba entre los 34 y 35 grados, y todo lo debía ejecutar lentamente, como bañarme a la mañana, hacer la cama, o lavar la ropa. Cuando volví a comer, pese a las promesas de las autoridades, no hubo menú acorde a ello. Cuatro días después al intentar volver a utilizar el baño creí durante 3 o más horas que me moriría del dolor.
LOS SEMIDIOSES DE LA VERDAD Y LA JUSTICIA
Salí adelante, probé pastas caseras invitado por PATI y con 16 kilos menos regresé al territorio amigable del hogar. Luego de un tratamiento que debí hacer para recuperar proteínas, hoy puedo pasar 12 o 24 horas sin comer sin inconveniente alguno. Es evidente que llegar a morir de inanición no es nada doloroso como se pueda llegar a creer, por lo menos hasta el día 31. También sé que adquirí un nuevo conocimiento, sobre lo que a futuro yo pueda llegar a hacer con mi mente y mi cuerpo, más allá de lo que pretendan o quieran los falaces “semidioses de la verdad y la justicia”.
A los prisioneros adultos mayores que ayunarán los días 8 y 9 mis mejores deseos. Permanentemente observen y cuiden a aquellos que no deberían hacerlo, por su ya deteriorada salud. De cualquier forma, siempre será mejor morir de pie que vivir de rodillas ante los cobardes hipócritas que hoy nos mantienen cautivos.
PrisioneroEnArgentina.com
Diciembre 4, 2016
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