Sería un error categorizar 1984 como estrictamente una obra de ficción. La participación de George Orwell en la Guerra Civil Española y su empleo durante la guerra escribiendo para medios británicos contribuyeron directamente a lo que escribe. En cierto sentido, su historia es autobiográfica, pero es a partir de su comprensión de esas experiencias que construye su visión ficticia pero de pesadilla.
El mismo Orwell era decididamente socialista, pero en términos estrictamente ideados por él mismo. Nunca se sintió cómodo como miembro de ningún partido político organizado, y su experiencia luchando por la República Española en 1937 (tal como lo plasmó en Homenaje a Catalunia) lo convirtió permanente y vehementemente en contra de la Unión Soviética y sus métodos totalitarios. A medida que creció, la mayoría de los que lo conocieron identificaron su perspectiva como “antitotalitaria”, una connotación resbaladiza, porque tendía a agruparlo, al menos en el léxico establecido, con serpientes como Hannah Arendt. Pero lo cierto es que a Orwell no se le puede categorizar ni encasillar.
Es imperioso leer Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. Memorizar frases trilladas como “orwelliano” o “Gran Hermano” simplemente no hace justicia a lo que presenta Orwell. La intención de este artículo no es trazar paralelos directos entre lo que está escrito en 1984 y el clima político/cultural de hoy. Lo que es más relevante es tomar lo que Orwell luchó por poner en papel y reflexionar sobre cómo su visión se relaciona con lo que Lyndon LaRouche llamó el “Principio Oligárquico”.
El mundo de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro es uno de guerras permanentes e incesantes, con tres bloques en competencia (Oceanía, Eurasia y Asia Oriental) comprometidos en una batalla continua entre sí, pero sin perspectivas de victoria final por parte de ningún bloque individual. La guerra no se lleva a cabo para derrotar al enemigo, sino como la razón de ser de la existencia del estado. El estado de guerra permanente define todos los aspectos de la cultura, hasta el más mínimo detalle de la vida personal, incluidos los propios pensamientos del individuo. Todas las dificultades y escaseces económicas se culpan al enemigo.
Como muchos ciudadanos rusos, que están profundamente preocupados por las crecientes restricciones a la libertad de expresión en el país, por la legislación en constante expansión y la burocracia arbitraria que afecta todos los aspectos de la vida rusa. Están preocupados por los intentos de las autoridades de imponer una ideología cultural que, en muchos aspectos, imita el estilo de la propaganda de la era soviética. Asusta la creciente dependencia del sistema judicial de estas mismas autoridades..
El propósito aquí no es establecer paralelismos directos entre 1984 y el mundo de 2022. Sin embargo, no se pueden ignorar las inquietantes similitudes de lo que escribe Orwell con lo que se está viendo hoy. No es como si la oligarquía estuviera operando desde un “libro de jugadas de Orwell”. Más bien, estas similitudes dicen algo sobre la naturaleza de la oligarquía misma. Odian lo humano. Desprecian la idea de una identidad humana creativa hecha a imagen de Dios. Están decididos a erradicar esa identidad. Su nueva Oceanía aún es incipiente, pero la intención es clara: guerra, despoblación, degradación humana.
Se podría decir mucho más sobre Mil novecientos ochenta y cuatro, incluida la forma en que la población se mantiene a raya incitando al odio contra las imágenes enemigas, pero la lucha es forjar un mundo mejor. Valor y apreciar el potencial de cada ciudadano. Pero corresponde reconocer el verdadero mal al que el planeta enfrenta. Esta no es una lucha para simplemente cambiar esta política o aquella política. Se debe rescatar al mundo y recrear una cultura en la que las personas puedan vivir y pensar como seres humanos.
Eglee Bushop es una periodista y excorresponsal en el extranjero para National Public Observer. Eglee nació y se crió en Galveston, Texas, y estudió la carrera en Collin County Community College District. Vive en Butler Beach, Florida con su gata “Liz Taylor”.
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Sería un error categorizar 1984 como estrictamente una obra de ficción. La participación de George Orwell en la Guerra Civil Española y su empleo durante la guerra escribiendo para medios británicos contribuyeron directamente a lo que escribe. En cierto sentido, su historia es autobiográfica, pero es a partir de su comprensión de esas experiencias que construye su visión ficticia pero de pesadilla.
Es imperioso leer Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. Memorizar frases trilladas como “orwelliano” o “Gran Hermano” simplemente no hace justicia a lo que presenta Orwell. La intención de este artículo no es trazar paralelos directos entre lo que está escrito en 1984 y el clima político/cultural de hoy. Lo que es más relevante es tomar lo que Orwell luchó por poner en papel y reflexionar sobre cómo su visión se relaciona con lo que Lyndon LaRouche llamó el “Principio Oligárquico”.
El mundo de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro es uno de guerras permanentes e incesantes, con tres bloques en competencia (Oceanía, Eurasia y Asia Oriental) comprometidos en una batalla continua entre sí, pero sin perspectivas de victoria final por parte de ningún bloque individual. La guerra no se lleva a cabo para derrotar al enemigo, sino como la razón de ser de la existencia del estado. El estado de guerra permanente define todos los aspectos de la cultura, hasta el más mínimo detalle de la vida personal, incluidos los propios pensamientos del individuo. Todas las dificultades y escaseces económicas se culpan al enemigo.
Como muchos ciudadanos rusos, que están profundamente preocupados por las crecientes restricciones a la libertad de expresión en el país, por la legislación en constante expansión y la burocracia arbitraria que afecta todos los aspectos de la vida rusa. Están preocupados por los intentos de las autoridades de imponer una ideología cultural que, en muchos aspectos, imita el estilo de la propaganda de la era soviética. Asusta la creciente dependencia del sistema judicial de estas mismas autoridades..
El propósito aquí no es establecer paralelismos directos entre 1984 y el mundo de 2022. Sin embargo, no se pueden ignorar las inquietantes similitudes de lo que escribe Orwell con lo que se está viendo hoy. No es como si la oligarquía estuviera operando desde un “libro de jugadas de Orwell”. Más bien, estas similitudes dicen algo sobre la naturaleza de la oligarquía misma. Odian lo humano. Desprecian la idea de una identidad humana creativa hecha a imagen de Dios. Están decididos a erradicar esa identidad. Su nueva Oceanía aún es incipiente, pero la intención es clara: guerra, despoblación, degradación humana.
Se podría decir mucho más sobre Mil novecientos ochenta y cuatro, incluida la forma en que la población se mantiene a raya incitando al odio contra las imágenes enemigas, pero la lucha es forjar un mundo mejor. Valor y apreciar el potencial de cada ciudadano. Pero corresponde reconocer el verdadero mal al que el planeta enfrenta. Esta no es una lucha para simplemente cambiar esta política o aquella política. Se debe rescatar al mundo y recrear una cultura en la que las personas puedan vivir y pensar como seres humanos.
Eglee Bushop es una periodista y excorresponsal en el extranjero para National Public Observer. Eglee nació y se crió en Galveston, Texas, y estudió la carrera en Collin County Community College District. Vive en Butler Beach, Florida con su gata “Liz Taylor”.
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 30, 2022