La evolución de la pandemia del coronavirus hizo que, en pocas semanas, el virus se haya extendido desde China a todo el mundo. El mundo ha tomado medidas para controlar la contaminación y los científicos buscan infructuosamente una vacuna. Y así, muchas fueron las parejas que, cuando se les anunció el embarazo, se han visto por un momento llenas de confusión. No obstante, estoy seguro de que en este momento sentirán gozo y gran alegría al decir: «un hijo se nos ha dado». Es inevitable plantearse inmediatamente la pregunta: ¿por qué nacen tan pocos niños en algunos países occidentales? El principal motivo de la escasez de nacimientos no es de tipo económico. Los nacimientos deberían aumentar a medida que se camina hacia las franjas más elevadas de la sociedad, o según se va del Sur al Norte del mundo, y en cambio sabemos que ocurre exactamente lo contrario. El motivo es más profundo y es la falta de esperanza, con lo que implica la falta de confianza en el futuro, impulso vital, creatividad, poesía y alegría de vivir. Si casarse es siempre un acto de fe, traer al mundo un hijo es siempre un acto de esperanza. Nada se hace en el mundo sin esperanza. Necesitamos de la esperanza como del aire para respirar. Cuando una persona está a punto de desmayarse, se grita a quienes están cerca: ¡Denle aire! Lo mismo se debería hacer con quién está a punto de rendirse ante la vida, de dejarse ir: ¡Denle un motivo de esperanza!… Cuando en una situación humana renace la esperanza, todo parece distinto, aunque nada, de hecho, haya cambiado. La esperanza es una fuerza primordial. Literalmente hace milagros. Hoy, en este momento de la historia, resulta esencial ofrecer a nuestra gente esa Esperanza. Las esperanzas terrenas (casa, trabajo, salud, el éxito de los hijos…), aunque se realicen, inexorablemente desilusionan si no hay algo más profundo que las sustente y las eleve… Como ejemplo, miremos lo que sucede con la tela de araña; es una obra de arte, perfecta en su simetría, elasticidad, funcionalidad, tensa desde todos los puntos por hilos que tiran de ella horizontalmente. Se sujeta en el centro por un hilo desde arriba, el hilo que la araña ha tejido descendiendo. Si uno desprende uno de los filamentos laterales, la araña sale, lo repara rápidamente y vuelve a su sitio. Pero si se rompe ese hilo de lo alto, todo se distiende. La araña sabe que no hay nada que hacer y se aleja. La Esperanza, que tiene como objeto nuestro sustento, es el hilo de lo alto en nuestra vida, lo que sustenta toda la trama de nuestras esperanzas. En este momento, en el que sentimos tan fuerte la necesidad de esperanza, es propicio para reflexionar y puede representar la ocasión para que hagamos una inversión de marcha en nuestros hábitos antiguos y presentes, tal vez, de llevar nuestra vida. Recordemos que, amándose, las personas se fortalecen en fe esperanza y se abren a una nueva vida. No perdamos la esperanza, concepto que vale sobre todo para los padres. «Quien recibe a un niño en mi nombre, a mí me recibe», dijo Jesús. Y esto también es válido para quien acoge a un niño pobre y abandonado, para quien adopta o alimenta a un niño.
Desde la ciudad de Campana, Buenos Aires, envío un abrazo y mi deseo
que Dios te Bendiga y prospere en todo lo que emprendas; y derrame
sobre ti Salud, Paz, Amor y mucha Prosperidad.
♥
Por CLAUDIO VALERIO
La evolución de la pandemia del coronavirus hizo que, en pocas semanas, el virus se haya extendido desde China a todo el mundo. El mundo ha tomado medidas para controlar la contaminación y los científicos buscan infructuosamente una vacuna. Y así, muchas fueron las parejas que, cuando se les anunció el embarazo, se han visto por un momento llenas de confusión. No obstante, estoy seguro de que en este momento sentirán gozo y gran alegría al decir: «un hijo se nos ha dado». Es inevitable plantearse inmediatamente la pregunta: ¿por qué nacen tan pocos niños en algunos países occidentales? El principal motivo de la escasez de nacimientos no es de tipo económico. Los nacimientos deberían aumentar a medida que se camina hacia las franjas más elevadas de la sociedad, o según se va del Sur al Norte del mundo, y en cambio sabemos que ocurre exactamente lo contrario. El motivo es más profundo y es la falta de esperanza, con lo que implica la falta de confianza en el futuro, impulso vital, creatividad, poesía y alegría de vivir. Si casarse es siempre un acto de fe, traer al mundo un hijo es siempre un acto de esperanza. Nada se hace en el mundo sin esperanza. Necesitamos de la esperanza como del aire para respirar. Cuando una persona está a punto de desmayarse, se grita a quienes están cerca: ¡Denle aire! Lo mismo se debería hacer con quién está a punto de rendirse ante la vida, de dejarse ir: ¡Denle un motivo de esperanza!… Cuando en una situación humana renace la esperanza, todo parece distinto, aunque nada, de hecho, haya cambiado. La esperanza es una fuerza primordial. Literalmente hace milagros. Hoy, en este momento de la historia, resulta esencial ofrecer a nuestra gente esa Esperanza. Las esperanzas terrenas (casa, trabajo, salud, el éxito de los hijos…), aunque se realicen, inexorablemente desilusionan si no hay algo más profundo que las sustente y las eleve… Como ejemplo, miremos lo que sucede con la tela de araña; es una obra de arte, perfecta en su simetría, elasticidad, funcionalidad,
tensa desde todos los puntos por hilos que tiran de ella horizontalmente. Se sujeta en el centro por un hilo desde arriba, el hilo que la araña ha tejido descendiendo. Si uno desprende uno de los filamentos laterales, la araña sale, lo repara rápidamente y vuelve a su sitio. Pero si se rompe ese hilo de lo alto, todo se distiende. La araña sabe que no hay nada que hacer y se aleja. La Esperanza, que tiene como objeto nuestro sustento, es el hilo de lo alto en nuestra vida, lo que sustenta toda la trama de nuestras esperanzas.
En este momento, en el que sentimos tan fuerte la necesidad de esperanza, es propicio para reflexionar y puede representar la ocasión para que hagamos una inversión de marcha en nuestros hábitos antiguos y presentes, tal vez, de llevar nuestra vida. Recordemos que, amándose, las personas se fortalecen en fe esperanza y se abren a una nueva vida. No perdamos la esperanza, concepto que vale sobre todo para los padres. «Quien recibe a un niño en mi nombre, a mí me recibe», dijo Jesús. Y esto también es válido para quien acoge a un niño pobre y abandonado, para quien adopta o alimenta a un niño.
Desde la ciudad de Campana, Buenos Aires, envío un abrazo y mi deseo
que Dios te Bendiga y prospere en todo lo que emprendas; y derrame
sobre ti Salud, Paz, Amor y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
** Valerius **
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 23, 2020