Para salir un poco del agobio de la semana que pasó, recordemos y celebremos que hoy es el día del padre. O en los términos, ahora políticamente correctos, de “el/la” padre. Así, al decir “el/la” padre, usamos el léxico de la reciente media sanción de la ley que declara el aborto libre y gratuito. En ella, se usa el neo lenguaje “políticamente correcto” de “aclarar” el/la profesional. Y además se establece que se habla de la interrupción del embarazo de la mujer y/o de la persona gestante, con lo que, supongo, se incluye a las nacidas aparentemente mujeres pero que la ley les ha permitido reconocerse como varones, aunque – naturalmente – puedan quedar embarazadas; y como para la ley no son mujeres, los legisladores las han identificado como personas gestantes habilitándoles así el aborto. Hubiera bastado con decir “personas gestantes” ya que en en esa expresión quedan incluidas las mujeres, cuyo documento dice que lo son, y los varones redocumentados que pueden ser embarazados por su naturaleza física. La aclaración era innecesaria. Con persona gestante alcanzaba.
Pero la aclaración tiene el aire reivindicativo de lo “políticamente correcto” en la neo lengua. Utilizar “el profesional” es abarcativo de ambos géneros y pertenece al uso correcto de la lengua, como que si se trata exclusivamente de mujeres lo correcto es “la profesional”. Si no hay identificación de genero todos entendemos que “el” es abarcativo.
En algunas s Plazas ocurrieron, pocas, cosas de una violencia inusitada. Los medios describieron las Plazas como lugares de la tolerancia. Y no fue del todo verdad.
Hubo plazas en las que un grupito de militantes de pañuelo verde enfrentaba, al grito de “Iglesia basura vos sos la dictadura”, a los jóvenes que rezaban. Les pintaban con aerosol la ropa en las partes pudendas y se exhibían provocativamente y sin ropa (¡qué frío¡), incluso realizando acciones de sexo lesbiano explicito. Hay videos. No eran todas ni todos, pero sí una minoría activa y militante.
La jornada legislativa tuvo un gran triunfador. El ideólogo del gobierno J. Durán Barba, muy próximo a las expresiones antes citadas, quién afirmó que uno de sus objetivos era lograr la ley del aborto libre y gratuito.
Junto a Marcos Peña y familia, lograron la adhesión PRO a la nueva norma a pesar de las enclenques y asordinadas manifestaciones de desacuerdo de Mauricio Macri realizadas en campaña. Esas manifestaciones le permitieron sumar electorado y la noche de la votación incumplió su compromiso electoral.
Después de haber promovido la ley y operado claramente a favor del voto, ha quedado claro que aquella manifestación fue pour la galerie. Una manera de tirar la piedra y ocultar la mano. Eso es feo. Pero estamos acostumbrados. Una más de las muchas cosas que dijo que no iba a hacer sea por ignorancia o sea por debilidad de convicciones.
La media sanción de la ley dice que queda prohibido, a las instituciones de salud, “la objeción de conciencia e ideario institucional” (por ejemplo las instituciones sanitarias dependientes de organizaciones religiosas) que será penada con prisión, inhabilitación o clausura del establecimiento.
Se establece una práctica obligatoria para los establecimientos públicos, lo que es coherente; pero también para los privados y esto no tiene fundamento toda vez que la salud pública ofrece el servicio de manera irrestricta.
Es una decisión presupuestaria aunque no lo diga expresamente, lo que es lógico y consistente; pero también es un cargo adicional para las obras sociales como si se tratara de una enfermedad, que no lo es. El ministro de Salud Adolfo Rubinstein, expresamente señaló que las prácticas, ahora legales, serán más baratas para el Estado que las hasta ahora reparadoras de las ilegales.
No está claro si los tratamientos con “píldoras” también pasarán a ser gratuitos. Y en ese caso, en un país tan sensible a los lobbies, debería uno preguntarse quiénes la producen o quiénes las importan. En este caso la presión tendría un interés no precisamente ideológico, la visión del mundo, sino la visión crematística.
No es, por cierto, lo más importante. Pero cómo todos sabemos “el diablo se oculta en los detalles”. La salud es un servicio. Pero también es un negocio. Los “concesionarios” también se ocultan en los detalles de la salud.
Llegados a este punto ¿tienen el mismo tratamiento presupuestario y conminatorio, aquellas personas que sólo pueden consumir ciertos alimentos cuyo costo duplica el de los comunes? ¿Las ampara el presupuesto público? Deberían ¿no le parece? ¿Prioridades? Los derechos son razonables sobre la base de la igualdad.
Pato o gallareta, sea por voluntad de Macri o por estado de la cuestión, todos hemos entrado en el rodeo. Y ha sido muy bueno que cada uno diga lo suyo. Ahora bien, esto obliga a los legisladores a no seguir posponiendo el debate de otras cuestiones que afectan a la totalidad y – por cierto – de verdad a los más vulnerables. Veamos.
¿Imagina, estimado lector, a los comunicadores sociales, articulistas, panelistas, legisladores, etc., con el mismo entusiasmo, cadena oratoria, vocación por conocer la opinión de expertos y afectados, en temas tan centrales y profundos como, por ejemplo, el acuerdo que la Argentina propone para MERCOSUR – Unión Europea? Si se firma como quiere Mauricio, que es lo que quiere la UE, se redefine (para mal) el alicaído perfil productivo y de empleo en el país.
¿ O imagina lo que implica el debate de la definición de la política energética que, por cierto, no es la tarifa o el precio de los combustibles, que es apenas una deriva de lo que está detrás? ¿Ha escuchado Usted un debate profundo, o la preparación de ese debate, sobre los contratos de la concesión de hidrocarburos, las condiciones en que operan; una discusión acerca de cuáles son las reservas energéticas de las que disponemos; o de las políticas – que siempre son recursos – que diseñamos para el desarrollo de las energías limpias o, por ejemplo, las condiciones para disponer de los recursos de Vaca Muerta? Ni ahí.
Hace apenas unas horas en Clarín (15/6/2018) una nota, en letra chica, refería que los petroleros reunidos en Bariloche, señalaban que nuestros costos de producción habían igualado a los de Estados Unidos. Vinculado a ello la organización FARN informó que los subsidios recibidos por las empresas petroleras entre 2017 y 2018 equivalían al 3 por ciento del PBI, que es el recorte que nos comprometimos con el FMI. Dice la nota que el ministro Juan Aranguren aclaró que “no eran subsidios sino un estímulo a la producción que en cuatro años se acabaría”. Una nota más sobre el poder de los lobbies en la política nacional. Aquí hay que poner la lupa para descartar la existencia de los escándalos más notables en materia de corrupción. ¿Nada se va a debatir en el Parlamento sobre la compra de las acciones de Repsol por parte del grupo Eskenazi? ¿Nada sobre la “compra” nacional de la mayoría del paquete accionario de YPF?¿ Nada sobre las concesiones cuyas condiciones violan las leyes?¿Nada sobre los contratos a los que se obligan los concesionarios de hidrocarburos? La caída de Juan J. Aranguren es una manera de “cerrar” el asunto? ¿Nada va a hacer el Parlamento?
Los Parlamentos de los países que queremos emular, profundizan todos y cada uno de los temas estratégicos. Los temas se analizan multidimensionalmente y se forma consenso mínimo. De ese modo se neutralizan los inevitables lobbies que desnivelan las decisiones y las alejan del Bien Común. Este debate, el del aborto, más allá del resultado fue un ejemplo de lo que deberíamos hacer con las cosas importantes.
Y hablando de salud qué tal si nos animamos a debatir a fondo, en el Parlamento y con los expertos, la cuestión del costo de la salud y de la medicina, de la organización, incluidas las obras sociales y las instituciones públicas. ¿Nada para mejorar en ese marasmo presupuestario?¿La provisión de vacunas?
El debate por el aborto libre y gratuito es de una profunda importancia. Pero no es menor el debate sobre el uso, apropiación, destino, de nuestros recursos naturales. El litio, por ejemplo, puede ser el disparador de una transformación productiva del Norte argentino. Pero ese recurso, como muchos otros, para ser explotados con racionalidad y el mayor rendimiento social, obliga a la política, primero a escuchar todas las voces expertas e interesadas y después la obligan a decidir; y decidir es aplicar recursos. De eso no se habla.
La ley del aborto ha producido, tal vez consecuencia de la intensidad del debate y de la presencia de decenas de expertos, del entusiasmo de los comunicadores, una verdadera asunción de responsabilidades personales y no de grupo. Cada legislador tuvo que votar individualmente y no en bloque. No fueron escribanía.
¿Pero no sería mucho, pero mucho, mas importante que se abocaran a debatir cómo hacemos para salir de este pantano espantoso que condena a más de la mitad de nuestros jóvenes menores de 14 años, que han nacido en hogares de padres y abuelos, condicionados por la pobreza?¿Se animarán a debatir por qué, en los últimos 40 años, el número de pobres ha crecido a la tasa anual acumulativa del 7,1 por ciento? ¿Cómo salir de esa tendencia infame? ¿Si esta no es la principal cuestión de los derechos humanos, qué son los derechos humanos?
Los buenos debates son ejemplos que deben servir para despertar la conciencia de la responsabilidad de preguntar sobre aquello que es importante y de lo que apenas conocemos un aspecto. Preguntar para decidir.
¿Cuál es la proyección de nuestro potencial humano para el desarrollo?¿Tienen la misma posibilidad de educación esos niños nacidos en todas las carencias (la mitad), que los de la clase media (la otra mitad) para quienes se diseñó la escuela burguesa? ¿Cuántas palabras suman esas vidas cotidianas?
Esa es nuestra “bomba social”. La que olímpicamente ignora el Parlamento cuando no debate ni legisla, que es aplicar recursos, para rescatar todas esas vidas.
No ocuparse es hipocresía. Soberana hipocresía es no ocuparse de las cosas difíciles aplicándoles por lo menos el mismo tiempo que a esta ley del aborto, para que expertos expliquen y proyecten. Y para que comunicadores instalen los temas que son las verdaderas bombas, por un lado; o las verdaderas posibilidades por el otro, en las que se juega nuestro futuro.
Mientras se terminaba la desconcentración de la alegría de “ganar” por unos pocos votos, se abandonaba la toma de colegios, y se recuperaba el sueño de una noche blanca en que se abrazaban “gorilas” y “kirchneristas”, el dólar comenzaba a trepar la escalera de la fuga. El despertador que llama a la realidad material colectiva.
Las maniobras de marketing a lo que nos tiene acostumbrado el dúo Duran – Peña, pueden distraer, pero la realidad es implacable. Más dolorosa para quien cree que la transforma un método publicitario. Con el big data se pueden ganar elecciones pero no gobernar.
Datos, no big, cotidianos: la inflación, el gran enemigo que quería derrotar Mauricio, marcó 12 por ciento en sólo cinco meses. Y a nadie se le ocurre que el invierno sea “lo que hay que pasar”. “Lo peor no pasó”
Los meses que vienen – salvo que la economía se desplome más –seguirán siendo duros en materia de precios. En ese marcador, resultados no habrá. Y si los hay será a costa de cimbronazos más fuertes que los que el cuerpo social puede tolerar.
Y como si eso fuera poco, más allá que el alza del dólar responda al deseo del FMI – con el que de esta manera se empieza a quedar bien- el dólar superó largo los 28 pesos por unidad. Para ponerle clima: 7 por ciento en un día que refleja – sin intervención del BCRA – que confianza no es lo que hay. Al menos entre los que tienen los “verdes” que valen. Y aunque los pañuelos “verdes” los hayan llenado de alegría a los Peña y a Duran.
La ingeniería electoral – seguramente permitirá sumará votos en los medios juveniles “progre” – nada tiene que ver con “la confianza” que pesa en las decisiones económicas y financieras. Y en este sistema de esa confianza depende, en última instancia, el bienestar general. El Bien Común requiere de la intervención de la voluntad de la política. La confianza de los mercados no lo produce.
La Carta de Intención que también trascendió, como todas las que le antecedieron, tiene el fundamento clásico: reconozco mis desequilibrios fiscales, monetarios y de cuenta corriente del Balance de Pagos y comprometo mis acciones a fin que el dinero que me prestan y el que me ponen a disposición, será usado para lograr esos equilibrios (en el tiempo) y que mediante controles del prestamista (FMI) garantizaré el repago.
En el Memorándum, los insólitos fortalecido Dujovne y sensatamente desplazado Federico Sturzenegger, dicen que los que nos pasa no es una consecuencia de los errores de las políticas económicas aplicadas desde diciembre de 2015, ni siquiera de la herencia recibida y no reparada. Hace largo rato que abandonaron la salud del examen de conciencia.
La razón, dicen, es que “los mercados financieros de Argentina comenzaron a sufrir una fuerte presión en abril, como consecuencia de una desafortunada confluencia de factores: una severa sequía, fuerte caída … en los ingresos por exportación; el precio mundial de la energía aumentó; y las condiciones financieras globales se endurecieron con la apreciación del dólar estadounidense y el desplazamiento hacia arriba de la curva de rendimiento de los bonos de EE.UU.” Las culpas son de los otros. Es decir no hay error humano, básicamente, “cambios inesperados”. Federico con el aval de Mauricio dilapidó 12 mil millones de dólares y de hecho financió la fuga de especuladores a 20 peso por dólar. Mala praxis es poco. Y no es la primera vez.
Mal diagnóstico, mala cura. Es más, el Memorándum dice que “A pesar de que la economía mostraba tasas de crecimiento saludables …, estos eventos nos convencieron de que la asistencia era necesaria para reducir el impacto … en nuestra economía”.
¿Realmente el gobierno cree en la existencia de tasas de crecimiento saludables cuando el PBI por habitante es igual al de siete años atrás? Molesta que lo repitan: o no saben leer las estadísticas o son mentirosos compulsivos.
La interna está dura. Los que tienen pesos van detrás del dólar. Los que tienen trabajo sospechan de la erosión del salario; los que viven de los recursos públicos, además, tienen la expectativa del recorte del Gasto Público, la sombra de las tarifas se agrava por la insólita asociación de los costos matrices a la evolución del dólar y de los precios internacionales.
Las expectativas de consumo e inversión están en territorio desconocido.
El Estado instalado en la arquitectura clásica de una ayuda impostergable del FMI. Sin esos fondos la incertidumbre sería mayor. Innegable.
Macri no supo salir del pozo de la herencia del kirchnerismo que era profundo. Pero en lugar de escalar, de pedir una soga, acaba de darse cuenta que siguió cavando. Lo echó a Federico que le daba, con el fanatismo del hombre de un solo libro, al pico y a la pala para abajo. A pesar del despido Macri no reconoció todavía que para salir de un pozo se sale con mucha ayuda de adentro y sin pisar cabezas.
No es decepcionante la realidad sino la incapacidad de abrirse a un debate serio para lograr un consenso que ayude a sacarnos de la decadencia a los tumbos que practicamos hace 40 años. Decadencia en la que son responsables los anteriores y los actuales, muchos de los cuales participaron también en el pasado.
Lo cierto es que, en este tramo PRO, estamos gestando un verdadero monstruo. El Parlamento, el Movimiento Obrero, el empresariado, las fuerzas sociales, tienen que asumir la exigencia del debate para alumbrar un camino que, aun con luz, es difícil.
Estamos en el pozo, queriendo salir a oscuras, a los manotazos y a los gritos, con maniobras distractivas, agrandando la grieta y con un pañuelo en los ojos.
Carlos Leyba es economista egresado de la Universidad de Buenos Aires. Realizó estudios de posgrado en la Universidad Libre de Bruselas. Fue profesor regular titular en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Durante la presidencia de Perón fue subsecretario general del Ministerio de Economía y vicepresidente ejecutivo del Instituto Nacional de Planificación Económica (INPE), en tal carácter tuvo a su cargo las tareas operativas de la Política de Concertación y del Plan Trienal de Reconstrucción y Liberación Nacional. Fue presidente del Fondo Nacional de las Artes y coordinador de los Informes de Desrrollo Humano (1995-1999) del Senado de la Nación. Consultor del PNUD, del Banco Mundial, del BID y de empresas. Es presidente del Centro de Estrategias de Estado y Mercado (EEM), profesor en la Maestria de Integración de la UBA, columnista económico de la revista Debate y edita la página web nosquedamosenel73. Es autor del libro Economia y Politica en el Tercer Gobierno de Peron.
Por CARLOS LEYBA
Para salir un poco del agobio de la semana que pasó, recordemos y celebremos que hoy es el día del padre. O en los términos, ahora políticamente correctos, de “el/la” padre. Así, al decir “el/la” padre, usamos el léxico de la reciente media sanción de la ley que declara el aborto libre y gratuito. En ella, se usa el neo lenguaje “políticamente correcto” de “aclarar” el/la profesional. Y además se establece que se habla de la interrupción del embarazo de la mujer y/o de la persona gestante, con lo que, supongo, se incluye a las nacidas aparentemente mujeres pero que la ley les ha permitido reconocerse como varones, aunque – naturalmente – puedan quedar embarazadas; y como para la ley no son mujeres, los legisladores las han identificado como personas gestantes habilitándoles así el aborto. Hubiera bastado con decir “personas gestantes” ya que en en esa expresión quedan incluidas las mujeres, cuyo documento dice que lo son, y los varones redocumentados que pueden ser embarazados por su naturaleza física. La aclaración era innecesaria. Con persona gestante alcanzaba.
Pero la aclaración tiene el aire reivindicativo de lo “políticamente correcto” en la neo lengua. Utilizar “el profesional” es abarcativo de ambos géneros y pertenece al uso correcto de la lengua, como que si se trata exclusivamente de mujeres lo correcto es “la profesional”. Si no hay identificación de genero todos entendemos que “el” es abarcativo.
En algunas s Plazas ocurrieron, pocas, cosas de una violencia inusitada. Los medios describieron las Plazas como lugares de la tolerancia. Y no fue del todo verdad.
Hubo plazas en las que un grupito de militantes de pañuelo verde enfrentaba, al grito de “Iglesia basura vos sos la dictadura”, a los jóvenes que rezaban. Les pintaban con aerosol la ropa en las partes pudendas y se exhibían provocativamente y sin ropa (¡qué frío¡), incluso realizando acciones de sexo lesbiano explicito. Hay videos. No eran todas ni todos, pero sí una minoría activa y militante.
La jornada legislativa tuvo un gran triunfador. El ideólogo del gobierno J. Durán Barba, muy próximo a las expresiones antes citadas, quién afirmó que uno de sus objetivos era lograr la ley del aborto libre y gratuito.
Junto a Marcos Peña y familia, lograron la adhesión PRO a la nueva norma a pesar de las enclenques y asordinadas manifestaciones de desacuerdo de Mauricio Macri realizadas en campaña. Esas manifestaciones le permitieron sumar electorado y la noche de la votación incumplió su compromiso electoral.
Después de haber promovido la ley y operado claramente a favor del voto, ha quedado claro que aquella manifestación fue pour la galerie. Una manera de tirar la piedra y ocultar la mano. Eso es feo. Pero estamos acostumbrados. Una más de las muchas cosas que dijo que no iba a hacer sea por ignorancia o sea por debilidad de convicciones.
La media sanción de la ley dice que queda prohibido, a las instituciones de salud, “la objeción de conciencia e ideario institucional” (por ejemplo las instituciones sanitarias dependientes de organizaciones religiosas) que será penada con prisión, inhabilitación o clausura del establecimiento.
Se establece una práctica obligatoria para los establecimientos públicos, lo que es coherente; pero también para los privados y esto no tiene fundamento toda vez que la salud pública ofrece el servicio de manera irrestricta.
Es una decisión presupuestaria aunque no lo diga expresamente, lo que es lógico y consistente; pero también es un cargo adicional para las obras sociales como si se tratara de una enfermedad, que no lo es. El ministro de Salud Adolfo Rubinstein, expresamente señaló que las prácticas, ahora legales, serán más baratas para el Estado que las hasta ahora reparadoras de las ilegales.
No está claro si los tratamientos con “píldoras” también pasarán a ser gratuitos. Y en ese caso, en un país tan sensible a los lobbies, debería uno preguntarse quiénes la producen o quiénes las importan. En este caso la presión tendría un interés no precisamente ideológico, la visión del mundo, sino la visión crematística.
No es, por cierto, lo más importante. Pero cómo todos sabemos “el diablo se oculta en los detalles”. La salud es un servicio. Pero también es un negocio. Los “concesionarios” también se ocultan en los detalles de la salud.
Llegados a este punto ¿tienen el mismo tratamiento presupuestario y conminatorio, aquellas personas que sólo pueden consumir ciertos alimentos cuyo costo duplica el de los comunes? ¿Las ampara el presupuesto público? Deberían ¿no le parece? ¿Prioridades? Los derechos son razonables sobre la base de la igualdad.
Pato o gallareta, sea por voluntad de Macri o por estado de la cuestión, todos hemos entrado en el rodeo. Y ha sido muy bueno que cada uno diga lo suyo. Ahora bien, esto obliga a los legisladores a no seguir posponiendo el debate de otras cuestiones que afectan a la totalidad y – por cierto – de verdad a los más vulnerables. Veamos.
¿Imagina, estimado lector, a los comunicadores sociales, articulistas, panelistas, legisladores, etc., con el mismo entusiasmo, cadena oratoria, vocación por conocer la opinión de expertos y afectados, en temas tan centrales y profundos como, por ejemplo, el acuerdo que la Argentina propone para MERCOSUR – Unión Europea? Si se firma como quiere Mauricio, que es lo que quiere la UE, se redefine (para mal) el alicaído perfil productivo y de empleo en el país.
¿ O imagina lo que implica el debate de la definición de la política energética que, por cierto, no es la tarifa o el precio de los combustibles, que es apenas una deriva de lo que está detrás? ¿Ha escuchado Usted un debate profundo, o la preparación de ese debate, sobre los contratos de la concesión de hidrocarburos, las condiciones en que operan; una discusión acerca de cuáles son las reservas energéticas de las que disponemos; o de las políticas – que siempre son recursos – que diseñamos para el desarrollo de las energías limpias o, por ejemplo, las condiciones para disponer de los recursos de Vaca Muerta? Ni ahí.
Hace apenas unas horas en Clarín (15/6/2018) una nota, en letra chica, refería que los petroleros reunidos en Bariloche, señalaban que nuestros costos de producción habían igualado a los de Estados Unidos. Vinculado a ello la organización FARN informó que los subsidios recibidos por las empresas petroleras entre 2017 y 2018 equivalían al 3 por ciento del PBI, que es el recorte que nos comprometimos con el FMI. Dice la nota que el ministro Juan Aranguren aclaró que “no eran subsidios sino un estímulo a la producción que en cuatro años se acabaría”. Una nota más sobre el poder de los lobbies en la política nacional. Aquí hay que poner la lupa para descartar la existencia de los escándalos más notables en materia de corrupción. ¿Nada se va a debatir en el Parlamento sobre la compra de las acciones de Repsol por parte del grupo Eskenazi? ¿Nada sobre la “compra” nacional de la mayoría del paquete accionario de YPF?¿ Nada sobre las concesiones cuyas condiciones violan las leyes?¿Nada sobre los contratos a los que se obligan los concesionarios de hidrocarburos? La caída de Juan J. Aranguren es una manera de “cerrar” el asunto? ¿Nada va a hacer el Parlamento?
Los Parlamentos de los países que queremos emular, profundizan todos y cada uno de los temas estratégicos. Los temas se analizan multidimensionalmente y se forma consenso mínimo. De ese modo se neutralizan los inevitables lobbies que desnivelan las decisiones y las alejan del Bien Común. Este debate, el del aborto, más allá del resultado fue un ejemplo de lo que deberíamos hacer con las cosas importantes.
Y hablando de salud qué tal si nos animamos a debatir a fondo, en el Parlamento y con los expertos, la cuestión del costo de la salud y de la medicina, de la organización, incluidas las obras sociales y las instituciones públicas. ¿Nada para mejorar en ese marasmo presupuestario?¿La provisión de vacunas?
El debate por el aborto libre y gratuito es de una profunda importancia. Pero no es menor el debate sobre el uso, apropiación, destino, de nuestros recursos naturales. El litio, por ejemplo, puede ser el disparador de una transformación productiva del Norte argentino. Pero ese recurso, como muchos otros, para ser explotados con racionalidad y el mayor rendimiento social, obliga a la política, primero a escuchar todas las voces expertas e interesadas y después la obligan a decidir; y decidir es aplicar recursos. De eso no se habla.
La ley del aborto ha producido, tal vez consecuencia de la intensidad del debate y de la presencia de decenas de expertos, del entusiasmo de los comunicadores, una verdadera asunción de responsabilidades personales y no de grupo. Cada legislador tuvo que votar individualmente y no en bloque. No fueron escribanía.
¿Pero no sería mucho, pero mucho, mas importante que se abocaran a debatir cómo hacemos para salir de este pantano espantoso que condena a más de la mitad de nuestros jóvenes menores de 14 años, que han nacido en hogares de padres y abuelos, condicionados por la pobreza?¿Se animarán a debatir por qué, en los últimos 40 años, el número de pobres ha crecido a la tasa anual acumulativa del 7,1 por ciento? ¿Cómo salir de esa tendencia infame? ¿Si esta no es la principal cuestión de los derechos humanos, qué son los derechos humanos?
Los buenos debates son ejemplos que deben servir para despertar la conciencia de la responsabilidad de preguntar sobre aquello que es importante y de lo que apenas conocemos un aspecto. Preguntar para decidir.
¿Cuál es la proyección de nuestro potencial humano para el desarrollo?¿Tienen la misma posibilidad de educación esos niños nacidos en todas las carencias (la mitad), que los de la clase media (la otra mitad) para quienes se diseñó la escuela burguesa? ¿Cuántas palabras suman esas vidas cotidianas?
Esa es nuestra “bomba social”. La que olímpicamente ignora el Parlamento cuando no debate ni legisla, que es aplicar recursos, para rescatar todas esas vidas.
No ocuparse es hipocresía. Soberana hipocresía es no ocuparse de las cosas difíciles aplicándoles por lo menos el mismo tiempo que a esta ley del aborto, para que expertos expliquen y proyecten. Y para que comunicadores instalen los temas que son las verdaderas bombas, por un lado; o las verdaderas posibilidades por el otro, en las que se juega nuestro futuro.
Mientras se terminaba la desconcentración de la alegría de “ganar” por unos pocos votos, se abandonaba la toma de colegios, y se recuperaba el sueño de una noche blanca en que se abrazaban “gorilas” y “kirchneristas”, el dólar comenzaba a trepar la escalera de la fuga. El despertador que llama a la realidad material colectiva.
Las maniobras de marketing a lo que nos tiene acostumbrado el dúo Duran – Peña, pueden distraer, pero la realidad es implacable. Más dolorosa para quien cree que la transforma un método publicitario. Con el big data se pueden ganar elecciones pero no gobernar.
Datos, no big, cotidianos: la inflación, el gran enemigo que quería derrotar Mauricio, marcó 12 por ciento en sólo cinco meses. Y a nadie se le ocurre que el invierno sea “lo que hay que pasar”. “Lo peor no pasó”
Los meses que vienen – salvo que la economía se desplome más –seguirán siendo duros en materia de precios. En ese marcador, resultados no habrá. Y si los hay será a costa de cimbronazos más fuertes que los que el cuerpo social puede tolerar.
Y como si eso fuera poco, más allá que el alza del dólar responda al deseo del FMI – con el que de esta manera se empieza a quedar bien- el dólar superó largo los 28 pesos por unidad. Para ponerle clima: 7 por ciento en un día que refleja – sin intervención del BCRA – que confianza no es lo que hay. Al menos entre los que tienen los “verdes” que valen. Y aunque los pañuelos “verdes” los hayan llenado de alegría a los Peña y a Duran.
La ingeniería electoral – seguramente permitirá sumará votos en los medios juveniles “progre” – nada tiene que ver con “la confianza” que pesa en las decisiones económicas y financieras. Y en este sistema de esa confianza depende, en última instancia, el bienestar general. El Bien Común requiere de la intervención de la voluntad de la política. La confianza de los mercados no lo produce.
La Carta de Intención que también trascendió, como todas las que le antecedieron, tiene el fundamento clásico: reconozco mis desequilibrios fiscales, monetarios y de cuenta corriente del Balance de Pagos y comprometo mis acciones a fin que el dinero que me prestan y el que me ponen a disposición, será usado para lograr esos equilibrios (en el tiempo) y que mediante controles del prestamista (FMI) garantizaré el repago.
En el Memorándum, los insólitos fortalecido Dujovne y sensatamente desplazado Federico Sturzenegger, dicen que los que nos pasa no es una consecuencia de los errores de las políticas económicas aplicadas desde diciembre de 2015, ni siquiera de la herencia recibida y no reparada. Hace largo rato que abandonaron la salud del examen de conciencia.
La razón, dicen, es que “los mercados financieros de Argentina comenzaron a sufrir una fuerte presión en abril, como consecuencia de una desafortunada confluencia de factores: una severa sequía, fuerte caída … en los ingresos por exportación; el precio mundial de la energía aumentó; y las condiciones financieras globales se endurecieron con la apreciación del dólar estadounidense y el desplazamiento hacia arriba de la curva de rendimiento de los bonos de EE.UU.” Las culpas son de los otros. Es decir no hay error humano, básicamente, “cambios inesperados”. Federico con el aval de Mauricio dilapidó 12 mil millones de dólares y de hecho financió la fuga de especuladores a 20 peso por dólar. Mala praxis es poco. Y no es la primera vez.
Mal diagnóstico, mala cura. Es más, el Memorándum dice que “A pesar de que la economía mostraba tasas de crecimiento saludables …, estos eventos nos convencieron de que la asistencia era necesaria para reducir el impacto … en nuestra economía”.
¿Realmente el gobierno cree en la existencia de tasas de crecimiento saludables cuando el PBI por habitante es igual al de siete años atrás? Molesta que lo repitan: o no saben leer las estadísticas o son mentirosos compulsivos.
La interna está dura. Los que tienen pesos van detrás del dólar. Los que tienen trabajo sospechan de la erosión del salario; los que viven de los recursos públicos, además, tienen la expectativa del recorte del Gasto Público, la sombra de las tarifas se agrava por la insólita asociación de los costos matrices a la evolución del dólar y de los precios internacionales.
Las expectativas de consumo e inversión están en territorio desconocido.
El Estado instalado en la arquitectura clásica de una ayuda impostergable del FMI. Sin esos fondos la incertidumbre sería mayor. Innegable.
Macri no supo salir del pozo de la herencia del kirchnerismo que era profundo. Pero en lugar de escalar, de pedir una soga, acaba de darse cuenta que siguió cavando. Lo echó a Federico que le daba, con el fanatismo del hombre de un solo libro, al pico y a la pala para abajo. A pesar del despido Macri no reconoció todavía que para salir de un pozo se sale con mucha ayuda de adentro y sin pisar cabezas.
No es decepcionante la realidad sino la incapacidad de abrirse a un debate serio para lograr un consenso que ayude a sacarnos de la decadencia a los tumbos que practicamos hace 40 años. Decadencia en la que son responsables los anteriores y los actuales, muchos de los cuales participaron también en el pasado.
Lo cierto es que, en este tramo PRO, estamos gestando un verdadero monstruo. El Parlamento, el Movimiento Obrero, el empresariado, las fuerzas sociales, tienen que asumir la exigencia del debate para alumbrar un camino que, aun con luz, es difícil.
Estamos en el pozo, queriendo salir a oscuras, a los manotazos y a los gritos, con maniobras distractivas, agrandando la grieta y con un pañuelo en los ojos.
Carlos Leyba es economista egresado de la Universidad de Buenos Aires. Realizó estudios de posgrado en la Universidad Libre de Bruselas. Fue profesor regular titular en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Durante la presidencia de Perón fue subsecretario general del Ministerio de Economía y vicepresidente ejecutivo del Instituto Nacional de Planificación Económica (INPE), en tal carácter tuvo a su cargo las tareas operativas de la Política de Concertación y del Plan Trienal de Reconstrucción y Liberación Nacional. Fue presidente del Fondo Nacional de las Artes y coordinador de los Informes de Desrrollo Humano (1995-1999) del Senado de la Nación. Consultor del PNUD, del Banco Mundial, del BID y de empresas. Es presidente del Centro de Estrategias de Estado y Mercado (EEM), profesor en la Maestria de Integración de la UBA, columnista económico de la revista Debate y edita la página web nosquedamosenel73. Es autor del libro Economia y Politica en el Tercer Gobierno de Peron.
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 1, 2018
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