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 Por MARÍA FERREYRA-KUSSMAN

 

Un mundo sin humanos

 

De golpe y sin aviso previo, desaparece toda humanidad de la Tierra. Siete mil millones de personas que desaparecen por arte de magia o de los virus que supimos conseguir…hoy CORONAVIRUS el cual, según el viceministro de la Comisión Nacional de Sanidad de China, Li Bin, había advertido que el virus podría “mutar y propagarse”: “Aunque todavía falta por entender por completo la vía de transmisión del virus, existe la posibilidad de que mute y el riesgo de una mayor propagación”, declaró en una conferencia de prensa de aquel entonces.

Bin

Las investigaciones demuestran que aunque la especie humana se extinga, la vida en la Tierra continuará. Eso sí, sufriendo grandes cambios. Sin los humanos el planeta sufrirá muchos cambios que al principio podrán considerarse nefastos, pero que le serán indispensables para renacer. Un estudio de la universidad de Aarhus en Dinamarca muestra un mapa escalofriante del final de los tiempos.

Varias horas después de que la humanidad desaparezca, las luces de todo el mundo comenzarán a apagarse ya que la mayoría de las centrales eléctricas funcionan con combustibles fósiles. Sin personas, no habrá nadie que gaste esa potencia, por lo que se detendrán después de registrar una caída repentina en el consumo de energía. Además, todas las centrales nucleares cambiarán al modo de seguridad. Por el contrario, los molinos de viento seguirán funcionando hasta que se agote el lubricante y los paneles solares también eventualmente se volverán inútiles debido a los depósitos de polvo. Casi todas las regiones, a excepción de las abastecidas por las centrales hidroeléctricas, tendrán su corte de energía. Normalmente, los generadores de la presa son activados por el flujo de agua de corrientes naturales. Por lo tanto, podrían quedar desatendidos durante varios meses o incluso años, lo que provocaría su colapso.

Dos o tres días después de que desaparezcamos del planeta, la mayoría de los metros (Subterráneos) del mundo se inundarán porque las bombas que los protegen de las aguas subterráneas no funcionarán sin personas.

 Después de 10 días, las mascotas encerradas en casa comenzarán a morir de hambre y deshidratación. Eventualmente, miles de millones de gallinas y millones de vacas, así como otros animales de granja, morirán y aquellos que lograron salir entrarán en una lucha despiadada por la supervivencia.

Aproximadamente un mes desaparecemos, toda el agua de enfriamiento de las centrales nucleares se evaporará y esto conducirá a una serie de explosiones mucho más fuertes que los desastres de Fukushima y Chernóbil. En consecuencia, los animales vivos morirán de cáncer y otras enfermedades crónicas.

Todos los satélites se caerán como estrellas fugaces.

Ya deberíamos tomar nota que los acuarios y parques marinos, zoológicos y todas las personas no humanas que están en cautiverio… ya deberían ser cosa del pasado. Ellos son los que quedarían entrampados con la extinción de las personas humanas.

Y si como algunos lo vislumbran el dominio del hombre sobre el planeta finaliza,  el reino animal no humano vuelve a compartir un bipartidismo pactado con el vegetal sin más oposición que las aleatorias catástrofes naturales.

Nadie caza, los animales no humanos se reproducen sin control ni protección, dando lugar a un incremento ambicioso de especies silvestres y salvajes. Árboles frondosos emergen desde los lugares menos explotados hasta en  los centros, ya inhabitados, de los países

Sin luces artificiales la luna y estrellas volverán a ocupar la plaza que les corresponde en el cielo nocturno.

Weisman

Las huellas de nuestra existencia cada vez son menos palpables, señala el periodista investigativo Alan Weisman. La Tierra se recupera, brinda por la renovada pureza de su aire Todas esas plantas permitirán a la naturaleza recuperarse de los gases de invernadero como el Dióxido de Carbono. Las plantas nuevas irán reparando parte del aire contaminado, cada hectárea de árboles eliminará tanto carbono como el que producen cinco mil autos cada año.  Los animales no humanos libres sin temor de ser cazados más que por sus superiores en la cadena alimentaria. Ya no existe aquel que un día les arrebataba la vida por diversión, codicia o por sus ansias de expansión, ahora sólo cuenta la necesidad de seguir adelante, de sobrevivir. De cazar para alimentarse. De matar para vivir.

Sucede que, con una vehemencia de la que quizás carecen otras amenazas globales como el cambio climático, el Covid-19 nos recuerda que no somos el centro del mundo. Y que por más que todo parezca bajo control, las cosas se pueden salir de su rumbo a una velocidad exponencial. Como ven no somos indispensables para la tierra, ella sola puede recuperarse y mantenerse viva, pero nosotros sin ella no podremos vivir.

En tan corto tiempo del coronavirus en acción, y los humanos en cuarentena, los cambios sobre la tierra se están notando.

Los canales de Venecia lucen aguas cristalinas y recuperaron sus peces. La bruma tóxica que solía encapotar el cielo de Hong Kong desapareció para dar lugar a un aire puro que no se respiraba desde antes de la revolución industrial. En tanto, en las ciudades del Mediterráneo la fauna marina se recupera y los delfines se acercan a la costa por primera vez en décadas, los jabalíes y sus crías recorren Barcelona.

¿Y si ya comenzamos un cambio? Hagamos de la Tierra un lugar donde habitemos en armonía con la naturaleza. No nos sentimos orgullosos de vivir en un mundo donde maltratar a los animales  no humanos por diversión, no se considera delito, donde destrozar las patas de los llamados “animales de granja”, apalear a un perro hasta la muerte, tirar los pollitos machos, vivos, a una trituradora es tratado como acto de vandalismo (como si rompiéramos las ventanas de un comercio). Apelemos entre todos, a que hagan políticas de seguridad sin demagogia y puro arte de hipocresía. Nuestras vidas están en un juego macabro. O nos matan los virus y bacterias, o nos matan los asesinos que cada día están al acecho. Cambiemos las cosas, o las cosas nos cambiarán a nosotros sin vuelta, ni reposición.

 

Fuentes: Un Mundo sin Nosotros de Alan Weisman. Reporte de la Universidad de Aarhus, Dinamarca.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Marzo 24, 2020


 

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