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 Por GLADYS SEMILLÁN VILLANUEVA.

Salí al jardín buscando un poco de serenidad, todo el día me habían ametrallado los informativos, me dolía la cabeza y deseaba no pensar.

Ja, ilusa como si eso se pudiera.

Manfred Gnädinger, conocido como Man o El alemán de Camelle (Radolfzell
am Bodensee, 27 de enero de 1936 – Camelle, 28 de diciembre de 2002) fue
un pintor, filósofo y escultor alemán que vivió como un anacoreta en la
parroquia de Camelle, que pertenece al término municipal de Camariñas, en la
Costa da Morte (Galicia).
Llevó una vida lo más simple y natural posible, elaborando esculturas al aire
libre cerca de la playa donde vivía y cuidando su pequeño jardín. (Wikipedia)

Por lo menos cambiar de tema salir de esta rutina agobiadora en la que no hacen más que dar cifras y más cifras y cómo están los países en relación con los casos del virus.

Me detuve en un cantero en el que van apareciendo bien armadas unas plantitas de una flor simpática y multicolor que se luce en el mes de enero.

Busque una silla y la ubique debajo del árbol de paltas o aguacate, la sombra era una delicia atrapaba y el vientecillo suave daba frescor en las mejillas.

SOÑAR

Si, que regresaba a visitar a Manfred  Gnädinger a su aldea, Camelle.

Se cumplieron ya dos años de mi encuentro con una sombra tan viva y presente que emociona.

Dos años en que a mi amigo Jorge le mostré el camino de otro soñador entregado a dejarse embrujar por esa tierra, por ese mar tan encabritado como esos potros que se niegan a ser domados y perder su libertad.

De la misma manera que no dejaré que nada me prive de volar y salvarme.

Aún quedan tantas cosas por saber, entre ellas acercarme a su tumba y también averiguar más sobre ese amor imposible que lo llevó a ir cambiando en sus costumbres.

Fue despojándose de todo lo tradicional hasta convertirse en uno de esos personajes hindúes que solo visten un taparrabos invierno y verano.

Cuando regresé de ese viaje y fui a controlar el agua de la pequeña piletita de mis aves visitantes descubrí que se parecía en su estructura mucho a uno de los restos que quedó cerca de la playa.

Lamentablemente cubierto en partes por el chapapote ese petróleo asesino que destruyo no solo a las aves, infectó las aguas, desarmó las esculturas de piedra, y terminó con su vida.

Cuando llegaban visitantes a su pequeño reducto le encantaba conversar con ellos, les entregaba una libreta y les pedía que hicieran un dibujo de lo que habían visto y por supuesto comentar que sintieron.

Es abrumador ver la cantidad de libretas de todos colores y tamaños formando

una colección de historias apasionantes.

Debí quedarme ese día más tiempo tal vez pasar la noche en la aldea y caminar la escollera despacio como buscando un encuentro.

Su sombra provocada por la luz de la luna, el lugar es tan manso la gente tan buena de ninguna manera podría temer y hasta quizás hubiera surgido la posibilidad de tener una  buena conversa con la dueña de la cafetería que está frente al muelle.

Ella me dio muchos datos, pero me faltaba uno.

Todo lo relacionado a su vida de enamorado.

El haber quedado algo pendiente tal vez tenga una razón,

VOLVER

Si, con más tiempo con más preguntas con esas ganas de traerme la historia completa de una vida apasionante.

De quien dejó vestigios de arte de transformación de un puerto pequeño de pescadores que cada día veían a Man salir del mar radiante como si fuera Neptuno, glorioso dispuesto a tomar sus joyas diseminadas sobre la arena y comenzar a darles una forma que ellas jamás  hubieran imaginado.

Saltaba elegía, trasladaba, sonreía poseso, amaba.

Más tarde encontraba en la tierra detrás de la pequeña casi celda, su huerta.

Allí sus manos expertas modelaban otro material que era también su sustento.

Casi etéreo…más espíritu que carne…entre el cielo y el mar de Galicia.

Todo lo dejó hasta sus huesos.

ESTA CAYENDO LA TARDE.

Fue bueno dejar de pensar en lo que nos hace daño aunque sea por un momento.

Siento un poco de fresco sobre los hombros, parecen húmedos.

Pasé los dedos sobre mis labios y sentí el gusto salobre de ese mar bravío, la piel un poco fría ,los cabellos hacia atrás como si hubieran tomado mi cabeza llevándola a un lado.

¿Acaso vino Manfred y me dio un beso?

 

Gladys Semillán Villanueva

Argentina

 


PrisioneroEnArentina.com

Noviembre 14, 2020


 

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