Una decena de países pobres enfrentan inestabilidad económica e incluso el derrumbe bajo el peso de cientos de miles de millones de dólares en préstamos extranjeros, muchos de ellos del prestamista oficial más grande e implacable del mundo, el gobierno chino.
De la decena de países más endeudados con China —Pakistán, Kenia, Zambia, Laos y Mongolia— halló que el pago de esas deudas se lleva una proporción creciente del dinero recaudado por impuestos necesario para mantener abiertas las escuelas, suministrar electricidad y pagar alimentos y combustibles. Adicionalmente, drena las reservas en moneda extranjera que esos países utilizan para pagar los intereses de esos préstamos. Algunos de esos países se quedarán sin reservas en cuestión de meses.
El trasfondo del problema es la renuencia de China a perdonar la deuda y el secreto extremo con que rodea los montos y condiciones de los préstamos, lo cual impide que otros prestamistas intervengan con ayuda. A esto se suma el descubrimiento reciente de que se ha obligado a los prestatarios a depositar fondos en cuentas garantizadas ocultas para colocar a China en el primer puesto de la fila de prestamistas que buscan cobrar.
Los países implicados habían recibido hasta el 50% de sus préstamos de China y la mayoría asignaba más de la tercera parte de los ingresos del gobierno a pagar la deuda externa. Dos de ellos, Zambia y Sri Lanka, ya cayeron en impago, incapaces de liquidar siquiera los intereses de los préstamos con los que financian puertos, minas y usinas eléctricas.
En Pakistán, millones de obreros del sector textil han sido despedidos porque el país está excesivamente endeudado y no puede pagar la electricidad necesaria para mantener las máquinas en funcionamiento.
En Kenia, miles de empleados públicos no cobran sus sueldos porque el gobierno necesita el dinero para pagar la deuda externa. El principal asesor económico de la presidencia ha sido tajante: “¿Salarios o impago? Ustedes deciden”, tuiteó el mes pasado.
Desde que Sri Lanka cayó hace un año en la omisión del pago de sus deudas vencidas, han desaparecido medio millón de empleos industriales, la tasa de inflación ha superado el 50% y más de la mitad de la población en muchas partes del país ha caído en la pobreza.
Los expertos pronostican que, a menos que China se muestre más flexible con los países pobres endeudados, podría haber una nueva oleada de incumplimiento de pagos y trastornos políticos.
“En una buena parte del reloj mundial, ha sonado la medianoche”, comenta el economista de Harvard Ken Rogoff. “China ha penetrado y provocado esta inestabilidad geopolítica que podría tener consecuencias prolongadas”.
Un estudio revela que Zambia, país mediterráneo del sur de África con 20 millones de habitantes, ha tomado miles de millones de dólares en préstamos de bancos estatales chinos en las últimas dos décadas para construir represas, ferrocarriles y rutas.
Los préstamos dieron impulso a la economía zambiana, pero elevaron los pagos de los intereses de la deuda externa a tal punto que al gobierno le quedó poco dinero para gastar en salud pública, servicios sociales y subsidios a los agricultores para comprar semillas y fertilizantes.
Anteriormente, en esas circunstancias, los grandes prestamistas como Washington, Tokio y París elaboraban acuerdos para condonar parcialmente las deudas y cada prestamista dejaba en claro cuánto se le debía y bajo cuáles condiciones para que nadie se sintiera engañado.
Sin embargo, Beijing no se sometió a esas reglas.
Al principio, se negó incluso a participar en conversaciones multinacionales, negoció por separado con Zambia e impuso una norma de confidencialidad que le impedía al país africano revelar a prestamistas no chinos las condiciones de los préstamos y si China había encontrado la manera de ocupar el primer lugar en la fila del repago.
En 2020, en medio de esta confusión, un grupo de prestamistas no chinos rechazó los ruegos desesperados de Zambia de suspender los pagos de intereses, siquiera durante unos meses. Esto siguió drenando las reservas zambianas en moneda extranjera, principalmente en dólares estadounidenses, que el país utilizaba para pagar los intereses y comprar mercancías de primera importancia, como el petróleo. Para noviembre de 2020, ya con escasas reservas, Zambia dejó de pagar los intereses y cayó en cesación de pagos, lo que lo dejó fuera del sistema financiero y desató un círculo vicioso de recortes de gastos y pobreza creciente.
Desde entonces, la tasa de inflación en Zambia ha llegado al 50%, el desempleo es el más alto en 17 años y la moneda nacional, el kwacha, perdió el 30% de su valor en siete meses. El número de zambianos que no tiene alimentos suficientes se ha triplicado este año a 3,5 millones, según un cálculo de Naciones Unidas.
“Me quedo en casa pensando en qué comeré porque no tengo dinero para comprar comida”, manifestó Marvis Kunda, una viuda de 70 años, ciega, que vive en la provincia de Luapula y que recientemente sufrió un recorte de sus pagos del bienestar social. “A veces, como una vez por día y si ningún vecino recuerda ayudarme con comida, simplemente paso hambre”.
Unos meses después de la suspensión de pagos de Zambia, los investigadores hallaron que debía 6.600 millones de dólares a bancos estatales chinos, el doble de lo que muchos pensaban en ese momento y un tercio del total de la deuda nacional.
“Volamos a ciegas”, manifestó Brad Parks, director ejecutivo de AidData, un laboratorio de investigaciones en la universidad William & Mary que ha descubierto miles de préstamos secretos chinos y asistió a la AP en su análisis. “Cuando miras debajo del colchón, de repente caes en la cuenta, ‘Hay mucho que no habíamos visto. Adicionalmente, en realidad, la situación es mucho peor’”.
La renuencia de China a aceptar grandes pérdidas sobre los cientos de miles de millones de dólares que se le deben, como la exhortan el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ha dejado a muchos países en una noria de pagos de intereses atrasados, lo cual sofoca el crecimiento económico que les permitiría pagar sus deudas.
En 10 de los 12 países analizados por la AP, las reservas en moneda extranjera han caído en un promedio de 25% en apenas un año. La caída ha superado el 50% en Pakistán y la República de Congo. A falta de préstamos de rescate, a varios países les quedan unos meses de moneda extranjera para comprar alimentos, combustibles y otros artículos esenciales. A Mongolia le quedan ocho meses, a Pakistán y Etiopía apenas dos.
“Apenas se cierra el grifo de la financiación, el ajuste es inmediato”, comenta Patrick Curran, economista sénior en Tellimer. “La economía se contrae, la inflación aumenta, los alimentos y combustibles se vuelven inaccesibles”.
Mohammad Tahir, un obrero textil despedido hace seis meses de una fábrica en la ciudad paquistaní de Multan, dice que ha pensado en el suicidio porque ya no soporta ver a los cuatro miembros de su familia ir a la cama por la noche sin haber cenado.
“He enfrentado la peor clase de pobreza”, agregó Tahir, a quien le informaron recientemente que las reservas en moneda extranjera del país estaban tan disminuidas que ya no podía importar materia prima para su fábrica. “No tengo la menor idea cuándo recuperaremos nuestro trabajo”.
No es la primera vez que países pobres sufren escasez de moneda extranjera, una alta tasa de inflación, aumento del desempleo y hambre generalizada, pero pocas veces como el año pasado.
A la mezcla habitual de ineficiencia y corrupción oficiales se han sumado dos factores tan inesperados como devastadores: la guerra en Ucrania —que ha elevado por las nubes los precios de cereales y petróleo— y la decisión de la Reserva Federal estadounidense de elevar las tasas de interés 10 veces consecutivas, la más reciente este mes. Con ello, las tasas de interés variables de los préstamos se han vuelto repentinamente mucho más caras.
Todo ello redunda en trastornos violentos en la política interior y desbaratamiento de alianzas estratégicas.
Honduras, fuertemente endeudada, admitió que hubo “presiones financieras” en su decisión de celebrar relaciones diplomáticas formales con China y cortar las que mantenía con Taiwán.
El mes pasado, desesperado por evitar nuevos apagones, Pakistán llegó a un acuerdo para comprar petróleo con descuento a Rusia, apartándose de la campaña liderada por Estados Unidos de privar de fondos a Vladímir Putin.
En Sri Lanka, manifestantes furiosos salieron a las calles en julio, incendiaron casas de ministros, tomaron por asalto el palacio presidencial y obligaron al jefe del gobierno, atado a onerosos acuerdos con China, a huir del país.
En una declaración, el ministerio de Asuntos Exteriores chino rechazó la idea de que Beijing sea un prestamista implacable y reiteró comunicados anteriores en los que achacó culpas a la Reserva Federal. Manifestó que, si ha de acceder a los reclamos del FMI y el Banco Mundial de condonar una parte de sus préstamos, lo mismo deben hacer los prestamistas multilaterales, a los que considera intermediarios de Washington.
“Llamamos a estas instituciones a participar activamente de medidas pertinentes acordes con el principio de ‘acción conjunta, carga equitativa’ y hacer mayores aportes para ayudar a los países en desarrollo a capear las dificultades”, escribió el ministerio.
China sostiene que ha ofrecido alivio bajo la forma de vencimientos a largo plazo y préstamos de emergencia y ha sido el mayor contribuyente a un programa para suspender los pagos de interés durante la pandemia de coronavirus. Sostiene que ha perdonado 23 préstamos sin intereses a países africanos, pero Parks sostuvo que son de hace dos décadas y que representan menos del 5% del monto total de los préstamos.
En conversaciones de alto nivel en Washington el mes pasado, China estudiaba dejar de lado su reclamo de que el FMI y el Banco Mundial condonen sus préstamos y en cambio se comprometan a ofrecer subsidios y otras forma de ayuda a países con problemas, según varios informes periodísticos, pero desde entonces no ha habido anuncios y las dos instituciones han expresado ira hacia Beijing.
“Mi posición es que debemos arrastrarlos —tal vez es un término descortés— necesitamos caminar juntos”, expresó la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, semanas atrás. “Porque si no, habrá una catástrofe para muchos, muchos países”.
El FMI y el BM dicen que aceptar pérdidas sobre sus préstamos sería contrario a la práctica usual de tratar con crisis soberanas, ya que, a diferencia de los bancos chinos, sus tasas de interés son bajas para ayudar a los países a superar sus problemas. Sin embargo, la cancillería china observó que ha habido excepciones a esas normas, ya que los dos prestamistas multilaterales condonaron préstamos a varios países a mediados de la década de 1990 para salvarlos del derrumbe.
Sin embargo, al acortarse los plazos, algunos funcionarios exhortan a hacer concesiones.
Ashfaq Hassan, exfuncionario de la deuda en el Ministerio de Hacienda paquistaní, considera que el peso de la deuda es demasiado pesado y el plazo demasiado corto para que el FMI y el BMI mantengan sus posiciones. También pidió concesiones a los fondos de inversión privados que compraron bonos a su país.
“Cada uno de los interesados deberá aceptar un recorte”, añade Hassan.
China también rechazó la idea, difundida por el gobierno de Donald Trump, de que ha aplicado la “diplomacia de la trampa de endeudamiento”, agobiando a los países con préstamos que no pueden pagar para apoderarse de puertos, minas y otros bienes estratégicos.
Al respecto, los expertos que han estudiado el tema en detalle le dan la razón a Beijing. Los préstamos chinos han provenido de bancos continentales y son demasiado azarosos y desprolijos como para que los coordinaran desde arriba. En todo caso, dicen, los bancos chinos no aceptan pérdidas porque el momento es inoportuno, ya que enfrentan las consecuencias de préstamos inmobiliarios imprudentes en su propio país y una economía en desaceleración marcada.
Pero los expertos señalan a continuación que el papel chino, aunque no tan siniestro, es igualmente aterrador.
“No hay una persona a cargo individualmente”, señala Teal Emery, exanalista de préstamos soberanos y ahora director de la consultora Teal Insights.
Parks agrega sobre Beijing: “Improvisan a medida que avanzan. No tienen un plan general”.
Buena parte del mérito de sacar a la luz las deudas ocultas de China es de Parks, quien durante una década ha debido superar toda clase de obstáculos, trampas y mentiras del gobierno autoritario.
La cacería comenzó en 2011, cuando un economista del Banco Mundial pidió a Parks que investigara los préstamos chinos. En pocos meses, por medio de técnicas de minería de datos, Parks y otros investigadores descubrieron cientos de préstamos de los que no estaba enterado el BM.
En esa época, China aumentaba los préstamos que serían parte de su Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, de un billón de dólares, para obtener suministros de minerales cruciales, ganar aliados y rentabilizar sus tenencias en dólares. Muchos países en desarrollo buscaban ávidamente dólares para construir usinas, caminos y puertos y ampliar operaciones mineras.
Pero tras recibir unos préstamos del gobierno chino, esos países se hallaban fuertemente endeudados y las perspectivas causaban espanto. Temían que acumular nuevos préstamos sobre los viejos los harían parecer imprudentes a los ojos de las agencias de calificación crediticia y encarecerían los futuros créditos.
Por eso, China empezó a crear empresas fantasma para financiar proyectos de infraestructura y prestarles a ellas, lo que permitiría a los países fuertemente endeudados evitar incluir esa nueva deuda en sus cuentas. Aunque los préstamos tuvieran respaldo del gobierno, nadie se enteraría.
Por ejemplo, en Zambia, un préstamo de 1.500 millones de dólares de dos bancos chinos a una empresa fantasma para construir una gigantesca represa hidroeléctrica no apareció en el presupuesto durante años.
En Indonesia, préstamos chinos de 4.000 millones de dólares para construir un ferrocarril no aparecieron en las cuentas públicas durante años. Eso cambió tiempo después cuando, con un déficit de 1.500 millones de dólares, el gobierno indonesio se vio obligado a rescatar el ferrocarril dos veces.
“Cuando estos proyectos caen en problemas, lo que se presenta como una deuda privada se convierte en deuda pública”, explica Parks. “En el mundo entero hay proyectos de esta índole”.
En 2021, al cabo de un decenio de investigaciones, Parks y su equipo habían reunido suficiente información para llegar a una conclusión espectacular: Había al menos 385.000 millones de dólares en deuda china oculta o mal reportada en 88 países, muchos de los cuales se encontraban en una situación mucho más grave de lo que se sabía.
Una de las revelaciones era que China emitió un préstamo de 3.500 millones de dólares para construir una red ferroviaria en Laos, cuyo pago requeriría casi la cuarta parte de la producción anual del país.
Otro informe de AidData en la misma época insinuaba que muchos préstamos chinos iban a zonas de los países preferidas por políticos poderosos y frecuentemente poco antes de elecciones clave. Algunas de las construcciones tenían poco sentido desde el punto de vista económico y estaban llenas de problemas.
En Sri Lanka, un aeropuerto construido con fondos chinos en el pueblo natal del presidente, lejos de las zonas más pobladas, se usa tan poco que se ha visto elefantes paseando por la pista.
Aparecen grietas en plantas hidroeléctricas en Uganda y Ecuador, donde en marzo el gobierno actual obtuvo la aprobación judicial para presentar cargos de corrupción contra un expresidente vinculado con el proyecto que ahora está en el exilio.
En Pakistán, fue necesario clausurar una usina eléctrica por temor a que se derrumbara. En Kenia, los últimos tramos de un ferrocarril jamás se construyeron debido a errores de planificación y escasez de fondos.
Al indagar en los detalles de los préstamos, Parks encontró algo alarmante: cláusulas que obligaban a los países prestatarios a crear cuentas garantizadas secretas en dólares u otras monedas extranjeras de las que Beijing podía retirar fondos si esos países dejaban de pagar intereses.
Lo cierto es que China se había colocado en el primer lugar de la fila para que le pagaran sin que otros prestamistas lo supieran.
En Uganda, Parks descubrió que un préstamo para ampliar el aeropuerto principal incluía una cuenta garantizada con más de 15 millones de dólares. Una investigación legislativa criticó con furia al ministro de Hacienda por aceptar semejantes condiciones y el investigador jefe pidió que lo juzgaran y encarcelaran.
Parks no sabe con certeza cuántas cuentas de ese tipo se han creado, pero no es usual que los gobiernos exijan garantías y menos aún en dinero en metálico, en el ámbito de los préstamos soberanos. Adicionalmente, su existencia misma ha sacudido a bancos, inversionistas en bonos y otros prestamistas no chinos, volviéndolos renuentes a aceptar menos de lo que se les debe.
“Los otros acreedores dicen ‘no vamos a ofrecer nada si China está, en efecto, a la cabeza de la fila del repago’”, declara Parks. “Esto conduce a la parálisis. Se miran entre ellos y dicen, ‘¿seré yo el idiota aquí?’”
Por otra parte, Beijing ha recurrido a un nuevo tipo de préstamo oculto que ha agravado la confusión y la desconfianza. Parks y otros descubrieron que el banco central chino ha estado prestando decenas de miles de millones de dólares mediante las que aparentan ser simples transacciones de cambio de moneda extranjera.
Los cambios de moneda extranjera, llamados swaps, permiten a los países tomar en préstamo monedas de uso generalizado como el dólar estadounidense para compensar una escasez momentánea de reservas en monedas extranjeras. Sus fines son de liquidez, no de construir cosas y duran pocos meses.
Pero los swaps chinos remedan préstamos al paso de los años y cobrar tasas de interés superiores a lo habitual. Adicionalmente, lo más importante es que no figuran en la contabilidad como préstamos que se sumarían a la carga de la deuda de un país.
Mongolia ha tomado 1.800 millones de dólares anuales en esa clase de swaps durante años, una suma equivalente al 14% de su producción económica anual. Pakistán ha tomado casi 3.600 millones de dólares anualmente durante años y Laos 300 millones.
Los swaps pueden ayudar a evitar el impago al reponer las reservas en moneda extranjera, pero acumulan préstamos nuevos encima de los viejos y pueden agravar enormemente el derrumbe, algo parecido a lo que sucedió en los prolegómenos de la crisis financiera de 2009, cuando los bancos estadounidenses ofrecían hipotecas crecientes a propietarios de viviendas que no podían pagar la primera.
Algunos países pobres que tienen problemas para pagarle a China se encuentran atrapados en una suerte de limbo: China es inflexible en cuanto a no aceptar pérdidas y el FMI no ofrece préstamos a bajo interés si el dinero es para pagar los intereses de la deuda con China.
Hace más de un año que el FMI aprobó paquetes de rescate para Chad y Etiopía a en llamados acuerdos a nivel de personal, pero la mayor parte de los fondos están retenidos al prolongarse las negociaciones entre los acreedores.
“Hay un número creciente de países en graves dificultades financieras”, puntualiza Parks, quien lo atribuyó en gran medida al espectacular ascenso chino en apenas 20 años desde receptor neto de ayuda extranjera a mayor acreedor mundial.
“De alguna manera, han logrado hacerlo fuera de la vista del público”, recalca. “A menos que la gente comprenda cómo presta China y cómo funcionan sus prácticas de prestamista, jamás resolveremos estas crisis”.
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Una decena de países pobres enfrentan inestabilidad económica e incluso el derrumbe bajo el peso de cientos de miles de millones de dólares en préstamos extranjeros, muchos de ellos del prestamista oficial más grande e implacable del mundo, el gobierno chino.
De la decena de países más endeudados con China —Pakistán, Kenia, Zambia, Laos y Mongolia— halló que el pago de esas deudas se lleva una proporción creciente del dinero recaudado por impuestos necesario para mantener abiertas las escuelas, suministrar electricidad y pagar alimentos y combustibles. Adicionalmente, drena las reservas en moneda extranjera que esos países utilizan para pagar los intereses de esos préstamos. Algunos de esos países se quedarán sin reservas en cuestión de meses.
El trasfondo del problema es la renuencia de China a perdonar la deuda y el secreto extremo con que rodea los montos y condiciones de los préstamos, lo cual impide que otros prestamistas intervengan con ayuda. A esto se suma el descubrimiento reciente de que se ha obligado a los prestatarios a depositar fondos en cuentas garantizadas ocultas para colocar a China en el primer puesto de la fila de prestamistas que buscan cobrar.
Los países implicados habían recibido hasta el 50% de sus préstamos de China y la mayoría asignaba más de la tercera parte de los ingresos del gobierno a pagar la deuda externa. Dos de ellos, Zambia y Sri Lanka, ya cayeron en impago, incapaces de liquidar siquiera los intereses de los préstamos con los que financian puertos, minas y usinas eléctricas.
En Pakistán, millones de obreros del sector textil han sido despedidos porque el país está excesivamente endeudado y no puede pagar la electricidad necesaria para mantener las máquinas en funcionamiento.
En Kenia, miles de empleados públicos no cobran sus sueldos porque el gobierno necesita el dinero para pagar la deuda externa. El principal asesor económico de la presidencia ha sido tajante: “¿Salarios o impago? Ustedes deciden”, tuiteó el mes pasado.
Desde que Sri Lanka cayó hace un año en la omisión del pago de sus deudas vencidas, han desaparecido medio millón de empleos industriales, la tasa de inflación ha superado el 50% y más de la mitad de la población en muchas partes del país ha caído en la pobreza.
Los expertos pronostican que, a menos que China se muestre más flexible con los países pobres endeudados, podría haber una nueva oleada de incumplimiento de pagos y trastornos políticos.
“En una buena parte del reloj mundial, ha sonado la medianoche”, comenta el economista de Harvard Ken Rogoff. “China ha penetrado y provocado esta inestabilidad geopolítica que podría tener consecuencias prolongadas”.
Un estudio revela que Zambia, país mediterráneo del sur de África con 20 millones de habitantes, ha tomado miles de millones de dólares en préstamos de bancos estatales chinos en las últimas dos décadas para construir represas, ferrocarriles y rutas.
Los préstamos dieron impulso a la economía zambiana, pero elevaron los pagos de los intereses de la deuda externa a tal punto que al gobierno le quedó poco dinero para gastar en salud pública, servicios sociales y subsidios a los agricultores para comprar semillas y fertilizantes.
Anteriormente, en esas circunstancias, los grandes prestamistas como Washington, Tokio y París elaboraban acuerdos para condonar parcialmente las deudas y cada prestamista dejaba en claro cuánto se le debía y bajo cuáles condiciones para que nadie se sintiera engañado.
Sin embargo, Beijing no se sometió a esas reglas.
Al principio, se negó incluso a participar en conversaciones multinacionales, negoció por separado con Zambia e impuso una norma de confidencialidad que le impedía al país africano revelar a prestamistas no chinos las condiciones de los préstamos y si China había encontrado la manera de ocupar el primer lugar en la fila del repago.
En 2020, en medio de esta confusión, un grupo de prestamistas no chinos rechazó los ruegos desesperados de Zambia de suspender los pagos de intereses, siquiera durante unos meses. Esto siguió drenando las reservas zambianas en moneda extranjera, principalmente en dólares estadounidenses, que el país utilizaba para pagar los intereses y comprar mercancías de primera importancia, como el petróleo. Para noviembre de 2020, ya con escasas reservas, Zambia dejó de pagar los intereses y cayó en cesación de pagos, lo que lo dejó fuera del sistema financiero y desató un círculo vicioso de recortes de gastos y pobreza creciente.
Desde entonces, la tasa de inflación en Zambia ha llegado al 50%, el desempleo es el más alto en 17 años y la moneda nacional, el kwacha, perdió el 30% de su valor en siete meses. El número de zambianos que no tiene alimentos suficientes se ha triplicado este año a 3,5 millones, según un cálculo de Naciones Unidas.
“Me quedo en casa pensando en qué comeré porque no tengo dinero para comprar comida”, manifestó Marvis Kunda, una viuda de 70 años, ciega, que vive en la provincia de Luapula y que recientemente sufrió un recorte de sus pagos del bienestar social. “A veces, como una vez por día y si ningún vecino recuerda ayudarme con comida, simplemente paso hambre”.
Unos meses después de la suspensión de pagos de Zambia, los investigadores hallaron que debía 6.600 millones de dólares a bancos estatales chinos, el doble de lo que muchos pensaban en ese momento y un tercio del total de la deuda nacional.
“Volamos a ciegas”, manifestó Brad Parks, director ejecutivo de AidData, un laboratorio de investigaciones en la universidad William & Mary que ha descubierto miles de préstamos secretos chinos y asistió a la AP en su análisis. “Cuando miras debajo del colchón, de repente caes en la cuenta, ‘Hay mucho que no habíamos visto. Adicionalmente, en realidad, la situación es mucho peor’”.
La renuencia de China a aceptar grandes pérdidas sobre los cientos de miles de millones de dólares que se le deben, como la exhortan el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ha dejado a muchos países en una noria de pagos de intereses atrasados, lo cual sofoca el crecimiento económico que les permitiría pagar sus deudas.
En 10 de los 12 países analizados por la AP, las reservas en moneda extranjera han caído en un promedio de 25% en apenas un año. La caída ha superado el 50% en Pakistán y la República de Congo. A falta de préstamos de rescate, a varios países les quedan unos meses de moneda extranjera para comprar alimentos, combustibles y otros artículos esenciales. A Mongolia le quedan ocho meses, a Pakistán y Etiopía apenas dos.
“Apenas se cierra el grifo de la financiación, el ajuste es inmediato”, comenta Patrick Curran, economista sénior en Tellimer. “La economía se contrae, la inflación aumenta, los alimentos y combustibles se vuelven inaccesibles”.
Mohammad Tahir, un obrero textil despedido hace seis meses de una fábrica en la ciudad paquistaní de Multan, dice que ha pensado en el suicidio porque ya no soporta ver a los cuatro miembros de su familia ir a la cama por la noche sin haber cenado.
“He enfrentado la peor clase de pobreza”, agregó Tahir, a quien le informaron recientemente que las reservas en moneda extranjera del país estaban tan disminuidas que ya no podía importar materia prima para su fábrica. “No tengo la menor idea cuándo recuperaremos nuestro trabajo”.
No es la primera vez que países pobres sufren escasez de moneda extranjera, una alta tasa de inflación, aumento del desempleo y hambre generalizada, pero pocas veces como el año pasado.
A la mezcla habitual de ineficiencia y corrupción oficiales se han sumado dos factores tan inesperados como devastadores: la guerra en Ucrania —que ha elevado por las nubes los precios de cereales y petróleo— y la decisión de la Reserva Federal estadounidense de elevar las tasas de interés 10 veces consecutivas, la más reciente este mes. Con ello, las tasas de interés variables de los préstamos se han vuelto repentinamente mucho más caras.
Todo ello redunda en trastornos violentos en la política interior y desbaratamiento de alianzas estratégicas.
Honduras, fuertemente endeudada, admitió que hubo “presiones financieras” en su decisión de celebrar relaciones diplomáticas formales con China y cortar las que mantenía con Taiwán.
El mes pasado, desesperado por evitar nuevos apagones, Pakistán llegó a un acuerdo para comprar petróleo con descuento a Rusia, apartándose de la campaña liderada por Estados Unidos de privar de fondos a Vladímir Putin.
En Sri Lanka, manifestantes furiosos salieron a las calles en julio, incendiaron casas de ministros, tomaron por asalto el palacio presidencial y obligaron al jefe del gobierno, atado a onerosos acuerdos con China, a huir del país.
En una declaración, el ministerio de Asuntos Exteriores chino rechazó la idea de que Beijing sea un prestamista implacable y reiteró comunicados anteriores en los que achacó culpas a la Reserva Federal. Manifestó que, si ha de acceder a los reclamos del FMI y el Banco Mundial de condonar una parte de sus préstamos, lo mismo deben hacer los prestamistas multilaterales, a los que considera intermediarios de Washington.
“Llamamos a estas instituciones a participar activamente de medidas pertinentes acordes con el principio de ‘acción conjunta, carga equitativa’ y hacer mayores aportes para ayudar a los países en desarrollo a capear las dificultades”, escribió el ministerio.
China sostiene que ha ofrecido alivio bajo la forma de vencimientos a largo plazo y préstamos de emergencia y ha sido el mayor contribuyente a un programa para suspender los pagos de interés durante la pandemia de coronavirus. Sostiene que ha perdonado 23 préstamos sin intereses a países africanos, pero Parks sostuvo que son de hace dos décadas y que representan menos del 5% del monto total de los préstamos.
En conversaciones de alto nivel en Washington el mes pasado, China estudiaba dejar de lado su reclamo de que el FMI y el Banco Mundial condonen sus préstamos y en cambio se comprometan a ofrecer subsidios y otras forma de ayuda a países con problemas, según varios informes periodísticos, pero desde entonces no ha habido anuncios y las dos instituciones han expresado ira hacia Beijing.
“Mi posición es que debemos arrastrarlos —tal vez es un término descortés— necesitamos caminar juntos”, expresó la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, semanas atrás. “Porque si no, habrá una catástrofe para muchos, muchos países”.
El FMI y el BM dicen que aceptar pérdidas sobre sus préstamos sería contrario a la práctica usual de tratar con crisis soberanas, ya que, a diferencia de los bancos chinos, sus tasas de interés son bajas para ayudar a los países a superar sus problemas. Sin embargo, la cancillería china observó que ha habido excepciones a esas normas, ya que los dos prestamistas multilaterales condonaron préstamos a varios países a mediados de la década de 1990 para salvarlos del derrumbe.
Sin embargo, al acortarse los plazos, algunos funcionarios exhortan a hacer concesiones.
Ashfaq Hassan, exfuncionario de la deuda en el Ministerio de Hacienda paquistaní, considera que el peso de la deuda es demasiado pesado y el plazo demasiado corto para que el FMI y el BMI mantengan sus posiciones. También pidió concesiones a los fondos de inversión privados que compraron bonos a su país.
“Cada uno de los interesados deberá aceptar un recorte”, añade Hassan.
China también rechazó la idea, difundida por el gobierno de Donald Trump, de que ha aplicado la “diplomacia de la trampa de endeudamiento”, agobiando a los países con préstamos que no pueden pagar para apoderarse de puertos, minas y otros bienes estratégicos.
Al respecto, los expertos que han estudiado el tema en detalle le dan la razón a Beijing. Los préstamos chinos han provenido de bancos continentales y son demasiado azarosos y desprolijos como para que los coordinaran desde arriba. En todo caso, dicen, los bancos chinos no aceptan pérdidas porque el momento es inoportuno, ya que enfrentan las consecuencias de préstamos inmobiliarios imprudentes en su propio país y una economía en desaceleración marcada.
Pero los expertos señalan a continuación que el papel chino, aunque no tan siniestro, es igualmente aterrador.
“No hay una persona a cargo individualmente”, señala Teal Emery, exanalista de préstamos soberanos y ahora director de la consultora Teal Insights.
Parks agrega sobre Beijing: “Improvisan a medida que avanzan. No tienen un plan general”.
Buena parte del mérito de sacar a la luz las deudas ocultas de China es de Parks, quien durante una década ha debido superar toda clase de obstáculos, trampas y mentiras del gobierno autoritario.
La cacería comenzó en 2011, cuando un economista del Banco Mundial pidió a Parks que investigara los préstamos chinos. En pocos meses, por medio de técnicas de minería de datos, Parks y otros investigadores descubrieron cientos de préstamos de los que no estaba enterado el BM.
En esa época, China aumentaba los préstamos que serían parte de su Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, de un billón de dólares, para obtener suministros de minerales cruciales, ganar aliados y rentabilizar sus tenencias en dólares. Muchos países en desarrollo buscaban ávidamente dólares para construir usinas, caminos y puertos y ampliar operaciones mineras.
Pero tras recibir unos préstamos del gobierno chino, esos países se hallaban fuertemente endeudados y las perspectivas causaban espanto. Temían que acumular nuevos préstamos sobre los viejos los harían parecer imprudentes a los ojos de las agencias de calificación crediticia y encarecerían los futuros créditos.
Por eso, China empezó a crear empresas fantasma para financiar proyectos de infraestructura y prestarles a ellas, lo que permitiría a los países fuertemente endeudados evitar incluir esa nueva deuda en sus cuentas. Aunque los préstamos tuvieran respaldo del gobierno, nadie se enteraría.
Por ejemplo, en Zambia, un préstamo de 1.500 millones de dólares de dos bancos chinos a una empresa fantasma para construir una gigantesca represa hidroeléctrica no apareció en el presupuesto durante años.
En Indonesia, préstamos chinos de 4.000 millones de dólares para construir un ferrocarril no aparecieron en las cuentas públicas durante años. Eso cambió tiempo después cuando, con un déficit de 1.500 millones de dólares, el gobierno indonesio se vio obligado a rescatar el ferrocarril dos veces.
“Cuando estos proyectos caen en problemas, lo que se presenta como una deuda privada se convierte en deuda pública”, explica Parks. “En el mundo entero hay proyectos de esta índole”.
En 2021, al cabo de un decenio de investigaciones, Parks y su equipo habían reunido suficiente información para llegar a una conclusión espectacular: Había al menos 385.000 millones de dólares en deuda china oculta o mal reportada en 88 países, muchos de los cuales se encontraban en una situación mucho más grave de lo que se sabía.
Una de las revelaciones era que China emitió un préstamo de 3.500 millones de dólares para construir una red ferroviaria en Laos, cuyo pago requeriría casi la cuarta parte de la producción anual del país.
Otro informe de AidData en la misma época insinuaba que muchos préstamos chinos iban a zonas de los países preferidas por políticos poderosos y frecuentemente poco antes de elecciones clave. Algunas de las construcciones tenían poco sentido desde el punto de vista económico y estaban llenas de problemas.
En Sri Lanka, un aeropuerto construido con fondos chinos en el pueblo natal del presidente, lejos de las zonas más pobladas, se usa tan poco que se ha visto elefantes paseando por la pista.
Aparecen grietas en plantas hidroeléctricas en Uganda y Ecuador, donde en marzo el gobierno actual obtuvo la aprobación judicial para presentar cargos de corrupción contra un expresidente vinculado con el proyecto que ahora está en el exilio.
En Pakistán, fue necesario clausurar una usina eléctrica por temor a que se derrumbara. En Kenia, los últimos tramos de un ferrocarril jamás se construyeron debido a errores de planificación y escasez de fondos.
Al indagar en los detalles de los préstamos, Parks encontró algo alarmante: cláusulas que obligaban a los países prestatarios a crear cuentas garantizadas secretas en dólares u otras monedas extranjeras de las que Beijing podía retirar fondos si esos países dejaban de pagar intereses.
Lo cierto es que China se había colocado en el primer lugar de la fila para que le pagaran sin que otros prestamistas lo supieran.
En Uganda, Parks descubrió que un préstamo para ampliar el aeropuerto principal incluía una cuenta garantizada con más de 15 millones de dólares. Una investigación legislativa criticó con furia al ministro de Hacienda por aceptar semejantes condiciones y el investigador jefe pidió que lo juzgaran y encarcelaran.
Parks no sabe con certeza cuántas cuentas de ese tipo se han creado, pero no es usual que los gobiernos exijan garantías y menos aún en dinero en metálico, en el ámbito de los préstamos soberanos. Adicionalmente, su existencia misma ha sacudido a bancos, inversionistas en bonos y otros prestamistas no chinos, volviéndolos renuentes a aceptar menos de lo que se les debe.
“Los otros acreedores dicen ‘no vamos a ofrecer nada si China está, en efecto, a la cabeza de la fila del repago’”, declara Parks. “Esto conduce a la parálisis. Se miran entre ellos y dicen, ‘¿seré yo el idiota aquí?’”
Por otra parte, Beijing ha recurrido a un nuevo tipo de préstamo oculto que ha agravado la confusión y la desconfianza. Parks y otros descubrieron que el banco central chino ha estado prestando decenas de miles de millones de dólares mediante las que aparentan ser simples transacciones de cambio de moneda extranjera.
Los cambios de moneda extranjera, llamados swaps, permiten a los países tomar en préstamo monedas de uso generalizado como el dólar estadounidense para compensar una escasez momentánea de reservas en monedas extranjeras. Sus fines son de liquidez, no de construir cosas y duran pocos meses.
Pero los swaps chinos remedan préstamos al paso de los años y cobrar tasas de interés superiores a lo habitual. Adicionalmente, lo más importante es que no figuran en la contabilidad como préstamos que se sumarían a la carga de la deuda de un país.
Mongolia ha tomado 1.800 millones de dólares anuales en esa clase de swaps durante años, una suma equivalente al 14% de su producción económica anual. Pakistán ha tomado casi 3.600 millones de dólares anualmente durante años y Laos 300 millones.
Los swaps pueden ayudar a evitar el impago al reponer las reservas en moneda extranjera, pero acumulan préstamos nuevos encima de los viejos y pueden agravar enormemente el derrumbe, algo parecido a lo que sucedió en los prolegómenos de la crisis financiera de 2009, cuando los bancos estadounidenses ofrecían hipotecas crecientes a propietarios de viviendas que no podían pagar la primera.
Algunos países pobres que tienen problemas para pagarle a China se encuentran atrapados en una suerte de limbo: China es inflexible en cuanto a no aceptar pérdidas y el FMI no ofrece préstamos a bajo interés si el dinero es para pagar los intereses de la deuda con China.
Hace más de un año que el FMI aprobó paquetes de rescate para Chad y Etiopía a en llamados acuerdos a nivel de personal, pero la mayor parte de los fondos están retenidos al prolongarse las negociaciones entre los acreedores.
“Hay un número creciente de países en graves dificultades financieras”, puntualiza Parks, quien lo atribuyó en gran medida al espectacular ascenso chino en apenas 20 años desde receptor neto de ayuda extranjera a mayor acreedor mundial.
“De alguna manera, han logrado hacerlo fuera de la vista del público”, recalca. “A menos que la gente comprenda cómo presta China y cómo funcionan sus prácticas de prestamista, jamás resolveremos estas crisis”.
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 23, 2023
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