PSEUDO NEGACIONISMO (Parte 2 de 2)

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  Por Dra. Josefina Margaroli.

  Por Dr. Sergio Maculan.

Cabe agregar, que la intención por parte del Dr. Rafecas de instalar la teoría de la «solución final» referida a la lucha (legal e ilegal) llevada a cabo en la Argentina contra el terrorismo pro marxista, agravia a los millones de víctimas (judíos, armenios, gitanos, etc.) que sí fueron víctimas de tal modo de «solución».

             Segundo, la exposición del Lic. Daniel Eduardo Feierstein, sociólogo e investigador argentino, especialista en el estudio de las prácticas sociales genocidas.

{Pág. 23} […] De hecho, estamos haciendo un trabajo en mi equipo de investigación para comenzar a reponer una de las dimensiones más olvidadas del genocidio argentino que son los sobrevivientes. Los sobrevivientes siguen sin tener voz, siguen sin tener espacio, siguen sin ser contabilizados, e incluso desde el propio campo popular se los llama para que declaren en los juicios y después se los olvida.

            Es evidente que omite la advertencia efectuada por Yves Ternon, mencionada ut supra, en relación a «la negación, de la mentira y de las manipulaciones», además de lo ya especificado jurídicamente, respecto de la aplicación del término genocidio, a la represión ilegal realizada por miembros de fuerzas armadas y de seguridad. La coherencia está ausente.

            Resulta flagrante la mendacidad con la que sostiene la falta de voz y espacio de los «sobrevivientes», ya que como es de público y notorio, las organizaciones que se asumen como defensoras de derechos humanos, cuentan con amplio apoyo estatal, acceso a medios, una universidad, subsidios, indemnizaciones para víctimas (incluso a algunas que no lo son). Si es cierto que se los llama a declarar y luego se los olvida, debería formular las denuncias u objeciones pertinentes al sistema establecido por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos como: «Acompañamiento a testigos y querellantes en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado – Estrategias de intervención», en el cual se reconoce, con total impunidad, la «reconstrucción de la memoria de los testigos», algo que claramente es «entrenamiento» de estos, y por lo tanto, causal de anulación de sus testimonios, además de las responsabilidades penales en las que podrían incurrir jueces, fiscales, querellantes y demás participes en la utilización de tal metodología. Otra demostración de la falta de imparcialidad de los denominados procesos de lesa humanidad que se oculta por el negacionismo desde el Gobierno y las organizaciones nacionales e internacionales que dicen defender los derechos humanos.

{Pág. 24} […] Y, por último, queda analizar el procedimiento de equiparación de violencias. Esto de que se habla del terrorismo estatal pero no se habla del “otro terrorismo”; la pregunta de qué vamos a hacer con esa otra violencia que es la que desató el terrorismo estatal. Y decía: dos procesos absolutamente distintos a nivel histórico son equiparados, a la vez que otros procesos son invisibilizados y olvidados. El más evidente para entender la historia argentina es el de la violencia estructural. Pero, además, cuando uno analiza la documentación que guió el genocidio, observa que esa lógica causal no se sostiene. Entonces, el genocidio en Argentina no vino a reprimir a la violencia insurgente. Si hubiese venido a reprimir a la violencia insurgente, igual hubiese estado mal, por todos los motivos que desarrolló el juez Rafecas.

            ¿Cuál sería la razón para no equiparar la violencia que sufrió la Argentina?, Existió, un terrorismo sostenido por el Estado soviético con el objeto de extender su dominio colonial, no solo a la Argentina sino también a otros países del continente, y también existió por parte de los Estados mecanismos legales y necesarios de lucha contra la injerencia extranjera, si en esto último hubo violaciones a garantías legales, no puede usarse para negar la existencia de las causas que sustentaron que los Estados (el argentino en particular) reprimieran la insurgencia. La negación o negacionismo de la causalidad, en nada ayudan al entendimiento de la historia, se entiende de la «historia completa». ¿Cuál sería el soporte de negar la implementación de una represión de la violencia insurgente?, sí y solo sí, puede objetarse, la parte de ella que fue ilegal.

            {Pág. 24} […] Me refiero a la cuestión de entender por qué resulta relevante la calificación de genocidio. Esta cosa que hubo que sufrir bastante en estos años, de que los que no entienden de derecho insisten con lo de genocidio, y para qué quieren esa palabra, si en realidad las otras nos sirven igual, y si igual los vamos a condenar, y digo que tenemos que pensar que las palabras no son neutrales. Que los términos tienen consecuencias en los modos de percepción de la realidad. [el resaltado es nuestro]

            Claramente, surge de los dichos del disertante, que la utilización del término genocidio, es solo para lograr impacto social. Nuevamente, afirma que los procesos denominados de lesa humanidad ya están sujetos a condena; el principio de inocencia es aniquilado, por quienes sostienen la existencia del «negacionismo». La tarea propuesta y efectuada, es modificar la percepción de la realidad, y con ello sostener la vigencia de la frase del General Perón «al amigo todo, al enemigo ni justicia». El control sobre lo que es «políticamente correcto», podría asimilarse a los criterios del Malleus Maleficarum, para determinar la categoría de bruja y someterla así a persecución.

{Pág. 25}. […] A nivel de la pena la palabra genocidio no significaba nada, pero lo que hacía era llevar a los tribunales la disputa por la construcción de la memoria colectiva. Porque eran modos muy diferentes de concebir colectivamente qué nos ocurrió. [el resaltado es nuestro]

            Es evidente, que aludir a «construcción», se trata de que la presunta memoria no sea lo que fue en realidad; se trata de generar como relato lo que les conviene a sus fines políticos. Es la apropiación del relato para determinar lo que es, a su interés, lo políticamente correcto, y a quienes se les oponen se los persigue en base a «falacias ad hominem» como que son cómplices del genocidio, o con la aplicación de la «cultura de la cancelación», esto es tratar de negar el derecho a la libre expresión.

{Pág. 25} […] Justamente, Duhalde es el que escribe el prólogo para desarmar la equiparación de los dos demonios. Pero cuando uno dice que hay un terrorismo de Estado, en un mundo además donde piensa en clave “terrorista”, estar diciendo que hubo un terrorismo de Estado quiere decir además que hubo otros terrorismos. Pero, si hay algo que no tuvo la violencia insurgente en la Argentina, fue terrorismo. Más allá de la discusión sobre el terrorismo. El terrorismo es una táctica política que algunos movimientos insurgentes implementaron, que yo creo que en la mayoría de los casos históricos es errada y produce consecuencias absolutamente desfavorables. Esa es toda otra discusión que no es para hoy, que no podemos abordar, pero no es para Argentina. Porque esa discusión estuvo en Argelia, estuvo en el Movimiento de Liberación Palestina, estuvo en el IRA, de alguna manera estuvo en la ETA también, pero en Argentina no, porque el terrorismo se caracteriza por acciones indiscriminadas. Esto es: la violencia terrorista lo que busca, y por eso es “terrorismo”, es generar terror a partir de llevar a cabo acciones que pueden afectar a cualquiera. [el resaltado es nuestro]

            Aquí está claro que son estos grupos que se promocionan como defensores de derechos humanos, sostenidos desde el Estado y por funcionarios del Estado, los que practican el negacionismo. El colmo de la tergiversación es establecer que los actos de violencia criminal perpetrados por los grupos armados pro soviéticos en nuestro país, no eran actos de terrorismo, sobre la base de que estos actos estaban específicamente «discriminados». Con lo cual, en definitiva, sostiene y reconoce que, atentados como el asesinato de la hija del Capitán Humberto Viola, María Cristina Viola de tres años, o la hija del Almirante Lambruschini, Paula Lambruschini de quince años, o el mozo y la embarazada que murieron con la bomba colocada en un bar de Once, entre otros, fueron crímenes premeditados. ¿Cuál fue el soporte teórico de lucha revolucionaria de estos crímenes?

            Pero en su necesidad de tergiversación y malversación de la historia, busca involucrar a otros grupos terroristas que no actuaron en la Argentina, como lo fueron:

            El Ejército Republicano Irlandés (IRA) enraíza en la lucha de Irlanda por su independencia del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda durante las primeras décadas del siglo XX.

La Euskadi Ta Askatasuna (ETA) fue una organización terrorista nacionalista vasca que se proclamaba independentista fundada el 31 de julio de 1959, con el objetivo de crear un estado socialista y la independencia vasca en España y Francia.

            Es evidente que no se pueden comparar, si bien los actos criminales fueron similares, una lucha de grupos nacionalistas por su independencia, con los motivos de las organizaciones en la Argentina, que generaron violencia y terror en la población, con el fin de promover el ingreso del comunismo a la región. En términos reales, los dos primeros grupos, otra vez sin justificar la violencia, podrían llamarse independentistas, los de esta zona cipayos del estado soviético.

            Cuanto más absurda es la consideración del Frente de Liberación Nacional, fundado en 1954, y a su brazo militar, que luchó por la independencia de Argelia, colonia francesa, desde 1830 hasta 1962. Considerando que, con la salvedad de lo dificultoso que es establecer cifras reales, las tropas francesas mataron a alrededor de 40.000 argelinos, bastante diferente a la consigna de la revolución francesa «Liberté, Égalité, Fraternité». En ningún momento el gobierno de Francia, propuso el establecimiento de juicios por lesa humanidad contra los miembros del país que cometieron los crímenes. ¿Qué opinaran sobre esto los argelinos?

{Pág. 25} […] La insurgencia en Argentina no fue terrorista, no hubo acciones terroristas. Las acciones que se cometieron no fueron en ningún caso terroristas, que las condenemos o no, es otra discusión. Su sentido, su lógica, sus efectos políticos, su evaluación ética, requieren muchas discusiones, pero no la del terrorismo. [el resaltado es nuestro]

            Ignoramos con que base estadística sostiene que, para los habitantes de la Argentina, los crímenes y atentados perpetrados casi a diario por las bandas armadas, no provocaban terror, ¿solo porque según su relato no eran actos terroristas? Como dijimos, que sus objetivos hayan sido diferentes de los grupos terrorista que mencionó, no los hace menos terroristas.

            {Pág. 27} […] La equiparación de los dos demonios es injusta porque argumentalmente no se sostiene, porque afecta nuestra memoria, porque insulta a quienes sufrieron la furia del aparato estatal, porque nos impide recomponer nuestras luchas, pero no porque es “cosa juzgada”. Que haya sido “cosa juzgada” es una conquista histórica del pueblo argentino. Que el derecho, por una vez, haya acompañado los reclamos populares, me parece que es algo a festejar. Pero cuidado, a no engañarse, porque si mañana algún juez decide hacer lugar a estas cuestiones y una corte suprema adicta a algún gobierno decide sancionarlo y lo convierte en “cosa juzgada”, ese argumento nos puede jugar como boomerang. Y creo que las verdades son verdades más allá de lo que juzgue el derecho.

            Sostener que solo los que sufrieron «la furia del aparato estatal» son víctimas y no así los que padecieron los actos terroristas, y el pueblo que pudo y de hecho sufrió por estos ataques, es una falta de respeto a estas últimas víctimas, como también que se puedan festejar reclamos populares que nunca fueron aceptados por la inmensa mayoría, que nunca consideró al comunismo como variante política, y menos aún su imposición por las armas. En un estado de derecho, y en la medida en que se respeten las normas constitucionales, convencionales y legales, es el sistema jurídico el que establece la verdad de los hechos sometidos a proceso, con independencia de los gustos o conveniencias de las partes en el mismo.

Otra vez apela a la limitación a las garantías judiciales, y además a una Corte Suprema de Justicia adicta, olvidando que dos de los actuales miembros de dicho tribunal pactaron con el entonces presidente Néstor Kirchner establecer las bases para la política de estado de los denominados procesos por lesa humanidad.

            Mientras, un grupo de diputados nacionales de extracción sindical del Frente de Todos presentó un proyecto de “ley antinegacionista”, que estipula sanciones civiles y penales. Las sanciones son al negacionismo de genocidios, pandemias y la soberanía de Malvinas.

            Manteniendo la costumbre del actual Gobierno del «pero Macri», hay que recordar que, entre otras cosas, durante dicho gobierno, no se suspendieron los juicios de lesa humanidad; siguió funcionado el sistema de entrenamiento de testigos y la reconstrucción de memorias; que si bien se derogó la Resolución N°. 85/13 del Ministerio de Defensa que prohibía la atención medida en los hospitales de las fuerzas a procesados y condenados en los denominado procesos por lesa humanidad, nada se hizo para investigar y determinar responsabilidades por los daños o muerte que sufrieron quienes fueron privados de dicha atención sanitaria; finalmente que la entonces gobernadora María Eugenia Vidal, promulgó una ley que obligaba a los funcionarios del Estado provincial a sostener la existencia de 30.000 desaparecidos, una norma que consecuentemente obligaba a mentir, bajo pena de sanción, que más que neo liberal parece estalinista.

            En consecuencia: consideramos que lo denominado «negacionismo», solo tiene que ver con una negación interesada de una parte de la historia, entre otros hechos, la causa del golpe militar. Los grupos que vienen desde hace tiempo adjudicándose la defensa de derechos humanos, solo lo hace en forma parcial, ya que arrasan con el principio de igualdad ante la ley, que es la base de los derechos humanos, utilizan el término como una forma de cancelar el pensamiento y la difusión de ideas contrarias a las propias, y que básicamente cuestionan con razón su parcialidad y la consecuente violación al principio de igualdad, al igual que a otros principios intangibles de los derechos humanos, fundamentalmente con las garantías judiciales y el debido proceso, con lo cual terminan afectando otros derechos como el de la vida, la integridad física y psicológica.

            Existe por parte de esas organizaciones y de ciertos estamentos del gobierno, una apropiación del relato, que intenta, lamentablemente con bastante éxito, negar la realidad del pasado. Siguen intentando vivir en un pasado que les conviene, al que pintan de épico, y los desespera que se lo cuestione o interpele, término que los grupos usan. Ven la vida con un espejo retrovisor, no quieren avanzar más allá de su relato, son como una versión de Sara, la mujer de Lot, congelados en el pasado. Solo que, a diferencia de haberse transformado en una estatua de sal, son sembradores de sal en los campos del futuro, sal que sabe a venganza, a necesidad de destruir a los enemigos reales o inventados con los que se sustentan.

Es necesario, recuperar el relato, y liberarse de falsos discursos políticamente correctos, y de las formas de cancelación que pretenden limitar nuestras formas de expresión. Ellos son los buenos, los amigos que merecen todo, la impunidad, a los otros, los enemigos ni justicia y por ello sujetos a la venganza.

Buenos Aires, Argentina

 

Josefina Margaroli

jomargaroli@yahoo.com.ar

Sergio Luís Maculan

smaculan@yahoo.com.ar

 


PrisioneroEnArgentina.com

Abril 1, 2022


 

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