Al preguntar quien es el mejor escritor argentino de todos los tiempos se tiende a contestar Borges, sin dudar. Pero es dudoso que muchos connacionales lo hayan leído. Obviamente no el presidente de su país, que lo catalogó de ‘novelista’. Otra pregunta a contestar es: ¿Qué tan bueno Borges era?
Jorge Luis Borges, el escritor argentino que ayer -treinta y cuatro años atrás- había dejado de existir, fue uno de los narradores latinoamericanos más admirados del siglo XX. También fue uno de los primeros contribuyentes al realismo mágico, un género de literatura en el que lo anormal se presenta a los lectores junto con lo mundano.
Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo fue un escritor argentino de cuentos, ensayista, poeta y traductor, y una figura clave en la literatura universal y en español. Nacido: 24 de agosto de 1899, Buenos Aires, Argentina. Fallecido: 14 de junio de 1986, Ginebra, Suiza
Borges era un maestro de la técnica. Su especialidad era imaginar novelas enteras, enciclopedias o incluso bibliotecas, y luego revisarlas como para burlarse de los críticos literarios. Uno de sus cuentos más populares, ‘Pierre Menard, autor del Quijote’, se cuenta desde la posición de un hombre que lee la obra del autor ficticio Pierre Menard. Menard creía que al sumergirse a fondo en la vida de Miguel de Cervantes, el poeta español del siglo XVII que escribió Don Quijote, naturalmente producirá obras idénticas. Menard resulta tener razón, pero la era moderna diferencia su prosa de la de Cervantes.
En otra historia, Borges describe un encuentro ficticio con Ireneo Funes, un niño que comienza a percibir las cosas en su totalidad (y recordarlas también) después de caerse de un caballo. Entre otros esfuerzos, Funes desea crear un “sistema de enumeración” en el que cada entero recibe un nombre específico. El narrador de Borges le dice que esto no tiene sentido, pero pronto se da cuenta de que Funes es incapaz de lo que él llama “pensamiento”, y más asombrosamente, que el niño podrá recordar cada palabra y gesto de su reunión.
Quizás lo que separó a Borges de sus contemporáneos fue su alcance creativo. Sus narraciones casaron textos inexistentes con personajes inexistentes y los pusieron a ambos en su mundo “real” cada vez más difícil de definir. Algunos críticos han conjeturado que la ceguera, que lo superó cuando tenía cincuenta años, podría haber tenido algo que ver con su juego intelectual: podría ser que, forzado a vivir en un ambiente de retoques puramente conceptuales, Borges prosperó.
El estilo de Borges suscitó problemas para los biógrafos. ‘Borges: A Life’ de Edwin Williamson implica que los saltos filosóficos del argentino fueron tan importantes para su desarrollo como lo fueron sus experiencias físicas, y esto lo hizo completamente intangible, al igual que las figuras que aparecen en sus historias. Tal vez, al final, así es como le hubiera gustado.
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Al preguntar quien es el mejor escritor argentino de todos los tiempos se tiende a contestar Borges, sin dudar. Pero es dudoso que muchos connacionales lo hayan leído. Obviamente no el presidente de su país, que lo catalogó de ‘novelista’. Otra pregunta a contestar es: ¿Qué tan bueno Borges era?
Jorge Luis Borges, el escritor argentino que ayer -treinta y cuatro años atrás- había dejado de existir, fue uno de los narradores latinoamericanos más admirados del siglo XX. También fue uno de los primeros contribuyentes al realismo mágico, un género de literatura en el que lo anormal se presenta a los lectores junto con lo mundano.
Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo fue un escritor argentino de cuentos, ensayista, poeta y traductor, y una figura clave en la literatura universal y en español. Nacido: 24 de agosto de 1899, Buenos Aires, Argentina. Fallecido: 14 de junio de 1986, Ginebra, Suiza
Borges era un maestro de la técnica. Su especialidad era imaginar novelas enteras, enciclopedias o incluso bibliotecas, y luego revisarlas como para burlarse de los críticos literarios. Uno de sus cuentos más populares, ‘Pierre Menard, autor del Quijote’, se cuenta desde la posición de un hombre que lee la obra del autor ficticio Pierre Menard. Menard creía que al sumergirse a fondo en la vida de Miguel de Cervantes, el poeta español del siglo XVII que escribió Don Quijote, naturalmente producirá obras idénticas. Menard resulta tener razón, pero la era moderna diferencia su prosa de la de Cervantes.
En otra historia, Borges describe un encuentro ficticio con Ireneo Funes, un niño que comienza a percibir las cosas en su totalidad (y recordarlas también) después de caerse de un caballo. Entre otros esfuerzos, Funes desea crear un “sistema de enumeración” en el que cada entero recibe un nombre específico. El narrador de Borges le dice que esto no tiene sentido, pero pronto se da cuenta de que Funes es incapaz de lo que él llama “pensamiento”, y más asombrosamente, que el niño podrá recordar cada palabra y gesto de su reunión.
Quizás lo que separó a Borges de sus contemporáneos fue su alcance creativo. Sus narraciones casaron textos inexistentes con personajes inexistentes y los pusieron a ambos en su mundo “real” cada vez más difícil de definir. Algunos críticos han conjeturado que la ceguera, que lo superó cuando tenía cincuenta años, podría haber tenido algo que ver con su juego intelectual: podría ser que, forzado a vivir en un ambiente de retoques puramente conceptuales, Borges prosperó.
El estilo de Borges suscitó problemas para los biógrafos. ‘Borges: A Life’ de Edwin Williamson implica que los saltos filosóficos del argentino fueron tan importantes para su desarrollo como lo fueron sus experiencias físicas, y esto lo hizo completamente intangible, al igual que las figuras que aparecen en sus historias. Tal vez, al final, así es como le hubiera gustado.
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 15, 2020