RESEÑA DE “LA RAZA FUTURA”,  DE SIR EDWARD BULWER LYTTON

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   Prof. Mgtr. María Elena Cisneros Rueda.

La acción se centra en un mundo hipotético creado por el autor, que se encuentra en el interior de la tierra.

El protagonista es un ciudadano norteamericano de visita en un paraje no nombrado en el cual se encuentra un enorme yacimiento donde se excavan túneles en busca de la riqueza que puede obtenerse de las entrañas de la tierra.

El protagonista se queda por varias semanas junto a su amigo ingeniero que dirige las obras de excavación porque todo este mundo de grutas, túneles y excavaciones le resulta fascinante. Durante ese tiempo se comienza a trabajar en un nuevo lugar donde se supone se podrán encontrar nuevos minerales en un yacimiento muy fértil. Ambos amigos llegan hasta la entrada del nuevo túnel y el ingeniero se hace bajar en una especie de canasta protectora para poder verificar con sus ojos el estado de dicho lugar. Al volver, trae una expresión entre aterrada y sorprendida y se niega a comentar nada.

Durante la cena comparte  con su amigo americano que, al descender durante el día, llegó a ver a lo lejos una especie de luz amarillenta que de ninguna manera debía estar allí por encontrarse en las profundidades terrestres y le manifiesta el deseo de volver al día siguiente y le pide que lo acompañe. De buena gana, el americano acepta la invitación.

Ambos descienden a la mañana siguiente, primero el ingeniero y luego el americano. Estaban provistos de largas sogas. Avanzaron por una galería, y descendieron sobre una explanada desde la que se podía observar una especie de avenida bordeada de árboles y lámparas. El americano había llevado un pequeño catalejo con el que pudo distinguir un edificio y a dos figuras que parecían humanas, a lo lejos. Decidieron descender los 15 metros que los separaban de la explanada y así lo hicieron. El ingeniero sufre un accidente y pierde la vida. Acto seguido aparece una especie de gusano gigantes que lo engulle ante los ojos desorbitados de su amigo americano que logra correr por la planicie para alejarse del peligro.

El viajero continúa su camino y de pronto se encuentra de frente a un ser, con forma humana, mucho más alto que lo normal sin ser gigante, con una vestimenta formada por alas que lo envolvían,  una diadema en la cabeza. Y una varita delgada en la mano.  Por un lado el viajero se sintió más tranquilo y por el otro, una especie de terror injustificado lo envolvía totalmente. El personaje lo lleva hacia el edificio y aparece un jovencito que era indudablemente su hijo por el parecido. Lo hacen subir a una plataforma, como un ascensor y suben hacia los aposentos que estaban ricamente decorados, con jaulas de pájaros cantores, desde el techo. El americano se sienta en una especie de cómodo diván y debido a los efectos de todo lo sucedido cae desvanecido. Cuando despierta se encuentra rodeado de un grupo de hombres, cuyos rostros no parecen ser del todo amigables.

Ellos se expresaban en un idioma que el viajero no podía comprender. De pronto,  el guía que encontró en primer término aparece y lo toma de la mano para conducirlo hacia la plataforma que utilizaron para subir y esta vez bajan, cruzan el umbral del edificio y caminan por las calle donde mucha gente se desplazaba pero no mostraron ningún interés en mirar o detenerse ante la presencia del extraño aquel, que era una ser humano “de la superficie”.

Llegan a otro edificio más pequeño y el guía lo conduce hacia un comedor donde mucha gente está reunida y el viajero comprende que se trata de la familia del guía, que lo reciben y ante unas palabras del anfitrión toda la concurrencia se levanta y lleva la mano derecha a la cabeza emitiendo un sonido sibilante que era en realidad una bienvenida. Entre la gente se encontraba la esposa o compañera del guía, la hija y dos hijos. El viajero reconoció que las formas femeninas eran más altas que las masculinas, con rostros mucho más simétricos pero carentes de una dulzura peculiar en la mirada que le era propia “a nuestras mujeres de la superficie”, según su descripción. La dueña del lugar lo invita a sentarse al lado del anfitrión y le colocan un plato dorado, que él reconoció inmediatamente como cincelado en oro puro. Acercaron viandas desconocidas para él pero de un gusto exquisito y agradable al paladar, aunque los olores le resultan un poco peculiares por la diferencia con las comidas naturales de la superficie.

Luego del refrigerio, el guía lo lleva al piso alto donde se encuentra en una especie de biblioteca, con  grabados en las paredes que le recordaban vagamente a escenas de la superficie. Al costado divisa una ventana cubierta por una cortina hecha de un material ligero que al ser corrida dejaba ver una espléndida terraza en lo alto del edificio piramidal en que se encontraban y desde donde se divisaba un panorama espectacular y espeluznante, formado por una cordillera que se veía a lo lejos, fuentes, parques, todo iluminado ´por “miríadas de lámparas” que daban al lugar un encanto casi terrorífico por la belleza y a su vez por el hecho de encontrarse bajo tierra.

De pronto y para sorpresa del visitante comenzaron a aparecer formas que crecían a medida que se acercaban en una especie de juego alegre o danza que formulaban al son de una maravillosa música que surgía desde abajo, pero que él no podía ubicar, las formas eran seres alados que se desplazaban subiendo, bajando, haciendo piruetas, tomándose de las manos, alejándose, riendo, en una palabra, divirtiéndose.

Su asombro fue tal, que su guía sonriendo, le mostró sus propias alas y la forma en que se desplegaban  tomando impulso se unió al grupo tan alegre, entre los que reconoció a la esposa, la hija y los hijos del guía. Éste, danzó un rato entre las multitud y luego se acercó a la terraza y se colocó al lado del visitante, que aterrorizado como un hombre en el medioevo frente a un demonio, comenzó a tratar de espantarlo y luego se lanzó hacia su cuello, cayendo al instante como fulminado por una extraña fuerza que lo paralizó y luego lo desvaneció.

El viajero quedó en estado de durmiente durante días y semanas y al despertar descubrió a la hija del guía parada junto a su lecho y que le hablaba en su propio idioma. El viajero sorprendido le preguntó: “Usted conoce mi idioma? ¿Cómo? ¿Quién y qué es usted?”. El guía que también se encontraba allí, sonrió y le mostro unas especies de hojas de papel pero realizadas en metal con signos “de la superficie”, como una casa, un árbol, un pájaro, un hombre y le dijeron que durante su sueño había aprendido su idioma. Que para ellos era muy rudimentario. La hija del guía llamada Zee, pertenecía al Colegio de Sabios había aprendido fácilmente su idioma y había enseñado a los demás formando una especie de rudimentario diccionario no solo con las imágenes, sino con su propia escritura que reconoció al instante, con frases que permitían una comunicación mejor y más clara.

Edward Bulwer-Lytton

Lo instalaron en una cómoda y espaciosa habitación cuyas paredes y piso estaban forradas por colgaduras hechas de fibras de tallos y plantas, con una enorme pajarera cubierta, la cual al ser destapada dejaba escuchar el canto de pájaros de diversos colores que entonaban melodías encantadoras y cesaban de hacerlo en cuanto se cubría otra vez. Tal era el grado de perfección de dicho canto, que el viajero se sintió transportado a la ópera puesto que las aves entonaban dúos, tríos, cuartetos, coros, todo combinado como en  una magnífica partitura operística

Esos pájaros eran entrenados especialmente por una población distante que se especializaba en este arte, que era utilizado tanto para propiciar el descanso como para mejorar enfermedades.

De esta forma, el viajero, el guía y la familia comienzan a trabar conocimientos y a intercambiar vivencias de los unos y los otros, porque a pesar de sus figuras humanas, eran tan diferentes y en un estado de evolución evidentemente muy, pero muy avanzado.

Los nativos del mundo reconocen entonces que las viejas leyendas eran reales, puesto que se narraba que había llegado escondiéndose de una gran cantidad de aguas que los había obligado a esconderse en cavernas profundas y luego ir mejorando cada vez más hasta alcanzar el grado de evolución que era manifiesta en todas sus acciones. El viajero cree comprender que tal vez tuvieron su origen en el diluvio y que eran en realidad sobrevivientes perdidos desde la época de Noé, pero comprende que en realidad venían de muchísimo tiempo anterior.

Estos intercambios de formas de vida, de trabajos, de cultivos, de creaciones de todo tipo, de transporte, tiene que  quedar entre ellos.

CONTINUARÁ…

 

MARÍA ELENA CISNEROS RUEDA, nacida el 16 de marzo de 1951, en la Provincia de Entre Ríos, Argentina, es: profesora superior de danzas clásicas, profesora superior de danzas españolas, maestra normal nacional, profesora superior de piano, profesora superior de teoría y solfeo, dactilógrafa, licenciada en Ciencias de la Educación, en la  Universidad de Ginebra, Suiza, profesora superior de idioma francés, habla además español inglés, italiano, portugués y hebreo bíblico. Ha compuesto más de 150 obras musicales y escrito: “Cuaderno de Iniciación Musical”, y 15 libros de partituras entre los que se encuentran: “La educación musical de los pequeñitos”, “El señor de la Isla” (obtuvo premio de la ciudad de Meyrin. Suiza), “Rulos y Bigotes”, “La evolución de la musicoterapia a través del tiempo”. En deportes ha practicado: natación, tenis, equitación, golf y cetrería. Entre otros, ha recibido premios como: “Ciudad de Meyrin” (Suiza) en Literatura. “Gian Batista Viotti” (Italia) en música, y “ Rosa Mística”, (Curitiba. Brasil) en piano. Se ha desempeñado como profesora de Parvularios y  Técnica especializada en Dirección y Supervisión de Escuelas de la Universidad Católica Argentina. Es creadora del “Atelier de Creation Musical”, en Ginebra. Suiza y   creadora del “Centro Pedagógico Musical”, en la Escuela de Música de Paraguay. Posee un Masteradocen de Musicoterapia y es doctorante en la Universidad de Cambridge (Reino Unido de Gran Bretaña).  Un Masterado en Educación Musical en el Instituto de Ribaupuerre Lausanne de  Suiza. Y un Masterado en “Educación y Didáctica Universitaria” en la Universidad Americana de Paraguay. En ese país, donde reside ha sido profesora en: El Ateneo Paraguayo, Colegio de San José, Colegio Teresiano, Colegio San Nicolás de Bari, Panamericana International School, Colegio Francés, Universidad Evangélica, y Universidad Nacional. Actualmente es Profesora investigadora en el Centro de Investigación de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte. Universidad Nacional de Asunción y da clases de piano en la casa que alquila en “Rincón San Lorenzo” un humilde barrio de Asunción. Siendo proteccionista convive con 12 perros y 20 gatos, rescatados. Así espera que el tiempo transcurra y finalmente la lleve a reunirse nuevamente con el amor de su vida, JOSÉ LÓPEZ REGA, quien, en junio de 1989, le dijera por última vez: “Hasta que la muerte nos vuelva a unir”.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Noviembre 19, 2021


 

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