¿Se viene un estancamiento económico global?

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Un reciente informe de Economist Intelligence Unit (EIU) en el que, sin llegar a poner en tela de juicio el dinamismo de la actividad global, calcula un aumento del 4,1% en 2022, advierten del diferencial de prosperidad, según las latitudes y las naciones del planeta, y de hasta diez factores de riesgo que podrían encender de nuevo la mecha de la inflación y de la ralentización.

Xi
Biden

Pese al anuncio de cooperación en el combate sobre el cambio climático de las dos economías más contaminantes del planeta revelado por sus dos mandatarios Joe Biden y Xi Jingping, en la misma COP26 de Glasgow, las opciones de que el alto voltaje en la rivalidad por la hegemonía geoestratégica mundial cree dos bloques económicos antagónicos y con distintas velocidades de vigor y riqueza, son cada vez mayores. Washington trata de ganar a su causa a sus tradicionales aliados occidentales. Con presiones para restringir flujos comerciales, tecnológicos, financieros y de inversión, así como un elenco de sanciones en ciertos mercados y compañías para que elijan su terreno de juego. Con evidencias palpables ya en el orden tecnológico, con la carrera del 5G como trasfondo, pero con repercusiones directas en las estrategias industriales y de consumo de múltiples sectores y empresas. Una bifurcación global generaría dos modelos de cadenas de valor con estándares digitales diferentes; además de provocar más incertidumbre comercial e inversora. La reciente escalada militar, con nuevas armas de destrucción masiva más modernas y eficientes, ha intensificado el pulso que se focaliza en Asia, donde EEUU ha redoblado su apoyo a Taiwán y reforzado sus bases en Japón y Corea del Sur.

Un súbito e inesperado encarecimiento del dinero dirigido desde la Reserva Federal para evitar un crash bursátil. Una eventualidad que también preocupa al poderoso Departamento de Estabilidad Financiera del FMI, que alerta de un probable desplome de los activos financieros e inmobiliarios en caso de una precipitada maniobra de encarecimiento de los tipos de interés por parte de la Fed ante la subida de un IPC, el estadounidense, que ha escalado al 6,2% en octubre. En plenos mensajes de exuberancia irracional de los mercados. Muchos de cuyos inversores no se creen el itinerario prudente de su autoridad monetaria, que relega hasta 2023 un incremento del precio del dinero. Para los expertos de EIU “si la política de la Fed no lograra su cometido de poner a raya la inflación a medio plazo, gana enteros la apuesta por un toque alcista de los tipos a mediados de 2022”. Y la ratio precio-ganancias de Wall Street está por encima de las jornadas que antecedieron al Crash de 1929 y al tsunami de 2008. El final de la etapa de tipos próximos a cero iniciaría un ajuste en los mercados, la caída del valor de múltiples empresas, la contracción del consumo y la inversión y, muy probablemente, la interrupción de la recuperación de EEUU y un hipotético retorno a la recesión.

La quiebra de Evergrande, pese a haber reparado parte de sus vencimientos de deuda más inmediatos, mantiene sin resolver un lastre de 300.000 millones de dólares, que revelan una elevada exposición en otras muchas compañías y un estado de shock en el sector inmobiliario chino. Los riesgos de contagio al sistema financiero son nítidos. Y las señales de suspensiones de pagos en este mercado surgen por doquier. Pekín está tratando de evitar la sobreexposición de los bancos y las amenazas de quiebra de las familias. Con ayudas e inyecciones de liquidez que podrían frenar el dinamismo del segundo PIB del planeta muy por debajo del 6% en los próximos años. La crisis energética y el cuello de botella sobre el suministro de la Gran Factoría mundial podría debilitar tanto la demanda exterior de los bienes y servicios made in China que no sería descartable la aparición de números rojos en su actividad.

 Las subidas de tipos de las potencias industrializadas encarecerían de inmediato las condiciones crediticias en los mercados internacionales y, por ende, a que los bancos centrales de economías emergentes como Brasil, México, Rusia, Sri Lanka o Ucrania tuvieran que mover ficha urgente y elevar también el precio de su dinero. Con el consiguiente agravamiento de sus servicios de pago de deudas soberanas, la aceleración agresiva de sus políticas de consolidación presupuestaria o la escalada de sus primas de riesgo. Todo ello, generaría vulnerabilidades añadidas: desde caída de los flujos de inversión internacional hasta dificultades de colocación de emisiones de bonos. Y pérdida de valor de sus monedas; muy en especial e inicialmente, el peso argentino y la lira de Turquía.

¿Qué es la estanflación?

El fenómeno se definió en 1965 en Inglaterra con palabras que lo dicen todo; según relatos de la época los economistas ingleses decían lo siguiente: “Tenemos el peor escenario posible; no sólo inflación por un lado o estancamiento económico por el otro, sino ambos juntos“. En América Latina Argentina ha vivido la estanflación en varias etapas de su historia económica, más recientemente en la década de los años noventa del siglo pasado. En términos sencillos, la estanflación es un fenómeno en el que se combina una inflación alta con el estancamiento económico, algunos estudiosos también añaden como causal el creciente desempleo de la economía que la sufre. Es uno de los mayores problemas al que se puede enfrentar una economía. Prácticamente todos los economistas consideran que es quizás el mayor reto que pueda enfrentar nación alguna, porque se trata de corregir al mismo tiempo dos de los grandes indicadores para las economías actuales: crecimiento e inflación.

El éxito de las campañas de inoculación en los países de rentas altas no debe hacer caer en el olvido los riesgos de variantes más agresivas que escapen a la protección de las actuales dosis preventivas o que estropeen las previsiones económicas. Sobre todo si, como ocurre, las vacunaciones en el mundo en desarrollo continúan sin propagarse.

La prolongación de las desigualdades y de la capacidad y la calidad de vida que se ha agudizado durante la Gran Pandemia, podría engendrar drásticas tensiones en las sociedades civiles occidentales y propiciar movimientos populistas que alienten gobiernos autoritarios. A los que se unen otros focos de alta conflictividad, política y social, como los que acontecen en Oriente Próximo, África o América Latina. Latitudes con amenaza elevada en las calles. Y otros que podrían llegar a entrar de nuevo en recesión. La aversión al riesgo del circuito inversor haría detonar con mayor virulencia aún los estallidos sociales en demanda de mayores salarios, puestos de trabajo, mejora de condiciones laborales y ayudas frente a la crisis energética o la subida del precio de los alimentos.

 En máximo riesgo de conflicto bélico entre EEUU y China desde que, a finales de 2020, se haya elevado la presencia militar de Pekín en el Estrecho de Taiwán y la retórica reivindicativa y nacionalista instaurada por el presidente Jinping. Con la inmediata involucración de Washington en defensa de su gran aliado en la zona. Acusaciones de violación del espacio aéreo de la isla a Pekín de por medio. Y una cada vez mayor influencia en este espinoso asunto de Australia o Japón. Con efectos colaterales sobre cadenas productivas manufactureras asiáticas. En especial, sobre los ya debilitados flujos de comercio de la industria de componentes y semiconductores.

Tras la imposición de sanciones europeas, desde marzo, contra China por conculcación de derechos humanos en Xinjiang y la inmediata réplica de Pekín contra una decena de ciudadanos europeos y cuatro ONG’s que han enrarecido el clima diplomático. También tensionado por la incursión de China como amenaza geoestratégica en el último análisis de Política Exterior de la UE. Aunque Europa todavía mantiene su independencia operativa frente a China, las presiones de la Casa Blanca sobre Taiwán, el 5G o las acusaciones de control económico-financiero del comercio y el valor cambiario del rinminbi podría generar una crisis inversora de alta intensidad y vulnerabilidades en el suministro de bienes y servicios mutuos. Con el consiguiente hundimiento de la actividad.

 Sequías severas con amenazas de hambrunas y ruptura del mercado alimenticio son grandes factores. Porque los episodios de desastres naturales son cada vez menos puntuales; ocurren de manera más sincronizada y durante periodos más prolongados de tiempo. La intensidad de las sequías en los territorios africanos, olas de calor en Canadá o EEUU fuera del invierno, incendios en California, Grecia, Portugal o España y alteraciones climatológicas extremas -lluvias persistentes y sequías- en países como Brasil, han elevado los riesgos de cortes de agua e interrupciones de productos y de materias primas del sector de la alimentación y, con ellos, las posibilidades de retroceso del PIB global. Además de incrementar el número de cosechas sin opción de recolección. Por alguna inclemencia meteorológica. Motivo que ya ha hecho repuntar el sentimiento de pesimismo en los indicadores globales sobre consumo, expectativas económicas y comportamiento de precios.

El escenario de ciberguerra entre estados con daños en infraestructuras estratégicas y como consecuencia de ello, los gastos militares para identificar a los ciberdelincuentes podrían crear una escalada belicista que se combine con aspectos geopolíticos, de Estados, y de competencia, entre empresas. Y a un boom del negocio del software que garantice los controles sobre redes de infraestructuras, cuando las disrupciones económicas y empresariales siguen en boga y crece en sentimiento de incertidumbre inversora.


PrisioneroEnArgentina.com

Noviembre 18, 2021


 

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