Se cuenta la historia de un reloj que se sentía insatisfecho por vivir escondido en la bolsa de una señora. Envidiaba el Big Ben, el gran reloj en la torre de Londres. Un día, mientras pasaba sobre el Puente de Westminster con su señora, se oyó al pequeño reloj decir: “me gustaría estar allá encima. Yo podría, de esa forma, servir a una multitud”. “Tendrá su oportunidad, pequeño reloj”, hubo una que le dijo.
Y así, como en un pase de magia, el reloj fue parar, atildadamente, en el tope de la torre. Cuando él alcanzó el tope, su señora habló: “¿Dónde está usted, pequeño reloj? Yo no puedo verlo”.
Y ninguna otra persona tampoco podría ver al reloj… Su elevación causó su destrucción.
¡Cómo nos hace mal la soberbia! Queremos siempre ser más y ocupar lugares de destaque para que todos nos admiren y aplaudan. Queremos ser los mejores, queremos estar en los lugares más elevados, queremos ser distinguidos entre todos los demás, sabernos superiores; y no aceptamos el hecho de que estemos en un lugar menos honroso, aun cuando seamos felices allí… Nuestra altanería nos conduce por el camino del inconformismo y hasta la alegría desaparece, dando lugar a lamentos y murmuraciones.
Hay un dicho popular muy verdadero: “Era feliz y no lo sabía”. ¿Cuántas veces ya repetimos eso en nuestro íntimo? ¿Cuántas veces ya reconocemos que todo nuestro empeño y ansiedad fueron inútiles? ¿Cuántas veces dejamos el refrigerio de lo poco para experimentar la inquietud del mucho? ¿Podemos nosotros anhelar un lugar mejor, un cargo superior, un sueño más osado? Es claro que sí. Pero que todo acontezca en el momento preciso, a la hora cierta, por una humilde y maravillosa determinación de nuestros superiores. Es mejor ser exaltado por una actitud humilde que ser humillado por una actitud arrogante y prepotente. Es mejor estar sentado en la última silla y ser invitado a discernir en primer lugar, que ubicado en la primera silla y ser invitado a ir para la última. Es mucho mejor ser pequeño y guardado en el corazón de nuestros pares, que estar en el tope lejos del resto, perdido e ignorado.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires, Argentina), recibe un
abrazo, junto a mi deseo de que dios te Bendiga y prospere en todo lo
que emprendas, y derrame sobre ti Salud, Paz, Amor, y mucha
prosperidad.
Claudio Valerio.
® Valerius
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Por Claudio Valerio.
Se cuenta la historia de un reloj que se sentía insatisfecho por vivir escondido en la bolsa de una señora. Envidiaba el Big Ben, el gran reloj en la torre de Londres. Un día, mientras pasaba sobre el Puente de Westminster con su señora, se oyó al pequeño reloj decir: “me gustaría estar allá encima. Yo podría, de esa forma, servir a una multitud”. “Tendrá su oportunidad, pequeño reloj”, hubo una que le dijo.
Y así, como en un pase de magia, el reloj fue parar, atildadamente, en el tope de la torre. Cuando él alcanzó el tope, su señora habló: “¿Dónde está usted, pequeño reloj? Yo no puedo verlo”.
Y ninguna otra persona tampoco podría ver al reloj… Su elevación causó su destrucción.
¡Cómo nos hace mal la soberbia! Queremos siempre ser más y ocupar lugares de destaque para que todos nos admiren y aplaudan. Queremos ser los mejores, queremos estar en los lugares más elevados, queremos ser distinguidos entre todos los demás, sabernos superiores; y no aceptamos el hecho de que estemos en un lugar menos honroso, aun cuando seamos felices allí… Nuestra altanería nos conduce por el camino del inconformismo y hasta la alegría desaparece, dando lugar a lamentos y murmuraciones.
Hay un dicho popular muy verdadero: “Era feliz y no lo sabía”. ¿Cuántas veces ya repetimos eso en nuestro íntimo? ¿Cuántas veces ya reconocemos que todo nuestro empeño y ansiedad fueron inútiles? ¿Cuántas veces dejamos el refrigerio de lo poco para experimentar la inquietud del mucho? ¿Podemos nosotros anhelar un lugar mejor, un cargo superior, un sueño más osado? Es claro que sí. Pero que todo acontezca en el momento preciso, a la hora cierta, por una humilde y maravillosa determinación de nuestros superiores. Es mejor ser exaltado por una actitud humilde que ser humillado por una actitud arrogante y prepotente. Es mejor estar sentado en la última silla y ser invitado a discernir en primer lugar, que ubicado en la primera silla y ser invitado a ir para la última. Es mucho mejor ser pequeño y guardado en el corazón de nuestros pares, que estar en el tope lejos del resto, perdido e ignorado.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires, Argentina), recibe un
abrazo, junto a mi deseo de que dios te Bendiga y prospere en todo lo
que emprendas, y derrame sobre ti Salud, Paz, Amor, y mucha
prosperidad.
Claudio Valerio.
® Valerius
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 6, 2021