Es común conciliar la actitud de las personas con su contenido existencial, y eso suele ser el más trágico de los errores, ya que si desde la teoría del conocimiento, somos al mismo tiempo sujeto cognoscente y objeto conocido, o sea aprehendido en la línea del mensaje y los sentidos en un efecto material, nuestra diatriba se escabulle en torno a una entelequia disléxica.
En buen romance, no todo lo que brilla es oro, ni tampoco el barro es fango, ni el rango un medio calibrador del valor y garantías del continente especulativo del hombre, dispuesto para la acción.
La falla, suele presentarse, precisamente en la observación, o desmedida, por aquello de imprudente como por ajena a los sentidos más serios de la correcta cosmovisión de la realidad y el entorno en el que este parado el observador y el observado.
Y entramos en la muy kantiana duda, que de su método hirsuto que sin complejos ni pelos en la lengua, genera presupuestos a defender cual tesis doctoral ante la enjundia de la Asamblea de Catedráticos de la muy Sublime Academia de la Lengua Docta y Castellana, pues los hombres son en sí mismo , todo duda y ausencia de lógica.
Ello pues acuden presurosos a la más rancia y putrefacta crítica mal parida, de engendros descreídos de los grandes del pensamiento, hasta llegar al docto Tomas de Aquino (1225-1274) que inmortaliza en la Summa Theologicae (las 5 vías del conocimiento de Dios) un atrevimiento, tan lúdico como impresionantemente científico contra gentiles y agnósticos de desafortunada ventura, pero en franco convite al Conocimiento del Alfa y Omega.
Y ese es el camino del meollo de la cuestión, el aislamiento del hombre frente al conocimiento, frente a la cultura del descubrimiento de su esencia es decir su SER, y la proyección finisecular para sí y para su prójimo, mas allá de toda creencia religiosa, filosófica o histórica. Esta la auténtica presencia de lo trascendente en la interioridad, para curar su propia naturaleza mezquina y encubierta por boatos y carcazas espurias.
El SER, es un patrimonio intrínseco de cada uno, es univoco, trascendente, inmaterial y cultivable, pero no confundible, ni con el temperamento, el carácter ni la personalidad. Esta más allá incluso del “demiurgo de cada uno”. Pero el SER no asumido, es consumido, por la inercia del despropósito eufemístico del disvalor mundano y material. Fuegos fatuos de honores y entorchados, símbolos de la exterioridad, iluminarias de la quejumbrosa oscuridad interior del pensamiento y la conciencia, embrutecida por el paganismo de la banalidad.
La ausencia de esencia producida, trabajada y aquilatada en consistencia, es motivo doloroso de permanente incertidumbre, en el insolvente y depresivo hombre que virtualizó un aparente SER, que al término de sus días, siempre le reclama la falta de decoro introspectivo y mucho apego por lucimiento externo y no sobre su señorío sino sobre el conjunto externo, sobre “los demás” , de los que además “reclama” el mérito de la hazaña del desvelo de su entrega.
Es más grave el autoconvencimiento de las bondades personales, alimentadas por los juegos oníricos intrínsecamente enancados en fantasías de complejos infantiles no resueltos o ignoradas travesuras pretendidamente, ocultadas en compulsas en la soledad imaginativa del tomo o me voy o tomo y dejo. Y en la insalubre decisión de la ventaja personal por sobre la del prójimo cercano conocido o lejano no conocido, pero que la megalomanía lo llevan a ejercer su influjo mesiánico y depredador.
Nada de lo que expresa es factor de propiedad exclusiva de unos y no de otros, el baluarte del SER, es recóndito, complejo y sustantivo. Es el UNO, quizás más que el Yo y el Ello.
Metafísicamente hablando el SER es en tanto ES. Y en esta escuálida frase desde Parménides a Aristóteles batallaron para dar sentido al hombre Real, con un Ética, en materia de forma de vida, costumbre y relación acorde a pautas de convivencia.
Es decir, que la cultura básica, del respeto en nuestra interioridad y en la relación no impositiva en el contexto grupal. Puede ser altamente positivo, formativo, y fortalecedor del vínculo del mensaje a la hora del Conocimiento, o sea de la relación entre Sujeto y Objeto y en la mutación vía “feedback”- estableciéndose el necesario mensaje que es el factor ineludible de la comunicación.
De allí al buen entendimiento, y la buena convivencia, es vale; lo duro, como de lo sublime a lo ridículo…un paso. O sea, es posible concluir que si consolidamos el SER, podemos CONOCER y desalojar la negatividad, la agresividad, el resentimiento anodino, la bravuconada jerárquica, el endiosamiento de las fantasías celosas o nacidas del chisme o la envidia. Es decir malogrando aquello que se puede anidar NO BUENO, para HACER CRECER LO REALMENTE BUENO y contagioso.
Los tiempos, parecen enseñorearse, en reclamarnos, un paso más allá del tiempo recorrido, pues siempre existe un momento para la reflexión, y la comunicación interactiva y profunda con el propio SER, mucho más allá de la verdad metafísica que es donde está la VERDAD, camino de la PAZ, EL AMOR Y LA LIBERTAD.
Por VGM Dr. Carlos del Señor Hidalgo Garzón
MÁS ALLÁ DE LA VERDAD METAFÍSICA
Es común conciliar la actitud de las personas con su contenido existencial, y eso suele ser el más trágico de los errores, ya que si desde la teoría del conocimiento, somos al mismo tiempo sujeto cognoscente y objeto conocido, o sea aprehendido en la línea del mensaje y los sentidos en un efecto material, nuestra diatriba se escabulle en torno a una entelequia disléxica.
En buen romance, no todo lo que brilla es oro, ni tampoco el barro es fango, ni el rango un medio calibrador del valor y garantías del continente especulativo del hombre, dispuesto para la acción.
La falla, suele presentarse, precisamente en la observación, o desmedida, por aquello de imprudente como por ajena a los sentidos más serios de la correcta cosmovisión de la realidad y el entorno en el que este parado el observador y el observado.
Y entramos en la muy kantiana duda, que de su método hirsuto que sin complejos ni pelos en la lengua, genera presupuestos a defender cual tesis doctoral ante la enjundia de la Asamblea de Catedráticos de la muy Sublime Academia de la Lengua Docta y Castellana, pues los hombres son en sí mismo , todo duda y ausencia de lógica.
Ello pues acuden presurosos a la más rancia y putrefacta crítica mal parida, de engendros descreídos de los grandes del pensamiento, hasta llegar al docto Tomas de Aquino (1225-1274) que inmortaliza en la Summa Theologicae (las 5 vías del conocimiento de Dios) un atrevimiento, tan lúdico como impresionantemente científico contra gentiles y agnósticos de desafortunada ventura, pero en franco convite al Conocimiento del Alfa y Omega.
Y ese es el camino del meollo de la cuestión, el aislamiento del hombre frente al conocimiento, frente a la cultura del descubrimiento de su esencia es decir su SER, y la proyección finisecular para sí y para su prójimo, mas allá de toda creencia religiosa, filosófica o histórica. Esta la auténtica presencia de lo trascendente en la interioridad, para curar su propia naturaleza mezquina y encubierta por boatos y carcazas espurias.
El SER, es un patrimonio intrínseco de cada uno, es univoco, trascendente, inmaterial y cultivable, pero no confundible, ni con el temperamento, el carácter ni la personalidad. Esta más allá incluso del “demiurgo de cada uno”. Pero el SER no asumido, es consumido, por la inercia del despropósito eufemístico del disvalor mundano y material. Fuegos fatuos de honores y entorchados, símbolos de la exterioridad, iluminarias de la quejumbrosa oscuridad interior del pensamiento y la conciencia, embrutecida por el paganismo de la banalidad.
La ausencia de esencia producida, trabajada y aquilatada en consistencia, es motivo doloroso de permanente incertidumbre, en el insolvente y depresivo hombre que virtualizó un aparente SER, que al término de sus días, siempre le reclama la falta de decoro introspectivo y mucho apego por lucimiento externo y no sobre su señorío sino sobre el conjunto externo, sobre “los demás” , de los que además “reclama” el mérito de la hazaña del desvelo de su entrega.
Es más grave el autoconvencimiento de las bondades personales, alimentadas por los juegos oníricos intrínsecamente enancados en fantasías de complejos infantiles no resueltos o ignoradas travesuras pretendidamente, ocultadas en compulsas en la soledad imaginativa del tomo o me voy o tomo y dejo. Y en la insalubre decisión de la ventaja personal por sobre la del prójimo cercano conocido o lejano no conocido, pero que la megalomanía lo llevan a ejercer su influjo mesiánico y depredador.
Nada de lo que expresa es factor de propiedad exclusiva de unos y no de otros, el baluarte del SER, es recóndito, complejo y sustantivo. Es el UNO, quizás más que el Yo y el Ello.
Metafísicamente hablando el SER es en tanto ES. Y en esta escuálida frase desde Parménides a Aristóteles batallaron para dar sentido al hombre Real, con un Ética, en materia de forma de vida, costumbre y relación acorde a pautas de convivencia.
Es decir, que la cultura básica, del respeto en nuestra interioridad y en la relación no impositiva en el contexto grupal. Puede ser altamente positivo, formativo, y fortalecedor del vínculo del mensaje a la hora del Conocimiento, o sea de la relación entre Sujeto y Objeto y en la mutación vía “feedback”- estableciéndose el necesario mensaje que es el factor ineludible de la comunicación.
De allí al buen entendimiento, y la buena convivencia, es vale; lo duro, como de lo sublime a lo ridículo…un paso. O sea, es posible concluir que si consolidamos el SER, podemos CONOCER y desalojar la negatividad, la agresividad, el resentimiento anodino, la bravuconada jerárquica, el endiosamiento de las fantasías celosas o nacidas del chisme o la envidia. Es decir malogrando aquello que se puede anidar NO BUENO, para HACER CRECER LO REALMENTE BUENO y contagioso.
Los tiempos, parecen enseñorearse, en reclamarnos, un paso más allá del tiempo recorrido, pues siempre existe un momento para la reflexión, y la comunicación interactiva y profunda con el propio SER, mucho más allá de la verdad metafísica que es donde está la VERDAD, camino de la PAZ, EL AMOR Y LA LIBERTAD.
Tags: Carlos del Señor Hidalgo Garzón, Filosofía, Religión, Summa Teológica, Tomás de Aquinas
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