Esta semana, en menos de 48 horas, se celebraron dos marchas frente a tribunales. Una, realizada organizado por sectores oficialistas que reclaman la renuncia de todos los miembros de la Suprema Corte; la otra, dos días después, fogononeada por los sectores de la principal oposición manifestando su apoyo a la Corte, bajo el ropaje del respeto a la República.
La primera, llamada para demostrar su fastidio porque el Máximo Tribunal del Pais no ha “liberado” a la actual Vicepresidenta de la Nación de las decenas de causas penales que le desvelan el sueño, buscando un fallo a “lo Brasil” que ponga punto final a lo que ellos llaman persecución política o “lawfare”. Los otros, en la esperanza de que ese mismo Máximo Tribunal del Pais “tape” la inutilidad y cobardía de su gobierno colocando a la actual Vicepresidenta de la Nación a las puertas de nuevos juicios orales, rechazando todos los planteos allí incoados; dándoles así un espaldarazo para su regreso en el 2023.
En el medio, ese Máximo Tribunal y sus directos dependientes, los jueces inferiores, que con el correr de los años, se han apoltronado en sus despachos cobrando obscenos sueldos y acomodando sus fallos al calor del poder de turno, con total de no perder el privilegio que hoy representa en la Argentina un jugoso y suculento salario. En otras palabras, un Poder Judicial devaluado, en el cual nuestros diferentes gobiernos han entronizado no a brillantes e intachables togados, sino a magistrados militantes e ideologizados que solo sirven a los espurios intereses de la política y de la ideología de turno. Mal que no solo es de la Nación, sino que progresivamente fue invadiendo a todos los poderes judiciales provinciales en una decadencia nunca antes vista. Santa Fe es el claro ejemplo de ello.
Es dable aclarar que hay honrosas excepciones, jueces que aún ajustan sus fallos a derecho, sin importarles lo políticamente correcto. Tristemente son los menos y cuando lo hacen sufren el escarnio de los minoritarios grupúsculos que se atribuyen la voluntad de la gente.
Todos queremos una renovación del Poder Judicial, no hay ciudadano en el pais que no lo quiera. Lo que no queremos es que esa renovación sirva para satisfacer los intereses de la casta política, sea del color que sea.
Desde hace años los sufridos abogados que defienden militares, policías y civiles en los mal llamados juicios de lesa humanidad, vienen denunciado las arbitrariedades y atrocidades que el Poder Judicial viene cometiendo en contra de sus defendidos y alertando que la batalla es una estricta cuestión de respeto a los sabios principios generales del derecho, pues tarde o temprano esas arbitrariedades y atrocidades se extenderían lentamente a todos los ciudadanos del pais.
Nadie los escuchó. Ni los Colegios de Abogados, ni las Asociaciones de Abogados, ni los Colegios de Magistrados, ni los políticos, ni nadie. Al contrario, complacientes aceptaron que los jueces satisficieran los desvaríos del poder de turno y a las ideologías de moda, aún a costa de violar la Constitución Nacional, las leyes y todo tratado internacional, porque simplemente esas violaciones eran solo contra militares, policías y civiles acusados en causas que llamaron de lesa humanidad. Y ahora que el certero vaticinio de esos abogados defensores se hizo realidad, comienzan a sonar las voces de quienes durante años permanecieron callados; no por esos perseguidos sino porque el desmadre le toca ahora a ellos.
Y es que, la sociedad en su conjunto fue naturalizando esta situación y consintiendo que, de a poco, el Poder Judicial se convirtiera en un “Frankenstein sin control”. En efecto, este Frankenstein que creó y alimentó la misma casta política, con la cálida condescendida de la sociedad; ahora está fuera de control y estas marchas y contramarchas es un claro intento de volver a someterlo a sus espurios intereses.
Para nuestro infortunio, es una simple pelea de bandas. Una muestra más de la degradación a que nos están sometiendo desde hace décadas de los tres poderes del Estado.
Decadencia que se hubiese evitado, si contáramos con jueces probos, incorruptibles, que no se dejen apretar, que respeten y hagan cumplir las leyes, que sometan a proceso a los corruptos mientras detentan el poder, que realmente se enfrenten al narcotráfico; simplemente que sus fallos sean ajustados a derecho y no al poder momentáneo o la ideología en boga. Con esa justicia que todos queremos, otra hubiese sido la realidad del pais.
No podemos contentarnos, como se dice vulgarmente con cambiar de collar, sino que debemos aspirar a cambiar de perro y si este tiene rabia, tambien a terminar con ello.
Por ello saludo y aplaudo las pocas voces que se han animado a levantarse en contra de esta falsa dualidad, de este nuevo engaño de la casta político-judicial, entre ellos los perseguidos políticos Martin Sánchez Zinny y Claudio Kussman, que por la claridad de sus conceptos merecen ser leídos y releídos una y otra vez.
Como digo alguna vez el genial Tato Bores: “Desgraciada la generación cuyos jueces merecen ser juzgados”.
👩🏾⚖️
Por Dr. Gonzalo P. Miño.
Esta semana, en menos de 48 horas, se celebraron dos marchas frente a tribunales. Una, realizada organizado por sectores oficialistas que reclaman la renuncia de todos los miembros de la Suprema Corte; la otra, dos días después, fogononeada por los sectores de la principal oposición manifestando su apoyo a la Corte, bajo el ropaje del respeto a la República.
La primera, llamada para demostrar su fastidio porque el Máximo Tribunal del Pais no ha “liberado” a la actual Vicepresidenta de la Nación de las decenas de causas penales que le desvelan el sueño, buscando un fallo a “lo Brasil” que ponga punto final a lo que ellos llaman persecución política o “lawfare”. Los otros, en la esperanza de que ese mismo Máximo Tribunal del Pais “tape” la inutilidad y cobardía de su gobierno colocando a la actual Vicepresidenta de la Nación a las puertas de nuevos juicios orales, rechazando todos los planteos allí incoados; dándoles así un espaldarazo para su regreso en el 2023.
En el medio, ese Máximo Tribunal y sus directos dependientes, los jueces inferiores, que con el correr de los años, se han apoltronado en sus despachos cobrando obscenos sueldos y acomodando sus fallos al calor del poder de turno, con total de no perder el privilegio que hoy representa en la Argentina un jugoso y suculento salario. En otras palabras, un Poder Judicial devaluado, en el cual nuestros diferentes gobiernos han entronizado no a brillantes e intachables togados, sino a magistrados militantes e ideologizados que solo sirven a los espurios intereses de la política y de la ideología de turno. Mal que no solo es de la Nación, sino que progresivamente fue invadiendo a todos los poderes judiciales provinciales en una decadencia nunca antes vista. Santa Fe es el claro ejemplo de ello.
Es dable aclarar que hay honrosas excepciones, jueces que aún ajustan sus fallos a derecho, sin importarles lo políticamente correcto. Tristemente son los menos y cuando lo hacen sufren el escarnio de los minoritarios grupúsculos que se atribuyen la voluntad de la gente.
Todos queremos una renovación del Poder Judicial, no hay ciudadano en el pais que no lo quiera. Lo que no queremos es que esa renovación sirva para satisfacer los intereses de la casta política, sea del color que sea.
Desde hace años los sufridos abogados que defienden militares, policías y civiles en los mal llamados juicios de lesa humanidad, vienen denunciado las arbitrariedades y atrocidades que el Poder Judicial viene cometiendo en contra de sus defendidos y alertando que la batalla es una estricta cuestión de respeto a los sabios principios generales del derecho, pues tarde o temprano esas arbitrariedades y atrocidades se extenderían lentamente a todos los ciudadanos del pais.
Nadie los escuchó. Ni los Colegios de Abogados, ni las Asociaciones de Abogados, ni los Colegios de Magistrados, ni los políticos, ni nadie. Al contrario, complacientes aceptaron que los jueces satisficieran los desvaríos del poder de turno y a las ideologías de moda, aún a costa de violar la Constitución Nacional, las leyes y todo tratado internacional, porque simplemente esas violaciones eran solo contra militares, policías y civiles acusados en causas que llamaron de lesa humanidad. Y ahora que el certero vaticinio de esos abogados defensores se hizo realidad, comienzan a sonar las voces de quienes durante años permanecieron callados; no por esos perseguidos sino porque el desmadre le toca ahora a ellos.
Y es que, la sociedad en su conjunto fue naturalizando esta situación y consintiendo que, de a poco, el Poder Judicial se convirtiera en un “Frankenstein sin control”. En efecto, este Frankenstein que creó y alimentó la misma casta política, con la cálida condescendida de la sociedad; ahora está fuera de control y estas marchas y contramarchas es un claro intento de volver a someterlo a sus espurios intereses.
Para nuestro infortunio, es una simple pelea de bandas. Una muestra más de la degradación a que nos están sometiendo desde hace décadas de los tres poderes del Estado.
Decadencia que se hubiese evitado, si contáramos con jueces probos, incorruptibles, que no se dejen apretar, que respeten y hagan cumplir las leyes, que sometan a proceso a los corruptos mientras detentan el poder, que realmente se enfrenten al narcotráfico; simplemente que sus fallos sean ajustados a derecho y no al poder momentáneo o la ideología en boga. Con esa justicia que todos queremos, otra hubiese sido la realidad del pais.
No podemos contentarnos, como se dice vulgarmente con cambiar de collar, sino que debemos aspirar a cambiar de perro y si este tiene rabia, tambien a terminar con ello.
Por ello saludo y aplaudo las pocas voces que se han animado a levantarse en contra de esta falsa dualidad, de este nuevo engaño de la casta político-judicial, entre ellos los perseguidos políticos Martin Sánchez Zinny y Claudio Kussman, que por la claridad de sus conceptos merecen ser leídos y releídos una y otra vez.
Como digo alguna vez el genial Tato Bores: “Desgraciada la generación cuyos jueces merecen ser juzgados”.
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 7, 2022