“Si estamos dispuestos a verlas, Dios tiene lecciones para nosotros a cada momento, en y en todos lados”.
Hubo una vez en que un matrimonio de granjeros, compraron un par de cerdos a los que, sus hijos, llamaron Carla y Luis; además de otras cosas como, por ejemplo, colmenas, sogas y lámparas de aceite.
Este par de pequeños cerdos, desde el día en que llegaron a la casa, habrían comenzado a causar muchos dolores de cabeza. Ellos, como buenos cachorros, eran aventureros; cada vez que podían se echaban a correr por la casa y el parque; aprendieron a escalar fuera de la valla y otras travesuras más. Esas resbaladizas criaturas también se alejaban de la casa y, a veces, se adentraban a un monte contiguo, por lo que se debía de salir a perseguirlos. Desde luego que no faltó la vez en que vecinos se quejaron de que encontraron a “dos cerdos salvajes” cavando en sus jardines y comiendo de sus flores, corriendo entre los carros y más de una vez, recibí llamadas telefónicas de vecinos enojados que “dos cerdos salvajes” corriendo entre los carros y más de una vez, recibí llamadas telefónicas de vecinos enojados que encontraron al par al par cavando en sus jardines de flores.
Una vez que Carla y Luis crecieron, su dieta habitual consistía en productos lácteos, restos de comida descartados por los restaurantes locales, productos viejos de panadería, etc… Ya no era lo mismo; mantener bien alimentados a ese par de Cerdos implicaba mucho tiempo y un gran trabajo. En el campo, y por un buen tiempo, hubo un montón de estiércol diseminado y, ya vendida la pareja de cerdos para ser convertidos en costeletas, tocino y otros productos, la parcela permaneció sin animales por algún relativo mucho tiempo.
En el verano siguiente, el granjero decidió plantar una huerta, en el predio donde antiguamente estaba la gran distribución de estiércol… Al final de la temporada, las preciadas hortalizas, esto es enormes pepinos, tomates, calabazas y otras más, surgidas de donde antiguamente se cuidaba a los cerdos y había estiércol, permitió descubrir un gran aprendizaje… En nuestra vida, todos alguna vez hemos sentido que la misma es una gran pila de estiércol; y, para la mayoría de la gente, ha significado sentir el dolor de ver destruidos sueños y esperanzas.
De las cenizas, Dios puede producir belleza, así lo dice la Biblia; por lo que Él puede tomar ese repugnante y maloliente montón de estiércol y hacer crecer bellos frutos de vida; y así puede hacerlo con nuestras vidas, por más basura que pareciera o pueda ser a veces.
Incluso en la pila de estiércol, hay esperanza; así como de un campo con estiércol diseminado y basura, hizo crecer una huerta y un jardín, la basura en nuestra vida puede llegar a producir cosas buenas, que también nos ayuda a crecer.
A veces Dios permite que el estiércol se acumule en nuestras vidas; pero, desde luego que no es por accidente o sorpresa, porque nada puede ocurrir sin su aprobación. Y desde luego que la buena noticia es que no tendremos que atravesar los campos de estiércol solos… En la vida siempre habrá problemas; a veces más, otras veces menos, pero ellos siempre vienen; pero tengamos la certeza de que tendremos una guía y una fuerza que nos sostendrá y nos alimentará la esperanza, que es el ingrediente esencial para ver más allá del estiércol.
Con fe, tomemos una pala y empecemos a cavar y limpiar; habrá una buena cosecha del otro lado. Transmitamos buenas nuevas a los afligidos para que tengan gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado y que vean gloria en lugar de cenizas…
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
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“Si estamos dispuestos a verlas, Dios tiene lecciones para nosotros a cada momento, en y en todos lados”.
Hubo una vez en que un matrimonio de granjeros, compraron un par de cerdos a los que, sus hijos, llamaron Carla y Luis; además de otras cosas como, por ejemplo, colmenas, sogas y lámparas de aceite.
Este par de pequeños cerdos, desde el día en que llegaron a la casa, habrían comenzado a causar muchos dolores de cabeza. Ellos, como buenos cachorros, eran aventureros; cada vez que podían se echaban a correr por la casa y el parque; aprendieron a escalar fuera de la valla y otras travesuras más. Esas resbaladizas criaturas también se alejaban de la casa y, a veces, se adentraban a un monte contiguo, por lo que se debía de salir a perseguirlos. Desde luego que no faltó la vez en que vecinos se quejaron de que encontraron a “dos cerdos salvajes” cavando en sus jardines y comiendo de sus flores, corriendo entre los carros y más de una vez, recibí llamadas telefónicas de vecinos enojados que “dos cerdos salvajes” corriendo entre los carros y más de una vez, recibí llamadas telefónicas de vecinos enojados que encontraron al par al par cavando en sus jardines de flores.
Una vez que Carla y Luis crecieron, su dieta habitual consistía en productos lácteos, restos de comida descartados por los restaurantes locales, productos viejos de panadería, etc… Ya no era lo mismo; mantener bien alimentados a ese par de Cerdos implicaba mucho tiempo y un gran trabajo. En el campo, y por un buen tiempo, hubo un montón de estiércol diseminado y, ya vendida la pareja de cerdos para ser convertidos en costeletas, tocino y otros productos, la parcela permaneció sin animales por algún relativo mucho tiempo.
En el verano siguiente, el granjero decidió plantar una huerta, en el predio donde antiguamente estaba la gran distribución de estiércol… Al final de la temporada, las preciadas hortalizas, esto es enormes pepinos, tomates, calabazas y otras más, surgidas de donde antiguamente se cuidaba a los cerdos y había estiércol, permitió descubrir un gran aprendizaje… En nuestra vida, todos alguna vez hemos sentido que la misma es una gran pila de estiércol; y, para la mayoría de la gente, ha significado sentir el dolor de ver destruidos sueños y esperanzas.
De las cenizas, Dios puede producir belleza, así lo dice la Biblia; por lo que Él puede tomar ese repugnante y maloliente montón de estiércol y hacer crecer bellos frutos de vida; y así puede hacerlo con nuestras vidas, por más basura que pareciera o pueda ser a veces.
Incluso en la pila de estiércol, hay esperanza; así como de un campo con estiércol diseminado y basura, hizo crecer una huerta y un jardín, la basura en nuestra vida puede llegar a producir cosas buenas, que también nos ayuda a crecer.
A veces Dios permite que el estiércol se acumule en nuestras vidas; pero, desde luego que no es por accidente o sorpresa, porque nada puede ocurrir sin su aprobación. Y desde luego que la buena noticia es que no tendremos que atravesar los campos de estiércol solos… En la vida siempre habrá problemas; a veces más, otras veces menos, pero ellos siempre vienen; pero tengamos la certeza de que tendremos una guía y una fuerza que nos sostendrá y nos alimentará la esperanza, que es el ingrediente esencial para ver más allá del estiércol.
Con fe, tomemos una pala y empecemos a cavar y limpiar; habrá una buena cosecha del otro lado. Transmitamos buenas nuevas a los afligidos para que tengan gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado y que vean gloria en lugar de cenizas…
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 20, 2025