Hace pocos días se desató una grave crisis política en el Perú. Su Presidente recién electo, no terminó de sentarse en el sillón presidencial cuando impulsado por su gen populista decidió disolver el Congreso en un intento de autogolpe de Estado. El Congreso reaccionó rápidamente y lo destituyó. Cuando se aprestaba a huir del país, un Juez ordenó su captura y fue detenido. Todo ello desató un caos en dicho país entre quienes lo apoyan y quienes no.
La Argentina, si bien en un primer momento condenó el accionar del Presidente electo, giró su posición dramáticamente, y junto a otros país también con gobiernos de izquierda apoyó al destituido Presidente junto al golpista accionar del Congreso peruano.
Como siempre, Argentina elige mal y se posiciona del lado equivocado.
Esto ya paso en los albores del comienzo de la guerra Rusia-Ucrania, cuando el Presidente de la Nación viajó a Rusia diez minutos antes de que se inicie la guerra y se hermanó con el régimen ruso, cuando el mundo entero se alistaba a condenarlo.
Lo mismo hicimos con el régimen dictatorial de Venezuela. Cuando las Naciones Unidas lo condenó por graves violaciones a los derechos humanos previo informe de Michelle Bachelet (Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos), nuestro país se abstuvo en la votación y jamás condenó a Venezuela por tan aberrantes hechos. Al contrario, sigue manteniendo fluidos y amistosos contactos con el régimen chavista.
Exactamente lo mismo hicimos en el caso China. En momentos en que las Naciones Unidas se aprestaba a condenar al régimen de Pekín por las graves violaciones a los derechos humanos cometidos contra la minoría musulmana de los uigures en los centros de detención en Xinjiang, nos abstuvimos nuevamente mientras continuamos agigantando los lazos comerciales y militares con el régimen chino.
En el mismo sentido nos expresamos cuando el régimen castrista en Cuba fue condenado por la OEA (Organización de Estados Americanos) por llamar a civiles a reprimir las marchas exigiendo libertad de sus ciudadanos. Nuestro país se volvió a abstener y jamás condenó a la dictadura, a la par que afianza sus lazos comerciales y tecnológicos con dicho país.
Idénticamente lo mismo hicimos en el caso Nicaragua. Cuando al régimen sandinista se le ocurrió encarcelar a toda la oposición para ganar las últimas elecciones presidenciales, condenamos el hecho en la Naciones Unidas, pero lo hicimos en forma “light” y con un texto en minoría; el texto que aprobó la mayoría era mucho más “duro y enérgico”.
Como dijimos, Argentina siempre del lado incorrecto de la historia.
Pasa que los populistas se creen los salvadores del pueblo y por ende les corresponde el derecho de gobernar sin frenos y sin contrapoderes; considerando que el Poder Legislativo y Poder Judicial deben depender del Poder Ejecutivo, pues son menores apéndices que deben responder a los caprichos y antojos de ellos. Obviamente quienes se oponen, son traidores a la Patria y sirven a los espurios intereses del Norte y de la derecha golpista que merecen ser encarcelados. Mismo pensamiento que se aplica a la prensa. Encima por estos lares se creen los pioneros en políticas del mundo y la vanguardia jurídica en materia internacional.
Para ellos las conductas no son buenas o malas en sí mismo. Son buenas si los hacen ellos, los de izquierda, aunque sean las más crueles dictaduras y son malas si las hacen los otros, los de la derecha, aunque sea el gobierno más democrático de la historia de la humanidad.
Lamentablemente no nos damos cuenta que “nos caímos del mundo”, yendo a contramano en la Avenida del avance mundial. No vemos, que tanto la comunidad empresarial como jurídica del mundo civilizado nos mira con compasión y hasta con lástima, al observar con estupor la irracionabilidad de nuestras conductas.
En nuestro país, sabemos que el origen de este erróneo posicionamiento es la terca actitud de la Vicepresidenta de la Nación, que desde cuando fuera Presidenta, siempre fogoneó un plegamiento diplomático a favor de China, Rusia, Cuba, y sus satélites regionales Venezuela y Nicaragua. Una simple cuestión ideológica y no geopolítica. Se siente más cómoda con regímenes afines a su pensamiento que privilegiar la posibilidad de aprovechar las oportunidades de negocios en el escenario mundial, llámese inversiones o comercio.
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Prueba de que se siente cómoda con estos regímenes dictatoriales o autocráticos, son las expresiones en la últimas horas del piquetero amigo del Papa quien sin titubear expresó: “Hay que darle todo el poder a Cristina para que nos saque de esta mierda”. Lo que parece ser el comienzo del plan clamor para que la Vicepresidenta de la Nación reconsidere el renunciamiento hecho luego de que fuera condenado por la denominada causa “Vialidad”, con gran regalo de su más anhelado sueño “tener la suma del poder público”.
Estamos para ser la ideal inspiración de cualquier película de Hollywood que quiera reflejar lo que en el “norte” denominan despectivamente como “república bananera”. Termino que refiere al país de Anchuria, una “pequeña república bananera marítima” de ficción creada por el escritor estadounidense William Sydney Porter, alias O. Henry, en 1904 para el cuento “El almirante” y que se utiliza peyorativamente para denominar a los países de Centro y Sud América poco democráticos, empobrecidos, atrasados, corruptos, con gobiernos multimillonarios, con una economía dependiente de unos pocos productos de escaso valor agregado y gran desprecio por la ley.
Cualquier similitud con nuestra realidad no es pura coincidencia.
Parece todo un gran joda, sino fuera que estas actitudes dictatoriales, son consideradas por algunos trasnochados para llevar a la práctica en nuestro país. Como dice una conocida canción de rock: “Y no pudiste decirle que no… a esa línea que separa a la vida en locura y realidad”.
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Hace pocos días se desató una grave crisis política en el Perú. Su Presidente recién electo, no terminó de sentarse en el sillón presidencial cuando impulsado por su gen populista decidió disolver el Congreso en un intento de autogolpe de Estado. El Congreso reaccionó rápidamente y lo destituyó. Cuando se aprestaba a huir del
país, un Juez ordenó su captura y fue detenido. Todo ello desató un caos en dicho país entre quienes lo apoyan y quienes no.
La Argentina, si bien en un primer momento condenó el accionar del Presidente electo, giró su posición dramáticamente, y junto a otros país también con gobiernos de izquierda apoyó al destituido Presidente junto al golpista accionar del Congreso peruano.
Como siempre, Argentina elige mal y se posiciona del lado equivocado.
Esto ya paso en los albores del comienzo de la guerra Rusia-Ucrania, cuando el Presidente de la Nación viajó a Rusia diez minutos antes de que se inicie la guerra y se hermanó con el régimen ruso, cuando el mundo entero se alistaba a condenarlo.
Lo mismo hicimos con el régimen dictatorial de Venezuela. Cuando las Naciones Unidas lo condenó por graves violaciones a los derechos humanos previo informe de Michelle Bachelet (Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos), nuestro país se abstuvo en la votación y jamás condenó a Venezuela por tan aberrantes hechos. Al contrario, sigue manteniendo fluidos y amistosos contactos con el régimen chavista.
Exactamente lo mismo hicimos en el caso China. En momentos en que las Naciones Unidas se aprestaba a condenar al régimen de Pekín por las graves violaciones a los derechos humanos cometidos contra la minoría musulmana de los uigures en los centros de detención en Xinjiang, nos abstuvimos nuevamente mientras continuamos agigantando los lazos comerciales y militares con el régimen chino.
En el mismo sentido nos expresamos cuando el régimen castrista en Cuba fue condenado por la OEA (Organización de Estados Americanos) por llamar a civiles a reprimir las marchas exigiendo libertad de sus ciudadanos. Nuestro país se volvió a abstener y jamás condenó a la dictadura, a la par que afianza sus lazos comerciales y tecnológicos con dicho país.
Idénticamente lo mismo hicimos en el caso Nicaragua. Cuando al régimen sandinista se le ocurrió encarcelar a toda la oposición para ganar las últimas elecciones presidenciales, condenamos el hecho en la Naciones Unidas, pero lo hicimos en forma “light” y con un texto en minoría; el texto que aprobó la mayoría era mucho más “duro y enérgico”.
Como dijimos, Argentina siempre del lado incorrecto de la historia.
Pasa que los populistas se creen los salvadores del pueblo y por ende les corresponde el derecho de gobernar sin frenos y sin contrapoderes; considerando que el Poder Legislativo y Poder Judicial deben depender del Poder Ejecutivo, pues son menores apéndices que deben responder a los caprichos y antojos de ellos. Obviamente quienes se oponen, son traidores a la Patria y sirven a los espurios intereses del Norte y de la derecha golpista que merecen ser encarcelados. Mismo pensamiento que se aplica a la prensa. Encima por estos lares se creen los pioneros en políticas del mundo y la vanguardia jurídica en materia internacional.
Para ellos las conductas no son buenas o malas en sí mismo. Son buenas si los hacen ellos, los de izquierda, aunque sean las más crueles dictaduras y son malas si las hacen los otros, los de la derecha, aunque sea el gobierno más democrático de la historia de la humanidad.
Lamentablemente no nos damos cuenta que “nos caímos del mundo”, yendo a contramano en la Avenida del avance mundial. No vemos, que tanto la comunidad empresarial como jurídica del mundo civilizado nos mira con compasión y hasta con lástima, al observar con estupor la irracionabilidad de nuestras conductas.
En nuestro país, sabemos que el origen de este erróneo posicionamiento es la terca actitud de la Vicepresidenta de la Nación, que desde cuando fuera Presidenta, siempre fogoneó un plegamiento diplomático a favor de China, Rusia, Cuba, y sus satélites regionales Venezuela y Nicaragua. Una simple cuestión ideológica y no geopolítica. Se siente más cómoda con regímenes afines a su pensamiento que privilegiar la posibilidad de aprovechar las oportunidades de negocios en el escenario mundial, llámese inversiones o comercio.
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Estamos para ser la ideal inspiración de cualquier película de Hollywood que quiera reflejar lo que en el “norte” denominan despectivamente como “república bananera”. Termino que refiere al país de Anchuria, una “pequeña república bananera marítima” de ficción creada por el escritor estadounidense William Sydney Porter, alias O. Henry, en 1904 para el cuento “El almirante” y que se utiliza peyorativamente para denominar a los países de Centro y Sud América poco democráticos, empobrecidos, atrasados, corruptos, con gobiernos multimillonarios, con una economía dependiente de unos pocos productos de escaso valor agregado y gran desprecio por la ley.
Cualquier similitud con nuestra realidad no es pura coincidencia.
Parece todo un gran joda, sino fuera que estas actitudes dictatoriales, son consideradas por algunos trasnochados para llevar a la práctica en nuestro país. Como dice una conocida canción de rock: “Y no pudiste decirle que no… a esa línea que separa a la vida en locura y realidad”.
PrisioneroEnArgentina.com
Diciembre 19, 2022